Foto de Tânia Rêgo/ABr. Wikimedia commons.
Estamos viviendo un momento histórico, un argentino, Jorge Bergoglio, es el máximo representante de la Iglesia Católica. El papa Francisco llegó a ser obispo de Roma en un momento delicado a nivel institucional con la renuncia del Papa Benedicto XVI, denuncias por casos de abuso infantil, y corrupción en el banco del Vaticano.
Nadie tiene duda que Jorge Bergoglio es uno de los más hábiles políticos argentinos de la historia. Su perfil natural, real, honesto, trabajador, y verdadero hace que la gente se sienta más cercana a él, y a la Iglesia. Es el Papa de la gente.
Francisco está implementando a nivel mundial un nuevo paradigma y estándar, ya que es un hombre que hace lo que dice.
Es el líder a nivel mundial con mayor imagen positiva, y su discurso llega masivamente porque es el mensaje que necesitan los pueblos, conceptos a favor de la familia, del trabajo, a tener una vivienda, entre tantos otros. Siempre con austeridad, sin discriminar y cargado de una gran cuota de optimismo que ha contagiado al mundo entero.
Francisco es un papa revolucionario, un sacerdote jesuita que vino para transformar el mundo con un estilo e impronta diferente. Y, ya comenzó a demostrarlo con gestos como pagar el hotel en el que se alojó antes de su elección, viajar en autobús, no dejar que los fieles se arrodillen a besar su anillo, y con potentes mensajes que todos los domingos expresa desde su balcón o en su frecuente contacto con la gente y periodistas.
Su imagen y carisma nos hace recordar al recientemente canonizado Juan Pablo II, cuyo papel fue clave para la caída del muro de Berlín en Alemania, un hito que marcó el fin del comunismo, y el comienzo de la globalización. Pero, pareciera ser que el papel de Francisco será ayudar a resolver los problemas cotidianos de la gente con un enfoque más cercano.
Se han publicado varios estudios científicos que han demostrado una asociación genética con el optimismo. Lo increíble es que el gen que se ha asociado con esta característica tan positiva del comportamiento humano es OXTR localizado en el cromosoma 3 que tiene la síntesis para el receptor de la oxitocina.
Un estudio publicado en el 2011 demostró que las personas que tienen una variante del gen OXTR denominada A (adenina) eran menos optimistas que las personas que tenían las 2 copias G (guanina). Además, la variante A se asoció con mayor riesgo de síntomas depresivos.
La oxitocina y su receptor tienen una función clave en las contracciones uterinas durante el parto y en la contracción del pezón en el proceso de la lactancia. La oxitocina se la ha denominado como la hormona del amor ya que se ha asociado en el mecanismo de esta sensación única e indescriptible que nos llena el corazón y el alma.
A su vez, el receptor de la oxitocina se ha asociado a tener una mayor sensación de optimismo, que según el Diccionario de la Real Academia significa "propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable", y otra definición sería "doctrina filosófica que atribuye al universo la mayor perfección posible".
Está claro que esta hormona y su receptor son responsables de dar vida, y después que esa vida pueda alimentarse y crecer. Esas mismas sensaciones a nivel espiritual y emocional las está causando Francisco a nivel mundial. Este papa ha logrado dar esperanza a millones de fieles que descreían en la posibilidad de vivir en un mundo mejor y más justo. Una demostración concreta y a su vez simbólica que esto es posible, es la reunión el 8 de junio en el Vaticano entre Israel y Palestina para alcanzar la paz tan deseada y necesaria en Medio Oriente.
La realidad diaria demuestra que este sacerdote que ayudó y dedicó toda su vida a los que menos tienen en los barrios de la Argentina, llegó al sillón de San Pedro para contagiar al mundo entero con una gran cuota de entusiasmo y optimismo, trabajando sin parar a favor de un objetivo tan necesario y anhelado, el bien común de toda la sociedad mundial.