Ya ha pasado un año. La investigación del accidente y el proceso judicial siguen abiertos. ¿Qué hemos avanzado y qué hemos aprendido? Nada o casi nada. Es duro reconocerlo y más duro asumirlo si estás entre las víctimas directas del accidente, te invade la tristeza y la rabia día a día. Nada nuevo, espantoso, jueces, fiscales, peritos, abogados, investigadores, expertos, ..., políticos, técnicos ferroviarios, gestores, empresarios, y miles opinando e informando. Y en conclusión, nada.
Un año después, 365 días, se transmite la misma idea repetitiva del primer día, del primer momento: fue un despiste del maquinista, que no frenó a tiempo. Qué pena de tantas personas, tanto tiempo y tanto dinero invertido para concluir tamaña simpleza. Fue un despiste del maquinista. Un Gobierno entero detrás, con todos sus recursos para concluir que la única causa de 79 muertos y más de cien heridos fue un despiste, es como mínimo un insulto al conocimiento científico, a la seguridad ferroviaria y a la investigación seria.
Ya hace muchos años, un abogado especializado en accidentes me dijo: "Siempre es igual. El primer mes las víctimas están muy afectadas, muy tristes y sensibles, pero hay que saber esperar. Las empresas, instituciones y aseguradoras lo saben. No hay que hablar de dinero y compensaciones en los primeros meses, pero pasado un tiempo se convierte en lo más importante de la negociación, mucho más que la investigación y el descubrimiento de todas las causas". Dura reflexión en este momento en que el único avance real parece ser la reciente decisión del Gobierno de aumentar las indemnizaciones a las víctimas del accidente de Angrois, cuando lleva un año negándose a formar una comisión parlamentaria de investigación de las causas del accidente.
¿Por qué no avanzamos? ¿Quién lo permite? ¿La sociedad, cuánto riesgo está dispuesta a asumir? Cuántos desastres más y dolor necesitamos, desde el Titanic, Herald of Free Enterprise, Costa Concordia, el Sewol, Chinchilla, Metro de Valencia, Clapham Rail, Spanair, Los Rodeos, y tantos y tantos otros, aviones, trenes y barcos, en los que un despiste o similar, decían en un primer momento, había sido la única causa de las tragedias, igual que ahora en Angrois. Tuvieron que pasar muchos años y empeño profundo de investigadores concienciados, para demostrar a la sociedad que todos esos accidentes habían sido por múltiples causas, accidentes sistémicos y accidentes organizacionales, donde todos, la empresa, los vehículos, la infraestructura y las personas habían tenido su parte de responsabilidad en el suceso. Tuvieron que demostrar mediante artículos, ponencias, conferencias, congresos, estudios, y análisis múltiples que acusar a una única persona, el operador final, de un accidente organizacional de tamaña consecuencias, es cuando menos una simpleza, una inexactitud científica y una banalidad jurídica.
Nada ha servido, nada hemos avanzado, nada hemos mejorado. Repetimos y repetimos los errores del pasado, intencionadamente. No es ingenuo, siempre alguien gana, no somos tan tontos, pero las víctimas siempre pierden, y lo perdido no es recuperable.
Un año después, 365 días, se transmite la misma idea repetitiva del primer día, del primer momento: fue un despiste del maquinista, que no frenó a tiempo. Qué pena de tantas personas, tanto tiempo y tanto dinero invertido para concluir tamaña simpleza. Fue un despiste del maquinista. Un Gobierno entero detrás, con todos sus recursos para concluir que la única causa de 79 muertos y más de cien heridos fue un despiste, es como mínimo un insulto al conocimiento científico, a la seguridad ferroviaria y a la investigación seria.
Ya hace muchos años, un abogado especializado en accidentes me dijo: "Siempre es igual. El primer mes las víctimas están muy afectadas, muy tristes y sensibles, pero hay que saber esperar. Las empresas, instituciones y aseguradoras lo saben. No hay que hablar de dinero y compensaciones en los primeros meses, pero pasado un tiempo se convierte en lo más importante de la negociación, mucho más que la investigación y el descubrimiento de todas las causas". Dura reflexión en este momento en que el único avance real parece ser la reciente decisión del Gobierno de aumentar las indemnizaciones a las víctimas del accidente de Angrois, cuando lleva un año negándose a formar una comisión parlamentaria de investigación de las causas del accidente.
¿Por qué no avanzamos? ¿Quién lo permite? ¿La sociedad, cuánto riesgo está dispuesta a asumir? Cuántos desastres más y dolor necesitamos, desde el Titanic, Herald of Free Enterprise, Costa Concordia, el Sewol, Chinchilla, Metro de Valencia, Clapham Rail, Spanair, Los Rodeos, y tantos y tantos otros, aviones, trenes y barcos, en los que un despiste o similar, decían en un primer momento, había sido la única causa de las tragedias, igual que ahora en Angrois. Tuvieron que pasar muchos años y empeño profundo de investigadores concienciados, para demostrar a la sociedad que todos esos accidentes habían sido por múltiples causas, accidentes sistémicos y accidentes organizacionales, donde todos, la empresa, los vehículos, la infraestructura y las personas habían tenido su parte de responsabilidad en el suceso. Tuvieron que demostrar mediante artículos, ponencias, conferencias, congresos, estudios, y análisis múltiples que acusar a una única persona, el operador final, de un accidente organizacional de tamaña consecuencias, es cuando menos una simpleza, una inexactitud científica y una banalidad jurídica.
Nada ha servido, nada hemos avanzado, nada hemos mejorado. Repetimos y repetimos los errores del pasado, intencionadamente. No es ingenuo, siempre alguien gana, no somos tan tontos, pero las víctimas siempre pierden, y lo perdido no es recuperable.