El IV Congreso Internacional Juan Ruiz, Arcipreste de Hita y el 'Libro de buen amor' homenajeó los pasados 30 y 31 de mayo al gran Alberto Blecua en el Convento de Capuchinos de Alcalá la Real, en un Jaén rodeado de olivares. El Arcipreste era oriundo de esta localidad y por eso Francisco Toro -que es tenaz luchador de la cultura y otras jaranas del conocimiento- organizó por cuarta vez el congreso -un milagro con los tiempos que corren-, con el apoyo de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento alcalaíno y el Instituto de Estudios Giennenses, la colaboración del Instituto Cervantes, el Centro de Estudios Clásicos Españoles y el patrocinio de la Diputación Provincial de Jaén. Insistimos: un milagro de la Alta Edad Media en el siglo XXI.
Pillamos un alegrón de versos y Medievo, muy jaculatorio, al escuchar a los grandes maestros e intercambiar impresiones con ellos -Alberto Blecua, Jacques Joset, Mary-Anne Vetterling, Steven Kirby, Bienvenido Morros y Antonio Linage-, entre los hispanistas más destacados del momento. Alberto Blecua, con ese tono descerrajado y certero de los grandes maestros -cercanía y empatía son sus atributos, que nunca descarrilan-, presentó grandiosamente el sorprendente hallazgo de un nuevo manuscrito de mediados del siglo XVII de la Chronica Adefonsi imperatoris (1153-1157) y que incluye el Poema de Almería. Blecua, con esa elegancia de tablas que abre horizontes nuevos al hispanismo, nos ha contado que le compró el valioso documento al librero Luis Bardón en 1968 "porque era bonito y barato: 500 ptas". Este cartapacio de tres folios escrito -como mínimo- a tres manos permite remontarse lo más posible al arquetipo original y arrojar nueva luz sobre las andanzas del Cid. Blecua es el paradigma del humanista: lo suyo es el apunte del sabio, el hallazgo colado de rondón entre una simpatía a prueba de solemnidades académicas.
También nos propusimos revisar la huella de los goliardos en Juan Ruiz y exponer -atrevidos- nuestra tesis a los titanes del hombre medieval: "El goliardismo del Libro de buen amor: reconstrucción de la última lectura del Arcipreste de Hita". Nos dice don Ramón Menéndez Pidal que la voz golardo y goliardo se derivan de gula, al parecer, y significan "goloso, tragón". Aparece hacia 1200 aplicada a los antiguos clerici vagantes o clérigos ajuglarados, gente de fiesta y barahúnda, feliz y culta, que practicaba una filosofía natural y cantaban al amor. Entendemos la voz clérigo en la Edad Media lo mismo para significar al que ha recibido órdenes sacerdotales que simplemente el que estudiaba para recibirlas o incluso al hombre de letras en general. ¿Cuáles fueron las últimas lecturas del Arcipreste de Hita? Hay rasgos de goliardismo en el desenlace del Libro de buen amor. Juan Ruiz se basó en un poema goliárdico atribuido a Walter Mapes (c.1137-c.1207) y, por lo tanto, podríamos reconstruir el que pudiese haber sido el final del Libro de buen Amor, el que el Arcipreste tenía pensado, cuyo brusco desenlace -una interrupción en medio de la narración de la "Cantiga de los clérigos de Talavera"- puede estar relacionado precisamente con el goliardismo de Juan Ruiz. Los goliardos cayeron bajo sospecha fueron condenados definitivamente por el Concilio de Cahors en 1289 y Juan Ruiz, aunque no fue un goliardo, sí fue un epígono y seguidor de su filosofía. Los siglos XIII y XIV fueron testigos de su extinción en toda Europa. El laicismo de los begardos, las profecías y revelaciones de algunos discípulos de Arnaldo, el averroísmo constituyeron el concierto de voces en los que destacó con vigor la de este grupo de intelectuales, que fue condenado por concilios y sínodos desde el siglo XII.
Juan Ruiz compartió con ellos las razones del fraile trotón. Vagabundos, bribones, juglares, bohemios, bufones, estudiantones, turbadores de la "paz" social, los goliardos fueron considerados gente peligrosa, una intelligentsia urbana, un grupo revolucionario que se oponía -en principio, aunque luego lo abrazaron en muchos casos-- al sistema feudal. De ellos nos quedan algunos detalles biográficos, colecciones maravillosas de poemas y los textos y documentos que los condenan y denigran. El Arcipreste los conocía todos y, precisamente por eso, andaba con pies de plomo al mojar su pluma en la tinta del homenaje admirativo en la aventura intelectual que es el Libro de buen amor. Tras el mundo engolfado y provocador del goliardo es fácil seguir el rastro de la moral natural. En la poesía goliardesca hay dos elementos: lo tabernario o potatorio y la crítica a la simonía, la corrupción de la Iglesia -del alto y bajo clero-, el erotismo y la alabanza del placer y la mujer, el poder del dinero... Pero a diferencia de los goliardos, Juan Ruiz sitúa estas hazañas en relación al amor a Dios, incluso cuando habla de la buena ventura o la ventura "astrosa" -la Fortuna goliárdica-, pues "Dios e el trabajo grande pueden los fados vençer". Para el Arcipreste de Hita, más allá del placer anida la fe, y esto debe quedar claro desde el principio, aunque la rueda de la Fortuna diese una vuelta más y trocara la felicidad en desgracia.
