En septiembre empezamos nuevos hábitos y nos planteamos nuevos propósitos, no solo con nosotros mismos, sino también con los hijos y con las personas a las que educamos. Queremos que aprendan a ser más responsables, estudien sin distracciones, tengan mayor autonomía, dejen de pelearse con los hermanos, fomenten sus relaciones con los amigos, practiquen deporte, jueguen menos con la videoconsola, que dediquen ese tiempo a la lectura, coman más verdura y fruta, dejen de protestar por todo.... ¡Ah, y que hagan todo a la primera! Dios mío, ni la persona más perfecta sería capaz de alcanzarlo todo. La lista puede ser interminable, pero solo con constancia, perseverancia y mucha paciencia por nuestra parte podremos ayudarles a alcanzar nuestros objetivos para ellos.
Si eres padre, madre, maestro, entrenador o cualquier otra persona encargada de educar en valores y formar, puedes seguir estos seis consejos. La letra con sangre no entra, y la falta de argumentos nos deja sin credibilidad. Para educar incluye en tu receta altas dosis de humor, disfruta con lo que enseñas, ten mucha paciencia, un ritmo lento y pausado (porque los niños se ponen nerviosos y se desesperan con nuestras prisas y nuestro tono de "me estoy cansando") y trivializa lo que de verdad se pueda. No quieras cambiar todo lo que te molesta de golpe o te cargarás su autoestima. Empieza por lo que sea más importante o lo que más torpedee el desarrollo cotidiano, ¡y manos a la obra!
Tus hijos necesitan saber el significado del esfuerzo. La cultura actual en la que todo es asequible y todo se compra no ayuda a educar en la idea de "si quieres algo, haz por merecerlo". Acostúmbrales a conseguir metas basadas en la dedicación, atención y concentración. Para educar en el esfuerzo y la responsabilidad a las personas de las que eres responsable tienes que:
1. Asignar a cada uno las tareas y responsabilidades en función de su edad y capacidades. Es difícil que uno niño se motive con algo que le cuesta mucho. Abandonará a la primera, porque se sentirá frustrado. Las metas para los niños tienen que ser como las de los mayores: motivantes, ambiciosas, pero asequibles. Cada edad y la propia madurez del niño te van marcando lo que les puedes exigir. A los niños de dos años puedes ayudarles a recoger sus juguetes. También puedes guiarles para que lleven la ropa al cesto de la ropa sucia o coloquen el chupete en su sitio si todavía lo usan. Y tienes la opción de enseñarles el valor del NO si no han cumplido con lo que les has pedido.
Todos en casa, en función de su edad, tienen que participar. Hace falta la colaboración de todos los miembros del equipo para que haya sinergia en el grupo. Una familia en la que son los padres los que tiran de todo, sobreprotegen y hacen todas las tareas domésticas porque sus hijos protestan al levantarse de la tele, es un hogar sin equilibro. El equilibrio está cuando todos comparten deberes y derechos.
2. Ponle fecha y hora a cada actividad. No se hace la cama a las siete de la tarde, se hace cuando encaja con la organización de la casa. Tus hijos no tienen los mismos valores y límites que tú. Por ello tienes que educarles. Elige tus innegociables y no sientes precedentes. De esta forma evitarás discusiones que se enquistan si un día permites unas cosas y otras no. Hay fechas y horarios que se pueden negociar, pero otros no, sobre todo los que afectan al funcionamiento de la familia y los espacios comunes.
3. No des más explicaciones de las necesarias o les acostumbrarás a negociar y razonarlo todo. Dependiendo de la edad podrás negociar según qué cosas. Los niños muchas veces retrasan lo que deben hacer intentando perder el tiempo. Y una manera de perderlo es hacerte preguntas y cuestionarte. Otras veces, tus argumentos se entienden, pero no se comparten e intentan argumentar contigo para llevarte a su terreno, hacerte perder la paciencia y ver si existe algún resquicio de hacer lo que desean. La vagancia les lleva a buscar explicaciones que justifiquen no ponerse a lo que les toca. Da tus argumentos. Si tienen la edad adecuada para entenderlos, negocia lo que sea negociable y una vez te hayas expresado, diles que hay obligaciones y hábitos que tienen que tener porque forma parte de la educación que les estáis dando. No metas en el bucle de darles un argumento para todo, sobre todo si ya lo has intentado una vez y no te lo admiten.
