Este artículo es la transcripción completa de la conferencia de Pablo Iglesias en el Fórum Nueva Economía, que se celebró en el Hotel Ritz de Madrid el pasado 23 de junio.
Buenos días a todos y a todas,
Un placer estar aquí con ustedes. Soy consciente de la cierta expectación que ha causado mi presencia en un lugar como este, el Hotel Ritz. Parece que algunos solo me imaginan entrando aquí con un grupo de militares, para nacionalizar el hotel, expropiar los visones a las señoras y los relojes a los caballeros. Pero los que me conocen saben que rara vez digo que no a una invitación a dialogar, a discutir, a debatir. Y para mí es un placer poder estar aquí, poder proponerles una serie de cuestiones para que discutamos y dialoguemos.
Creo ademas que hacer una conferencia aquí, en la que voy a hablar del poder financiero, en la que voy a hablar de en lo que se ha convertido la UE, de los resultados de las políticas de austeridad en España, tiene en este escenario un lugar idóneo. He visto en Internet que en este hotel hay habitaciones que cuestan 690 euros, 720 con desayuno, y si se trata de una de lujo, 1.180 euros. Al tiempo que, según Infojobs, un ayudante de cocina aquí cobra 1.200 euros. Este hotel es una magnífica representación de las contradicciones sociales que vive Europa del sur y el lugar ideal, insisto, para hacer una conferencia como esta.
Mientras yo hablo desde esta tribuna, seguramente hay periodistas, reporteros, camarógrafos o cámaras de televisión que no llegan a los 1.000 euros al mes, mientras que, seguramente, hay caballeros cuya ropa cuesta el salario de tres meses de un trabajador promedio en España. Seguramente aquí hay personas con excelentes planes de pensión privados y gente que no va a tener una pensión jamás. Habrá gente aquí que considere que lo que estoy diciendo es un ejercicio de demagogia y populismo, y otros que estarán sonriéndose para sus adentros porque tenían ganas de escuchar verdades como puños. Así es la política y es ideal encontrar un escenario donde la controversia pueda manifestarse. ¿Qué mejor lugar que el hotel Ritz para hacer una conferencia como esta?
En esta conferencia no voy a leer. A pesar de que he escuchado aquí algunas conferencias en las que se leía, a mí, en general, no me gusta leer discursos salvo en ocasiones muy contadas y en las que sea evidente que lo he escrito yo. Creo que cuando se leen las cosas se pierde ese swing, ese feeling imprescindible de la comunicación y el debate. El título de esta conferencia es Recuperar la democracia. Como ustedes imaginarán parte de la premisa de que entiendo que nos han robado la democracia.
Hablaré de los poderes financieros, de quién manda, de cómo comenzó la crisis económica en los Estados Unidos a finales de 2006, principios de 2007. De cómo se extendió por Europa, de cómo Europa ha acabado convertida en un espacio de dos velocidades en la que existe un norte acreedor y un sur deudor que se especializa en ofrecer mano de obra barata, y señalaré brevemente los resultados de la política de austeridad en nuestro país, a grandes rasgos aplicada por los dos grandes partidos que han gobernado en los últimos 30 años.
Como saben soy profesor de Ciencias Políticas, y desde que Nicolás Maquiavelo dio sentido autónomo a nuestra disciplina como ciencia, sabemos que nuestra disciplina estudia el poder. Es decir, un politólogo debe estar preocupado por dónde está el poder. ¿Dónde está el poder en estos momentos? En los poderes financieros, mucho más que en los Parlamentos, mucho más que en los Ejecutivos. Fíjense, si algo ha demostrado la crisis económica que vivimos desde el año 2007 es que, precisamente, ese proyecto globalizador que se inició en los años 70 situó en la cúspide de la pirámide del poder político a los poderes financieros, a las finanzas, a los bancos. Esos sectores de la economía que, poco a poco, desde el final del patrón oro, se convirtieron en... ¿cómo llamarlo? En el Soviet Supremo -para utilizar una expresión seguramente habitual en un espacio como este- del poder político global.
El señor Warren Buffet, al que se citaba en la presentación, dijo algo aún más específico que lo de los impuestos que paga él y los que paga su secretaria. Dijo el señor Warren Buffet: "Claro que hay lucha de clases. Lo que pasa es que va ganando MI clase". Para que entiendan ustedes lo que representa y en qué se manifiesta el poder de las finanzas, me van a permitir que cite una reflexión escandalizada de Bill Clinton poco después de ser elegido presidente de EEUU. Estaba recluido con un grupo de asesores económicos que le alertaba sobre la urgencia de reducir el déficit público, algo que nos tiene que sonar mucho a los españoles. Había que calmar a los mercados de bonos. Y Bill Clinton, presidente de EEUU, aparentemente el hombre más influyente y poderoso del mundo, dijo: "¿Pretenden decirme que el éxito de mi programa económico y de mi reelección dependen de la Reserva Federal y de un puñado de mercaderes de bonos?". Pues efectivamente, señor Bill Clinton. Usted será el presidente de EEUU, usted será el hombre más poderoso del mundo, pero la viabilidad de su programa económico y de su reelección depende de un puñado de mercaderes de bonos. Esta es la realidad del poder político global.
David Harvey llama a esta forma de configurar el poder político El Partido de Wall Street. Vendría a ser algo así como la Tercera Internacional solo que a la inversa. Sería el partido de los grandes poderes financieros. El partido de los que se sitúan en el ático del sistema económico y que, seguramente, cuando viajan a Madrid se alojan en hoteles como este. Los que favorecieron las famosas hipotecas subprime que provocaron que millones de norteamericanos fueran desahuciados de sus casas. El partido del que fuera secretario del Tesoro y director ejecutivo de Goldman Sachs en EEUU, el señor Henry Paulson, que fue el que recomendó a su presidente inyectar 700.000 millones de dólares en el sistema bancario norteamericano que después se convertirían en dos billones. Es el partido en el que milita Angela Merkel, el partido que organizó eso que conocemos como troika europea que ha dictado políticas de austeridad para los países del sur. El partido que diseñó las claves fundamentales del Tratado de Maastricht, y el que diseñó los famosos criterios de convergencia y el Pacto de Estabilidad.
El Partido de Wall Street tiene también funcionarios en España. Algunos militan en el PP, otros en el PSOE y otros en CIU. Se trata de esa casta, una palabra que hemos puesto de moda en los últimos meses, esta casta de aquellos que circulan, a través de ese concepto maravilloso que inventaron los alemanes de "puertas giratorias", entre los Consejos de Ministros y los de las Comunidades Autónomas y los consejos de administración de las grandes empresas.
