¿Necesita el Real Madrid doparse emocionalmente para encarar la final de la Champions? La pregunta es pertinente a raíz del empate cosechado por el equipo blanco en su visita al campo del Real Valladolid y la derrota en Balaídos. Dichos partidos además de generar numerosos análisis sobre el juego del equipo blanco, sobre la plaga de lesiones y sobre las más que discutibles decisiones tácticas de Carlo Ancelotti, se hacen merecedores de un examen respecto de un aspecto del rendimiento deportivo que, en general, es poco tratado, a pesar de la evidente importancia que tiene. Me refiero al rendimiento y preparación emocional. Precisamente el mismo entrenador madridista señaló dónde radicaba el problema que había conducido a un bajo rendimiento al equipo en el terreno de juego: "Nos falta energía mental".
En el caso del Real Madrid el bajón de energía mental puede explicarse debido a que hace unos días disputó probablemente el partido más importante de la temporada ante el Bayern de Múnich. La victoria estuvo cimentada probablemente no solo en un magnífico despliegue físico sino en una sólida preparación mental previa. La consecuencia, sin embargo, ha sido que en los partidos siguientes no ha podido mantener la disposición física ni mental. Y es que no es lo mismo una semifinal de Champions League ante el Bayern que jugar contra el Valladolid en el José Zorrilla. Y de ahí los pésimos resultados en un tramo crucial de la Liga.
Como señalaba anteriormente el rendimiento deportivo incluye diferentes aspectos del organismo humano. Las habilidades físicas han sido los objetivos clásicos del entrenamiento deportivo, pero además están las habilidades cognitivas y en especial, las emocionales que cada vez son tomadas en mayor consideración. Parece fuera de duda que un deportista en buen estado emocional está en mejor posición para iniciar una competición deportiva. De hecho un psicólogo afirmó: "La diferencia entre ganar y perder es un 99% psicológico". Por eso no es extraño que desde hace años los clubes de fútbol contraten a psicólogos con el objetivo no solo de resolver problemas que puedan dificultar que un futbolista pueda jugar, como por ejemplo el caso de Bergkamp que padecía miedo a volar en aviones, sino también para motivar a sus jugadores. Pero el uso de estrategias motivadoras no es exclusiva de los psicólogos deportivos. Por ejemplo, Pep Guardiola, obligaba a sus jugadores a escuchar música, en algunas ocasiones Coldplay y en otras Verdi, para que salieran al campo con una disposición psicológica mucho más optimista, confiada o agresiva.
Pues bien, no se necesitará una bola de cristal para aventurar que en el futuro la lucha antidopaje no solo tendrá entre sus objetivos los anabolizantes, las transfusiones sanguíneas u otros métodos mejoradores del rendimiento físico. También lo serán, y de hecho, ya se persiguen sustancias estimulantes. Pero no es descartable que dentro de poco la lista de la sustancias prohibidas de la Agencia Mundial Antidopaje incorpore fármacos que produzcan efectos similares a los tradicionales tratamientos psicológicos. Por ejemplo, el famoso Prozac o los SSRIs (inhibidores de la recaptación de la serotonina) han tenido hasta el momento un uso terapéutico prevalente, pero los especialistas han detectado que están siendo tomados no por pacientes que padecen algún tipo de trastorno o desorden, sino por individuos en perfecto estado de salud. La razón es bien sencilla: uno de los efectos que producen estos fármacos es hacerse sentir mejor que bien. Los individuos suelen reconocer que tales sustancias los hacen sentir con más energía, más alertas y más capaces de enfrentarse con el mundo, así como entenderse mejor a sí mismos y los problemas que les rodean. Tratamientos que hasta ahora se realizaban a través de sesiones de ayuda psicológica o parecidas, podrían entonces, ser sustituidos perfectamente por tratamientos farmacológicos.
