John Kerry, al comienzo de su mandato como secretario de Estado, quiso recalcar el cambio de tendencia en la forma de hacer relaciones internacionales, afirmando que en el mundo global de hoy lo exterior se trabaja desde el interior. La economía, el comercio y los nuevos actores, entre los que destaca la opinión pública, han ganado peso en lo político, siendo facetas que hay que trabajar desde el Estado para repercutir después en el exterior. Es decir, trabajar duro dentro para crecer fuera. En este sentido, el Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones entre Estados Unidos y la Unión Europea (TTIP en sus siglas en inglés) se trata de un convenio fundamental que es y será un referente en las pautas negociadoras y en la forma de hacer política exterior en los próximos años.
Un Acuerdo que se inició hace algo más de un año con gran entusiasmo, pero que ha ido decayendo por la aparición de una opinión pública cada vez más crítica con sus efectos. Sin embargo, ante la séptima ronda negociadora prevista a finales de septiembre, somos conscientes de las grandes repercusiones que este Acuerdo tiene en todos los ámbitos en las relaciones a nivel mundial, además de su fuerte carácter económico y comercial. A lo largo de estas líneas, mi objetivo será tratar de despejar parte de las dudas que se han planteado en torno al TTIP y subrayar sus beneficios.
Estamos ante la oportunidad de lograr un impulso clave para animar el crecimiento económico y la creación de empleo, en un momento en el que se recogen las circunstancias oportunas para alcanzar un Acuerdo que permitirá, además, afianzar las ventajas del Estado del bienestar y salvar algunos de sus defectos. Hablamos de la creación de la mayor área de libre comercio del mundo, alrededor de 800.000 millones de euros, entre los dos principales bloques democráticos y de libre mercado. Un mercado formado por más de 800 millones de personas, a los cuales se les está tratando de hacer partícipes de las negociaciones en la medida de lo posible.
La transparencia es parte fundamental del espíritu de las negociaciones del TTIP ante una opinión pública determinante. No obstante, conviene tener presente que toda negociación es como una partida de cartas, en la que se puede hablar sobre la mano que se tiene, pero ésta no se muestra hasta el final de la partida. La información sobre el avance de las negociaciones puede encontrarse en las páginas web de ambos bloques y en cada ronda negociadora se documenta convenientemente a los Parlamentos. Asimismo, se han creado una serie de órganos de consulta con las partes interesadas en el acuerdo y, en el caso de la Unión Europea, existe la posibilidad de plantear una consulta pública en aquellos temas más conflictivos.
Uno de los puntos que ha suscitado críticas por parte de la sociedad civil y de algunos Estados miembros es el instrumento de resolución de disputas (ISDS en inglés). Ante esta situación, la Comisión Europea abrió una consulta pública en marzo de este año, cerrada el 14 de julio y que ya se ha empezado a analizar. Los detractores de este sistema aducen la pérdida de credibilidad del sistema jurídico y el temor a las grandes empresas, que podrían ejercer mayor presión sobre la decisión final en detrimento de las pequeñas y medianas empresas (PYMES). Sin embargo, se trata de un instrumento que se lleva usando con éxito desde hace años y que está recogido en muchos acuerdos comerciales.
De hecho, el acuerdo alcanzado recientemente entre la UE y Canadá lo incluye, y su apartado sobre el ISDS pretende marcar las pautas para la Unión en futuros tratados, como el de Estados Unidos. Por un lado, a este sistema de arbitraje sólo se puede recurrir si no entra en conflicto con algún procedimiento judicial y cumple los requisitos que los Estados parte establezcan para su aplicación. Por otro lado, el arbitraje ofrece una solución más económica para las PYMES ante aquellos sistemas judiciales muy costosos a los que no podrían hacer frente.
Y es que el TTIP tiene como principal objetivo favorecer el desarrollo de la actividad de las PYMES, ya que son las principales afectadas por las barreras arancelarias y no arancelarias. Mientras las grandes empresas tienen capacidad para deslocalizarse, las pequeñas y medianas no pueden hacerlo, debiendo hacer frente a mayores costes. Por otra parte, las PYMES lograrán tener un acceso más fácil a las fuentes de financiación e inversión de las dos regiones y se les facilitarán todos los trámites burocráticos.
Por esta razón, el Acuerdo Transatlántico pretende llevar a cabo una armonización regulatoria, facilitando la actividad comercial, eliminando impedimentos y favoreciendo la competitividad y la variedad de elección a los consumidores. Sacando a relucir el aumento de la competencia, cabe destacar el efecto que tiene en la promoción de la innovación y la moderación de los precios, lo que conlleva una mejor y más eficiente asignación de los recursos.
