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Mujeres palestinas: el obstinado ejercicio de la supervivencia

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Ser mujer nunca ha sido fácil, ser palestina tampoco; pero en situaciones como las que estamos viviendo en Gaza en las últimas semanas, todavía lo es más: mujeres que recorren el camino bajo las bombas para dar a luz en el único centro que tiene asistencia ginecológica en el norte de Gaza, mujeres que quedan viudas con los más pequeños a su cargo, niñas que, en sus apenas 7 años de vida, ya han vivido 3 guerras, mujeres que, víctimas de este conflicto, ya no vivirán más.

Mujeres que, sin embargo, desafían cada día el límite y hacen un ejercicio obstinado de supervivencia en unas condiciones en las que cualquiera de nosotras ya habría tirado la toalla. Así llegó al mundo Samih: entre bombas, su madre Hania consiguió llegar a Al Awda, el único hospital en la zona norte de Gaza que dispone de servicios para atender partos y otras cuestiones ginecológicas. Sin embargo, cada día que pasa, la cosa se complica y las urgencias ginecológicas en Gaza se están duplicando debido al bombardeo. "El impacto que esta situación está teniendo en la salud de las mujeres es enorme. Debido al desplazamiento de cientos de miles de personas y la destrucción de centros de salud, muchas de las necesidades esenciales han quedado descubiertas", dice Lidia Hernández, responsable de Oriente Medio en Alianza por la Solidaridad, desde Jerusalén.

El fondo de Naciones Unidas para la Población (UNFPA) estima que actualmente hay 45.000 mujeres embarazadas en Gaza que necesitan de cuidados de maternidad y, en estos momentos, las emergencias se han disparado. El Hospital Al Awda está cubriendo todos los servicios ginecológicos y obstétricos, incluyendo partos prematuros, abortos, cesáreas, hemorragias vaginales, etc, que nadie más está atendiendo por falta de medios en el norte de la franja de Gaza y por la destrucción de al menos 22 infraestructuras médicas en los bombardeos israelíes. Esto, una vez más, supone una violación del derecho internacional humanitario por parte de Israel, que obliga a los Estados a no llevar a cabo acciones que pongan en peligro el acceso de la salud de las personas en cualquier circunstancia.

Para Hania y Samih, la historia ha tenido un final feliz. Sin embargo, Salima no ha corrido la misma suerte. Su madre fue alcanzada en un bombardeo y trasladada al hospital; pero cuando llegaron los médicos, no pudieron hacer nada por ella y sólo pudieron sacar al bebé. Salima estuvo 3 días en la única incubadora del centro intentando aferrarse a la vida, pero no lo consiguió. En estos momentos, miles de mujeres se enfrentan a terribles complicaciones y a la posibilidad de tener que dar a luz en condiciones inseguras que pueden poner en riesgo la vida de ambos.

A esto hay que añadir el shock postraumático que la situación está provocando en mujeres y también en los más pequeños. Se estima que 194.000 niños se han visto directamente afectados por la muerte de un familiar y/o la destrucción de su casa, y necesitan apoyo psicosocial urgente. Desgraciadamente esta cifra no incluye los cientos de miles más que son testigos diarios de la constante destrucción que se produce a su alrededor, y que sufrirán en el futuro de estrés postraumático. Las consecuencias de este trauma generalizado entre los niños de Gaza no son fáciles de medir, pero muchas madres se preguntan: "¿Qué clase de adultos serán estos niños y niñas cuando crezcan?" Algunos de estos niños han conocido ya tres conflictos durante su corta existencia.

Naciones Unidas alerta de que después de semanas de intensos enfrentamientos, los servicios sanitarios están al borde del colapso, y el desastre humanitario puede alcanzar cotas desorbitadas si no se para la ofensiva militar. Algo que, después de varios intentos de treguas frustradas, parece casi utopía.

Una utopía en la que creen las mujeres palestinas. Mujeres de enorme fortaleza que no se resignan, y que el pasado 25 de julio decidieron tomar las calles de Jerusalén para reivindicar el fin de la masacre en Gaza y dejar clara su opinión: "El mundo podría no oír nuestras voces y nuestras reivindicaciones, pero teníamos que hablar en voz alta, juntarnos, compartir historias de dolor y poder, mostrar nuestra solidaridad y amor unas a otras... como que el amor es una práctica de libertad".


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