A algunos geógrafos nos gusta buscar patrones de distribución geográfica de las diferentes variables estadísticas, aunque la geografía no influya en ellas más que muy levemente. Es una afición extraña, dirán ustedes -llámeme friki, siéntase libre-, pero no se puede luchar contra la vocación.
Pues bien, me hallaba yo entreteniéndome en la web de Eurostat (cada uno se entretiene como puede) con sus mapas de coropletas, que no son la perfección cartográfica, pero por lo menos no asustan. Estaba buscando un mapa que confirmara o desmintiera la afirmación de que en Europa, tras la crisis de 2008, hay dos realidades muy diferentes y muy concretas para el empleo: la del Norte y la del Sur. Y es que ahora está muy de moda hablar de las dos Europas, la septentrional y la meridional; aunque sea a costa de romper el clásico esquema Este/Oeste, que a mi modo de ver representa mucho mejor la realidad del continente. El esquema Norte/Sur es tan inapropiado, tan inadecuado a la geografía europea, que ni sus defensores sabrían poner un límite que separara las dos regiones (¿Francia es Norte o Sur? ¿Y la Padania? ¿Rumanía es Sur a pesar de estar en la latitud de Alemania, Suiza y Austria? Mejor dejaré este debate para otra ocasión).
Una vez encontrado el mapa que buscaba, me dispuse a analizarlo someramente. Las regresiones estadísticas y otros múltiples cálculos son muy útiles en otros contextos, pero mi objetivo no era obtener conclusiones científicamente irrefutables, sino crearme mi propia opinión, para lo que cruzar los datos del mapa con mis conocimientos de Geografía Económica de Europa bastaba. Y la verdad, no veo por ninguna parte argumentos para sostener, como algunos hacen, con rotundidad euclidiana, esa hipotética Europa dicotómica, con un Norte pluriempleado y un Sur parado de larga duración, separados por una frontera sinuosa trazada al gusto del consumidor.
Ni siquiera el análisis meramente descriptivo es sencillo, porque hay tantas realidades como regiones. Noruega (¡bendito petróleo!), los Países Bajos, la antigua Alemania Occidental, las regiones helvéticas (especialmente las germanófonas), Austria o el Véneto presentan -como a nadie sorprende- las tasas de desempleo más bajas de Europa, pero, ¡atención!, tampoco monopolizan esta condición. Bajísimas son -al menos en comparación con el resto del continente- las tasas de paro de regiones no tan ricas, como el norte de Escocia (bendigamos al petróleo por segunda vez en un párrafo), o incluso pobres de solemnidad -casi toda Turquía y buena parte de Rumanía-. Por debajo del 7,5% de desempleo están también en casi todo el resto del norte de Italia, en Chequia o en buena parte de Gran Bretaña -aunque aquella isla sea en sí misma un mosaico complejo fruto de los procesos postindustriales-.
¿Qué pasa en el lado opuesto de la tabla? Encontramos regiones en crisis eterna (el Mezzogiorno italiano), los países más golpeados -por ahora- por la crisis más reciente (España, Irlanda, Grecia, Portugal) o algunas de las regiones de la Europa del Este que parecen más condenadas a anclarse en el pasado (Bulgaria, las zonas más rurales de Hungría, la paupérrima Macedonia exyugoslava -aunque en el paro no está muy alejada de la Macedonia griega-, etc.). Eso es lo que no llama la atención, pero las anomalías a ese hipotético esquema impuesto del que hablábamos existen. ¿Acaso no sorprende el desempleo de dos cifras de países europeos emergentes, como Croacia y, sobre todo, Estonia? ¿Qué hay de la Alemania excomunista, incapaz de reaccionar a dos décadas de una inyección de capital constante, o del margen nororiental («ch'ti») del Hexágono galo, o incluso del resto de Francia, o de Suecia y Finlandia?
Parece, por lo tanto, evidente, que no existen esas dos Europas tan manidas. No, al menos, en lo que respecta al desempleo. Primero porque no hay un patrón geográfico: ya se ha visto que ni todo el Norte es cal ni todo el Sur es arena. Pero tampoco hay un Norte hipotético, entendido como las regiones ricas, frente a un Sur pobre -dicotomía que se utiliza en Europa seguramente por analogía con la situación del mundo en su conjunto-. No caben juntas en el mismo plato de la balanza la Alemania industrial, la Noruega petrolera, la Gran Bretaña financiera y la Italia manufacturera; ni tampoco ocurre por el otro extremo. La España o la Irlanda postinmobiliarias no tienen nada en común con la Macedonia preindustrial o la Turquía que emerge gracias a las deslocalizaciones, las normas ambientales laxas y la mano de obra barata. Son todas ellas realidades muy alejadas entre sí como para asimilarlas a un esquema simplista y erróneo de 'Norte empleado/Sur desempleado'.
El pleno empleo austríaco o noruego no es igual que el turco; del mismo modo que el desempleo español ni se parece -afortunadamente para los españoles- al macedonio. Los deterministas geográficos podrían hacernos a todos un buen favor guardándose sus generalizaciones de base geográfica que solo sirven para difundir prejuicios, oscurecer lustres, enlustrar oscuridades y borrar, de un golpe, la necesidad de buscar las verdaderas causas de los problemas. Y si van a generalizar, por lo menos que lo hagan con un poco más de consistencia. Podrían haber visto -entiéndase sólo como anécdota- que hay tres Europas: la del pleno empleo, alrededor del eje trazado entre Oslo y Roma, y las del desempleo, a ambos lados de aquella afortunada región central. Esto tendría tan poco sentido como el esquema norte/sur, pero por lo menos sería una generalización a juego con los colores del mapa de coropletas.