En este apartado regulatorio, uno de los grandes temores es que el TTIP disminuya el grado de protección en aquellos sectores más sensibles, como puede ser el medioambiental. Sin embargo, nada más lejos del espíritu de este acuerdo entre las regiones con los estándares de seguridad y protección más elevados del planeta. Así pues, el objetivo es trabajar para conseguir los mejores estándares, que pueden ser compatibles con los actualmente existentes, aprendiendo de las ventajas e inconvenientes que unos y otros ofrecen. El ejemplo lo constituyen dos importantes sectores para ambas partes, a los que afectan una larga lista de estándares y exigencias. Éstos son el sector del automóvil y el farmacéutico, quienes han decidido colaborar en las negociaciones desde el principio en aras de lograr el mejor equilibrio entre los intereses de los consumidores y la industria. Estas normas habrán de convertirse en referente en todo el planeta.
Otro sector fundamental para el desarrollo de Estados Unidos y de la Unión es la energía, aún más, dada la situación geoestratégica actual. La Unión Europea todavía tiene mucho que avanzar en la creación de un Mercado Único de la Energía, siendo uno de los principales objetivos en este mandato; pero parte de su éxito pasa por la mejora de los flujos comerciales de energía con nuestro socio americano. Para lograrlo, la Unión espera que Estados Unidos garantice el cumplimiento de las normas de la OMC sobre libre comercio una vez entre en vigor el TTIP, dado que se trata de una materia fuertemente protegida por cuestiones de seguridad nacional desde 1938. El propio embajador de EEUU ante la UE confirmó en el Parlamento Europeo el compromiso de su país a cumplir dicha normativa este mismo mes de septiembre. Por lo tanto, el TTIP ayudaría a la Unión a garantizar y diversificar sus fuentes de energía en un marco geoestratégico de estabilidad.
La Unión Europea es consciente de la importancia que tiene garantizar su desarrollo económico para poder mantener el sistema de Estado social y del bienestar sobre el que se asienta y más atravesando uno de los momentos más delicados de su Historia. Por lo tanto, los dos grandes retos para los próximos cinco años son lograr la recuperación económica y la creación de empleo, consiguiendo que ambas sean sostenibles y sostenidas. En este sentido, se estima que el TTIP implicará un crecimiento del PIB anual de en torno al 0,5% y que creará más de 750.000 nuevos puestos de trabajo. El coste de no firmarse el TTIP sería demasiado alto y no se limitaría a la esfera económica, sino que a nivel político perderíamos la oportunidad de continuar siendo la primera potencia comercial del mundo y la capacidad de influencia en el establecimiento de la normativa internacional; debate aparte es el hecho de aprovechar o no nuestra calidad de potencia comercial.
Desde el Parlamento Europeo animaremos el avance de estas negociaciones siendo conscientes de lo que se juega la Unión en ellas a todos los niveles, trataremos de garantizar el máximo nivel de transparencia posible y la representación de los intereses de toda la sociedad europea.
Un Acuerdo que se inició hace algo más de un año con gran entusiasmo, pero que ha ido decayendo por la aparición de una opinión pública cada vez más crítica con sus efectos. Sin embargo, ante la séptima ronda negociadora prevista a finales de septiembre, somos conscientes de las grandes repercusiones que este Acuerdo tiene en todos los ámbitos en las relaciones a nivel mundial, además de su fuerte carácter económico y comercial. A lo largo de estas líneas, mi objetivo será tratar de despejar parte de las dudas que se han planteado en torno al TTIP y subrayar sus beneficios.
Estamos ante la oportunidad de lograr un impulso clave para animar el crecimiento económico y la creación de empleo, en un momento en el que se recogen las circunstancias oportunas para alcanzar un Acuerdo que permitirá, además, afianzar las ventajas del Estado del bienestar y salvar algunos de sus defectos. Hablamos de la creación de la mayor área de libre comercio del mundo, alrededor de 800.000 millones de euros, entre los dos principales bloques democráticos y de libre mercado. Un mercado formado por más de 800 millones de personas, a los cuales se les está tratando de hacer partícipes de las negociaciones en la medida de lo posible.
La transparencia es parte fundamental del espíritu de las negociaciones del TTIP ante una opinión pública determinante. No obstante, conviene tener presente que toda negociación es como una partida de cartas, en la que se puede hablar sobre la mano que se tiene, pero ésta no se muestra hasta el final de la partida. La información sobre el avance de las negociaciones puede encontrarse en las páginas web de ambos bloques y en cada ronda negociadora se documenta convenientemente a los Parlamentos. Asimismo, se han creado una serie de órganos de consulta con las partes interesadas en el acuerdo y, en el caso de la Unión Europea, existe la posibilidad de plantear una consulta pública en aquellos temas más conflictivos.
