Que la Unión Europea no tome medidas contra Israel por la forma en que está matando civiles en Gaza es bastante inmoral pero, lamentablemente, es poco sorprendente. ¿Cuándo caduca el cheque en blanco del que goza Israel para defenderse con la ley de la selva pretendiendo ser a la vez una moderna democracia de Oriente Próximo? La dignidad democrática no se consigue (sólo) mediante elecciones.
Lo que es más sorprendente es que hace unos días un misil lanzado por la mano del hombre haya derribado un avión civil en pleno vuelo y estemos actuando como si en realidad lo hubiera derribado un rayo o un pájaro intruso en uno de sus motores. Un ataque que ha terminado con cientos de vidas, la mayoría europeas, en un vuelo que había salido de una capital europea y fue derribado a cientos de kilómetros de las fronteras de la UE. Actuamos como si Ucrania estuviera al sur de Australia y Ámsterdam fuera la capital de Malasia.
¿Se imagina alguien que tras el 11-S los ciudadanos y autoridades de California, Nevada, Ohio o Massachusetts se hubieran comportado como si el ataque y la tragedia fuera una cosa solo de los ciudadanos de Nueva York?
En el verano en el que conmemoramos el centenario del inicio de la I Guerra Mundial no conviene, claro, iniciar otra guerra. Pero entre ser humillado persistentemente y actuar de manera kamikaze en el resbaladizo mundo de las relaciones internacionales debería haber un término medio que proporcione dignidad a las víctimas y respeto para los europeos.
Naturalmente Holanda se encuentra bajo un shock. Han muerto asesinados 193 compatriotas. Su primer ministro, Mark Rutte, está indignado, frustrado y se siente bastante impotente. Ha hablado varias veces con Putin por teléfono para pedirle colaboración pero el líder ruso no le ha tomado muy en serio. Rutte se ha quejado repetidamente de que a los observadores de la OSCE no les han dejado hacer su trabajo porque los rebeldes prorrusos, principales sospechosos del crimen, les niegan, fusil en mano, el acceso sin cortapisas a los restos del avión. Ha habido incluso sospechas de que ha habido pillaje entre los restos, las maletas y las posesiones personales de quienes allí viajaban. Los cadáveres han permanecido días putrefactos al sol, siendo manipulados por lugareños de incierto origen y profesión.
¿Cómo se deben sentir los familiares de las víctimas ante la perspectiva de que una panda de matones, principales sospechosos del crimen, se dediquen a entorpecer la investigación y el tratamiento digno de los cuerpos para su rápida repatriación?
Claro que el primer ministro holandés, por sí sólo, poco puede hacer. Es un ejercicio torturante comparar la reacción europea con la estadounidense. Os invito a hacerlo. La declaración de Obama, rápida, casi inmediata, escenifica la gravedad de lo ocurrido - ¡A pesar de que no había norteamericanos en el avión! Por el contrario, todo lo que he encontrado de la parte europea es un comunicado de prensa escrito tras el accidente. ¿No deberíamos tomar medidas rápidas y urgentes para garantizar sobre el terreno que no se van a destruir pruebas, se va a investigar y sobre todo se va a identificar y repatriar con la dignidad que corresponde a las víctimas?
La UE estudia endurecer las sanciones que ya tiene en marcha contra Rusia. ¿Pero acaso eso escenifica de manera urgente el ataque que hemos sufrido? Cuando vienen las elecciones europeas líderes e intelectuales se ponen a hablar del pueblo europeo pero cuando los europeos sufrimos un ataque es como si no fuera con nosotros.
Sobre la frialdad europea quizás haya además una vuelta de tuerca más en el hundimiento de lo colectivo, como si una tragedia, cualquiera que sea, pertenezca solo a quienes la han sufrido directamente, mientras quienes no se ven afectados continúan su día a día. Curiosamente, ni siquiera se ha decretado un día de luto nacional en Holanda, donde su nuevo rey, Willem-Alexander, no se ha molestado en dirigirse públicamente a la nación para lamentar lo ocurrido. Por si fuera poco, un festival de música electrónica se ha celebrado en la ciudad de Rotterdam sin mención o alteración alguna por el ataque sufrido. Que no pare la música mientras a mí no me lancen un misil.