Al profesor de Salamanca Miguel García Bermejo, que intervino con una excelente comunicación sobre los orígenes de la vida tuna en el Libro de buen amor, compartió el punto de vista de nuestra propuesta y nos promete leerlo con interés en las actas. Finalmente, el profesor Bienvenido Morros, que habló también del Poema de Alfonso Onceno, anunció un congreso en Barcelona sobre literaturas medievales europeas que tratará de vincular -¡nada menos!- a Dante con Juan Ruiz, pues fueron contemporáneos. Y el escritor Antonio Linage Conde, relacionó con audacia y salero los trabajos del maestro Blecua con la literatura de Alfonso Hernández Catá -cuñado de Alberto Insúa- o Cervantes y la invención del Quijote, de Manuel Azaña; recordó la recuperación del poeta y músico Gregorio Silvestre (1520-1569) y el escritor Feliciano de Silva (c.1480-1554), y terminó por destacar el artículo "Sobre Belerofonte / Belorofonte. De Boccaccio a Napoleón" y el libro Manual de crítica textual, en especial los escritos sobre la puntuación de los textos dramáticos del Siglo de Oro, ambos estudios de Blecua. Linage, qué hombre tan sabio. Como Blecua. Como todos.
Contamos los meses hasta el próximo encuentro. En mitad del almuerzo de despedida, Jacques Joset se levantó y dio a conocer que el V Congreso de mayo de 2017 sobre el Arcipreste será en homenaje al profesor Joseph T. Snow y girará en torno a un tema apasionante: "Trotaconventos, la Celestina y la Lozana andaluza", picaresco y delicioso personaje este último cuyos orígenes algunos localizan también en Alcalá la Real, según narró Francisco Delicado en 1528. Los grandes nos remiendan la vida con su legado y ahora nos toca a nosotros conservar los preciosos vestidos que nos dejaron. El que no se vista con amores y versos, mal hace. Muchos voceros ocultos empeñados en destruir las humanidades nos quieren hacer creer que la literatura es asunto menor y que la zancada tecnológica lo es todo -hermoso disparate-, pues las letras -ese residuo antediluviano- son lo de menos. Y no es verdad, señores. Alcalá la Real, Francisco Toro y unos cuantos locos perdidos estamos en lo contrario; en reivindicar el oficio-beneficio de aprender literatura, digo.
Pillamos un alegrón de versos y Medievo, muy jaculatorio, al escuchar a los grandes maestros e intercambiar impresiones con ellos -Alberto Blecua, Jacques Joset, Mary-Anne Vetterling, Steven Kirby, Bienvenido Morros y Antonio Linage-, entre los hispanistas más destacados del momento. Alberto Blecua, con ese tono descerrajado y certero de los grandes maestros -cercanía y empatía son sus atributos, que nunca descarrilan-, presentó grandiosamente el sorprendente hallazgo de un nuevo manuscrito de mediados del siglo XVII de la Chronica Adefonsi imperatoris (1153-1157) y que incluye el Poema de Almería. Blecua, con esa elegancia de tablas que abre horizontes nuevos al hispanismo, nos ha contado que le compró el valioso documento al librero Luis Bardón en 1968 "porque era bonito y barato: 500 ptas". Este cartapacio de tres folios escrito -como mínimo- a tres manos permite remontarse lo más posible al arquetipo original y arrojar nueva luz sobre las andanzas del Cid. Blecua es el paradigma del humanista: lo suyo es el apunte del sabio, el hallazgo colado de rondón entre una simpatía a prueba de solemnidades académicas.