Todo empezó en EEUU. En 2006 empezaron a aumentar los desahucios en los barrios humildes. Inicialmente se trataba solo de familias de afroamericanos, de inmigrantes latinoamericanos y de mujeres solteras. No era algo demasiado preocupante hasta que los desahucios empezaron a afectar a familias blancas de clase media. A finales de 2007 más de dos millones de estadounidenses habían perdido su vivienda y oros cuatro estaban a punto de perderla. Esto era el resultado de algo muy concreto, muy específico: el fracaso del sistema bancario. No se habían equivocado los ciudadanos ni los sindicatos norteamericanos, se habían equivocado los bancos.
Las sociedades de crédito hipotecario entraron en quiebra como consecuencia de la caída de los precios en el mercado inmobiliario. Y, como una reacción en cadena, se hizo visible que buena parte de los bancos estadounidenses tenían una relación de activos y pasivos de 1 a 30. ¿Cuál fue la principal consecuencia de esto? Dejaron de prestar a las familias y a la pequeña y mediana empresa. Fracasaban los bancos porque la economía ya no se fundamentaba en la producción sino en las finanzas. Se construyó una mentira oficial que tenía como máxima expresión las agencias de evaluación de los activos financieros, pagadas, paradójicamente, por los propietarios de esos activos financieros que estas agencias debían evaluar.
Mintieron. Dijeron que el modelo era perfectamente sostenible. Mentían las agencias de calificación pero también el FMI, que siempre elogió la vitalidad del sistema financiero y que incluso, en 2007, se atrevió a decir que la zona euro estaba preparada para un período de crecimiento sostenido. Y, finalmente, el sistema bancario estadounidense colapsó y dejó de cumplir sus funciones como proveedor de crédito a las empresas y a las familias, que es para lo que tiene que servir un sistema financiero. El Gobierno de EEUU, por supuesto, intervino; pero, precisamente, para ayudar a los que se habían equivocado. Socializaron la deuda de la banca convirtiéndola en deuda nacional. De esta manera, el 25 de septiembre de 2008, el Gobierno de Bush, poco antes de la llegada de Obama a la Casa Blanca, anunciaba el plan de rescate de 700.000 millones de dólares que, finalmente, costaría dos billones para hacer frente a los activos tóxicos que habían provocado un problema de liquidez en los bancos.
¿Cómo pudo ocurrir que los ciudadanos norteamericanos tuvieran que pagar las deudas de sus bancos? Pues quizá porque el secretario del Tesoro, el señor Henry Paulson, había sido antes el director ejecutivo de Goldman Sachs. En palabras de David Harvey: "Era como si Wall Street hubiera decidido dar un golpe de Estado contra el Gobierno y el pueblo de los EEUU. Se demostró quien mandaba realmente: el Partido de Wall Street. De esta manera, los contribuyentes estadounidenses regalaron su dinero a Morgan Stanley, a Citygroup, a Goldman Sachs y a otros estafadores del mismo estilo. Algunos pensamos que los estafadores tienen que estar en la cárcel; otros, que hay que rescatarlos con dinero público. Al mismo tiempo que ocurría esto, el Gobierno de EEUU se negó a extender el subsidio de desempleo a 800.000 estadounidenses que estaban sin trabajo.
Y la crisis, después, llegó a Europa, al tiempo que el FMI decía que estaba preparada para afrontar un maravilloso proceso de crecimiento sostenido. En los países del sur, los llamados PIGs, millones de personas perdían sus trabajos, se desalojaba de sus casas a las familias y los sistemas de salud y educación pública eran desmantelados mediante programas de austeridad, haciendo pasar a mejor vida eso que en las facultades de Ciencias Sociales enseñábamos que era el Estado del Bienestar. Igual que en EEUU, se desplazó la carga de la crisis de las entidades financieras a los ciudadanos.
Y para hacer frente a una deuda nacional sin precedentes, las poblaciones de la europeriferia tuvieron que soportar eso que se llaman políticas de austeridad y recortes de las prestaciones públicas. Aquella identificación mítica de la Eurozona como paraíso de los derechos sociales, de una cierta prosperidad, como el modelo del constitucionalismo europeo posterior a la Segunda Guerra Mundial que aseguraba que el trabajo era la garantía del bienestar, pasaba a mejor vida. Los países de Europa del Sur asumían que ese modelo de economía que los había desindustrializado y había hecho que sus estructuras productivas tuvieran que ver con burbujas inmobiliarias, pelotazos urbanísticos y una absurda construcción de un modelo turístico que dejaba al país sin estructuras soberanas para gobernar, veían cómo sus modelos económicos se situaban en los propios de un país desarrollado y no en los de un país europeo.
¿Qué es Europa? Yo ahora soy miembro del Parlamento europeo y, como ustedes saben, en nuestro país se ha dicho que Europa era la solución a todas las cosas. En un momento, sin duda, de lucidez, pero que nos ha costado muy caro, Ortega y Gasset dijo: "España como problema y Europa como solución". Parece que Europa era la única manera en que los españoles podíamos aspirar a salir del atraso, la oscuridad y lo peor de nuestro país. Se ha hablado mucho de aquel proyecto federalista de Jean Monet y otros padres de la construcción política de Europa, que estaban muy preocupados por los nacionalismos y esas dinámicas que habían provocado en Europa millones de muertos, y nos hicieron creer que la construcción política de Europa tenía que ver con una voluntad pacifista y de concordia para la construcción armónica de un futuro para todos los europeos. Por desgracia, la historia política del siglo XX tiene tonalidades... más grises. Por desgracia, la historia no es tan utópica, no es tan bonita ni tan de color de rosa.
Hay factores mucho más importantes para entender el nacimiento político de Europa, el primero de ellos es que EEUU quería construir un espacio de contención de su enemigo fundamental durante la Guerra Fría, la URSS. Se inventaron una cosa que se llamaba Plan Marshall y que a España no llegó jamás, que sirvió para asegurar un desarrollo económico sin precedentes en los años posteriores a la II Guerra Mundial. Estaba, por otra parte, el interés de Francia de ser el principal eje de dominio político de una nueva estructura en la que su superioridad militar y diplomática sobre Alemania no podría estar contestada. Y estaba una Alemania destruida tras la IIGM que aspiraba en última instancia a reunificarse y a desarrollarse económicamente, asumiendo que su peso no podría ser equivalente, inicialmente, al de Francia.
Ese modelo tuvo cosas buenas, que tienen que ver con ese constitucionalista que hemos mencionado y con los valores del antifascismo europeo. Tenía que ver con ese pacto entre capital y trabajo, que aseguraba que aquellos que tuvieran un empleo podrían optar a unos estándares mínimos de bienestar social. Y es verdad que en buena parte de los países europeos se normalizaron para la mayoría de los ciudadanos los sistemas públicos de salud, de educación y una mejora incuestionable de las condiciones de vida de la clase trabajadora. Tenía que ver, en aquellos momentos, con el éxito social de un modelo europeo que empezaría a ponerse en cuestión en los años 70.