Lo que es más sorprendente es que hace unos días un misil lanzado por la mano del hombre haya derribado un avión civil en pleno vuelo y estemos actuando como si en realidad lo hubiera derribado un rayo o un pájaro intruso en uno de sus motores. Un ataque que ha terminado con cientos de vidas, la mayoría europeas, en un vuelo que había salido de una capital europea y fue derribado a cientos de kilómetros de las fronteras de la UE. Actuamos como si Ucrania estuviera al sur de Australia y Ámsterdam fuera la capital de Malasia.
¿Se imagina alguien que tras el 11-S los ciudadanos y autoridades de California, Nevada, Ohio o Massachusetts se hubieran comportado como si el ataque y la tragedia fuera una cosa solo de los ciudadanos de Nueva York?
En el verano en el que conmemoramos el centenario del inicio de la I Guerra Mundial no conviene, claro, iniciar otra guerra. Pero entre ser humillado persistentemente y actuar de manera kamikaze en el resbaladizo mundo de las relaciones internacionales debería haber un término medio que proporcione dignidad a las víctimas y respeto para los europeos.
Naturalmente Holanda se encuentra bajo un shock. Han muerto asesinados 193 compatriotas. Su primer ministro, Mark Rutte, está indignado, frustrado y se siente bastante impotente. Ha hablado varias veces con Putin por teléfono para pedirle colaboración pero el líder ruso no le ha tomado muy en serio. Rutte se ha quejado repetidamente de que a los observadores de la OSCE no les han dejado hacer su trabajo porque los rebeldes prorrusos, principales sospechosos del crimen, les niegan, fusil en mano, el acceso sin cortapisas a los restos del avión. Ha habido incluso sospechas de que ha habido pillaje entre los restos, las maletas y las posesiones personales de quienes allí viajaban. Los cadáveres han permanecido días putrefactos al sol, siendo manipulados por lugareños de incierto origen y profesión.
¿Cómo se deben sentir los familiares de las víctimas ante la perspectiva de que una panda de matones, principales sospechosos del crimen, se dediquen a entorpecer la investigación y el tratamiento digno de los cuerpos para su rápida repatriación?
Claro que el primer ministro holandés, por sí sólo, poco puede hacer. Es un ejercicio torturante comparar la reacción europea con la estadounidense. Os invito a hacerlo. La declaración de Obama, rápida, casi inmediata, escenifica la gravedad de lo ocurrido - ¡A pesar de que no había norteamericanos en el avión! Por el contrario, todo lo que he encontrado de la parte europea es un comunicado de prensa escrito tras el accidente. ¿No deberíamos tomar medidas rápidas y urgentes para garantizar sobre el terreno que no se van a destruir pruebas, se va a investigar y sobre todo se va a identificar y repatriar con la dignidad que corresponde a las víctimas?
La UE estudia endurecer las sanciones que ya tiene en marcha contra Rusia. ¿Pero acaso eso escenifica de manera urgente el ataque que hemos sufrido? Cuando vienen las elecciones europeas líderes e intelectuales se ponen a hablar del pueblo europeo pero cuando los europeos sufrimos un ataque es como si no fuera con nosotros.
Sobre la frialdad europea quizás haya además una vuelta de tuerca más en el hundimiento de lo colectivo, como si una tragedia, cualquiera que sea, pertenezca solo a quienes la han sufrido directamente, mientras quienes no se ven afectados continúan su día a día. Curiosamente, ni siquiera se ha decretado un día de luto nacional en Holanda, donde su nuevo rey, Willem-Alexander, no se ha molestado en dirigirse públicamente a la nación para lamentar lo ocurrido. Por si fuera poco, un festival de música electrónica se ha celebrado en la ciudad de Rotterdam sin mención o alteración alguna por el ataque sufrido. Que no pare la música mientras a mí no me lancen un misil.