4. Recompensa verbalmente y elogia los esfuerzos, pero no compres regalos con los pequeños cambios del día a día. Incúlcales que el premio es haber aprendido y sentirse satisfechos con el trabajo. Estudiar, colaborar en casa o no discutir forman parte de las conductas saludables de los hijos y los alumnos. El deber no se premia con regalos, salvo excepciones. Si lo haces, se acostumbrarán a que todo tenga un precio. Es mejor comprar un regalo de forma inesperada, sin que esté planificado, a pesar de que luego le digas que te sientes muy orgulloso por todo lo que está avanzando. También puedes premiar con actividades, como hacer cosas con ellos: juegos de mesa, salir al parque, llevarlos a cenar, al cine. Actividades placenteras y de ocio que son la consecuencia de tener tiempo, porque se ha cumplido con las tareas y las obligaciones. No se va al parque ni se sale a jugar si se pierde el tiempo y no se terminan los deberes.
5. Sé un ejemplo para ellos. Nada educa más que el modelo de conducta. Haz lo que yo digo pero no lo que yo haga es el fracaso de cualquier valor que transmitas y cualquier esfuerzo que les pidas. Si quieres que tus hijos se impliquen con la casa, trata de que haya un reparto equitativo, tanto para el padre como para la madre. Si queréis que el niño se dedique más a jugar con juegos de mesa, leer y hacer deporte, en lugar de estar chateando en el teléfono, dejad vosotros también de hacerlo. Y así, con todo.
6. No les sobreprotejas. Si se cae, que se levante; si no le sale, que lo vuelva a intentar; si se frustra, que llore y avance. Sí, el dolor, la frustración y la pena son emociones con las que tienen que aprender a convivir. Se sentirán muy orgullosos de sus logros y trabajos si les dejas que se equivoquen y lo vuelvan a intentar. Ahora, si tratas de hacer los deberes por ellos, ayudarles en todo para que acaben rápido, no aprenderán que las cosas no se consiguen a la primera y que requieren de tiempo y dedicación para alcanzarlas. Piensa que en su futuro trabajo no tendrán a nadie detrás haciéndoles los resúmenes o los trabajos del colegio.
Si eres padre, madre, maestro, entrenador o cualquier otra persona encargada de educar en valores y formar, puedes seguir estos seis consejos. La letra con sangre no entra, y la falta de argumentos nos deja sin credibilidad. Para educar incluye en tu receta altas dosis de humor, disfruta con lo que enseñas, ten mucha paciencia, un ritmo lento y pausado (porque los niños se ponen nerviosos y se desesperan con nuestras prisas y nuestro tono de "me estoy cansando") y trivializa lo que de verdad se pueda. No quieras cambiar todo lo que te molesta de golpe o te cargarás su autoestima. Empieza por lo que sea más importante o lo que más torpedee el desarrollo cotidiano, ¡y manos a la obra!
Tus hijos necesitan saber el significado del esfuerzo. La cultura actual en la que todo es asequible y todo se compra no ayuda a educar en la idea de "si quieres algo, haz por merecerlo". Acostúmbrales a conseguir metas basadas en la dedicación, atención y concentración. Para educar en el esfuerzo y la responsabilidad a las personas de las que eres responsable tienes que:
1. Asignar a cada uno las tareas y responsabilidades en función de su edad y capacidades. Es difícil que uno niño se motive con algo que le cuesta mucho. Abandonará a la primera, porque se sentirá frustrado. Las metas para los niños tienen que ser como las de los mayores: motivantes, ambiciosas, pero asequibles. Cada edad y la propia madurez del niño te van marcando lo que les puedes exigir. A los niños de dos años puedes ayudarles a recoger sus juguetes. También puedes guiarles para que lleven la ropa al cesto de la ropa sucia o coloquen el chupete en su sitio si todavía lo usan. Y tienes la opción de enseñarles el valor del NO si no han cumplido con lo que les has pedido.
