Es difícil no encontrarse virtualmente con Pablo Iglesias. Se mueve como un pez en la España que hace aguas. Está en todas partes: radios, teles, Facebook, Twitter. Y si no está, se habla de él y los suyos. No logro esquivar a Podemos, salvo en mis sueños, donde otras obsesiones nuevas y viejas no les han dejado penetrar. Resistiré, espero.
Admito que sus soluciones son siempre atractivas: indoloras, baratas y con resultados milagrosos garantizados en un plazo adecuado. Me recuerda a los médicos o curanderos a los que uno recurre cuando ya lo ha perdido casi todo, incluida la esperanza. Quizás en España haya demasiados que lo han perdido todo o casi todo y estén dispuestos a dejarse llevar, entregados inermes al sueño de la tierra prometida por el Dr. Iglesias.
Su última receta milagrosa me sorprendió hace unos días en la cama, postrado como los pacientes vulnerables, cuando el Dr. Iglesias fue entrevistado por Pepa Bueno, en el programa Hoy por hoy de la Cadena Ser. Preguntado por la gran coalición internacional que se ha creado para acabar con el Califato Islámico, el Dr. Iglesias respondió, como siempre, de manera rotunda: "Pensar que con bombas y con soluciones de fuerza se puede solucionar un problema que trajo Estados Unidos es tener una enorme miopía... no hay soluciones militares a los problemas políticos".
De repente Pablo Iglesias ha descubierto que los ejércitos son prescindibles, cualquiera sea la amenaza que nos aceche. La idea tiene interés porque a nadie le gustan las guerras. Pero rasquemos un poco más. ¿Quiénes son los miopes de los que habla Pablo Iglesias y qué tipo de enfermedad se proponen combatir?
El grupo de miopes lo componen nada más y nada menos que 40 países con sus correspondientes 40 líderes (conservadores y progresistas, pero en todo caso algo cegatos). Por cierto, muchos de ellos apoyados por los partidos de la oposición. Países occidentales, como EEUU, Canadá, Francia, Reino Unido, Alemania, Italia o España, pasando por algunos más lejanos como Corea del Sur, Japón o Australia y también países del mundo árabe como Jordania, Arabia Saudí o Qatar, vecinos de Irak y Siria, donde el temido Califato Islámico ensancha sus fronteras
Un par de datos sobre lo que representa esta amenaza para la gente como tú y como yo: este grupo terrorista ha logrado controlar partes importantes del territorio del Irak y Siria, donde ensaya la más extrema versión del islamismo, por cierto bien alejada de los valores del Islam. El territorio que controlan es mayor que el de muchos países. A su lado, los de Al-Qaeda parecen más bien una suerte de Bambis del terrorismo.
Unas 180.000 familias (más de un millón de personas) han sido desplazadas de sus casas en Iraq, huyendo de este grupo. Naciones Unidas estima que el Califato Islámico ha convertido a 1.500 mujeres, adolescentes y niños a la esclavitud sexual. El grupo terrorista ha aniquilado a miles de sirios e iraquíes. Son conocidos sus vídeos en los que muestran la decapitación de sus víctimas, periodistas o miembros de ONGs cuyo crimen ha sido el de marchar lejos para ayudar a los más débiles o arriesgar su vida para que conozcamos la verdad.
La organización ha producido una suerte de "efecto llamada", con miles de fieles de todo el planeta dejando sus vidas atrás y sumándose a la lucha en Iraq y Siria. No conviene perder de vista que hay miles de europeos (unos 1.000 británicos, 400 belgas, 400 alemanes, 90 españoles ...) que han marchado a combatir y van a volver, dispuestos a sembrar el terror por nuestras ciudades.
Merece la pena detenerse en el último mensaje que el líder de este grupo terrorista ha difundido. Dice así, en un llamamiento a los musulmanes del mundo: "Si podéis matar a un no creyente americano o europeo -en particular a los malvados y sucios franceses o a un australiano o a un canadiense o a cualquier ciudadano de países que formen parte de la coalición contra el Estado Islámico, contáis con Alá y lo podéis hacer de cualquier manera". No veo yo, a primera vista, me temo, margen para negociar con este señor, salvo los detalles de nuestra ejecución.
Como los españoles tenemos la mala fortuna de haber sufrido un terrible ataque terrorista el 11 de marzo de 2004, sabemos lo que representan este tipo de amenazas. Conviene tomarlas en serio puesto que no son ciencia ficción.
