El gran mercado ilícito de los teléfonos inteligentes sugiere que los latinos de renta baja y media están creando su propia revolución digital.
En Colombia los cárteles de la droga se han hecho con el control del mercado de telefonía ilegal, comprándolos a los jóvenes que los roban para pagar por la cocaína y otras drogas.
Es como si la generación joven estuviera siguiendo las palabras del Che Guevara, que dijo: "La revolución no es una manzana que está madura. Hay que sacudir el árbol y hacerla caer".
Las huelgas policiales en Brasil han causado una ola de robos de teléfonos inteligentes, y el saqueo de las tiendas que los venden.
Un estudio realizado por Interpol indica que Brasil es el centro más grande del tráfico ilegal de teléfonos inteligentes en América Latina.
Bandas bien establecidas que operan en las favelas utilizan a menores como niños soldados para robar los teléfonos inteligentes en los barrios ricos y traerlos de vuelta a sus jefes. Los teléfonos son luego revendidos o desmontados, a veces a bandas que operan en otros países.
La situación es similar en la región andina.
Según Interpol y el Ministerio de Telecomunicaciones de Ecuador hay 14,5 millones de teléfonos móviles cuyos números se encuentran en una lista de teléfonos robados en Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia.
En contraste con América Latina, la prensa en España todavía ve el robo de teléfonos inteligentes en el contexto de pequeños delitos. Pero el robo de un teléfono inteligente es el comienzo de una espiral de cibercrimen que puede dar lugar a que los datos personales de los usuarios terminen en las manos de piratas informáticos, batallones militares en China que perturban el comercio electrónico, e incluso terroristas.
No fue sino hasta finales del año pasado cuando el Gobierno de Rajoy adoptó una estrategia nacional de seguridad cibernética. Según la Asociación Española para el Fomento de la Seguridad de la Información, el proyecto nacional comenzó a tomar forma en 2011, un poco por detrás de los otros países de la UE.
Se pueden ver los efectos colaterales que ya están presentes en América Latina ahora en toda Europa: un aumento en el robo de los teléfonos inteligentes, aumento de la actividad criminal de los hackers y los cibercriminales profesionales que explotar contraseñas, tarjetas de crédito y otros datos bancarios.
Un estudio realizado por el departamento de policía de Nueva York indica que el robo de teléfonos inteligentes aumenta cuando las empresas lanzan nuevos modelos. Ahora, Apple y Samsung están comercializando nuevos modelos caros en los principales mercados.
Con el Mundial de fútbol que comienza en dos semanas el número de teléfonos inteligentes robados se incrementará exponencialmente.
Brasil ha invertido mil millones de rials (unos 530 millones de dólares estadounidenses) en su programa de seguridad para el Mundial, incluyendo una unidad de delitos cibernéticos.
Los aficionados al fútbol de todo el mundo se distrairán por la emoción del torneo, la bebida, las fiestas y viendo partidos en la televisión en los bares. Casi todo el mundo con un teléfono inteligente se convertirá en un objetivo. El año pasado, los aficionados del Real Madrid fueron el objetivo de un cyber ataque en Facebook que les robó sus datos personales.
Como el fútbol, internet une al mundo. Pero sin ciberseguridad, los teléfonos inteligentes y el estilo de vida móvil que estos ofrecen podrían formar parte de la lucha de clases entre los que buscan su inclusión en la economía digital y las élites tradicionales que prefieren mantenerlos fuera del campo de juego.
En Colombia los cárteles de la droga se han hecho con el control del mercado de telefonía ilegal, comprándolos a los jóvenes que los roban para pagar por la cocaína y otras drogas.
Es como si la generación joven estuviera siguiendo las palabras del Che Guevara, que dijo: "La revolución no es una manzana que está madura. Hay que sacudir el árbol y hacerla caer".
Las huelgas policiales en Brasil han causado una ola de robos de teléfonos inteligentes, y el saqueo de las tiendas que los venden.
Un estudio realizado por Interpol indica que Brasil es el centro más grande del tráfico ilegal de teléfonos inteligentes en América Latina.
Bandas bien establecidas que operan en las favelas utilizan a menores como niños soldados para robar los teléfonos inteligentes en los barrios ricos y traerlos de vuelta a sus jefes. Los teléfonos son luego revendidos o desmontados, a veces a bandas que operan en otros países.
La situación es similar en la región andina.
Según Interpol y el Ministerio de Telecomunicaciones de Ecuador hay 14,5 millones de teléfonos móviles cuyos números se encuentran en una lista de teléfonos robados en Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia.
En contraste con América Latina, la prensa en España todavía ve el robo de teléfonos inteligentes en el contexto de pequeños delitos. Pero el robo de un teléfono inteligente es el comienzo de una espiral de cibercrimen que puede dar lugar a que los datos personales de los usuarios terminen en las manos de piratas informáticos, batallones militares en China que perturban el comercio electrónico, e incluso terroristas.
No fue sino hasta finales del año pasado cuando el Gobierno de Rajoy adoptó una estrategia nacional de seguridad cibernética. Según la Asociación Española para el Fomento de la Seguridad de la Información, el proyecto nacional comenzó a tomar forma en 2011, un poco por detrás de los otros países de la UE.
Se pueden ver los efectos colaterales que ya están presentes en América Latina ahora en toda Europa: un aumento en el robo de los teléfonos inteligentes, aumento de la actividad criminal de los hackers y los cibercriminales profesionales que explotar contraseñas, tarjetas de crédito y otros datos bancarios.
Un estudio realizado por el departamento de policía de Nueva York indica que el robo de teléfonos inteligentes aumenta cuando las empresas lanzan nuevos modelos. Ahora, Apple y Samsung están comercializando nuevos modelos caros en los principales mercados.
Con el Mundial de fútbol que comienza en dos semanas el número de teléfonos inteligentes robados se incrementará exponencialmente.
Brasil ha invertido mil millones de rials (unos 530 millones de dólares estadounidenses) en su programa de seguridad para el Mundial, incluyendo una unidad de delitos cibernéticos.
Los aficionados al fútbol de todo el mundo se distrairán por la emoción del torneo, la bebida, las fiestas y viendo partidos en la televisión en los bares. Casi todo el mundo con un teléfono inteligente se convertirá en un objetivo. El año pasado, los aficionados del Real Madrid fueron el objetivo de un cyber ataque en Facebook que les robó sus datos personales.
Como el fútbol, internet une al mundo. Pero sin ciberseguridad, los teléfonos inteligentes y el estilo de vida móvil que estos ofrecen podrían formar parte de la lucha de clases entre los que buscan su inclusión en la economía digital y las élites tradicionales que prefieren mantenerlos fuera del campo de juego.