La ciencia del cambio climático es lo suficientemente robusta como para afirmar rotundamente que el planeta seguro y estable en el que la humanidad ha prosperado durante miles de años puede estar acercándose al final de un capítulo muy benigno en su historia. Un capítulo que llevó a una sola especie a alterar las tendencias biofísicas globales hasta el punto de inaugurar el Antropoceno -la era geológica del hombre-.
Las soluciones que conocemos hasta el momento no han alcanzado la escala necesaria para frenar los trastornos climáticos: las concentraciones de gases de efecto invernadero atmosféricos siguen aumentando a un ritmo rápido, que nos acerca a peligrosos cambios climáticos causados por actividad humana.
En muchas regiones, los cambios en los patrones de lluvia y el derretimiento de las cumbres nevadas o las capas de hielo están afectando a la disponibilidad de agua. Innumerables especies terrestres, de agua dulce y marinas están cambiando su distribución geográfica, comportamiento reproductivo y los patrones de migración.
En vista de que el entorno natural está cada vez más dominado por las actividades humanas, muchas alternativas para un reacomodo biogeográfico ya no están disponibles, lo que empeora la ya grave crisis de extinción global.
Obviamente, los humanos también estamos experimentando las consecuencias del cambio en curso: desde los eventos más extremos como olas de calor, sequías, inundaciones, tormentas e incendios forestales, hasta otros menos dramáticos, como el menor rendimiento de los cultivos.
Aunque la respuesta global al cambio climático ha sido lenta hasta hace muy poco, al menos ahora la crisis es ampliamente reconocida.
En días recientes, cientos de miles de personas realizaron una marcha global en contra de este fenómeno. Muchos gobiernos ya han comenzado a abordar el cambio climático de una manera u otra. La pequeña isla-Estado de Palau ha prohibido la pesca comercial con el fin de mantener la capacidad de sus ecosistemas costeros para afrontar el cambio climático.
En México, los legisladores aprobaron una de las más fuertes leyes sobre el clima en 2012, mientras que Brasil ha reducido la tasa de deforestación en un 70% en la última década. Por su parte, la estrategia de crecimiento 2020 de la Unión Europea incluye un objetivo de reducción de emisiones del 20% por debajo de los niveles de 1990.
Aunque la mayoría de países industrializados pueden ser capaces de frenar el fenómeno por sí mismos, el mundo en desarrollo ha expresado con frecuencia la necesidad de apoyo financiero para implementar modelos de desarrollo con bajas emisiones de carbono, que eviten las fuentes adicionales de gases de efecto invernadero.
El Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), está comprometido con esta agenda. Según la revista The Economist, las inversiones del FMAM ya redujeron el equivalente a 2,3 millones de toneladas de dióxido de carbono - una cantidad similar a las emisiones causadas por las centrales eléctricas de Estados Unidos en 2010-.
Sin embargo, esto es claramente insuficiente. Todo lo avanzado a nivel local ahora debe ampliarse. Nosotros mismos hemos cambiado de estrategia. Ahora nos centraremos en los impulsores de la degradación climática, y ayudaremos a que los países en desarrollo se conviertan en parte de la solución global al cambio climático y otros problemas ambientales globales.
Para ampliar nuestro impacto, fortaleceremos nuestra colaboración con las entidades asociadas, como Fondos de Inversión Climática del Banco Mundial y el Fondo Verde para el Clima de reciente creación, siguiendo el liderazgo de Ban Ki-moon, para aumentar el volumen, la eficacia y el alcance de la financiación climática.
Esta semana, el secretario general de la ONU Ban Ki-moon, se reúne con más de 100 jefes de Estado y otros líderes mundiales en Nueva York para desarrollar un plan de acción climática concreto. Nuestro compromiso con esta convocatoria internacional incluye la promoción de la energía renovable, la eficiencia energética, la tierra y la gestión sostenible de los bosques, la salud de los océanos y ciudades sostenibles. También buscamos reducir la deforestación de las cadenas de suministro de materia prima global.
Hace veintidós años asistí a una reunión histórica en Río de Janeiro - la Cumbre de la Tierra - que sería testigo de la aparición de una ética radicalmente nueva para el planeta, y pondría en marcha acciones que cambiaron para siempre la manera en que pensamos acerca de nuestra responsabilidad con la Tierra, con nuestros conciudadanos y con las generaciones futuras.