Con el fin del patrón oro, con el terreno que sentó las bases para que, más tarde, Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan en EEUU empezaran a desarrollar un modelo de empoderamiento político del poder financiero sin precedentes, empezó a cuestionarse eso que se conocía como economía real y empezó a cuestionarse los sistemas de protección social fundamentados en el consumo y en lo que el señor Keynes definió como la clave fundamental para el desarrollo y la viabilidad económica de los sistemas de mercado que eran las políticas de demanda agregada. El desarrollo de ese proceso paulatino de financiarización de la economía que situaba a los poderes financieros en la cúspide del poder político tuvo un empujón definitivo con la desaparición del bloque soviético y la caída del muro de Berlín.
La constitucionalización de ese nuevo modelo político de dominio en Europa se llamó Tratado de Maastricht, en el que los Estados entregaban nada menos que su capacidad de decidir la política monetaria, que en las facultades de Ciencias Políticas explicamos que es uno de los elementos cruciales para que un país tenga soberanía. Y la entregaban a un Banco Central Europeo no sostenido, aparentemente, por ningún Estado-nación, aunque poco a poco supimos que sí tomaría como referencia a un solo Estado-nación. La UE construyó una institucionalidad extraña, cuyo único espacio de representación democrática era el Parlamento europeo que, como saben ustedes, está completamente vacío de competencias. Las principales decisiones que afectan a la vida de los ciudadanos europeos no se toman allí sino en instancias de dudosa legitimidad democrática.
Algunos autores, como el señor Perry Anderson, dicen que la estructura institucional europea sería la que le hubiera gustado al señor Hayek. Y desde luego las biografías de algunos de los dirigentes europeos son para echarse a temblar. El presidente de BCE es el señor Mario Draghi, representante para Europa de Goldman Sachs, famoso por haber asesorado al señor Lukas Papademos, presidente del Banco Central de Grecia, para maquillar y falsear la contabilidad de esa institución. El presidente de la Comisión Europea es el señor Durao Barroso, que se hizo famoso en el mundo después de haber sido el anfitrión de aquella entrañable foto en las islas Azores con los presidentes Bush, Aznar y Blair, que sancionó la participación de algunos países europeos en una guerra, a todas luces, ideal. No sería casual que fuera precisamente el británico el que pusiera después a Durao Barroso, el artífice, por otra parte, del colapso económico de Portugal, como presidente de la Comisión Europea. Podemos pensar en el señor Jean-Claude Juncker, que parece que va a ser el nuevo presidente de la Comisión. Supongo que ustedes se acordarán de que, cuando el señor Papandreu tuvo la terrible idea de someter a referéndum las condiciones del rescate a su país, Juncker declaró haberle llamado por teléfono para decirle que eso lo consideraba "poco leal". Ni Vito Corleone hacía llamadas tan explícitas.
En fin, parece cuestionable que en estos momentos el problema de España tenga como solución esta institucionalidad europea en la que tenemos una moneda que no está aparentemente respaldada por ningún Estado pero que en última instancia trabaja para Alemania. Como ustedes saben, el BCE no financia a los Estados, no compra deuda pero sí ofrece créditos en condiciones magníficas a algunos bancos. La UE sigue teniendo una dependencia militar inaceptable de EEUU; como ustedes saben, el territorio de la Unión está repleto de bases militares. Les aseguro que, como patriota, a mí no me gusta que en mi país haya bases militares de otro. Y da la impresión de que buena parte de lo Gobiernos de los países del sur se han convertido en... Voy a utilizar un concepto de un amigo, Manolo Monereo, que habla de "nuevos gobiernos de Vichy", donde existía un Gobierno colaboracionista, títere de los intereses alemanes al inicio de la IIGM. Daría la impresión de que algunos de los Gobiernos del sur de Europa se relacionan con Alemania y con la troika europea como si fueran gobiernos de Vichy. Nosotros les llamamos directamente casta.
Da la impresión de que han puesto nuestro país en venta con la precarización y reducción de los salarios, con una estructura productiva débil y dependiente, con una industria poco significativa y controlada por las multinacionales, con un modelo turístico que recuerda al famoso sistema de Eurovegas que se quería utilizar en esta ciudad, en esta Comunidad, para solucionar los problemas de los madrileños, con una agricultura y una pesca sin la suficiente fuerza para garantizar nada en nuestro país, con unos niveles inaceptables de importación de bienes y servicios, con un desastre de ley de costas, una reforma inaceptable de la Administración local y una destrucción generalizada de los derechos sociales. Lo diré claramente: quienes han gobernado y gobiernan en nuestro país lo están vendiendo, están vendiendo a la patria defendiendo los intereses de poderes exteriores.
Cabría preguntarse en este momento qué es lo que habría que hacer. Yo soy de izquierdas, pero creo que el hecho de ser de izquierdas en este momento es poco relevante. Creo que estamos en una situación de excepcionalidad social en la que hacen falta medidas de urgencia que todos los españoles que amen a su país tendríamos que defender. Hacen falta, simplemente, medidas democráticas, de recuperación de la decencia, de la dignidad y de la soberanía y una perspectiva de construcción de una Europa distinta, que proteja a sus ciudadanos, que proteja los derechos sociales y que asume que la soberanía popular es la base de la construcción democrática. Mientras las decisiones fundamentales las tomen en la parte más alta de la pirámide del poder financiero y los Parlamentos no tengan poder de decisión soberana, entonces es muy difícil que haya democracia.
Esto no es una afirmación para la galería. No se si recuerdan ustedes el famoso recurso de inconstitucionalidad del Gobierno español al decreto de antidesahucios del Gobierno de Andalucía. Uno de los argumentos que se presentaba era el famoso memorándum de condiciones de rescate a España, donde se decía: "Cualquier medida que una Administración pública española tome que pueda entrar en contradicción con los intereses de los poderes financieros tendrá que ser consultada con Europa". La pregunta es: ¿entonces qué puede hacer un Gobierno si no se puede tomar ninguna medida que afecte a los poderes financieros? ¿Donde está la democracia? Cabría pensar, y este es un argumento que se ha repetido muchas veces, que en última instancia las medidas que se están tomando servirían para salir de la crisis, que es lo que más preocupa a los ciudadanos. A los ciudadanos les preocupa, el paro, la precariedad, que buena parte de nuestros jóvenes se vayan o que no vayan a tener pensión, y podría pensarse "bueno, quizá todas estas medidas de austeridad que se han tomado sirvan efectivamente para salir de la crisis".
