Hace unas semanas, en unas jornadas universitarias en Segovia sobre Periodismo y Servicio público, compartí mesa de debate con la gran Rosa María Calaf, que fue una reportera y periodista de altura de TVE y corresponsal durante años en todas partes. Era, es, una profesional sobria, concienzuda, sin alardes, con una buena cabeza y un buen bagaje cultural, periodístico, social. Ahora, a punto de cumplir 70 años, ya no ejerce como periodista, pero sigue contando historias importantes allá donde puede. Además de eso vive, viaja, se informa... Es una de esas mujeres valiosas y modernas que deberían conformar los comités de sabios de las televisiones públicas (y privadas incluso), o las cúpulas directivas, en lugar de los comisarios políticos que las pueblan. Si mujeres como la Calaf ocuparán esos lugares, lo que voy a contar ahora difícilmente habría pasado. Entre otras cosas porque de ella para abajo habría gente sabedora de que el servicio público audiovisual es casi tan sagrado como el sanitario, o el educativo. Ahí es nada. Pero vamos allá.
Tal día como ayer, nueve de junio de 2014, la presentadora del magacín matinal, Mariló Montero, y la conductora del espacio informativo Los desayunos, María Casado, emitieron EL VÍDEO que recoge el descenso en paracaídas que ambas habían protagonizado el fin de semana. Después LA NOTICIA se colgó en la portada de la web de TVE. Era una especie de reto que las dos se habían lanzado en antena, supongo que como una metáfora de la caída libre de este país en general y de la tele pública en particular.
El caso es que las dos bromearon en antena, en riguroso directo, antes de dar paso al vídeo, sin sonrojo alguno, sin pudor, sin criterio, sin más. También sin ningún tacto hacia la reciente muerte del chef mediático Darío Barrio tras precipitarse al vacío en una práctica deportiva aérea.
En el plano se podía ver a las dos juntas, en pantalla partida, bromear con el tema. La conversación entre ellas fue de altura.
-Hola María, ¿qué has hecho este fin de semana?- le ha preguntado con sorna Mariló.
-No sé, no sé, ¿y tú?- le ha respondido María.
name="Mariló y María, salto en paracaídas" scrolling="no" style="width:100%;height:90%;position:absolute;left:0;top:0;overflow:hidden;" >
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src="http://img.irtve.es/css/rtve.commons/rtve.header.footer/i/logoRTVEes.png"> style="color:#333;font-weight:bold;" title="Mariló y María, salto en paracaídas"
href="http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-manana/manana-marilo-maria-salto-paracaidas/2605783/">Mariló y María, salto en paracaídas
Luego ambas, con júbilo, nos han explicado a todos los espectadores de la cadena PÚBLICA cómo había sido la experiencia, que han calificado de "excepcional". Durante toda la charla se han repetido la una a la otra hasta la saciedad: "¡Qué grande eres!". También nos han contado que se tiraron dos veces, que estaban a 4.000 metros de altura, y que la segunda vez la disfrutaron más. "Fue un cachondeo. Nos gritábamos todo el rato "¡te quiero, te quiero!. Fue impresionante", han dicho.
Mis preguntas son (además de las obvias que se nos ocurren a todos tras ver momentos tan edificantes como ese en la única televisión que tiene la rigurosísima obligación de dar ejemplo en todos los sentidos) las siguientes:
1. ¿Nadie en toda la cadena, ni por arriba ni por abajo ni por los lados podría haber advertido, por ejemplo, que emitir eso con la reciente muerte de Darío Barrio era cuanto menos de MAL GUSTO?
2. ¿Nadie en toda la cadena puede advertir que dos conductoras de espacios informativos y de actualidad deberían quizá guardar las formas para intentar preservar las migajas de prestigio que puedan quedarle a esa franja matinal?
3. ¿El vídeo en cuestión fue grabado por cámaras de la tele en su horario de trabajo? ¿Quién lo montó? ¿Lo hicieron ellas en sus ratos libres del fin de semana? ¿Editaron las dos periodistas, en sus ratos de ocio, el bruto de la pieza?
Cuando aún estaba recuperándome del despropósito, llegó la noche. Y la cadena pública emitió El Pueblo Más Divertido, presentado también por la Montero. El programa, sin duda, está hecho SOLO con un firme propósito: despedazar lo poco que queda del prestigio de la pública, matarla del todo, acabar con ella. No hay otra explicación para lo que vimos esa noche. Esa o que hay que volver con urgencia a los 80, en los que reírse del tonto del pueblo, por ejemplo, aún no estaba mal visto porque no se había inaugurado el concepto "políticamente incorrecto". El espacio de anoche, que no daba ni siquiera para el sarcasmo, a mí personalmente me produjo casi daño físico. Los datos de audiencia no le acompañaron: un 8%, con 1.400.000 espectadores.
