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Sólo con estos tres pasos la OTAN podrá hacer frente a Putin

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La Alianza Atlántica debe crear una futura fuerza del siglo XXI si quiere seguir como núcleo estratégico militar. Esta semana, los líderes de la OTAN se reúnen en Gales para considerar el futuro de la alianza militar democrática más potente del mundo. Mientras inician sus conversaciones, las fuerzas rusas están desmembrando Ucrania, el futuro de Afganistán está de nuevo en duda, los fanáticos del Estado Islámico amenazan toda la estructura estatal de Oriente Medio y la tecnología cibernética, misil y nuclear que se desarrolla con rapidez está cambiando los dos espacios críticos de la OTAN: el espacio de batalla y el espacio de seguridad.

El mes de septiembre de 2014 será recordado, por tanto, como un schwerpunkt de la OTAN, el momento decisivo en el que esta organización decidió ser estratégicamente relevante o irrelevante. Si al final resulta relevante, este mes también marcará la creación de una alianza verdadera del siglo XXI enmarcada en el contexto de un Concepto Estratégico de la OTAN a través de la defensa colectiva, la gestión de la crisis y la seguridad cooperativa mediante las decisiones de planificación de la defensa y la fuerza de todos los Aliados.

Las alianzas se crean con dos objetivos en mente: evitar las guerras y, en caso de necesidad, ganarlas. La influencia y el efecto son las dos mercancías clave estratégicas con las que las alianzas comercian. Así, las alianzas suben y bajan dependiendo de la unidad estratégica del esfuerzo y los objetivos entre miembros, y de la interoperabilidad entre sus fuerzas armadas. Si se pierde una o ambas, la alianza queda paralizada.

UN DÍA NEGRO PARA EL EJÉRCITO ALEMÁN

El 21 de marzo de 1918, reforzado por la caída de la rusia zarista, el Ejército Imperial Alemán lanzó la Operation Michael. Fue un intento desesperado por parte de Berlín para acabar con los británicos y ganar la Primera Guerra Mundial antes de que los americanos ganaran fuerza.

En los primeros días de la batalla, las tropas de asalto del Kaiser hicieron logros sorprendentes. El avance no fue simplemente cuestión de armas. Gran Bretaña, con su gabinete al mando de Lloyd George, y Francia se dividieron de forma peligrosa en la estrategia. Por un lado, los occidentales creían que la guerra sólo se podía ganar derrotando al ejército alemán en los campos de Flandes. Sin embargo, los supuestos orientales pensaban que, de alguna forma, el Kaiser podría ser vencido si atacaban los flancos alemanes en Turquía y otras zonas.

La falta de unidad estratégica en los esfuerzos y los objetivos debilitó la defensa británica en la zona crítica en torno al antiguo campo de batalla de Somme. Por suerte, desde 1914 la armada británica había hecho avances revolucionarios en las tácticas y la estrategia militar. En vez de resquebrajarse, los británicos se retiraron razonablemente bien y, cuando lo hicieron, redujeron los rangos de las tropas de asalto de élite hasta que el agotado Ejército Imperial Alemán no pudo avanzar más.

El 8 de agosto de 1918 en la Batalla de Amiens, en lo que el General Ludendorff llamó "el día negro del ejército alemán", las fuerzas de la Commonwealth británica, con apoyo francés y americano, lanzaron un contraataque masivo. Los británicos emplearon una forma completamente nueva de maniobra de guerra, la All Arms Battle [todas las armas combaten]. Los aviones, tanques, artillería e infantería operaron de forma conjunta para apoyarse con el fin de derrotar a las fuerzas alemanas. Lo que posteriormente se conoció como Ofensiva de los Cien Días puso fin a la Primera Guerra Mundial.

LA OTAN VS. LA GUERRA SUBSIDIARIA DE RUSIA EN UCRANIA

Por suerte, la Alianza no está a día de hoy en guerra, pero la OTAN se enfrenta realmente al equivalente político de la Operation Michael. En cualquier caso, la invasión subsidiaria o no subsidiaria de Rusia en el este de Ucrania debería ser una llamada de atención. Sin embargo, los dirigentes aliados siguen estratégicamente inseguros y profundamente divididos en torno a la cuestión de lo que deberían hacer ante las incursiones de Rusia en Ucrania. Esta división no sólo refleja una falta de unidad estratégica de esfuerzos y objetivos, sino una división profunda en la OTAN entre los que simplemente buscan la protección de Estados Unidos y los europeos que ven la fuerza militar sólo como un poder suave auxiliar. La OTAN necesita redescubrir un nivel de ambición compartida que hasta ahora se ha echado de menos, algo de lo que Moscú ha sabido aprovecharse.

Sólo Gran Bretaña y Francia llevan a cabo un esfuerzo serio para generar las capacidades militares de expedición que siguen siendo militarmente próximas a los Estados Unidos, cada vez más tensos y agobiados. Sin embargo, tras una década de operaciones continuas y recortes en la defensa, las pequeñas fuerzas británicas y francesas están agotadas. Por lo tanto, si la cumbre en Gales va a ser el schwerpunkt del siglo XXI, la Alianza tiene que dar los primeros pasos para restablecer en parte la semblanza de la credibilidad militar de la que dependen la influencia, la disuasión y la defensa.