Repasemos a grandes rasgos las medidas que se han tomado: reducción de los salarios de los trabajadores públicos y favorecer las condiciones a través de dos reformas laborales, una del PSOE y otra del PP, para reducir el poder adquisitivo de los trabajadores, que se ha reducido un 10% en el último año. Subida de impuestos sobre los bienes de primera necesidad al tiempo que se protege a las grandes fortunas. Como saben ustedes, los técnicos de Hacienda cifran en un 23% del PIB el fraude fiscal en nuestro país. En este país sigue ocurriendo que pagan más impuestos las clases más humildes y las clases medias mientras las grandes fortunas tienen contratados asesores fiscales que les permiten defraudarnos a todos; por no hablar de os famosos paraísos fiscales que utilizan para no tributar algunas de las grandes empresas. Se han llevado a cabo privatizaciones y externalizaciones, en la recogida de basura, en la energía, en el suministro de agua... Se han reducido las pensiones y se pretende seguir aumentando la edad de jubilación. Se suben las tasas universitarias y se favorecen los centros concertados. Se encarecen los medicamentos y se degrada, en general, la asistencia sanitaria.
Esto servía para pagar la deuda y para rescatar al sector financiero se supone que esto tenía que favorecer el crédito para las familias y para las PYMES. Pero, como todos sabemos, esto no ha ocurrido. Es más, nos encontramos con situaciones llamativas, como que bancos que hemos nacionalizado que son nuestros, como Bankia, ofrecen planes de pensiones privados. "¿Te emocionaste cuando Marco encontró a su madre? ¿Te sabes la canción de la abeja Maya? Entonces, necesitas un plan de pensiones privado". Al tiempo que se le congela la pensión a nuestros mayores, un banco que es de todos, que nos lo hemos comprado los españoles, no favorece el crédito pero ofrece planes de pensiones privados.
¿Esto ha servido para salir de la crisis? Los datos oficiales dicen que no: seguimos en niveles de paro escandalosos; se ha producido un descenso de la población activa, se van los extranjeros y se van nuestros jóvenes más preparados, lo cual pone en riesgo la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones; se producen, al mismo tiempo, situaciones escandalosas, como los altos niveles de parados que ya no reciben ninguna prestación; se reducen las ayudas a los más débiles; somos el primer país europeo en desigualdad; la pobreza alcanza niveles inimaginables hace unos años (no lo digo yo, lo dicen los informes de Cáritas e Intermón Oxfam); somos subcampeones de Europa en malnutrición infantil, el Ayuntamiento de Barcelona detectaba 2.600 escolares con malnutrición. Al tiempo que todo esto ocurre, que se producen situaciones que deben avergonzar a todo español que ame su país, nos encontramos con que el número de multimillonarios aumenta; aumenta el consumo de productos suntuosos; los beneficios de las grandes corporaciones aumentan; y siguen existiendo las SICAV, las Sociedades de Crédito de Inversión Variable que sirven para que algunos sigan sin pagar impuestos.
La pregunta es: ¿ha servido todo esto para algo? Pues parece que no. Y esto tiene mucho que ver con los gobiernos de Vichy, con la casta. Esto tiene que ver con la corrupción, que no es un problema de manzanas podridas que se da en todos los partidos, es una forma de gobierno que sirve para que manden los que nunca se presentan a las elecciones, para que gente con mucho dinero pueda situar maletines con billetes de 500 euros en las sedes de los principales partidos. Tanto para pagar sobresueldos como para condicionar después decisiones administrativas y políticas públicas que han hecho que, en nuestro país, haya aeropuertos sin aviones, infraestructuras públicas que han representado un desastre para los ciudadanos. En este país se sigue produciendo esa práctica legal e infame que permite que alguien que haya sido presidente del Gobierno o ministro pueda terminar en un consejo de administración de una gran empresa. Porque aquí eso de que un expresidente o exministro trabaje ejerciendo su profesión parece que se ha convertido en un mito.
¿Qué hacer? ¿Qué es lo que haríamos nosotros? Ojalá pudiéramos llevar a cabo un programa de izquierdas, pero planteamos algo mucho más concreto: un programa de salvación del país para construir con otros europeos del sur una Europa diferente. Hay que hacer, y esto es inevitable, una auditoría y reestructuración de la deuda. Sencillamente, porque es insostenible la deuda que hay en este país, que no deja de aumentar a pesar de las políticas de austeridad. Seguimos teniendo una deuda impagable al tiempo que los ciudadanos están cada vez peor. Hay que establecer el control público de una parte del sistema financiero: si el banco lo nacionalizamos, el banco tiene que trabajar para los ciudadanos. No se puede consentir que en este país los responsables de haber estafado a los preferentistas y de los desastres en algunos bancos y cajas de ahorros, no solamente no acaben en la cárcel ni se sienten delante de un juez, sino que sigan estando en consejos de administración de grandes empresas, cobrando sueldos escandalosos, al tiempo que el salario mínimo interprofesional en nuestro país es de 645 euros al mes en 14 pagas.
Habrá que establecer sistemas de control para evitar la fuga de capitales y reformar el Código Penal. A mí me gustaría utilizar el Código Penal para hacer política, peor no para enviar a la cárcel a quien se manifiesta o participa en una huelga general, sino para llevar a la cárcel, eventualmente, a los responsables de la ruina social en nuestro país y de que haya seis millones de parados y que haya familias que no pueden comprarle material escolar a sus hijos. Habrá que ampliar la titularidad pública de ciertas áreas de la economía. No puede ser que un país que ha construido las infraestructuras que han utilizado para enriquecerse las empresas energéticas asista impasible a que haya miles de españoles a los que en invierno se les corte la calefacción y la luz. El artículo 128 de la Constitución permite al Gobierno tomar el control de una empresa o grupo de empresas cuando estas estén llevando a cabo políticas oligopólicas n contra de los intereses de los ciudadanos. Bastaría con aplicar la ley.
Hay que reindustrializar el país. No podemos ser una colonia de Alemania. En este país hemos visto cómo un modelo de desarrollo que destrozaba la industria española y construía una economía terciarizada que hacía nuestro país dependiente nos ha situado en una posición en la que parece que, en el mercado internacional, lo único que podemos hacer es ofrecer mano de obra barata. Habrá que hacer, por fin, una reforma fiscal redistributiva para que las grandes fortunas paguen impuestos. Gracias a esa reforma, habrá que mejorar la sanidad y la vivienda en nuestro país para acabar con los desahucios hipotecarios y con los paraísos fiscales.
Y para esto hace falta un poco de renovación política. Hace falta gente que esté ocupando las instituciones públicas que no tenga sueldos de escándalo que la distancien de la población a la que representa. Hará falta gente que no se siente en consejos de administración de grandes empresas. ¿Esto se puede hacer solo en España? Estoy convencido de que no, pero yo estuve antes de ayer en Grecia, donde pude encontrarme con el que será, seguramente, el próximo presidente del país, Alexis Tsipras, y la situación de allí es muy parecida. A los europeos del sur nos están humillando, nos están convirtiendo en colonias, nos están quitando la dignidad y nos están quitando la soberanía. Lo que hay que hacer es algo que va mucho más allá de la izquierda y la derecha: tiene que ver con amar a tu gente. Con querer a tu país. Con defender cosas muy sencillas, como la dignidad, los derechos sociales y civiles y reivindicar algo que dijeron hace demasiado tiempo los revolucionarios franceses: libertad, igualdad y fraternidad.
