Ilustración de Ignasi Cusí
Hace pocos días se daba a conocer que Juan Carlos I, rey de España, decidía abdicar. Cuando ustedes lean este artículo, el hasta ahora príncipe Felipe, probablemente ostente ya la corona. Esto querrá decir que Felipe habrá aceptado perpetuar la monarquía. Por otro lado, algunos días después de la abdicación real, el entrenador del Bayer de Múnich, Pep Guardiola, decidía leer en Berlín un manifiesto en favor del derecho a decidir sobre la independencia de Catalunya. En las mismas fechas, J. K. Rowling, la autora de Harry Potter, donaba un millón de libras a la campaña en contra de la independencia de Escocia. Haciendo recuento: cuatro personajes, cuatro decisiones y cientos de artículos periodísticos (no científicos) al respecto.
Por poner un ejemplo de artículo acerca de la abdicación de Juan Carlos I, escribía Mario Vargas Llosa en El País: "El pueblo español no era monárquico cuando murió Franco. Volvió a serlo gracias al protagonismo del rey en la democratización de España". Esta es, por supuesto, una afirmación de lo más respetable aunque, bajo mi punto de vista, no demasiado científica. Dejando, por tanto, aparte las discusiones morales, éticas, políticas, y de demás índole sobre estas noticias, como científico que soy, me parecería de lo más interesante que existiera la posibilidad de estudiar, mediante las técnicas modernas de las que disponemos, qué partes del cerebro de las personas se activan o desactivan cuando expresan sus opiniones y, más aún, a la hora de tomar decisiones que pueden afectar la vida de muchas otras.
Estudio científico de los procesos neuronales involucrados en la toma de decisiones
Como explica Pere Estupinyà en su libro El Ladrón de Cerebros, los científicos han conseguido confirmar, utilizando aparatos de resonancia magnética nuclear (fMRI), lo que ya había sido sugerido anteriormente utilizando métodos algo menos sofisticados: que nuestro cerebro toma las decisiones unos segundos antes de que nosotros seamos conscientes de ello.
Estupinyà también explica que las personas tomamos decisiones básicamente de dos formas distintas: la consciente y la inconsciente.
Probablemente, para muchos de los que lean este artículo, la parte consciente es la más eficiente a la hora de tomar decisiones complejas. Sin embargo, como explica Eduard Punset, ahora se sabe, gracias a los científicos, que la parte inconsciente tiene una relevancia mayor de lo que se pensaba en el proceso de toma de decisiones. Esto ha llevado incluso a algunos científicos, como Ap Dijksterhuis, que lo publicó en Science en 2006, a postular que el inconsciente es la mejor vía para tomar decisiones importantes y complejas, como por ejemplo comprarse un coche, a qué universidad ir, o con quién casarse. Según Dijksterhuis: "Al decidir de manera consciente, uno posee una reducida capacidad de análisis, ya que se baraja una cantidad irrelevante de información".
Estos estudios sugieren, por lo tanto, que es mejor reservar la consciencia solo para la toma de decisiones más banales: dónde sentarse en una mesa, qué pedir de menú, etc. Sin embargo, hay otros estudios, como el de Ben Newell en 2010, que sugieren todo lo contrario: para cosas poco importantes sea usted espontáneo y poco reflexivo, y tome más tiempo en pensar acerca de las decisiones importantes. Estas contradicciones entre diferentes estudios no son fortuitas. De hecho, la comunidad científica acepta algunos axiomas que después se demuestran erróneos y se postulan otros de nuevo. Ésta es, de hecho, la base del desarrollo científico.
Para mí, esto representa, además, un claro indicio de que aún estamos lejos de comprender todos los mecanismos y factores involucrados en la toma de decisiones ya que el cerebro humano es un órgano extremadamente complejo y a que, además, vivimos en un entorno cada vez más complejo bajo el influjo de innumerables condicionantes. Tal es la complejidad, que continuamente se formulan nuevos conceptos sobre la consciencia y la inconsciencia. Uno de estos nuevos conceptos es el de voluntad inconsciente. Según los científicos Ruud Custers y Henk Aarts, iniciamos acciones aunque no seamos conscientes de los objetivos que nos mueven a ello.
Todos estos estudios y debates sobre consciencia e inconsciencia, y su papel en la toma de decisiones, nos puede llevar, en última instancia, a plantearnos la pregunta que algunos filósofos se hacían hace ya mucho: ¿existe el libre albedrío?
Pep Guardiola lee en Alexanderplatz, Berlín, un manifiesto en favor al derecho de poder decidir la independencia de Catalunya. En la parte derecha, el mismo día en el mismo lugar, a la misma hora, los castellers de Granollers levantan un castillo humano. Foto: GOG
El apoyo a la monarquía y a la independencia: ¿tan diferentes desde el punto de vista neuronal?
