...no todo es color de rosa.
Al igual que se deben conjugar dos elementos meteorológicos aparentemente opuestos, el Sol y la lluvia, para que el arcoíris aparezca, también quienes ondeamos la bandera arcoíris, que simboliza la alegría de ser como somos, desde la diversidad, en muchas ocasiones vivimos con temor, somos sometidos a escarnio público, vejados, torturados e, incluso, ejecutados. La alegría y la pena, la vida y la muerte..., bajo el arcoíris. Hablamos, claro está, de los millones de personas lesbianas, gais, transexuales y bisexuales (LGTB) que habitan todos y cada uno de los rincones (países) de este planeta llamado Tierra.
Mucho nos ha costado conseguir en España la igualdad formal, tan lejana aún, por cierto, de la real. Y es que queda todavía mucho por hacer. Multitud de personas viven aún con miedo el día a día. Miedo a ser descubiertos de la mano, acariciándose, haciendo el amor... Miedo a mostrarse tal y como son. Miedo a ser rechazados por quienes no les conocen o por sus familiares y amigos más cercanos. Miedo bajo el arcoíris español. No lo podemos olvidar, aunque hoy, muchos, podamos celebrar con alegría ser lo que somos, gracias al esfuerzo de otros muchos que ayer, a solas o bien organizados, lograron que se nos reconocieran los derechos de que hoy disfrutamos.
Un año más, alrededor de este 28 de junio que en 1969 arrancó en las calles oscuras de Nueva York, en el ya mítico bar de Stonewall, un nuevo grito histórico por la dignidad humana, volvemos a unirnos con una sola voz para reivindicar que esa igualdad formal se convierta en igualdad real. Este año, además, queremos darle voz a quienes, por diversos motivos, no pueden gritar su orgullo de ser como son, víctimas de una discriminación aún muy presente en muy diferentes ámbitos (educativo, laboral, social, etc.).
Nos manifestamos por quienes no pueden es el acertado lema elegido por el Colectivo de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales de Madrid (COGAM) y la Federación Estatal (FELGTB) para recorrer, con orgullo, el próximo sábado, 5 de julio, las calles del centro de Madrid, acompañados por decenas y decenas de colectivos, organizaciones sociales y sindicales, partidos políticos, etc., así como cientos y cientos de miles de personas que desean mostrarle al mundo que bajo el arcoíris se puede ser feliz, pero, sobre todo, que la lucha por la igualdad es el motor de la historia de la humanidad, y que hasta que aquella no se consiga, no pararemos. Los derechos humanos nos corresponden a todos, con independencia de cuál sea nuestra orientación sexual o identidad de género. ¿Tanto cuesta entenderlo?
Parece que sí. No hace falta mirar muy lejos para darnos cuenta de que la discriminación se encuentra aún muy presente en nuestro propio país. Sin ir más lejos, hace pocos días comprobábamos cómo algunas librerías tenían a la venta literatura de marcado carácter homófobo que asegura que la homosexualidad se puede curar o prevenir siguiendo las pautas de un presunto psicólogo estadounidense.
Recientes estudios de campo elaborados por COGAM y FELGTB (Investigación Homofobia en las aulas 2013. ¿Educamos en la diversidad afectivo-sexual?, Estudio 2013 sobre discriminación por orientación sexual y/o identidad de género en España y Acoso escolar homofóbico y riesgo de suicidio en adolescentes y jóvenes LGB) han arrojado cifras realmente alarmantes, sobre todo, en el terreno escolar, acerca de la discriminación que aún padecen multitud de personas por su orientación sexual o identidad de género. Discriminación que, sobre todo en relación con algunos adolescentes y jóvenes, en ocasiones, ha tenido consecuencias fatales. Esto está pasando en España. Conviene no olvidarlo.
Pero, ¿por qué es tan complicado que una pareja homosexual pueda formar una familia?; ¿por qué no existen leyes que garanticen la convivencia en igualdad en los colegios y centros de enseñanza, o que sancionen las conductas discriminatorias en cualquier ámbito de la vida social?; ¿por qué se ponen tantas barreras a la adopción por parte de personas LGTB? Estas y otras muchas preguntas que podríamos hacernos suponen, en realidad, una interpelación directa a los poderes públicos, que, en muchas ocasiones, hacen dejación de sus responsabilidades, entre las que se encuentra, en uno de los primeros lugares, la de garantizar la igualdad, la libertad y la seguridad de todas las personas. Todas.