Muchas gracias.
Buenos días a todos y a todas,
Un placer estar aquí con ustedes. Soy consciente de la cierta expectación que ha causado mi presencia en un lugar como este, el Hotel Ritz. Parece que algunos solo me imaginan entrando aquí con un grupo de militares, para nacionalizar el hotel, expropiar los visones a las señoras y los relojes a los caballeros. Pero los que me conocen saben que rara vez digo que no a una invitación a dialogar, a discutir, a debatir. Y para mí es un placer poder estar aquí, poder proponerles una serie de cuestiones para que discutamos y dialoguemos.
Creo ademas que hacer una conferencia aquí, en la que voy a hablar del poder financiero, en la que voy a hablar de en lo que se ha convertido la UE, de los resultados de las políticas de austeridad en España, tiene en este escenario un lugar idóneo. He visto en Internet que en este hotel hay habitaciones que cuestan 690 euros, 720 con desayuno, y si se trata de una de lujo, 1.180 euros. Al tiempo que, según Infojobs, un ayudante de cocina aquí cobra 1.200 euros. Este hotel es una magnífica representación de las contradicciones sociales que vive Europa del sur y el lugar ideal, insisto, para hacer una conferencia como esta.
Mientras yo hablo desde esta tribuna, seguramente hay periodistas, reporteros, camarógrafos o cámaras de televisión que no llegan a los 1.000 euros al mes, mientras que, seguramente, hay caballeros cuya ropa cuesta el salario de tres meses de un trabajador promedio en España. Seguramente aquí hay personas con excelentes planes de pensión privados y gente que no va a tener una pensión jamás. Habrá gente aquí que considere que lo que estoy diciendo es un ejercicio de demagogia y populismo, y otros que estarán sonriéndose para sus adentros porque tenían ganas de escuchar verdades como puños. Así es la política y es ideal encontrar un escenario donde la controversia pueda manifestarse. ¿Qué mejor lugar que el hotel Ritz para hacer una conferencia como esta?
En esta conferencia no voy a leer. A pesar de que he escuchado aquí algunas conferencias en las que se leía, a mí, en general, no me gusta leer discursos salvo en ocasiones muy contadas y en las que sea evidente que lo he escrito yo. Creo que cuando se leen las cosas se pierde ese swing, ese feeling imprescindible de la comunicación y el debate. El título de esta conferencia es Recuperar la democracia. Como ustedes imaginarán parte de la premisa de que entiendo que nos han robado la democracia.
Hablaré de los poderes financieros, de quién manda, de cómo comenzó la crisis económica en los Estados Unidos a finales de 2006, principios de 2007. De cómo se extendió por Europa, de cómo Europa ha acabado convertida en un espacio de dos velocidades en la que existe un norte acreedor y un sur deudor que se especializa en ofrecer mano de obra barata, y señalaré brevemente los resultados de la política de austeridad en nuestro país, a grandes rasgos aplicada por los dos grandes partidos que han gobernado en los últimos 30 años.
Como saben soy profesor de Ciencias Políticas, y desde que Nicolás Maquiavelo dio sentido autónomo a nuestra disciplina como ciencia, sabemos que nuestra disciplina estudia el poder. Es decir, un politólogo debe estar preocupado por dónde está el poder. ¿Dónde está el poder en estos momentos? En los poderes financieros, mucho más que en los Parlamentos, mucho más que en los Ejecutivos. Fíjense, si algo ha demostrado la crisis económica que vivimos desde el año 2007 es que, precisamente, ese proyecto globalizador que se inició en los años 70 situó en la cúspide de la pirámide del poder político a los poderes financieros, a las finanzas, a los bancos. Esos sectores de la economía que, poco a poco, desde el final del patrón oro, se convirtieron en... ¿cómo llamarlo? En el Soviet Supremo -para utilizar una expresión seguramente habitual en un espacio como este- del poder político global.
El señor Warren Buffet, al que se citaba en la presentación, dijo algo aún más específico que lo de los impuestos que paga él y los que paga su secretaria. Dijo el señor Warren Buffet: "Claro que hay lucha de clases. Lo que pasa es que va ganando MI clase". Para que entiendan ustedes lo que representa y en qué se manifiesta el poder de las finanzas, me van a permitir que cite una reflexión escandalizada de Bill Clinton poco después de ser elegido presidente de EEUU. Estaba recluido con un grupo de asesores económicos que le alertaba sobre la urgencia de reducir el déficit público, algo que nos tiene que sonar mucho a los españoles. Había que calmar a los mercados de bonos. Y Bill Clinton, presidente de EEUU, aparentemente el hombre más influyente y poderoso del mundo, dijo: "¿Pretenden decirme que el éxito de mi programa económico y de mi reelección dependen de la Reserva Federal y de un puñado de mercaderes de bonos?". Pues efectivamente, señor Bill Clinton. Usted será el presidente de EEUU, usted será el hombre más poderoso del mundo, pero la viabilidad de su programa económico y de su reelección depende de un puñado de mercaderes de bonos. Esta es la realidad del poder político global.
David Harvey llama a esta forma de configurar el poder político El Partido de Wall Street. Vendría a ser algo así como la Tercera Internacional solo que a la inversa. Sería el partido de los grandes poderes financieros. El partido de los que se sitúan en el ático del sistema económico y que, seguramente, cuando viajan a Madrid se alojan en hoteles como este. Los que favorecieron las famosas hipotecas subprime que provocaron que millones de norteamericanos fueran desahuciados de sus casas. El partido del que fuera secretario del Tesoro y director ejecutivo de Goldman Sachs en EEUU, el señor Henry Paulson, que fue el que recomendó a su presidente inyectar 700.000 millones de dólares en el sistema bancario norteamericano que después se convertirían en dos billones. Es el partido en el que milita Angela Merkel, el partido que organizó eso que conocemos como troika europea que ha dictado políticas de austeridad para los países del sur. El partido que diseñó las claves fundamentales del Tratado de Maastricht, y el que diseñó los famosos criterios de convergencia y el Pacto de Estabilidad.
El Partido de Wall Street tiene también funcionarios en España. Algunos militan en el PP, otros en el PSOE y otros en CIU. Se trata de esa casta, una palabra que hemos puesto de moda en los últimos meses, esta casta de aquellos que circulan, a través de ese concepto maravilloso que inventaron los alemanes de "puertas giratorias", entre los Consejos de Ministros y los de las Comunidades Autónomas y los consejos de administración de las grandes empresas.
Todo empezó en EEUU. En 2006 empezaron a aumentar los desahucios en los barrios humildes. Inicialmente se trataba solo de familias de afroamericanos, de inmigrantes latinoamericanos y de mujeres solteras. No era algo demasiado preocupante hasta que los desahucios empezaron a afectar a familias blancas de clase media. A finales de 2007 más de dos millones de estadounidenses habían perdido su vivienda y oros cuatro estaban a punto de perderla. Esto era el resultado de algo muy concreto, muy específico: el fracaso del sistema bancario. No se habían equivocado los ciudadanos ni los sindicatos norteamericanos, se habían equivocado los bancos.
