España, y no importa en cual de las Españas se encuentre uno, es un país en el que se da poco las gracias, se dice poco por favor o lo siento. Somos poco efusivos. Ni siquiera se dice te amo en el idioma español, que suena la mar de cursi, sino te quiero que tiene un claro matiz posesivo.
Los anglosajones, en cambio, dan mucho las gracias y dicen demasiado por favor en comparación con nosotros. Un americano pasa a dos metros de ti y se excusa. En la calle Serrano de Madrid, considerada lo más de lo más por algunos, uno se choca con alguien y no es infrecuente que ambos sigan andando sin cruzar palabra como si nada.
Por eso, en un país en el que se dan tan poco las gracias, me ha sorprendido la reacción de prestigiosos periodistas deportivos a la temprana y penosísima eliminación de España en el mundial. No les ha faltado tiempo para empezar a dar las gracias a Del Bosque y al resto de jugadores por los éxitos del pasado, como si no se les hubiera homenajeado lo suficiente, hubieran sido aclamados por la multitud en repetidas ocasiones, otorgado marquesados, recibidos por las más altas instancias de la nación y, aunque pueda sonar cínico, pagado sustanciosas primas. No han escaseado los halagos, merecidos en su mayor parte, en estos últimos años. Basta hacer una somera búsqueda en Google.
No se entiende esta reacción casi gremialista, véase si no el increíble artículo de Alfredo Relaño como botón de muestra, ante una actuación tan penosa. O el del enfadado Javier Marías, para el que los triunfos pasados justifican la barra libre de por vida. Se puede perder, por supuesto, pero dando otra sensación. Sin embargo, cuando los errores en las decisiones técnicas han sido tan evidentes empezando por la baja forma de muchos jugadores a los que el cuerpo técnico ha llevado más por lo que aportaron en el pasado que por lo que podían deparar en el futuro, la escasa motivación de los jugadores o el anquilosamiento del sistema de juego, hay que ejercer la crítica y dejar de dar tanto las gracias. Ahí está el ejemplo de la alabada Italia, cuyo entrenador, Cesare Prandelli, anunció su dimisión minutos después de quedar eliminada de una manera muchísimo más digna que la de la selección española.
Se ha agradecido tener una persona como Vicente Del Bosque en el banquillo todos estos años. Un hombre educado, respetuoso y sereno en un país en el que estas cualidades no abundan tanto. Sin embargo, también se agradecería vivir en un país en el que la crítica no se revista tanto de emoción, del es uno de los nuestros y las cosas se vean con un poco de objetividad aunque sea para criticar a un buen tipo como Del Bosque al que la federación, y buena parte de la prensa, sigue considerando el mejor entrenador posible a pesar de que está hipotecado afectivamente por todos los sitios para renovar el equipo. Hasta el propio Del Bosque debe estar sorprendido de tanto agradecimiento después de errores tan colosales.
Para entender la forma de pensar en una determinada cultura, resulta útil pensar en cómo se dicen, o se dejan de decir, las cosas en su idioma. En ese sentido, se echan de menos en la lengua castellana palabras, como la inglesa accountability, que hagan referencia a la "obligación o predisposición a aceptar la responsabilidad por las acciones de uno" (según la definición del diccionario Webster).
No las busquen, aunque pueda haber expresiones (que no palabras) parecidas como "asumir responsabilidades", no es lo mismo. Cuando alguien es accountable y no responde a las expectativas pasan cosas, cuando uno asume responsabilidades como aquí, pide perdón y sigue como si nada.
Los anglosajones, en cambio, dan mucho las gracias y dicen demasiado por favor en comparación con nosotros. Un americano pasa a dos metros de ti y se excusa. En la calle Serrano de Madrid, considerada lo más de lo más por algunos, uno se choca con alguien y no es infrecuente que ambos sigan andando sin cruzar palabra como si nada.
Por eso, en un país en el que se dan tan poco las gracias, me ha sorprendido la reacción de prestigiosos periodistas deportivos a la temprana y penosísima eliminación de España en el mundial. No les ha faltado tiempo para empezar a dar las gracias a Del Bosque y al resto de jugadores por los éxitos del pasado, como si no se les hubiera homenajeado lo suficiente, hubieran sido aclamados por la multitud en repetidas ocasiones, otorgado marquesados, recibidos por las más altas instancias de la nación y, aunque pueda sonar cínico, pagado sustanciosas primas. No han escaseado los halagos, merecidos en su mayor parte, en estos últimos años. Basta hacer una somera búsqueda en Google.
No se entiende esta reacción casi gremialista, véase si no el increíble artículo de Alfredo Relaño como botón de muestra, ante una actuación tan penosa. O el del enfadado Javier Marías, para el que los triunfos pasados justifican la barra libre de por vida. Se puede perder, por supuesto, pero dando otra sensación. Sin embargo, cuando los errores en las decisiones técnicas han sido tan evidentes empezando por la baja forma de muchos jugadores a los que el cuerpo técnico ha llevado más por lo que aportaron en el pasado que por lo que podían deparar en el futuro, la escasa motivación de los jugadores o el anquilosamiento del sistema de juego, hay que ejercer la crítica y dejar de dar tanto las gracias. Ahí está el ejemplo de la alabada Italia, cuyo entrenador, Cesare Prandelli, anunció su dimisión minutos después de quedar eliminada de una manera muchísimo más digna que la de la selección española.
Se ha agradecido tener una persona como Vicente Del Bosque en el banquillo todos estos años. Un hombre educado, respetuoso y sereno en un país en el que estas cualidades no abundan tanto. Sin embargo, también se agradecería vivir en un país en el que la crítica no se revista tanto de emoción, del es uno de los nuestros y las cosas se vean con un poco de objetividad aunque sea para criticar a un buen tipo como Del Bosque al que la federación, y buena parte de la prensa, sigue considerando el mejor entrenador posible a pesar de que está hipotecado afectivamente por todos los sitios para renovar el equipo. Hasta el propio Del Bosque debe estar sorprendido de tanto agradecimiento después de errores tan colosales.
Para entender la forma de pensar en una determinada cultura, resulta útil pensar en cómo se dicen, o se dejan de decir, las cosas en su idioma. En ese sentido, se echan de menos en la lengua castellana palabras, como la inglesa accountability, que hagan referencia a la "obligación o predisposición a aceptar la responsabilidad por las acciones de uno" (según la definición del diccionario Webster).
No las busquen, aunque pueda haber expresiones (que no palabras) parecidas como "asumir responsabilidades", no es lo mismo. Cuando alguien es accountable y no responde a las expectativas pasan cosas, cuando uno asume responsabilidades como aquí, pide perdón y sigue como si nada.