Pues bien, me hallaba yo entreteniéndome en la web de Eurostat (cada uno se entretiene como puede) con sus mapas de coropletas, que no son la perfección cartográfica, pero por lo menos no asustan. Estaba buscando un mapa que confirmara o desmintiera la afirmación de que en Europa, tras la crisis de 2008, hay dos realidades muy diferentes y muy concretas para el empleo: la del Norte y la del Sur. Y es que ahora está muy de moda hablar de las dos Europas, la septentrional y la meridional; aunque sea a costa de romper el clásico esquema Este/Oeste, que a mi modo de ver representa mucho mejor la realidad del continente. El esquema Norte/Sur es tan inapropiado, tan inadecuado a la geografía europea, que ni sus defensores sabrían poner un límite que separara las dos regiones (¿Francia es Norte o Sur? ¿Y la Padania? ¿Rumanía es Sur a pesar de estar en la latitud de Alemania, Suiza y Austria? Mejor dejaré este debate para otra ocasión).
Una vez encontrado el mapa que buscaba, me dispuse a analizarlo someramente. Las regresiones estadísticas y otros múltiples cálculos son muy útiles en otros contextos, pero mi objetivo no era obtener conclusiones científicamente irrefutables, sino crearme mi propia opinión, para lo que cruzar los datos del mapa con mis conocimientos de Geografía Económica de Europa bastaba. Y la verdad, no veo por ninguna parte argumentos para sostener, como algunos hacen, con rotundidad euclidiana, esa hipotética Europa dicotómica, con un Norte pluriempleado y un Sur parado de larga duración, separados por una frontera sinuosa trazada al gusto del consumidor.
Ni siquiera el análisis meramente descriptivo es sencillo, porque hay tantas realidades como regiones. Noruega (¡bendito petróleo!), los Países Bajos, la antigua Alemania Occidental, las regiones helvéticas (especialmente las germanófonas), Austria o el Véneto presentan -como a nadie sorprende- las tasas de desempleo más bajas de Europa, pero, ¡atención!, tampoco monopolizan esta condición. Bajísimas son -al menos en comparación con el resto del continente- las tasas de paro de regiones no tan ricas, como el norte de Escocia (bendigamos al petróleo por segunda vez en un párrafo), o incluso pobres de solemnidad -casi toda Turquía y buena parte de Rumanía-. Por debajo del 7,5% de desempleo están también en casi todo el resto del norte de Italia, en Chequia o en buena parte de Gran Bretaña -aunque aquella isla sea en sí misma un mosaico complejo fruto de los procesos postindustriales-.
¿Qué pasa en el lado opuesto de la tabla? Encontramos regiones en crisis eterna (el Mezzogiorno italiano), los países más golpeados -por ahora- por la crisis más reciente (España, Irlanda, Grecia, Portugal) o algunas de las regiones de la Europa del Este que parecen más condenadas a anclarse en el pasado (Bulgaria, las zonas más rurales de Hungría, la paupérrima Macedonia exyugoslava -aunque en el paro no está muy alejada de la Macedonia griega-, etc.). Eso es lo que no llama la atención, pero las anomalías a ese hipotético esquema impuesto del que hablábamos existen. ¿Acaso no sorprende el desempleo de dos cifras de países europeos emergentes, como Croacia y, sobre todo, Estonia? ¿Qué hay de la Alemania excomunista, incapaz de reaccionar a dos décadas de una inyección de capital constante, o del margen nororiental («ch'ti») del Hexágono galo, o incluso del resto de Francia, o de Suecia y Finlandia?
Parece, por lo tanto, evidente, que no existen esas dos Europas tan manidas. No, al menos, en lo que respecta al desempleo. Primero porque no hay un patrón geográfico: ya se ha visto que ni todo el Norte es cal ni todo el Sur es arena. Pero tampoco hay un Norte hipotético, entendido como las regiones ricas, frente a un Sur pobre -dicotomía que se utiliza en Europa seguramente por analogía con la situación del mundo en su conjunto-. No caben juntas en el mismo plato de la balanza la Alemania industrial, la Noruega petrolera, la Gran Bretaña financiera y la Italia manufacturera; ni tampoco ocurre por el otro extremo. La España o la Irlanda postinmobiliarias no tienen nada en común con la Macedonia preindustrial o la Turquía que emerge gracias a las deslocalizaciones, las normas ambientales laxas y la mano de obra barata. Son todas ellas realidades muy alejadas entre sí como para asimilarlas a un esquema simplista y erróneo de 'Norte empleado/Sur desempleado'.
El pleno empleo austríaco o noruego no es igual que el turco; del mismo modo que el desempleo español ni se parece -afortunadamente para los españoles- al macedonio. Los deterministas geográficos podrían hacernos a todos un buen favor guardándose sus generalizaciones de base geográfica que solo sirven para difundir prejuicios, oscurecer lustres, enlustrar oscuridades y borrar, de un golpe, la necesidad de buscar las verdaderas causas de los problemas. Y si van a generalizar, por lo menos que lo hagan con un poco más de consistencia. Podrían haber visto -entiéndase sólo como anécdota- que hay tres Europas: la del pleno empleo, alrededor del eje trazado entre Oslo y Roma, y las del desempleo, a ambos lados de aquella afortunada región central. Esto tendría tan poco sentido como el esquema norte/sur, pero por lo menos sería una generalización a juego con los colores del mapa de coropletas.