También nos propusimos revisar la huella de los goliardos en Juan Ruiz y exponer -atrevidos- nuestra tesis a los titanes del hombre medieval: "El goliardismo del Libro de buen amor: reconstrucción de la última lectura del Arcipreste de Hita". Nos dice don Ramón Menéndez Pidal que la voz golardo y goliardo se derivan de gula, al parecer, y significan "goloso, tragón". Aparece hacia 1200 aplicada a los antiguos clerici vagantes o clérigos ajuglarados, gente de fiesta y barahúnda, feliz y culta, que practicaba una filosofía natural y cantaban al amor. Entendemos la voz clérigo en la Edad Media lo mismo para significar al que ha recibido órdenes sacerdotales que simplemente el que estudiaba para recibirlas o incluso al hombre de letras en general. ¿Cuáles fueron las últimas lecturas del Arcipreste de Hita? Hay rasgos de goliardismo en el desenlace del Libro de buen amor. Juan Ruiz se basó en un poema goliárdico atribuido a Walter Mapes (c.1137-c.1207) y, por lo tanto, podríamos reconstruir el que pudiese haber sido el final del Libro de buen Amor, el que el Arcipreste tenía pensado, cuyo brusco desenlace -una interrupción en medio de la narración de la "Cantiga de los clérigos de Talavera"- puede estar relacionado precisamente con el goliardismo de Juan Ruiz. Los goliardos cayeron bajo sospecha fueron condenados definitivamente por el Concilio de Cahors en 1289 y Juan Ruiz, aunque no fue un goliardo, sí fue un epígono y seguidor de su filosofía. Los siglos XIII y XIV fueron testigos de su extinción en toda Europa. El laicismo de los begardos, las profecías y revelaciones de algunos discípulos de Arnaldo, el averroísmo constituyeron el concierto de voces en los que destacó con vigor la de este grupo de intelectuales, que fue condenado por concilios y sínodos desde el siglo XII.
Juan Ruiz compartió con ellos las razones del fraile trotón. Vagabundos, bribones, juglares, bohemios, bufones, estudiantones, turbadores de la "paz" social, los goliardos fueron considerados gente peligrosa, una intelligentsia urbana, un grupo revolucionario que se oponía -en principio, aunque luego lo abrazaron en muchos casos-- al sistema feudal. De ellos nos quedan algunos detalles biográficos, colecciones maravillosas de poemas y los textos y documentos que los condenan y denigran. El Arcipreste los conocía todos y, precisamente por eso, andaba con pies de plomo al mojar su pluma en la tinta del homenaje admirativo en la aventura intelectual que es el Libro de buen amor. Tras el mundo engolfado y provocador del goliardo es fácil seguir el rastro de la moral natural. En la poesía goliardesca hay dos elementos: lo tabernario o potatorio y la crítica a la simonía, la corrupción de la Iglesia -del alto y bajo clero-, el erotismo y la alabanza del placer y la mujer, el poder del dinero... Pero a diferencia de los goliardos, Juan Ruiz sitúa estas hazañas en relación al amor a Dios, incluso cuando habla de la buena ventura o la ventura "astrosa" -la Fortuna goliárdica-, pues "Dios e el trabajo grande pueden los fados vençer". Para el Arcipreste de Hita, más allá del placer anida la fe, y esto debe quedar claro desde el principio, aunque la rueda de la Fortuna diese una vuelta más y trocara la felicidad en desgracia.
Al profesor de Salamanca Miguel García Bermejo, que intervino con una excelente comunicación sobre los orígenes de la vida tuna en el Libro de buen amor, compartió el punto de vista de nuestra propuesta y nos promete leerlo con interés en las actas. Finalmente, el profesor Bienvenido Morros, que habló también del Poema de Alfonso Onceno, anunció un congreso en Barcelona sobre literaturas medievales europeas que tratará de vincular -¡nada menos!- a Dante con Juan Ruiz, pues fueron contemporáneos. Y el escritor Antonio Linage Conde, relacionó con audacia y salero los trabajos del maestro Blecua con la literatura de Alfonso Hernández Catá -cuñado de Alberto Insúa- o Cervantes y la invención del Quijote, de Manuel Azaña; recordó la recuperación del poeta y músico Gregorio Silvestre (1520-1569) y el escritor Feliciano de Silva (c.1480-1554), y terminó por destacar el artículo "Sobre Belerofonte / Belorofonte. De Boccaccio a Napoleón" y el libro Manual de crítica textual, en especial los escritos sobre la puntuación de los textos dramáticos del Siglo de Oro, ambos estudios de Blecua. Linage, qué hombre tan sabio. Como Blecua. Como todos.
Contamos los meses hasta el próximo encuentro. En mitad del almuerzo de despedida, Jacques Joset se levantó y dio a conocer que el V Congreso de mayo de 2017 sobre el Arcipreste será en homenaje al profesor Joseph T. Snow y girará en torno a un tema apasionante: "Trotaconventos, la Celestina y la Lozana andaluza", picaresco y delicioso personaje este último cuyos orígenes algunos localizan también en Alcalá la Real, según narró Francisco Delicado en 1528. Los grandes nos remiendan la vida con su legado y ahora nos toca a nosotros conservar los preciosos vestidos que nos dejaron. El que no se vista con amores y versos, mal hace. Muchos voceros ocultos empeñados en destruir las humanidades nos quieren hacer creer que la literatura es asunto menor y que la zancada tecnológica lo es todo -hermoso disparate-, pues las letras -ese residuo antediluviano- son lo de menos. Y no es verdad, señores. Alcalá la Real, Francisco Toro y unos cuantos locos perdidos estamos en lo contrario; en reivindicar el oficio-beneficio de aprender literatura, digo.