En esta época de mucho tuit y de meter todo en el mismo saco, el doctor Iglesias dirá que igual que entonamos el "No a la guerra" de 2003, debemos hacer lo mismo ahora. A mí no me convence, sin embargo, la idea de simplificar las cuestiones algo complejas para poder entenderlas en un minuto, masticarlas y protestar enérgicamente contra todas ellas. O blanco o negro. Yo prefiero los colores algo más matizados.
La primera guerra de Iraq en 1991 fue legal y legítima (Sadam Hussein había invadido Kuwait y éste pidió auxilio internacional para repeler a los iraquíes de su territorio, con aval de Naciones Unidas y una gran coalición internacional). La segunda guerra de Iraq de 2003 poco se pareció a la primera: sin el aval del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y sin legitimidad - las pruebas sobre las armas de destrucción masiva resultaron falsas o dudosas cuanto menos - George Bush Jr se propuso derrocar a Sadam Hussein sin estrategia para el día después. Yo entoné el "No a la guerra2, y eso que no era consciente de que una de las consecuencias de aquella operación sería el caos que ha hecho posible la expansión del Califato Islámico.
En efecto, es posible que si EEUU no hubiese patrocinado la fallida guerra de Iraq de 2003 no tendríamos frente a nosotros a este demonio islamista. ¿Es esto una razón suficiente, como esgrime el Dr. Iglesias, para que nos opongamos a combatir a este grupo e incluso propulsemos un surrealista, demagogo e ingenuo diálogo con quien no atiende a razones? En absoluto.
Podemos perder el tiempo cuestionando a EEUU y a un presidente que ni siquiera está ahora en la Casa Blanca, pero eso no garantizaría nuestra seguridad. Y no conviene perder de vista que la primera obligación del Estado moderno desde su fundación es proteger a sus ciudadanos, que no en vano le han entregado algo tan valioso como parte de su libertad. Evidentemente, nuestra protección debe hacerse mediante las reglas del juego, la ley internacional.
Una cosa es ser habilidoso para señalar los problemas que tenemos y otra tener la solución adecuada para los mismos. Podemos es bueno tomando fotos de los problemas que tenemos en España, pero me parece que sus recetas no resisten un análisis sosegado. Me temo que algunas soluciones no caben en un tuit. Y temo también que las recetas milagrosas del doctor Iglesias son de curandero de los de siempre. Las cosas no funcionan con palabras que a uno, incluso, le puede gustar oír.
Admito que sus soluciones son siempre atractivas: indoloras, baratas y con resultados milagrosos garantizados en un plazo adecuado. Me recuerda a los médicos o curanderos a los que uno recurre cuando ya lo ha perdido casi todo, incluida la esperanza. Quizás en España haya demasiados que lo han perdido todo o casi todo y estén dispuestos a dejarse llevar, entregados inermes al sueño de la tierra prometida por el Dr. Iglesias.
Su última receta milagrosa me sorprendió hace unos días en la cama, postrado como los pacientes vulnerables, cuando el Dr. Iglesias fue entrevistado por Pepa Bueno, en el programa Hoy por hoy de la Cadena Ser. Preguntado por la gran coalición internacional que se ha creado para acabar con el Califato Islámico, el Dr. Iglesias respondió, como siempre, de manera rotunda: "Pensar que con bombas y con soluciones de fuerza se puede solucionar un problema que trajo Estados Unidos es tener una enorme miopía... no hay soluciones militares a los problemas políticos".
De repente Pablo Iglesias ha descubierto que los ejércitos son prescindibles, cualquiera sea la amenaza que nos aceche. La idea tiene interés porque a nadie le gustan las guerras. Pero rasquemos un poco más. ¿Quiénes son los miopes de los que habla Pablo Iglesias y qué tipo de enfermedad se proponen combatir?
El grupo de miopes lo componen nada más y nada menos que 40 países con sus correspondientes 40 líderes (conservadores y progresistas, pero en todo caso algo cegatos). Por cierto, muchos de ellos apoyados por los partidos de la oposición. Países occidentales, como EEUU, Canadá, Francia, Reino Unido, Alemania, Italia o España, pasando por algunos más lejanos como Corea del Sur, Japón o Australia y también países del mundo árabe como Jordania, Arabia Saudí o Qatar, vecinos de Irak y Siria, donde el temido Califato Islámico ensancha sus fronteras
Un par de datos sobre lo que representa esta amenaza para la gente como tú y como yo: este grupo terrorista ha logrado controlar partes importantes del territorio del Irak y Siria, donde ensaya la más extrema versión del islamismo, por cierto bien alejada de los valores del Islam. El territorio que controlan es mayor que el de muchos países. A su lado, los de Al-Qaeda parecen más bien una suerte de Bambis del terrorismo.