La Calaf me contó una valiosa anécdota paseando por Segovia. Hace años, TVE preparaba un vídeo-resumen sobre su pasado de corresponsal como homenaje a su trayectoria. Pues bien, la periodista que estaba buscando el material la llamó para preguntarle si recordaba alguna imagen suya con chaleco anti balas, con velos, con indumentaria ad hoc, o en escenarios estrambóticos (ya saben, si llueve, el periodista hace el directo bajo el agua para que se vea bien que está implicado, que conoce a fondo la noticia que nos está contando... Incomprensible del todo, me ha parecido siempre). "Es que no encuentro nada de eso", le dijo la periodista. No lo encontraba, porque no lo había. Porque la Calaf no necesitó nunca tirarse en paracaídas.
Tal día como ayer, nueve de junio de 2014, la presentadora del magacín matinal, Mariló Montero, y la conductora del espacio informativo Los desayunos, María Casado, emitieron EL VÍDEO que recoge el descenso en paracaídas que ambas habían protagonizado el fin de semana. Después LA NOTICIA se colgó en la portada de la web de TVE. Era una especie de reto que las dos se habían lanzado en antena, supongo que como una metáfora de la caída libre de este país en general y de la tele pública en particular.
El caso es que las dos bromearon en antena, en riguroso directo, antes de dar paso al vídeo, sin sonrojo alguno, sin pudor, sin criterio, sin más. También sin ningún tacto hacia la reciente muerte del chef mediático Darío Barrio tras precipitarse al vacío en una práctica deportiva aérea.
En el plano se podía ver a las dos juntas, en pantalla partida, bromear con el tema. La conversación entre ellas fue de altura.
-Hola María, ¿qué has hecho este fin de semana?- le ha preguntado con sorna Mariló.
-No sé, no sé, ¿y tú?- le ha respondido María.
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Luego ambas, con júbilo, nos han explicado a todos los espectadores de la cadena PÚBLICA cómo había sido la experiencia, que han calificado de "excepcional". Durante toda la charla se han repetido la una a la otra hasta la saciedad: "¡Qué grande eres!". También nos han contado que se tiraron dos veces, que estaban a 4.000 metros de altura, y que la segunda vez la disfrutaron más. "Fue un cachondeo. Nos gritábamos todo el rato "¡te quiero, te quiero!. Fue impresionante", han dicho.
Mis preguntas son (además de las obvias que se nos ocurren a todos tras ver momentos tan edificantes como ese en la única televisión que tiene la rigurosísima obligación de dar ejemplo en todos los sentidos) las siguientes:
1. ¿Nadie en toda la cadena, ni por arriba ni por abajo ni por los lados podría haber advertido, por ejemplo, que emitir eso con la reciente muerte de Darío Barrio era cuanto menos de MAL GUSTO?
2. ¿Nadie en toda la cadena puede advertir que dos conductoras de espacios informativos y de actualidad deberían quizá guardar las formas para intentar preservar las migajas de prestigio que puedan quedarle a esa franja matinal?
3. ¿El vídeo en cuestión fue grabado por cámaras de la tele en su horario de trabajo? ¿Quién lo montó? ¿Lo hicieron ellas en sus ratos libres del fin de semana? ¿Editaron las dos periodistas, en sus ratos de ocio, el bruto de la pieza?
Cuando aún estaba recuperándome del despropósito, llegó la noche. Y la cadena pública emitió El Pueblo Más Divertido, presentado también por la Montero. El programa, sin duda, está hecho SOLO con un firme propósito: despedazar lo poco que queda del prestigio de la pública, matarla del todo, acabar con ella. No hay otra explicación para lo que vimos esa noche. Esa o que hay que volver con urgencia a los 80, en los que reírse del tonto del pueblo, por ejemplo, aún no estaba mal visto porque no se había inaugurado el concepto "políticamente incorrecto". El espacio de anoche, que no daba ni siquiera para el sarcasmo, a mí personalmente me produjo casi daño físico. Los datos de audiencia no le acompañaron: un 8%, con 1.400.000 espectadores.
La Calaf me contó una valiosa anécdota paseando por Segovia. Hace años, TVE preparaba un vídeo-resumen sobre su pasado de corresponsal como homenaje a su trayectoria. Pues bien, la periodista que estaba buscando el material la llamó para preguntarle si recordaba alguna imagen suya con chaleco anti balas, con velos, con indumentaria ad hoc, o en escenarios estrambóticos (ya saben, si llueve, el periodista hace el directo bajo el agua para que se vea bien que está implicado, que conoce a fondo la noticia que nos está contando... Incomprensible del todo, me ha parecido siempre). "Es que no encuentro nada de eso", le dijo la periodista. No lo encontraba, porque no lo había. Porque la Calaf no necesitó nunca tirarse en paracaídas.