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After Orgullo (y pese a Botella)

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Tras la marea del Orgullo Gay de Madrid (OGdM), el de la ciudad en la que vivo, procede analizar qué es lo que ha sucedido y por qué. Como cada año la, no ya insufrible sino realmente insoportable gestión de Ana Botella en la alcaldía de la ciudad, la que sin duda podría ya ser denominada la peor alcaldesa de Madrid, ha vuelto a hacer de las suyas tratando de destrozar de nuevo una mani-fiesta que además deja un buen número de millones en la ciudad. Pero al parecer eso no es suficiente para ella. Por eso un año más no ha cortado el tráfico donde y cuando debía hacerlo para que la gente pudiera moverse sin peligro físico y psíquico; ha obligado a la manifestación a desfilar por un trazado realmente angustioso y agobiante en el que la falta de espacio era bien evidente; no ha permitido poner barras en las calles de Chueca para que el barrio hirviera de vida como sí ocurría años atrás, antes de su llegada a la alcaldía, y ha impedido el uso de la emblemática plaza de Chueca o la cercana de Vázquez de Mella con el pretexto de que cerca se encuentra una residencia de ancianos. Eso sin contar con que el Orgullo Gay de Madrid (OGdM), que es el mayor evento lúdico y turístico de la ciudad, no recibe ningún apoyo del Ayuntamiento pese a la lluvia de millones que deja en hoteles, bares, restaurantes, tiendas, museos...

Sin embargo hace poco Botella realizó un viaje a Berlín durante el que al parecer, alabó y propició el turismo gay alemán en Madrid, pero en cambio en Madrid lo único que hace es poner zancadillas a la organización del Orgullo y no aportar nada, ni recursos, ni dinero, ni policía para controlar la manifestación, un evento pionero en la privatización, ya que es prácticamente privado. Lo único público de este evento son los barrenderos que vienen detrás de las carrozas limpiando la basura. Y quizás ni eso porque seguro que son limpiadores que trabajan para una empresa privada subcontratada. También hace un par de meses Madrid fue sede del Congreso Internacional de Turismo LGTB, al que acudieron cientos de profesionales de todo el mundo. Sin embargo nadie oyó hablar de él, porque ni fue inaugurado por Ana Botella, ni fue adecuadamente promocionado, porque al parecer al consistorio no le interesa dar voz al turismo gay, por muy internacional que sea.

Pero es maravilloso poder afirmar que pese a este escandaloso boicot municipal esta ciudad está tan viva que no la mata ni Botella ni nadie. La manifestación del OGdM es tan potente, tan multitudinaria, tan impresionante y participativa que por mucho que lo intenta, nuestra pésima alcaldesa no puede con ella. Desfilar entre las carrozas musicales y las cientos de miles de personas que participan en la manifestación supone un chute de adrenalina difícil de igualar. Orgullo en vena para cualquiera que piense que la libertad es un valor importante para compartir con centenares de miles de personas. El OGdM es un espacio en el que lo que predominan son el buen rollo, la diversión y la diversidad, el deseo de reivindicar y las ganas de pasarlo bien. La gente disfruta, gratis y sin un ápice de agresividad, de la música, de la marcha, de los disfraces y la diversión. Además la manifestación es segura a pesar de que la policía brilla por su ausencia y hay momentos en que cientos de personas pugnan por acercarse a las carrozas o fotografiar algunos de los espectaculares disfraces que participan en el desfile.

Desde luego que el OGdM es especial y no ha nacido en un día, como si fuera una seta. Se ha ido construyendo a lo largo de varias décadas, con el esfuerzo de los colectivos LGTB, de los empresarios y con la participación y el apoyo de millones de personas que año tras año deciden pasar la tarde entre iguales. Y no me refiero sólo a gays, lesbianas, transexuales y bisexuales, sino a ciudadanos que quieren sentirse libres para expresarse y mostrarse como les apetece: vestidos, desnudos, disfrazados, reivindicativos, libertarios, divertidos, estrafalarios, serios, indignados, lúdicos...

Durante estas últimas semanas he tenido, como curador, una exposición en la Casa de Vacas del Parque del Retiro. Se titulaba Memoria gráfica del activismo y la cultura LGTB y en ella he tenido la oportunidad de conocer y escuchar a algunas personas que me daban sus opiniones sobre la manifestación. Por ejemplo a una señora, encantadora por otra parte, que se quejaba de lo hortera que iba vestida mucha gente ese día y me daba ese argumento como principal razón para no gustarle la manifestación. Yo le contesté que para ver horteras no había que esperar a ese día, que horteras se veían todos los días y que lo importante era el espíritu que nos poseía a todos durante la manifestación del Orgullo. El mismo orgullo que todos sentimos ese día de estar ahí, desfilando, gritando, sintiéndonos libres en una sociedad que cada vez nos deja menos espacios en los que sentir esa libertad con la que a tantos -políticos sobre todo- se les llena la boca.

El OGdM es libertad en estado puro, es un espacio de libertad y de expresión para muchas personas que a diario, todavía demasiado a menudo, se ven obligadas a callar lo que piensan o sienten cada día al empezar su jornada laboral.

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