Susana Díaz da un paso atrás... pero sólo para coger carrerilla. Esta mañana, en los micrófonos de la SER, ha anunciado que no se presentará a la secretaría general del PSOE, pero sus palabras han sido las de quien aspira a liderar -moralmente- a los socialistas, sonados tras la derrota en las europeas. "Hay muchos socialistas que no nos hemos enterado de lo que ha pasado el 25-M", ha dicho la presidenta andaluza, usando el plural mayestático para lanzar su advertencia. Y ha concentrado en un puñado de mensajes cuál debe ser la hoja de ruta para que el PSOE levante la cabeza.
Primero: menos hablar del partido, más hablar de los problemas de la gente. La cohesión interna es "el secreto del cambio de ciclo" en Andalucía. Un propósito sabio pero difícil de conjugar con los dos procesos abiertos en el horizonte del PSOE.
Segundo: fuera complejos. El PSOE es el partido que más tiempo ha gobernado en estos años de democracia, y llevan su sello las grandes leyes "que han cambiado la vida de la gente". Ergo: nada de copiar ideas de otros.
Tercero: ante la abdicación del Rey, y las voces -incluso socialistas- que piden un referéndum para cambiar el modelo de estado, Díaz ha hecho una defensa cerrada de la Constitución, del Estado, y del papel del socialismo como vertebrador de España. Y todo ello, compatible con una reforma de la Constitución "en la que nos sintamos todos cómodos, con la que una generación como la mía se pueda sentir identificada". La presidenta andaluza ha hecho la síntesis perfecta: se puede tener alma republicana y apoyar la monarquía, consigna para la votación mañana en el Congreso de la ley de abdicación, en la que los socialistas empezaban a mostrar grietas.
Cuarta: alianza de generaciones en el PSOE, que combine la experiencia con el ímpetu y la ilusión. Mensaje pacificador para veteranos y para las nuevas voces.
Cinco: autonomía. Ni siquiera le había comunicado a Alfredo Pérez Rubalcaba, el secretario general saliente, que no se presentaba, aunque elegantemente ha dejado claro que ya conocía su postura. "No se sorprenderá de mi decisión".
Seis: su receta para devolverle el prestigio a la política pasa por rendir cuentas y cumplir con la palabra. Y en su compromiso con los andaluces ha enraizado su decisión de no presentarse. Es consciente que los buenos resultados del partido en Andalucía en las europeas no equivalen a un voto directo en las urnas a su persona y su gestión, su asignatura pendiente.
Y siete: rejonazo a quienes identifican al PSOE con la casta. "Soy de la casta de los fontaneros", ha sentenciado.
Despejada la incógnita de Susana Díaz, se recolocan ahora todas las demás piezas del puzzle socialista, porque la batalla por el liderazgo vuelve a la casilla de salida. Y Eduardo Madina, Pedro Sánchez y José Antonio Pérez Tapias pueden no ser los únicos nombres que empiecen a jugar en el tablero.
Primero: menos hablar del partido, más hablar de los problemas de la gente. La cohesión interna es "el secreto del cambio de ciclo" en Andalucía. Un propósito sabio pero difícil de conjugar con los dos procesos abiertos en el horizonte del PSOE.
Segundo: fuera complejos. El PSOE es el partido que más tiempo ha gobernado en estos años de democracia, y llevan su sello las grandes leyes "que han cambiado la vida de la gente". Ergo: nada de copiar ideas de otros.
Tercero: ante la abdicación del Rey, y las voces -incluso socialistas- que piden un referéndum para cambiar el modelo de estado, Díaz ha hecho una defensa cerrada de la Constitución, del Estado, y del papel del socialismo como vertebrador de España. Y todo ello, compatible con una reforma de la Constitución "en la que nos sintamos todos cómodos, con la que una generación como la mía se pueda sentir identificada". La presidenta andaluza ha hecho la síntesis perfecta: se puede tener alma republicana y apoyar la monarquía, consigna para la votación mañana en el Congreso de la ley de abdicación, en la que los socialistas empezaban a mostrar grietas.
Cuarta: alianza de generaciones en el PSOE, que combine la experiencia con el ímpetu y la ilusión. Mensaje pacificador para veteranos y para las nuevas voces.
Cinco: autonomía. Ni siquiera le había comunicado a Alfredo Pérez Rubalcaba, el secretario general saliente, que no se presentaba, aunque elegantemente ha dejado claro que ya conocía su postura. "No se sorprenderá de mi decisión".
Seis: su receta para devolverle el prestigio a la política pasa por rendir cuentas y cumplir con la palabra. Y en su compromiso con los andaluces ha enraizado su decisión de no presentarse. Es consciente que los buenos resultados del partido en Andalucía en las europeas no equivalen a un voto directo en las urnas a su persona y su gestión, su asignatura pendiente.
Y siete: rejonazo a quienes identifican al PSOE con la casta. "Soy de la casta de los fontaneros", ha sentenciado.
Despejada la incógnita de Susana Díaz, se recolocan ahora todas las demás piezas del puzzle socialista, porque la batalla por el liderazgo vuelve a la casilla de salida. Y Eduardo Madina, Pedro Sánchez y José Antonio Pérez Tapias pueden no ser los únicos nombres que empiecen a jugar en el tablero.