Hoy todavía puedo sentir esa emoción. La Cumbre del Clima de Ban Ki-moon, se puede convertir en otro peldaño importante en el camino de los compromisos que nos acerquen a un futuro más sostenible.
Las soluciones que conocemos hasta el momento no han alcanzado la escala necesaria para frenar los trastornos climáticos: las concentraciones de gases de efecto invernadero atmosféricos siguen aumentando a un ritmo rápido, que nos acerca a peligrosos cambios climáticos causados por actividad humana.
En muchas regiones, los cambios en los patrones de lluvia y el derretimiento de las cumbres nevadas o las capas de hielo están afectando a la disponibilidad de agua. Innumerables especies terrestres, de agua dulce y marinas están cambiando su distribución geográfica, comportamiento reproductivo y los patrones de migración.
En vista de que el entorno natural está cada vez más dominado por las actividades humanas, muchas alternativas para un reacomodo biogeográfico ya no están disponibles, lo que empeora la ya grave crisis de extinción global.
Obviamente, los humanos también estamos experimentando las consecuencias del cambio en curso: desde los eventos más extremos como olas de calor, sequías, inundaciones, tormentas e incendios forestales, hasta otros menos dramáticos, como el menor rendimiento de los cultivos.
Aunque la respuesta global al cambio climático ha sido lenta hasta hace muy poco, al menos ahora la crisis es ampliamente reconocida.
En días recientes, cientos de miles de personas realizaron una marcha global en contra de este fenómeno. Muchos gobiernos ya han comenzado a abordar el cambio climático de una manera u otra. La pequeña isla-Estado de Palau ha prohibido la pesca comercial con el fin de mantener la capacidad de sus ecosistemas costeros para afrontar el cambio climático.
En México, los legisladores aprobaron una de las más fuertes leyes sobre el clima en 2012, mientras que Brasil ha reducido la tasa de deforestación en un 70% en la última década. Por su parte, la estrategia de crecimiento 2020 de la Unión Europea incluye un objetivo de reducción de emisiones del 20% por debajo de los niveles de 1990.
Aunque la mayoría de países industrializados pueden ser capaces de frenar el fenómeno por sí mismos, el mundo en desarrollo ha expresado con frecuencia la necesidad de apoyo financiero para implementar modelos de desarrollo con bajas emisiones de carbono, que eviten las fuentes adicionales de gases de efecto invernadero.
El Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), está comprometido con esta agenda. Según la revista The Economist, las inversiones del FMAM ya redujeron el equivalente a 2,3 millones de toneladas de dióxido de carbono - una cantidad similar a las emisiones causadas por las centrales eléctricas de Estados Unidos en 2010-.
Sin embargo, esto es claramente insuficiente. Todo lo avanzado a nivel local ahora debe ampliarse. Nosotros mismos hemos cambiado de estrategia. Ahora nos centraremos en los impulsores de la degradación climática, y ayudaremos a que los países en desarrollo se conviertan en parte de la solución global al cambio climático y otros problemas ambientales globales.
Para ampliar nuestro impacto, fortaleceremos nuestra colaboración con las entidades asociadas, como Fondos de Inversión Climática del Banco Mundial y el Fondo Verde para el Clima de reciente creación, siguiendo el liderazgo de Ban Ki-moon, para aumentar el volumen, la eficacia y el alcance de la financiación climática.
Esta semana, el secretario general de la ONU Ban Ki-moon, se reúne con más de 100 jefes de Estado y otros líderes mundiales en Nueva York para desarrollar un plan de acción climática concreto. Nuestro compromiso con esta convocatoria internacional incluye la promoción de la energía renovable, la eficiencia energética, la tierra y la gestión sostenible de los bosques, la salud de los océanos y ciudades sostenibles. También buscamos reducir la deforestación de las cadenas de suministro de materia prima global.
Hace veintidós años asistí a una reunión histórica en Río de Janeiro - la Cumbre de la Tierra - que sería testigo de la aparición de una ética radicalmente nueva para el planeta, y pondría en marcha acciones que cambiaron para siempre la manera en que pensamos acerca de nuestra responsabilidad con la Tierra, con nuestros conciudadanos y con las generaciones futuras.
Hoy todavía puedo sentir esa emoción. La Cumbre del Clima de Ban Ki-moon, se puede convertir en otro peldaño importante en el camino de los compromisos que nos acerquen a un futuro más sostenible.