Como se puede derivar, los deportistas que están a punto de iniciar una competición, una carrera, o un partido trascendente pueden ver en tales sustancias una vía para salir a competir en mejores condiciones que los rivales y de esta forma, obtener una ventaja competitiva. Así pues creo que no transcurrirá mucho tiempo para que seamos testigos de noticias relativas a futbolistas que han tomado alguna de esas sustancias para adquirir esa energía mental suplementaria, la misma de la que carecieron los integrantes de la plantilla blanca para derrotar a un equipo a punto de descender de categoría. Aunque algunos, y con razón, dirán que para tal viaje no hacen falta tales alforjas. Y si no, que se lo pregunten a Simeone.
En el caso del Real Madrid el bajón de energía mental puede explicarse debido a que hace unos días disputó probablemente el partido más importante de la temporada ante el Bayern de Múnich. La victoria estuvo cimentada probablemente no solo en un magnífico despliegue físico sino en una sólida preparación mental previa. La consecuencia, sin embargo, ha sido que en los partidos siguientes no ha podido mantener la disposición física ni mental. Y es que no es lo mismo una semifinal de Champions League ante el Bayern que jugar contra el Valladolid en el José Zorrilla. Y de ahí los pésimos resultados en un tramo crucial de la Liga.
Como señalaba anteriormente el rendimiento deportivo incluye diferentes aspectos del organismo humano. Las habilidades físicas han sido los objetivos clásicos del entrenamiento deportivo, pero además están las habilidades cognitivas y en especial, las emocionales que cada vez son tomadas en mayor consideración. Parece fuera de duda que un deportista en buen estado emocional está en mejor posición para iniciar una competición deportiva. De hecho un psicólogo afirmó: "La diferencia entre ganar y perder es un 99% psicológico". Por eso no es extraño que desde hace años los clubes de fútbol contraten a psicólogos con el objetivo no solo de resolver problemas que puedan dificultar que un futbolista pueda jugar, como por ejemplo el caso de Bergkamp que padecía miedo a volar en aviones, sino también para motivar a sus jugadores. Pero el uso de estrategias motivadoras no es exclusiva de los psicólogos deportivos. Por ejemplo, Pep Guardiola, obligaba a sus jugadores a escuchar música, en algunas ocasiones Coldplay y en otras Verdi, para que salieran al campo con una disposición psicológica mucho más optimista, confiada o agresiva.
Pues bien, no se necesitará una bola de cristal para aventurar que en el futuro la lucha antidopaje no solo tendrá entre sus objetivos los anabolizantes, las transfusiones sanguíneas u otros métodos mejoradores del rendimiento físico. También lo serán, y de hecho, ya se persiguen sustancias estimulantes. Pero no es descartable que dentro de poco la lista de la sustancias prohibidas de la Agencia Mundial Antidopaje incorpore fármacos que produzcan efectos similares a los tradicionales tratamientos psicológicos. Por ejemplo, el famoso Prozac o los SSRIs (inhibidores de la recaptación de la serotonina) han tenido hasta el momento un uso terapéutico prevalente, pero los especialistas han detectado que están siendo tomados no por pacientes que padecen algún tipo de trastorno o desorden, sino por individuos en perfecto estado de salud. La razón es bien sencilla: uno de los efectos que producen estos fármacos es hacerse sentir mejor que bien. Los individuos suelen reconocer que tales sustancias los hacen sentir con más energía, más alertas y más capaces de enfrentarse con el mundo, así como entenderse mejor a sí mismos y los problemas que les rodean. Tratamientos que hasta ahora se realizaban a través de sesiones de ayuda psicológica o parecidas, podrían entonces, ser sustituidos perfectamente por tratamientos farmacológicos.
Como se puede derivar, los deportistas que están a punto de iniciar una competición, una carrera, o un partido trascendente pueden ver en tales sustancias una vía para salir a competir en mejores condiciones que los rivales y de esta forma, obtener una ventaja competitiva. Así pues creo que no transcurrirá mucho tiempo para que seamos testigos de noticias relativas a futbolistas que han tomado alguna de esas sustancias para adquirir esa energía mental suplementaria, la misma de la que carecieron los integrantes de la plantilla blanca para derrotar a un equipo a punto de descender de categoría. Aunque algunos, y con razón, dirán que para tal viaje no hacen falta tales alforjas. Y si no, que se lo pregunten a Simeone.