Cinco minutos. Ése es el tiempo que aguantó Serbia al huracán que fue Estados Unidos a partir de ese momento, un equipo imparable, inabordable, fenomenalmente trabajado por Krzyzewski. Una banda bien orquestada que revalidó el título de campeona del mundo por primera vez en su historia. Afirmaban los entendidos que Serbia le podría plantar cara a Estados Unidos hasta el último cuarto y que llegados a ese punto, a los americanos les podría poder la obligación de ganar. Pero no fue así. La final no tuvo discusión y lo único que pudieron hacer los de Djordjevic -que no jugaron ni mucho menos mal- fue intentar dejar una imagen honrosa, limar el marcador para que la diferencia final no fuera escandalosa.
La intensidad de USA para los robos de balón, el acierto incontenible desde el más allá del 6,75 (15/30) y la infinidad de recursos -y de hombres- hizo imposible la misión de Serbia. La diferencia llegó a ser de 40 puntos (119-79). Y eso que el corazón y el baloncesto de conjunto se impuso a la razón durante un breve lapso de tiempo. Teodosic, el termómetro serbio, dirigió una afinada orquesta que apenas chirriaba durante cinco minutos. Cuando no anotaba el base del CSKA, lo hacían Bjelica o Kalinic. Parecía que incluso USA podría ser batible si los serbios no bajaban el ritmo anotador y la eficacia de su defensa al hombre. Pero la alegría duró hasta que Irving llegó al partido. El nuevo compañero de Lebron James, tocado por la gracia divina, dio un recital desde la línea de 3 (6/6) para un total de 26 puntos. Harden, sin alharacas, se unió a la fiesta de un Irving que acabaría como MVP del campeonato. Ése parcial de 14-0 para los estadounidenses fue una daga demasiado profunda para su rival.
Estados Unidos no dio lugar a la sorpresa y arolló a Serbia en la final del Mundial. FOTO: fiba.com
Además, Krstic perdonaba canastas fáciles debajo del aro; todo lo contrario que Faried y Cousins, quien reemplazó a Davis -con problemas de faltas-, y se adueño de la zona propia y la del rival. La segunda unidad yanqui no bajó la guardia y Klay Thompson ayudaba con un triple escorado a poner la máxima: 35-19.
No había debate y el KO técnico se produjo antes del descanso: 67-41, a pesar de un triple sobre la bocina de Kalinic, que sirvió para levantar la moral de una tropa alicaída, indefensa ante la superioridad de Estados Unidos. La velada no tenía mayor interés que ver los piques individuales y acciones para guardar en la videoteca. Para eso sirvió el tercer cuarto, que dejó un duelo de altura: Irving contra Bogdanovic. Una estrella NBA y otra en ciernes. Magia de playground contra talento innato desarrollado en la escuela balcánica. Una gozada para los espectadores, agradecidos por la obra que representó Estados Unidos y la grata imagen que dejó serbia a lo largo de la fase final.
El marcador final (129-92) se vio aderezado por los mates de concurso de Drummond y la casta de los suplentes serbios, quienes dieron la cara para que el marcador no fuera aún más escandaloso.
La intensidad de USA para los robos de balón, el acierto incontenible desde el más allá del 6,75 (15/30) y la infinidad de recursos -y de hombres- hizo imposible la misión de Serbia. La diferencia llegó a ser de 40 puntos (119-79). Y eso que el corazón y el baloncesto de conjunto se impuso a la razón durante un breve lapso de tiempo. Teodosic, el termómetro serbio, dirigió una afinada orquesta que apenas chirriaba durante cinco minutos. Cuando no anotaba el base del CSKA, lo hacían Bjelica o Kalinic. Parecía que incluso USA podría ser batible si los serbios no bajaban el ritmo anotador y la eficacia de su defensa al hombre. Pero la alegría duró hasta que Irving llegó al partido. El nuevo compañero de Lebron James, tocado por la gracia divina, dio un recital desde la línea de 3 (6/6) para un total de 26 puntos. Harden, sin alharacas, se unió a la fiesta de un Irving que acabaría como MVP del campeonato. Ése parcial de 14-0 para los estadounidenses fue una daga demasiado profunda para su rival.
Estados Unidos no dio lugar a la sorpresa y arolló a Serbia en la final del Mundial. FOTO: fiba.com
Además, Krstic perdonaba canastas fáciles debajo del aro; todo lo contrario que Faried y Cousins, quien reemplazó a Davis -con problemas de faltas-, y se adueño de la zona propia y la del rival. La segunda unidad yanqui no bajó la guardia y Klay Thompson ayudaba con un triple escorado a poner la máxima: 35-19.
No había debate y el KO técnico se produjo antes del descanso: 67-41, a pesar de un triple sobre la bocina de Kalinic, que sirvió para levantar la moral de una tropa alicaída, indefensa ante la superioridad de Estados Unidos. La velada no tenía mayor interés que ver los piques individuales y acciones para guardar en la videoteca. Para eso sirvió el tercer cuarto, que dejó un duelo de altura: Irving contra Bogdanovic. Una estrella NBA y otra en ciernes. Magia de playground contra talento innato desarrollado en la escuela balcánica. Una gozada para los espectadores, agradecidos por la obra que representó Estados Unidos y la grata imagen que dejó serbia a lo largo de la fase final.
El marcador final (129-92) se vio aderezado por los mates de concurso de Drummond y la casta de los suplentes serbios, quienes dieron la cara para que el marcador no fuera aún más escandaloso.