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La parte más difícil de ser profesor

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Nunca te lo cuentan en la facultad, y apenas se comenta fuera de ella. Nunca aparece en películas ni en programas televisivos sobre la enseñanza. Los profesores rara vez sacamos el tema delante de personas ajenas al mundo educativo por miedo a que nos haga parecer débiles o incompetentes.

Valerie Strauss reunió una vez en el Washington Post una serie de citas para responder a la pregunta "¿Cuáles son las dificultades de enseñar?" y pidió que dejaran comentarios en la sección. Mi airada retahíla no encajaba bien ahí, así que he decidido publicarla aquí, porque se encuentra en el top ten de las cosas que nunca te explican en la escuela de magisterio.

Lo más difícil de enseñar es lidiar con esto:

Nunca hay suficiente.

Nunca hay suficiente tiempo. Nunca hay recursos suficientes. Nunca hay lo suficiente de ti.

Como profesor, sabes lo que tienes que hacer para que la clase sea perfecta. Sabes las tareas que debes poner. Sabes las recomendaciones que deberías dar a los alumnos. Sabes lo que tienes que aportar para la formación de cada individuo. Sabes todo el material y el contenido que deberías ofrecer. Sabes cómo, cuando surge un momento pedagógicamente aprovechable, lo recibes con una sonrisa y sueltas todo para que crezca y florezca.

Sabes todo esto, pero también te toca hacer cálculos. 110 redacciones sobre la visión de la muerte en el período romántico por 15 minutos para escribir en cada una comentarios bien razonados son... Espera, espera, ¿qué? NO PUEDE SER. Pues sí, más las pruebas de lengua para ver qué tal llevan la gramática y poner algún remedio antes de elaborar el examen definitivo de la unidad (con cinco minutos para evaluar cada uno). Claro, todo esto antes de que Chris hiciera ese comentario sobre Poe que nos dio la oportunidad perfecta para hablar sobre la influencia gótica, y antes de que Alex y Pat empezaran un buen debate sobre las influencias góticas en la actualidad. Sé que si quiero que mis alumnos escriban bien, deberían redactar algo al menos una vez por semana. Pero si voy a prepararlos para la vida real, yo también debo tener mi propia vida para resultar creíble.

Si vas a tomar el control de tu vida profesional, tienes que tomar algunas decisiones difíciles y deliberadas. ¿Qué sé que debería estar haciendo y que no voy a hacer?

Cada año, lo haces mejor. Lo haces más rápido, aprendes trucos, aprendes por dónde se puede cortar de forma segura. Predices mejor los baches que se pueden encontrar los alumnos por el camino. Un buen equipo administrativo te puede ser de gran ayuda.

Todos los días hay que priorizar. Tendrás que elegir las batallas, y siempre te perseguirán las cosas que sabes que deberías haber hecho y no hiciste. Dime el nombre de algún profesor que crea que tiene todo bajo control y no necesite cambiar nada para el año que viene, y te diré que es un profesor terrible. Los mejores maestros que he conocido pueden darte una lista exacta de lo que no hacen bien.

Y no todo el mundo puede sobrellevarlo. Hace unos años tuve una compañera que era genial dando clase. Pero ponía todos los deberes que creía que debía, y una vez, durante el período de exámenes, se pasó un día entero, durante 18 horas, sentada en casa corrigiendo redacciones. Era increíble, pero tuvo que dejar la enseñanza, porque lo de priorizar le partía el corazón.
Por tanto, si llamas a mi puerta diciendo: "Has recibido un paquete de la editorial Pearson. Ábrelo, coge los materiales, lee el guión y cumple diariamente el horario establecido. Si lo haces, tu clase funcionará a la perfección", yo te miraré a los ojos y te preguntaré: "¿Estás fumado, eres estúpido o las dos cosas a la vez?"

Aquí tienes la metáfora del día.

Enseñar es como pintar una enorme mansión victoriana. Pero no tienes pintura suficiente. Y cuando llegas a alguna parte de la casa, resulta que la madera está estropeada y no se puede pintar directamente. Y cada hora llega un supervisor y te pide que bajes de la escalera y le digas por qué no progresas con más rapidez. Y algunos días, hace un tiempo terrible. Así que coges todo tu arte, y tus habilidades y tu experiencia para realizar una obra con la que la casa acabe en buen estado.

¿Y dónde situamos aquí a los reformadores de la escuela? Son aquellos que te dicen que usar una escalera te convierte en un perezoso, y que deberías trabajar sin ella. Son aquellos que cogen parte de tu pintura cada día para utilizarla de prueba sobre la madera deteriorada, sólo para asegurarse de que la pintura vale (claro, pero ahora tú tienes menos recursos). Son aquellos que se presentan después de haber acabado el trabajo y que dicen a los viandantes: "¿Ves lo bien que ha quedado esa parte? Pues es porque se han seguido mis instrucciones". Y, especialmente, son aquellos que, una vez que el trabajo se ha completado, dicen: "Eh, te has dejado ese trozo sin pintar justo ahí, en ese extremo".

No hay demasiado debate sobre este problema de lo insuficiente. Los profesores de las películas y de la tele nunca se lo plantean (esos sólo imparten una clase al día). Y los maestros odiamos sacar el tema porque sabemos que suena a queja caprichosa.

Pero todas las partes complejas de la enseñanza -las cuestiones técnicas de instrucción, planificación, individualización, tareas administrativas, adquisición de materiales, diseño de unidades educativas y evaluación-, todas esas cuestiones permanecen en la base de lo insuficiente.

Confía en nosotros. Aguantaremos. Nos las apañaremos. Encontraremos LA FORMA. Seguiremos haciéndolo aunque los que se supone que tienen que ayudarnos sigan igual en vez de intentar esforzarse más. Aunque no alcancemos la perfección, nos encaminaremos hacia ella. Pero si me preguntas qué es lo más difícil de enseñar, es esto lo que se lleva la palma.

No hay lo suficiente.

Este artículo se publicó originalmente en Curmudgucation.


Traducción de Marina Velasco Serrano

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