La OTAN necesita una fuerza de futuro en su núcleo militar relevante con los retos que tenemos por delante. Por tanto, la Alianza debe volver a sus raíces militares y reconsiderar radicalmente la utilidad de la fuerza en la búsqueda de la estrategia. Por ello, en la cumbre de Gales se deberían tomar tres decisiones fundamentalmente importantes y esencialmente militares:

  • Defensa colectiva: la defensa colectiva del Artículo 5 debe modernizarse y reorganizarse en torno a la ciberdefensa, la defensa misil y las fuerzas desplegables avanzadas imprescindibles para la defensa contemporánea. Se debe forjar una All Arms Battle aplicada al siglo XXI con las fuerzas de la OTAN, configuradas para poder operar en todo el mundo y en los seis ámbitos bélicos actuales: aire, mar, tierra, cibernética, espacio e información.


  • Gestión de la crisis: el Cuartel General Supremo de las Potencias Aliadas en Europa (SHAPE), la Fuerza de Respuesta de la OTAN y las Fuerzas de Alta Disponibilidad (HRF) se deberían reestructurar por completo en la futura Fuerza de la OTAN. Dicha fuerza se enmarcaría en los principios de unidad militar de esfuerzo y objetivos de la Alianza. Esto permitiría a la Alianza generar, ordenar y controlar coaliciones complejas en la amplia gama de misiones, desde una guerra de alto nivel hasta la defensa contra el tipo de guerra híbrida o ambigua que Moscú está llevando a cabo en Ucrania.


  • Seguridad cooperativa: la Alianza debe estar mejor configurada para trabajar con todos sus socios estratégicos en el mundo, los estados e instituciones, militares y civiles, si quieren que la seguridad mundial, así como la seguridad europea, sigan siendo creíbles. De hecho, reconectar la seguridad europea con la seguridad mundial se podría considerar el objetivo principal de la OTAN.


Esa futura Fuerza global de la OTAN debe situarse en el corazón de una nueva OTAN en la que los conceptos de planificación actual (NATO 2020, Smart Defense y Connected Forces Initiative) se combinen con la Fuerza de Respuesta de la OTAN y la HRF en una All Arms Battle del siglo XXI. Se necesitará una cohesión profunda u orgánica entre las fuerzas de la OTAN que permita a las naciones llegar a un equilibrio necesario entre la capacidad y la asequibilidad.

Aunque se ha hecho mucho para que los miembros de la OTAN gasten un mínimo del 2% de su PIB en defensa, falta por hacer en relación a los objetivos de estos gastos. El estándar del 2% sólo será políticamente creíble si los dirigentes nacionales no sólo se convencen de la cantidad que tienen de gastar en sus respectivas fuerzas armadas, sino de lo que tienen que conseguir con ese gasto y por qué. "La relación calidad precio" es en la actualidad un mantra de defensa ineludible.

También se requiere un nuevo ingrediente crítico en la posición de fuerza estratégica tras el encuentro en Gales: la información. En todas las charlas sobre la capacidad militar, el componente clave de la OTAN frente a la guerra es la información compartida y el conocimiento del entorno y de la práctica que genera.

De hecho, la información es el componente esencial de la interoperabilidad, ya sea al nivel político de las campañas o al nivel militar de las operaciones. Además, el conocimiento compartido también es imprescindible, porque refuerza la tan importante confianza entre miembros, una cuestión muy sensible hoy en día.

La Alianza debe actuar con rapidez, ya que la interoperabilidad contemporánea se construye sobre el conocimiento ganado tras una década de operaciones y un mecanismo mejorado para compartir el sistema de inteligencia. Así, tal conocimiento podría perderse rápidamente si no se llevan a cabo estos pasos para capturarlo sistemáticamente y desarrollarlo en la futura Fuerza de la OTAN mediante el ejercicio innovador, la educación y el entrenamiento.

Ante todo, la OTAN debe seguir siendo un núcleo militar estratégico fiable. Por tanto, la futura Fuerza de la OTAN debe ser una fuerza con capacidades bélicas, ágil y lo suficientemente veloz para situarse entre las fuerzas estadounidenses, europeas y asociadas, y entre una mayor y menor intensidad.

Ya explicó la canciller alemana Angela Merkel en la cumbre europea del pasado 30 de agosto que la resolución a la crisis de Ucrania no sería de naturaleza militar. Tiene razón. De hecho, la mayoría de las crisis del siglo requerirán sobre todo herramientas de poder suave (o persuasión) y soluciones políticas. Esta realidad da más importancia a una asociación y una cooperación civil-militar efectiva entre la UE y OTAN. Sin embargo, sin el apuntalamiento del poder militar duro (o material), que es la esencia de la OTAN, el poder suave se resume en lo que una vez escribió Thomas Hobbes: "Los pactos sin la espada son sólo palabras".

Este peligroso siglo XXI será más seguro si Occidente mantiene sus fuerzas unidas. Un Occidente fuerte supone una OTAN fuerte y legítima construida sobre unas fuerzas armadas potentes y fiables. Gales es el lugar y el momento de actuar. También es el lugar y el momento para que la OTAN sea contundente.


**Este artículo ha sido escrito conjuntamente por el almirante James G. Stavridis y el profesor Julian Lindley-French

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