Todos en casa, en función de su edad, tienen que participar. Hace falta la colaboración de todos los miembros del equipo para que haya sinergia en el grupo. Una familia en la que son los padres los que tiran de todo, sobreprotegen y hacen todas las tareas domésticas porque sus hijos protestan al levantarse de la tele, es un hogar sin equilibro. El equilibrio está cuando todos comparten deberes y derechos.
2. Ponle fecha y hora a cada actividad. No se hace la cama a las siete de la tarde, se hace cuando encaja con la organización de la casa. Tus hijos no tienen los mismos valores y límites que tú. Por ello tienes que educarles. Elige tus innegociables y no sientes precedentes. De esta forma evitarás discusiones que se enquistan si un día permites unas cosas y otras no. Hay fechas y horarios que se pueden negociar, pero otros no, sobre todo los que afectan al funcionamiento de la familia y los espacios comunes.
3. No des más explicaciones de las necesarias o les acostumbrarás a negociar y razonarlo todo. Dependiendo de la edad podrás negociar según qué cosas. Los niños muchas veces retrasan lo que deben hacer intentando perder el tiempo. Y una manera de perderlo es hacerte preguntas y cuestionarte. Otras veces, tus argumentos se entienden, pero no se comparten e intentan argumentar contigo para llevarte a su terreno, hacerte perder la paciencia y ver si existe algún resquicio de hacer lo que desean. La vagancia les lleva a buscar explicaciones que justifiquen no ponerse a lo que les toca. Da tus argumentos. Si tienen la edad adecuada para entenderlos, negocia lo que sea negociable y una vez te hayas expresado, diles que hay obligaciones y hábitos que tienen que tener porque forma parte de la educación que les estáis dando. No metas en el bucle de darles un argumento para todo, sobre todo si ya lo has intentado una vez y no te lo admiten.
4. Recompensa verbalmente y elogia los esfuerzos, pero no compres regalos con los pequeños cambios del día a día. Incúlcales que el premio es haber aprendido y sentirse satisfechos con el trabajo. Estudiar, colaborar en casa o no discutir forman parte de las conductas saludables de los hijos y los alumnos. El deber no se premia con regalos, salvo excepciones. Si lo haces, se acostumbrarán a que todo tenga un precio. Es mejor comprar un regalo de forma inesperada, sin que esté planificado, a pesar de que luego le digas que te sientes muy orgulloso por todo lo que está avanzando. También puedes premiar con actividades, como hacer cosas con ellos: juegos de mesa, salir al parque, llevarlos a cenar, al cine. Actividades placenteras y de ocio que son la consecuencia de tener tiempo, porque se ha cumplido con las tareas y las obligaciones. No se va al parque ni se sale a jugar si se pierde el tiempo y no se terminan los deberes.
5. Sé un ejemplo para ellos. Nada educa más que el modelo de conducta. Haz lo que yo digo pero no lo que yo haga es el fracaso de cualquier valor que transmitas y cualquier esfuerzo que les pidas. Si quieres que tus hijos se impliquen con la casa, trata de que haya un reparto equitativo, tanto para el padre como para la madre. Si queréis que el niño se dedique más a jugar con juegos de mesa, leer y hacer deporte, en lugar de estar chateando en el teléfono, dejad vosotros también de hacerlo. Y así, con todo.
6. No les sobreprotejas. Si se cae, que se levante; si no le sale, que lo vuelva a intentar; si se frustra, que llore y avance. Sí, el dolor, la frustración y la pena son emociones con las que tienen que aprender a convivir. Se sentirán muy orgullosos de sus logros y trabajos si les dejas que se equivoquen y lo vuelvan a intentar. Ahora, si tratas de hacer los deberes por ellos, ayudarles en todo para que acaben rápido, no aprenderán que las cosas no se consiguen a la primera y que requieren de tiempo y dedicación para alcanzarlas. Piensa que en su futuro trabajo no tendrán a nadie detrás haciéndoles los resúmenes o los trabajos del colegio.
"Solo triunfa en el mundo quien se levanta y busca a las circunstancias, creándolas si no las encuentra". George Bernard Shaw.