Las sociedades de crédito hipotecario entraron en quiebra como consecuencia de la caída de los precios en el mercado inmobiliario. Y, como una reacción en cadena, se hizo visible que buena parte de los bancos estadounidenses tenían una relación de activos y pasivos de 1 a 30. ¿Cuál fue la principal consecuencia de esto? Dejaron de prestar a las familias y a la pequeña y mediana empresa. Fracasaban los bancos porque la economía ya no se fundamentaba en la producción sino en las finanzas. Se construyó una mentira oficial que tenía como máxima expresión las agencias de evaluación de los activos financieros, pagadas, paradójicamente, por los propietarios de esos activos financieros que estas agencias debían evaluar.
Mintieron. Dijeron que el modelo era perfectamente sostenible. Mentían las agencias de calificación pero también el FMI, que siempre elogió la vitalidad del sistema financiero y que incluso, en 2007, se atrevió a decir que la zona euro estaba preparada para un período de crecimiento sostenido. Y, finalmente, el sistema bancario estadounidense colapsó y dejó de cumplir sus funciones como proveedor de crédito a las empresas y a las familias, que es para lo que tiene que servir un sistema financiero. El Gobierno de EEUU, por supuesto, intervino; pero, precisamente, para ayudar a los que se habían equivocado. Socializaron la deuda de la banca convirtiéndola en deuda nacional. De esta manera, el 25 de septiembre de 2008, el Gobierno de Bush, poco antes de la llegada de Obama a la Casa Blanca, anunciaba el plan de rescate de 700.000 millones de dólares que, finalmente, costaría dos billones para hacer frente a los activos tóxicos que habían provocado un problema de liquidez en los bancos.
¿Cómo pudo ocurrir que los ciudadanos norteamericanos tuvieran que pagar las deudas de sus bancos? Pues quizá porque el secretario del Tesoro, el señor Henry Paulson, había sido antes el director ejecutivo de Goldman Sachs. En palabras de David Harvey: "Era como si Wall Street hubiera decidido dar un golpe de Estado contra el Gobierno y el pueblo de los EEUU. Se demostró quien mandaba realmente: el Partido de Wall Street. De esta manera, los contribuyentes estadounidenses regalaron su dinero a Morgan Stanley, a Citygroup, a Goldman Sachs y a otros estafadores del mismo estilo. Algunos pensamos que los estafadores tienen que estar en la cárcel; otros, que hay que rescatarlos con dinero público. Al mismo tiempo que ocurría esto, el Gobierno de EEUU se negó a extender el subsidio de desempleo a 800.000 estadounidenses que estaban sin trabajo.
Y la crisis, después, llegó a Europa, al tiempo que el FMI decía que estaba preparada para afrontar un maravilloso proceso de crecimiento sostenido. En los países del sur, los llamados PIGs, millones de personas perdían sus trabajos, se desalojaba de sus casas a las familias y los sistemas de salud y educación pública eran desmantelados mediante programas de austeridad, haciendo pasar a mejor vida eso que en las facultades de Ciencias Sociales enseñábamos que era el Estado del Bienestar. Igual que en EEUU, se desplazó la carga de la crisis de las entidades financieras a los ciudadanos.
Y para hacer frente a una deuda nacional sin precedentes, las poblaciones de la europeriferia tuvieron que soportar eso que se llaman políticas de austeridad y recortes de las prestaciones públicas. Aquella identificación mítica de la Eurozona como paraíso de los derechos sociales, de una cierta prosperidad, como el modelo del constitucionalismo europeo posterior a la Segunda Guerra Mundial que aseguraba que el trabajo era la garantía del bienestar, pasaba a mejor vida. Los países de Europa del Sur asumían que ese modelo de economía que los había desindustrializado y había hecho que sus estructuras productivas tuvieran que ver con burbujas inmobiliarias, pelotazos urbanísticos y una absurda construcción de un modelo turístico que dejaba al país sin estructuras soberanas para gobernar, veían cómo sus modelos económicos se situaban en los propios de un país desarrollado y no en los de un país europeo.
¿Qué es Europa? Yo ahora soy miembro del Parlamento europeo y, como ustedes saben, en nuestro país se ha dicho que Europa era la solución a todas las cosas. En un momento, sin duda, de lucidez, pero que nos ha costado muy caro, Ortega y Gasset dijo: "España como problema y Europa como solución". Parece que Europa era la única manera en que los españoles podíamos aspirar a salir del atraso, la oscuridad y lo peor de nuestro país. Se ha hablado mucho de aquel proyecto federalista de Jean Monet y otros padres de la construcción política de Europa, que estaban muy preocupados por los nacionalismos y esas dinámicas que habían provocado en Europa millones de muertos, y nos hicieron creer que la construcción política de Europa tenía que ver con una voluntad pacifista y de concordia para la construcción armónica de un futuro para todos los europeos. Por desgracia, la historia política del siglo XX tiene tonalidades... más grises. Por desgracia, la historia no es tan utópica, no es tan bonita ni tan de color de rosa.
Hay factores mucho más importantes para entender el nacimiento político de Europa, el primero de ellos es que EEUU quería construir un espacio de contención de su enemigo fundamental durante la Guerra Fría, la URSS. Se inventaron una cosa que se llamaba Plan Marshall y que a España no llegó jamás, que sirvió para asegurar un desarrollo económico sin precedentes en los años posteriores a la II Guerra Mundial. Estaba, por otra parte, el interés de Francia de ser el principal eje de dominio político de una nueva estructura en la que su superioridad militar y diplomática sobre Alemania no podría estar contestada. Y estaba una Alemania destruida tras la IIGM que aspiraba en última instancia a reunificarse y a desarrollarse económicamente, asumiendo que su peso no podría ser equivalente, inicialmente, al de Francia.
Ese modelo tuvo cosas buenas, que tienen que ver con ese constitucionalista que hemos mencionado y con los valores del antifascismo europeo. Tenía que ver con ese pacto entre capital y trabajo, que aseguraba que aquellos que tuvieran un empleo podrían optar a unos estándares mínimos de bienestar social. Y es verdad que en buena parte de los países europeos se normalizaron para la mayoría de los ciudadanos los sistemas públicos de salud, de educación y una mejora incuestionable de las condiciones de vida de la clase trabajadora. Tenía que ver, en aquellos momentos, con el éxito social de un modelo europeo que empezaría a ponerse en cuestión en los años 70.