Frente a esta aún cruda realidad, nada mejor que, desde la visibilidad, manifestarnos por nuestros derechos y alzar la voz, también con alegría, pues es un día de fiesta, en el Orgullo que cada año celebramos. No solo sigue siendo necesario, es que es imprescindible. Nos manifestamos por quienes no pueden.
No pueden, por ejemplo, miles de personas LGTB en el entorno rural, en donde solo muy pocos tienen la valentía -o la posibilidad- de hacer visible su orientación sexual o identidad de género, sufriendo por ello, en ocasiones, daños físicos o psíquicos muy dolorosos. Por ellos también gritaremos este Orgullo, para que su vida bajo el arcoíris sea más amable. No todo pueblo pequeño tiene que estar condenado a ser infierno grande.
No pueden, si alargamos la mirada más allá de nuestras fronteras, las personas LGTB de un país -y es solo un ejemplo entre otros muchos- como Uganda, en el que la llamada ley antihomosexual castiga, incluso, con la pena de muerte a quien practique relaciones sexuales con personas de su mismo sexo. Pero siendo esto muy grave, no lo es menos que el señor Kutesa, ministro de Exteriores de este país, Uganda, presida la Asamblea General de la ONU durante un año. Vergonzoso.
No pueden, en Rusia, país vecino de la UE, las personas LGTB, que en el último año han comprobado cómo a instancias del Gobierno del señor Putin se ha aprobado otra ley homófoba que prohíbe la llamada propaganda homosexual.
Y así podríamos seguir largo y tendido. Pero con estos ejemplos creemos que es más que suficiente para entender por qué las reivindicaciones del Orgullo son tan necesarias e importantes, hasta que llegue el día en que todos los seres humanos, con independencia de cualquier condición personal o social, no solo nazcan "libres e iguales en dignidad y derechos", tal y como solemnemente proclama el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU, sino que además puedan vivir todos y cada uno de los días de su vida con esa misma dignidad, tal y como son, y, por supuesto, más allá de a quién amen... bajo el arcoíris.
Antonio Arroyo Gil, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Madrid; y Mario Campano Vega, publicitario y master en Consultoría Política. Account Supervisor en Sudler Spain. Ambos son miembros del colectivo Líneas Rojas.
Al igual que se deben conjugar dos elementos meteorológicos aparentemente opuestos, el Sol y la lluvia, para que el arcoíris aparezca, también quienes ondeamos la bandera arcoíris, que simboliza la alegría de ser como somos, desde la diversidad, en muchas ocasiones vivimos con temor, somos sometidos a escarnio público, vejados, torturados e, incluso, ejecutados. La alegría y la pena, la vida y la muerte..., bajo el arcoíris. Hablamos, claro está, de los millones de personas lesbianas, gais, transexuales y bisexuales (LGTB) que habitan todos y cada uno de los rincones (países) de este planeta llamado Tierra.
Mucho nos ha costado conseguir en España la igualdad formal, tan lejana aún, por cierto, de la real. Y es que queda todavía mucho por hacer. Multitud de personas viven aún con miedo el día a día. Miedo a ser descubiertos de la mano, acariciándose, haciendo el amor... Miedo a mostrarse tal y como son. Miedo a ser rechazados por quienes no les conocen o por sus familiares y amigos más cercanos. Miedo bajo el arcoíris español. No lo podemos olvidar, aunque hoy, muchos, podamos celebrar con alegría ser lo que somos, gracias al esfuerzo de otros muchos que ayer, a solas o bien organizados, lograron que se nos reconocieran los derechos de que hoy disfrutamos.
Un año más, alrededor de este 28 de junio que en 1969 arrancó en las calles oscuras de Nueva York, en el ya mítico bar de Stonewall, un nuevo grito histórico por la dignidad humana, volvemos a unirnos con una sola voz para reivindicar que esa igualdad formal se convierta en igualdad real. Este año, además, queremos darle voz a quienes, por diversos motivos, no pueden gritar su orgullo de ser como son, víctimas de una discriminación aún muy presente en muy diferentes ámbitos (educativo, laboral, social, etc.).