Aunque muchos piensen que la decisión de aceptar el trono real no sea una decisión del propio Felipe sino de la Casa Real, del entorno, etc., lo cierto es que, en el fondo, la decisión última sí recae en él. Me explico: existe la remota posibilidad de que el heredero al trono decidiera en el último momento, por las razones que fueran, echarse atrás y no aceptar el cargo. Como creo que esto es posible aunque extremadamente improbable (al igual que una consulta democrática sobre la monarquía), no obtendremos, en este caso, un indicio de que el libre albedrío pueda existir. Sí me gustaría, sin embargo, como científico que soy, que se promoviera, en primera instancia, y como asunto de interés nacional, lo siguiente: un estudio para ver qué partes del cerebro de Felipe se activaron en cada momento de la toma de decisiones. ¿Fue el consciente racional el que le llevó a aceptar el cargo, o fue tal vez el inconsciente debido a la empatía por su padre, al adiestramiento militar, al instinto de perpetuidad? Del mismo modo, sería interesante estudiar también los procesos neuronales que se dan en el cerebro de aquellos que apoyan incondicionalmente a la corona, como también de aquellos que se oponen fervientemente a la misma.
Por poner más ejemplos, y para que nadie crea que éste es un artículo solamente en contra de la monarquía y en defensa de la democracia (que en parte también lo es, para qué engañarles, yo también tengo mi inconsciente y consciente), creo que sería interesante analizar también, la actividad cerebral de Pep Guardiola cuando promueve una consulta soberanista catalana, así como la de los castellers al levantar sus castillos al son de la música (ver foto). El ejemplo me viene a la cabeza ya que tuve hace poco la posibilidad de compartir con Guardiola y con los castellers de Granollers una de las mañanas más calurosas que se recuerdan en Berlín. No me pregunten por qué, pero mientras Pep sudaba la gota gorda y aquellos chicos y chicas tan valientes construían torres humanas, me dio por pensar cómo se podía explicar, de manera científica, por qué decidían hacer esas cosas.
En definitiva, si supiéramos algo más sobre los procesos cerebrales de monárquicos e independentistas, tal vez llegaríamos a resolver algunas preguntas interesantes como: ¿son realmente tan diferentes desde el punto de vista neuronal?
Pero, ¿es de verdad todo esto relevante para las personas de la calle?
Algunos de ustedes pensarán que el calor de ese día berlinés se me subió a la cabeza y que, al fin y al cabo, ¿qué más da si fue el córtex prefrontal, córtex cingulado anterior, córtex visual, o tal vez el lóbulo paretal la zona más activa cuándo Felipe pronunció (o decidió pronunciar siete segundos antes) sus primeras palabras como rey? En otras palabras: ¿para qué necesitamos saber qué partes del cerebro se activan a la hora de tomar decisiones?
Les responderé a esa pregunta con otra pregunta (lo que siempre me enseñaron en la escuela que no había que hacer nunca): ¿no les interesa a ustedes saber cómo y el porqué la gente hace lo que hace?
¿No les interesa saber por qué decidimos ser monárquicos o independentistas (o tal vez ambos)? ¿Es nuestra parte consciente o la inconsciente, la racional o la irracional, tal vez la moralidad innata o la voluntad inconsciente la que rige nuestras acciones?
Para aquellos de ustedes a los que la neurociencia y el estudio del cerebro humano les parezcan temas poco relevantes en el mundo real, voy a añadir solo dos datos más:
- La Comisión Europea concedió en 2013 1,2 billones de euros al programa de investigación Human Brain Project. Con este dinero se van a financiar durante los próximos diez años diversos proyectos relacionados con el estudio del cerebro humano, la neurotecnología y la supercomputación.
- EEUU planea destinar a partir de 2013, 300 millones de euros anuales, durante los próximos diez años, en el proyecto BRAIN para intentar trazar un mapa de la actividad de las neuronas en el cerebro humano.
Es posible que, a algunos de ustedes, todos estos argumentos todavía no les produzcan ni frío ni calor. Tal vez crean, también, que hay cosas que no valen la pena saber ni estudiar, que perpetuar es mejor que cambiar, o que hay cosas que simplemente es mejor no saber. Para estas personas (me gustaría pensar que son solo unas pocas), citaré las palabras del también científico (además de humanista) Víctor Puntés, parafraseando a Víctor Hugo: "¡Es tan atrevida la ignorancia!"
Bajo mi punto de vista, en lo que a procesos cognitivos y conocimiento del cerebro se refiere, aún tenemos todos mucho que aprender. Si lo conseguimos tal vez llegue algún día la respuesta a la pregunta:
¿Somos realmente libres de tomar nuestras propias decisiones?
Nota del autor: infinitos agradecimientos a Ignasi Cusí por la ilustración y también para Laia Prat y Aleix Ruiz Falqués por las correcciones.