Con el fin del patrón oro, con el terreno que sentó las bases para que, más tarde, Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan en EEUU empezaran a desarrollar un modelo de empoderamiento político del poder financiero sin precedentes, empezó a cuestionarse eso que se conocía como economía real y empezó a cuestionarse los sistemas de protección social fundamentados en el consumo y en lo que el señor Keynes definió como la clave fundamental para el desarrollo y la viabilidad económica de los sistemas de mercado que eran las políticas de demanda agregada. El desarrollo de ese proceso paulatino de financiarización de la economía que situaba a los poderes financieros en la cúspide del poder político tuvo un empujón definitivo con la desaparición del bloque soviético y la caída del muro de Berlín.
La constitucionalización de ese nuevo modelo político de dominio en Europa se llamó Tratado de Maastricht, en el que los Estados entregaban nada menos que su capacidad de decidir la política monetaria, que en las facultades de Ciencias Políticas explicamos que es uno de los elementos cruciales para que un país tenga soberanía. Y la entregaban a un Banco Central Europeo no sostenido, aparentemente, por ningún Estado-nación, aunque poco a poco supimos que sí tomaría como referencia a un solo Estado-nación. La UE construyó una institucionalidad extraña, cuyo único espacio de representación democrática era el Parlamento europeo que, como saben ustedes, está completamente vacío de competencias. Las principales decisiones que afectan a la vida de los ciudadanos europeos no se toman allí sino en instancias de dudosa legitimidad democrática.
Algunos autores, como el señor Perry Anderson, dicen que la estructura institucional europea sería la que le hubiera gustado al señor Hayek. Y desde luego las biografías de algunos de los dirigentes europeos son para echarse a temblar. El presidente de BCE es el señor Mario Draghi, representante para Europa de Goldman Sachs, famoso por haber asesorado al señor Lukas Papademos, presidente del Banco Central de Grecia, para maquillar y falsear la contabilidad de esa institución. El presidente de la Comisión Europea es el señor Durao Barroso, que se hizo famoso en el mundo después de haber sido el anfitrión de aquella entrañable foto en las islas Azores con los presidentes Bush, Aznar y Blair, que sancionó la participación de algunos países europeos en una guerra, a todas luces, ideal. No sería casual que fuera precisamente el británico el que pusiera después a Durao Barroso, el artífice, por otra parte, del colapso económico de Portugal, como presidente de la Comisión Europea. Podemos pensar en el señor Jean-Claude Juncker, que parece que va a ser el nuevo presidente de la Comisión. Supongo que ustedes se acordarán de que, cuando el señor Papandreu tuvo la terrible idea de someter a referéndum las condiciones del rescate a su país, Juncker declaró haberle llamado por teléfono para decirle que eso lo consideraba "poco leal". Ni Vito Corleone hacía llamadas tan explícitas.
En fin, parece cuestionable que en estos momentos el problema de España tenga como solución esta institucionalidad europea en la que tenemos una moneda que no está aparentemente respaldada por ningún Estado pero que en última instancia trabaja para Alemania. Como ustedes saben, el BCE no financia a los Estados, no compra deuda pero sí ofrece créditos en condiciones magníficas a algunos bancos. La UE sigue teniendo una dependencia militar inaceptable de EEUU; como ustedes saben, el territorio de la Unión está repleto de bases militares. Les aseguro que, como patriota, a mí no me gusta que en mi país haya bases militares de otro. Y da la impresión de que buena parte de lo Gobiernos de los países del sur se han convertido en... Voy a utilizar un concepto de un amigo, Manolo Monereo, que habla de "nuevos gobiernos de Vichy", donde existía un Gobierno colaboracionista, títere de los intereses alemanes al inicio de la IIGM. Daría la impresión de que algunos de los Gobiernos del sur de Europa se relacionan con Alemania y con la troika europea como si fueran gobiernos de Vichy. Nosotros les llamamos directamente casta.
Da la impresión de que han puesto nuestro país en venta con la precarización y reducción de los salarios, con una estructura productiva débil y dependiente, con una industria poco significativa y controlada por las multinacionales, con un modelo turístico que recuerda al famoso sistema de Eurovegas que se quería utilizar en esta ciudad, en esta Comunidad, para solucionar los problemas de los madrileños, con una agricultura y una pesca sin la suficiente fuerza para garantizar nada en nuestro país, con unos niveles inaceptables de importación de bienes y servicios, con un desastre de ley de costas, una reforma inaceptable de la Administración local y una destrucción generalizada de los derechos sociales. Lo diré claramente: quienes han gobernado y gobiernan en nuestro país lo están vendiendo, están vendiendo a la patria defendiendo los intereses de poderes exteriores.
Cabría preguntarse en este momento qué es lo que habría que hacer. Yo soy de izquierdas, pero creo que el hecho de ser de izquierdas en este momento es poco relevante. Creo que estamos en una situación de excepcionalidad social en la que hacen falta medidas de urgencia que todos los españoles que amen a su país tendríamos que defender. Hacen falta, simplemente, medidas democráticas, de recuperación de la decencia, de la dignidad y de la soberanía y una perspectiva de construcción de una Europa distinta, que proteja a sus ciudadanos, que proteja los derechos sociales y que asume que la soberanía popular es la base de la construcción democrática. Mientras las decisiones fundamentales las tomen en la parte más alta de la pirámide del poder financiero y los Parlamentos no tengan poder de decisión soberana, entonces es muy difícil que haya democracia.
Esto no es una afirmación para la galería. No se si recuerdan ustedes el famoso recurso de inconstitucionalidad del Gobierno español al decreto de antidesahucios del Gobierno de Andalucía. Uno de los argumentos que se presentaba era el famoso memorándum de condiciones de rescate a España, donde se decía: "Cualquier medida que una Administración pública española tome que pueda entrar en contradicción con los intereses de los poderes financieros tendrá que ser consultada con Europa". La pregunta es: ¿entonces qué puede hacer un Gobierno si no se puede tomar ninguna medida que afecte a los poderes financieros? ¿Donde está la democracia? Cabría pensar, y este es un argumento que se ha repetido muchas veces, que en última instancia las medidas que se están tomando servirían para salir de la crisis, que es lo que más preocupa a los ciudadanos. A los ciudadanos les preocupa, el paro, la precariedad, que buena parte de nuestros jóvenes se vayan o que no vayan a tener pensión, y podría pensarse "bueno, quizá todas estas medidas de austeridad que se han tomado sirvan efectivamente para salir de la crisis".
Repasemos a grandes rasgos las medidas que se han tomado: reducción de los salarios de los trabajadores públicos y favorecer las condiciones a través de dos reformas laborales, una del PSOE y otra del PP, para reducir el poder adquisitivo de los trabajadores, que se ha reducido un 10% en el último año. Subida de impuestos sobre los bienes de primera necesidad al tiempo que se protege a las grandes fortunas. Como saben ustedes, los técnicos de Hacienda cifran en un 23% del PIB el fraude fiscal en nuestro país. En este país sigue ocurriendo que pagan más impuestos las clases más humildes y las clases medias mientras las grandes fortunas tienen contratados asesores fiscales que les permiten defraudarnos a todos; por no hablar de os famosos paraísos fiscales que utilizan para no tributar algunas de las grandes empresas. Se han llevado a cabo privatizaciones y externalizaciones, en la recogida de basura, en la energía, en el suministro de agua... Se han reducido las pensiones y se pretende seguir aumentando la edad de jubilación. Se suben las tasas universitarias y se favorecen los centros concertados. Se encarecen los medicamentos y se degrada, en general, la asistencia sanitaria.