Unas 180.000 familias (más de un millón de personas) han sido desplazadas de sus casas en Iraq, huyendo de este grupo. Naciones Unidas estima que el Califato Islámico ha convertido a 1.500 mujeres, adolescentes y niños a la esclavitud sexual. El grupo terrorista ha aniquilado a miles de sirios e iraquíes. Son conocidos sus vídeos en los que muestran la decapitación de sus víctimas, periodistas o miembros de ONGs cuyo crimen ha sido el de marchar lejos para ayudar a los más débiles o arriesgar su vida para que conozcamos la verdad.
La organización ha producido una suerte de "efecto llamada", con miles de fieles de todo el planeta dejando sus vidas atrás y sumándose a la lucha en Iraq y Siria. No conviene perder de vista que hay miles de europeos (unos 1.000 británicos, 400 belgas, 400 alemanes, 90 españoles ...) que han marchado a combatir y van a volver, dispuestos a sembrar el terror por nuestras ciudades.
Merece la pena detenerse en el último mensaje que el líder de este grupo terrorista ha difundido. Dice así, en un llamamiento a los musulmanes del mundo: "Si podéis matar a un no creyente americano o europeo -en particular a los malvados y sucios franceses o a un australiano o a un canadiense o a cualquier ciudadano de países que formen parte de la coalición contra el Estado Islámico, contáis con Alá y lo podéis hacer de cualquier manera". No veo yo, a primera vista, me temo, margen para negociar con este señor, salvo los detalles de nuestra ejecución.
Como los españoles tenemos la mala fortuna de haber sufrido un terrible ataque terrorista el 11 de marzo de 2004, sabemos lo que representan este tipo de amenazas. Conviene tomarlas en serio puesto que no son ciencia ficción.
En esta época de mucho tuit y de meter todo en el mismo saco, el doctor Iglesias dirá que igual que entonamos el "No a la guerra" de 2003, debemos hacer lo mismo ahora. A mí no me convence, sin embargo, la idea de simplificar las cuestiones algo complejas para poder entenderlas en un minuto, masticarlas y protestar enérgicamente contra todas ellas. O blanco o negro. Yo prefiero los colores algo más matizados.
La primera guerra de Iraq en 1991 fue legal y legítima (Sadam Hussein había invadido Kuwait y éste pidió auxilio internacional para repeler a los iraquíes de su territorio, con aval de Naciones Unidas y una gran coalición internacional). La segunda guerra de Iraq de 2003 poco se pareció a la primera: sin el aval del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y sin legitimidad - las pruebas sobre las armas de destrucción masiva resultaron falsas o dudosas cuanto menos - George Bush Jr se propuso derrocar a Sadam Hussein sin estrategia para el día después. Yo entoné el "No a la guerra2, y eso que no era consciente de que una de las consecuencias de aquella operación sería el caos que ha hecho posible la expansión del Califato Islámico.
En efecto, es posible que si EEUU no hubiese patrocinado la fallida guerra de Iraq de 2003 no tendríamos frente a nosotros a este demonio islamista. ¿Es esto una razón suficiente, como esgrime el Dr. Iglesias, para que nos opongamos a combatir a este grupo e incluso propulsemos un surrealista, demagogo e ingenuo diálogo con quien no atiende a razones? En absoluto.
Podemos perder el tiempo cuestionando a EEUU y a un presidente que ni siquiera está ahora en la Casa Blanca, pero eso no garantizaría nuestra seguridad. Y no conviene perder de vista que la primera obligación del Estado moderno desde su fundación es proteger a sus ciudadanos, que no en vano le han entregado algo tan valioso como parte de su libertad. Evidentemente, nuestra protección debe hacerse mediante las reglas del juego, la ley internacional.
Una cosa es ser habilidoso para señalar los problemas que tenemos y otra tener la solución adecuada para los mismos. Podemos es bueno tomando fotos de los problemas que tenemos en España, pero me parece que sus recetas no resisten un análisis sosegado. Me temo que algunas soluciones no caben en un tuit. Y temo también que las recetas milagrosas del doctor Iglesias son de curandero de los de siempre. Las cosas no funcionan con palabras que a uno, incluso, le puede gustar oír.