Gordon Brown -escocés y laborista, ex premier del Reino Unido y actualmente Enviado especial de Naciones Unidas para la Educación Global- ha hecho posible la victoria del No en el referéndum de Escocia. Lo ha logrado mediante un discurso de media hora el día anterior al voto. Discurso apasionante, sumamente emotivo, sin nota alguna, que electrizó a la audiencia y probablemente a la mayoría de los 200.000 escoceses que lo vieron en YouTube en las tres horas siguientes. Discurso que, sin duda, le hará pasar a la historia.
Brown, hombre de Estado, consumado orador y mitinero brillante, sin la menor concesión al populismo, no sólo convenció a votantes indecisos y logró que un significativo sector de laboristas escoceses diera marcha atrás en su intención de votar a favor de la independencia, sino que impresionó a la opinión pública británica, y no sólo a la laborista, según coincide la mayoría de los medios de comunicación y analistas del Reino Unido. Lord Mandelson, ex comisario europeo laborista, que tuvo un duro enfrentamiento político con Brown en los años 90, declaró hace un par de días que "Gordon ha sacado las castañas del fuego a David Cameron y también al Partido Laborista".
La actuación de Brown no sólo fue decisiva el día anterior a la votación, sino también con anterioridad. Convertido en la fuerza motriz de la campaña del No, convenció hace tres semanas a Downing Street (cuando cundía el pánico porque los sondeos daban la mayoría al Sí) de la necesidad de cambiar de táctica, lo que hizo que el primer ministro Cameron ofreciera la "devolution" a cambio del No.
Cómodamente asentados en la mayoría durante los dos últimos años, los partidarios de la Unión y el propio Cameron (en español, Mariano Rajoy) no prestaron atención al hecho de que el premier escocés, Salmond, discretamente se apropiara primero de la bandera de Saint Andrews (léase la estrelada) y después, sin contemplación alguna, de la noción de que votar Sí era un deber patriótico (¿les suena?).
A estas alturas del post se habrán percatado ustedes de que tengo cierta tendencia a comparar, si bien imperfectamente, los casos de Escocia y Cataluña. En efecto, guste o no, es mi intención. Atentos a estos párrafos del inolvidable discurso de Gordon Brown:
"El voto de mañana no es acerca de si Escocia es una nación. Somos, para siempre, una nación. Lo hemos sido ayer, hoy y mañana. No es a propósito del Parlamento escocés. Lo tenemos y sus competencias aumentan. El voto -y esta es la cuestión- es sobre si deseamos romper todo lazo con el Reino Unido. Y a eso yo digo que no quiero poner fin al sistema de pensiones del Reino Unido, al pasaporte del Reino Unido, a la moneda del Reino Unido, al estado del bienestar del Reino Unido, al servicio de salud financiado por el Reino Unido, al salario mínimo del Reino Unido".
"Recordemos a la gente lo que hemos hecho juntos. Digamósles que luchamos y ganamos juntos contra el fascismo". (Versión española: aunque perdieran, catalanes y castellanos leales a la República y a la democracia, libraron asimismo juntos una guerra contra el fascismo).
"Debemos decir a los indecisos que Escocia no pertenece al Partido Nacionalista, que no pertenece a la campaña del Sí, que no pertenece ni al señor Salmond ni al señor Brown". (Versión española: señores Más, Junqueras, Iceta). "Escocia nos pertenece a todos. Y debemos decir a los nacionalistas que no es su bandera, su cultura, su país, sino las de todos nosotros. Digámosles que nuestra visión patriótica es más grande que el nacionalismo. No queremos una Escocia que abandone el Reino Unido, sino que lidere el Reino Unido".
Finalmente, un párrafo que un laborista internacionalista no podía dejar de incluir:
"La verdadera independencia que nosotros queremos no es la separación de nuestros vecinos, sino la independencia y separación de la desigualdad y la pobreza. Y la verdadera libertad y liberación a que aspiramos no es la de un país, sino la de todos los países en cualquier parte del mundo, libres de la injusticia".
En fin, como sostenía Pau Casals: "El amor por el propio país es algo espléndido, pero ¿por qué el amor ha de detenerse en la frontera?"
Admito con naturalidad suma que los casos catalán y escocés no son intercambiables. No obstante, con las breves licencias entre paréntesis alusivas a la realidad española que he incorporado al lado de alguna de las reflexiones del gran político británico, he pretendido llamar la atención sobre el grave peligro para la convivencia que supone que durante dos años el Gobierno Rajoy haya contemplado con absurda complacencia el rápido avance en Cataluña de la utilización partidista de la legítima bandera catalana y del concepto de que votar Sí en un hipotético referéndum sería un deber patriótico catalán.
A diferencia del Reino Unido, donde el Estado y la oposición política al Gobierno conservador han demostrado su fortaleza y su sentido político, España anda huérfana de ello. Como editorializa El País, "los grandes problemas políticos nunca se resuelven únicamente con la -por otra parte- indispensable apelación a la legalidad. Por eso es exigible que... el Gobierno tome de una vez la iniciativa positiva y plantee alguna alternativa política para encauzar no ya los máximalismos de los secesionistas irreductibles, sino el justificado malestar de muchos catalanes atrapados entre la fuga hacia adelante de uno y la parsimonia de otro".
Coda sin intención de provocar: Necesitaríamos a un político que actuara en Cataluña a la manera de Gordon Brown en Escocia. ¿Podría jugar ese papel José Borrell, catalán y socialista? En cualquier caso, muchas gracias, señor Brown.