Esto servía para pagar la deuda y para rescatar al sector financiero se supone que esto tenía que favorecer el crédito para las familias y para las PYMES. Pero, como todos sabemos, esto no ha ocurrido. Es más, nos encontramos con situaciones llamativas, como que bancos que hemos nacionalizado que son nuestros, como Bankia, ofrecen planes de pensiones privados. "¿Te emocionaste cuando Marco encontró a su madre? ¿Te sabes la canción de la abeja Maya? Entonces, necesitas un plan de pensiones privado". Al tiempo que se le congela la pensión a nuestros mayores, un banco que es de todos, que nos lo hemos comprado los españoles, no favorece el crédito pero ofrece planes de pensiones privados.
¿Esto ha servido para salir de la crisis? Los datos oficiales dicen que no: seguimos en niveles de paro escandalosos; se ha producido un descenso de la población activa, se van los extranjeros y se van nuestros jóvenes más preparados, lo cual pone en riesgo la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones; se producen, al mismo tiempo, situaciones escandalosas, como los altos niveles de parados que ya no reciben ninguna prestación; se reducen las ayudas a los más débiles; somos el primer país europeo en desigualdad; la pobreza alcanza niveles inimaginables hace unos años (no lo digo yo, lo dicen los informes de Cáritas e Intermón Oxfam); somos subcampeones de Europa en malnutrición infantil, el Ayuntamiento de Barcelona detectaba 2.600 escolares con malnutrición. Al tiempo que todo esto ocurre, que se producen situaciones que deben avergonzar a todo español que ame su país, nos encontramos con que el número de multimillonarios aumenta; aumenta el consumo de productos suntuosos; los beneficios de las grandes corporaciones aumentan; y siguen existiendo las SICAV, las Sociedades de Crédito de Inversión Variable que sirven para que algunos sigan sin pagar impuestos.
La pregunta es: ¿ha servido todo esto para algo? Pues parece que no. Y esto tiene mucho que ver con los gobiernos de Vichy, con la casta. Esto tiene que ver con la corrupción, que no es un problema de manzanas podridas que se da en todos los partidos, es una forma de gobierno que sirve para que manden los que nunca se presentan a las elecciones, para que gente con mucho dinero pueda situar maletines con billetes de 500 euros en las sedes de los principales partidos. Tanto para pagar sobresueldos como para condicionar después decisiones administrativas y políticas públicas que han hecho que, en nuestro país, haya aeropuertos sin aviones, infraestructuras públicas que han representado un desastre para los ciudadanos. En este país se sigue produciendo esa práctica legal e infame que permite que alguien que haya sido presidente del Gobierno o ministro pueda terminar en un consejo de administración de una gran empresa. Porque aquí eso de que un expresidente o exministro trabaje ejerciendo su profesión parece que se ha convertido en un mito.
¿Qué hacer? ¿Qué es lo que haríamos nosotros? Ojalá pudiéramos llevar a cabo un programa de izquierdas, pero planteamos algo mucho más concreto: un programa de salvación del país para construir con otros europeos del sur una Europa diferente. Hay que hacer, y esto es inevitable, una auditoría y reestructuración de la deuda. Sencillamente, porque es insostenible la deuda que hay en este país, que no deja de aumentar a pesar de las políticas de austeridad. Seguimos teniendo una deuda impagable al tiempo que los ciudadanos están cada vez peor. Hay que establecer el control público de una parte del sistema financiero: si el banco lo nacionalizamos, el banco tiene que trabajar para los ciudadanos. No se puede consentir que en este país los responsables de haber estafado a los preferentistas y de los desastres en algunos bancos y cajas de ahorros, no solamente no acaben en la cárcel ni se sienten delante de un juez, sino que sigan estando en consejos de administración de grandes empresas, cobrando sueldos escandalosos, al tiempo que el salario mínimo interprofesional en nuestro país es de 645 euros al mes en 14 pagas.
Habrá que establecer sistemas de control para evitar la fuga de capitales y reformar el Código Penal. A mí me gustaría utilizar el Código Penal para hacer política, peor no para enviar a la cárcel a quien se manifiesta o participa en una huelga general, sino para llevar a la cárcel, eventualmente, a los responsables de la ruina social en nuestro país y de que haya seis millones de parados y que haya familias que no pueden comprarle material escolar a sus hijos. Habrá que ampliar la titularidad pública de ciertas áreas de la economía. No puede ser que un país que ha construido las infraestructuras que han utilizado para enriquecerse las empresas energéticas asista impasible a que haya miles de españoles a los que en invierno se les corte la calefacción y la luz. El artículo 128 de la Constitución permite al Gobierno tomar el control de una empresa o grupo de empresas cuando estas estén llevando a cabo políticas oligopólicas n contra de los intereses de los ciudadanos. Bastaría con aplicar la ley.
Hay que reindustrializar el país. No podemos ser una colonia de Alemania. En este país hemos visto cómo un modelo de desarrollo que destrozaba la industria española y construía una economía terciarizada que hacía nuestro país dependiente nos ha situado en una posición en la que parece que, en el mercado internacional, lo único que podemos hacer es ofrecer mano de obra barata. Habrá que hacer, por fin, una reforma fiscal redistributiva para que las grandes fortunas paguen impuestos. Gracias a esa reforma, habrá que mejorar la sanidad y la vivienda en nuestro país para acabar con los desahucios hipotecarios y con los paraísos fiscales.
Y para esto hace falta un poco de renovación política. Hace falta gente que esté ocupando las instituciones públicas que no tenga sueldos de escándalo que la distancien de la población a la que representa. Hará falta gente que no se siente en consejos de administración de grandes empresas. ¿Esto se puede hacer solo en España? Estoy convencido de que no, pero yo estuve antes de ayer en Grecia, donde pude encontrarme con el que será, seguramente, el próximo presidente del país, Alexis Tsipras, y la situación de allí es muy parecida. A los europeos del sur nos están humillando, nos están convirtiendo en colonias, nos están quitando la dignidad y nos están quitando la soberanía. Lo que hay que hacer es algo que va mucho más allá de la izquierda y la derecha: tiene que ver con amar a tu gente. Con querer a tu país. Con defender cosas muy sencillas, como la dignidad, los derechos sociales y civiles y reivindicar algo que dijeron hace demasiado tiempo los revolucionarios franceses: libertad, igualdad y fraternidad.
Muchas gracias.
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