Uno de los puntos que ha suscitado críticas por parte de la sociedad civil y de algunos Estados miembros es el instrumento de resolución de disputas (ISDS en inglés). Ante esta situación, la Comisión Europea abrió una consulta pública en marzo de este año, cerrada el 14 de julio y que ya se ha empezado a analizar. Los detractores de este sistema aducen la pérdida de credibilidad del sistema jurídico y el temor a las grandes empresas, que podrían ejercer mayor presión sobre la decisión final en detrimento de las pequeñas y medianas empresas (PYMES). Sin embargo, se trata de un instrumento que se lleva usando con éxito desde hace años y que está recogido en muchos acuerdos comerciales.
De hecho, el acuerdo alcanzado recientemente entre la UE y Canadá lo incluye, y su apartado sobre el ISDS pretende marcar las pautas para la Unión en futuros tratados, como el de Estados Unidos. Por un lado, a este sistema de arbitraje sólo se puede recurrir si no entra en conflicto con algún procedimiento judicial y cumple los requisitos que los Estados parte establezcan para su aplicación. Por otro lado, el arbitraje ofrece una solución más económica para las PYMES ante aquellos sistemas judiciales muy costosos a los que no podrían hacer frente.
Y es que el TTIP tiene como principal objetivo favorecer el desarrollo de la actividad de las PYMES, ya que son las principales afectadas por las barreras arancelarias y no arancelarias. Mientras las grandes empresas tienen capacidad para deslocalizarse, las pequeñas y medianas no pueden hacerlo, debiendo hacer frente a mayores costes. Por otra parte, las PYMES lograrán tener un acceso más fácil a las fuentes de financiación e inversión de las dos regiones y se les facilitarán todos los trámites burocráticos.
Por esta razón, el Acuerdo Transatlántico pretende llevar a cabo una armonización regulatoria, facilitando la actividad comercial, eliminando impedimentos y favoreciendo la competitividad y la variedad de elección a los consumidores. Sacando a relucir el aumento de la competencia, cabe destacar el efecto que tiene en la promoción de la innovación y la moderación de los precios, lo que conlleva una mejor y más eficiente asignación de los recursos.
En este apartado regulatorio, uno de los grandes temores es que el TTIP disminuya el grado de protección en aquellos sectores más sensibles, como puede ser el medioambiental. Sin embargo, nada más lejos del espíritu de este acuerdo entre las regiones con los estándares de seguridad y protección más elevados del planeta. Así pues, el objetivo es trabajar para conseguir los mejores estándares, que pueden ser compatibles con los actualmente existentes, aprendiendo de las ventajas e inconvenientes que unos y otros ofrecen. El ejemplo lo constituyen dos importantes sectores para ambas partes, a los que afectan una larga lista de estándares y exigencias. Éstos son el sector del automóvil y el farmacéutico, quienes han decidido colaborar en las negociaciones desde el principio en aras de lograr el mejor equilibrio entre los intereses de los consumidores y la industria. Estas normas habrán de convertirse en referente en todo el planeta.
Otro sector fundamental para el desarrollo de Estados Unidos y de la Unión es la energía, aún más, dada la situación geoestratégica actual. La Unión Europea todavía tiene mucho que avanzar en la creación de un Mercado Único de la Energía, siendo uno de los principales objetivos en este mandato; pero parte de su éxito pasa por la mejora de los flujos comerciales de energía con nuestro socio americano. Para lograrlo, la Unión espera que Estados Unidos garantice el cumplimiento de las normas de la OMC sobre libre comercio una vez entre en vigor el TTIP, dado que se trata de una materia fuertemente protegida por cuestiones de seguridad nacional desde 1938. El propio embajador de EEUU ante la UE confirmó en el Parlamento Europeo el compromiso de su país a cumplir dicha normativa este mismo mes de septiembre. Por lo tanto, el TTIP ayudaría a la Unión a garantizar y diversificar sus fuentes de energía en un marco geoestratégico de estabilidad.
La Unión Europea es consciente de la importancia que tiene garantizar su desarrollo económico para poder mantener el sistema de Estado social y del bienestar sobre el que se asienta y más atravesando uno de los momentos más delicados de su Historia. Por lo tanto, los dos grandes retos para los próximos cinco años son lograr la recuperación económica y la creación de empleo, consiguiendo que ambas sean sostenibles y sostenidas. En este sentido, se estima que el TTIP implicará un crecimiento del PIB anual de en torno al 0,5% y que creará más de 750.000 nuevos puestos de trabajo. El coste de no firmarse el TTIP sería demasiado alto y no se limitaría a la esfera económica, sino que a nivel político perderíamos la oportunidad de continuar siendo la primera potencia comercial del mundo y la capacidad de influencia en el establecimiento de la normativa internacional; debate aparte es el hecho de aprovechar o no nuestra calidad de potencia comercial.
Desde el Parlamento Europeo animaremos el avance de estas negociaciones siendo conscientes de lo que se juega la Unión en ellas a todos los niveles, trataremos de garantizar el máximo nivel de transparencia posible y la representación de los intereses de toda la sociedad europea.