Nos manifestamos por quienes no pueden es el acertado lema elegido por el Colectivo de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales de Madrid (COGAM) y la Federación Estatal (FELGTB) para recorrer, con orgullo, el próximo sábado, 5 de julio, las calles del centro de Madrid, acompañados por decenas y decenas de colectivos, organizaciones sociales y sindicales, partidos políticos, etc., así como cientos y cientos de miles de personas que desean mostrarle al mundo que bajo el arcoíris se puede ser feliz, pero, sobre todo, que la lucha por la igualdad es el motor de la historia de la humanidad, y que hasta que aquella no se consiga, no pararemos. Los derechos humanos nos corresponden a todos, con independencia de cuál sea nuestra orientación sexual o identidad de género. ¿Tanto cuesta entenderlo?
Parece que sí. No hace falta mirar muy lejos para darnos cuenta de que la discriminación se encuentra aún muy presente en nuestro propio país. Sin ir más lejos, hace pocos días comprobábamos cómo algunas librerías tenían a la venta literatura de marcado carácter homófobo que asegura que la homosexualidad se puede curar o prevenir siguiendo las pautas de un presunto psicólogo estadounidense.
Recientes estudios de campo elaborados por COGAM y FELGTB (Investigación Homofobia en las aulas 2013. ¿Educamos en la diversidad afectivo-sexual?, Estudio 2013 sobre discriminación por orientación sexual y/o identidad de género en España y Acoso escolar homofóbico y riesgo de suicidio en adolescentes y jóvenes LGB) han arrojado cifras realmente alarmantes, sobre todo, en el terreno escolar, acerca de la discriminación que aún padecen multitud de personas por su orientación sexual o identidad de género. Discriminación que, sobre todo en relación con algunos adolescentes y jóvenes, en ocasiones, ha tenido consecuencias fatales. Esto está pasando en España. Conviene no olvidarlo.
Pero, ¿por qué es tan complicado que una pareja homosexual pueda formar una familia?; ¿por qué no existen leyes que garanticen la convivencia en igualdad en los colegios y centros de enseñanza, o que sancionen las conductas discriminatorias en cualquier ámbito de la vida social?; ¿por qué se ponen tantas barreras a la adopción por parte de personas LGTB? Estas y otras muchas preguntas que podríamos hacernos suponen, en realidad, una interpelación directa a los poderes públicos, que, en muchas ocasiones, hacen dejación de sus responsabilidades, entre las que se encuentra, en uno de los primeros lugares, la de garantizar la igualdad, la libertad y la seguridad de todas las personas. Todas.
Frente a esta aún cruda realidad, nada mejor que, desde la visibilidad, manifestarnos por nuestros derechos y alzar la voz, también con alegría, pues es un día de fiesta, en el Orgullo que cada año celebramos. No solo sigue siendo necesario, es que es imprescindible. Nos manifestamos por quienes no pueden.
No pueden, por ejemplo, miles de personas LGTB en el entorno rural, en donde solo muy pocos tienen la valentía -o la posibilidad- de hacer visible su orientación sexual o identidad de género, sufriendo por ello, en ocasiones, daños físicos o psíquicos muy dolorosos. Por ellos también gritaremos este Orgullo, para que su vida bajo el arcoíris sea más amable. No todo pueblo pequeño tiene que estar condenado a ser infierno grande.
No pueden, si alargamos la mirada más allá de nuestras fronteras, las personas LGTB de un país -y es solo un ejemplo entre otros muchos- como Uganda, en el que la llamada ley antihomosexual castiga, incluso, con la pena de muerte a quien practique relaciones sexuales con personas de su mismo sexo. Pero siendo esto muy grave, no lo es menos que el señor Kutesa, ministro de Exteriores de este país, Uganda, presida la Asamblea General de la ONU durante un año. Vergonzoso.
No pueden, en Rusia, país vecino de la UE, las personas LGTB, que en el último año han comprobado cómo a instancias del Gobierno del señor Putin se ha aprobado otra ley homófoba que prohíbe la llamada propaganda homosexual.
Y así podríamos seguir largo y tendido. Pero con estos ejemplos creemos que es más que suficiente para entender por qué las reivindicaciones del Orgullo son tan necesarias e importantes, hasta que llegue el día en que todos los seres humanos, con independencia de cualquier condición personal o social, no solo nazcan "libres e iguales en dignidad y derechos", tal y como solemnemente proclama el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU, sino que además puedan vivir todos y cada uno de los días de su vida con esa misma dignidad, tal y como son, y, por supuesto, más allá de a quién amen... bajo el arcoíris.
Antonio Arroyo Gil, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Madrid; y Mario Campano Vega, publicitario y master en Consultoría Política. Account Supervisor en Sudler Spain. Ambos son miembros del colectivo Líneas Rojas.