Finalmente Carlos Moyà no aceptó la propuesta de renovación para seguir al frente de la capitanía de Copa Davis y su cargo parece que podría ocuparlo Gala León, ex tenista retirada que se convertiría en la primera mujer en liderar el equipo nacional. Nada del otro mundo si Toni Nadal no hubiera mostrado su escepticismo argumentando, entre otras cosas, que "la convivencia en el vestuario es muy frecuente y su presencia sería extraña". Desconozco cuántas veces una mujer habrá pisado el vestuario de Rafa Nadal u otros tenistas españoles, pero confío que las virtudes de León sean algo más contundentes que semejante punto de vista.
El charco donde se metió solito el tío del mejor tenista español de la historia empieza a ser preocupante por la frecuencia con que se banaliza el papel de la mujer en el mundo del deporte. Más de allá de la exposición respetuosa del propio entrenador, el problema radica en la inconsciencia con las que desgrana un tema tan sensible. Las capacidades de Gala León deberán ser juzgadas después de ejercer su cargo y no antes, tal como hubiera ocurrido si Juan Carlos Ferrero, a quien cita Toni Nadal, hubiera sido el elegido.
El deporte intenta limpiar su imagen machista y exclusiva a nivel teórico, si bien es cierto que el tradicionalismo inherente del propio deporte dificulta cualquier avance práctico. El mismo torneo de Wimbledon no igualó sus premios hasta 2007 y obliga a las recogepelotas a ir en falda, entre otros ejemplos.
Precisamente la vestimenta es uno de los puntos más polémicos en muchos deportes femeninos. La Federación Mundial de Bádminton quiso obligar el uso de la falda y las jugadoras de balonmano playa montaron en cólera por la norma del bikini. Todo para dar una "atractiva presentación" del deporte, según Kang Young-Joong y Francisco Blázquez, presidentes federativos respectivos.
La magnitud del problema aumenta en el momento en que los propios organismos oficiales no cuidan el trato igualitario del deporte femenino y usan sus figuras para atraer al público masculino. No son solo ellos. La prensa deportiva también contribuye: los portales digitales de mayor tirada enseñan tetas y culos en secciones especializadas de la propia web. Y no es por una cuestión de inmoralidad añeja, sino por la degradación fácil de la propia mujer, convertida en mujer-objeto. Y no esperen que los mayoritarios lectores masculinos se quejen, como es lógico.
Sí debería quejarse el colectivo femenino de aquellas chicas que aprovechan su escultural cuerpo para vender su imagen y equipararla a la de un útil parasol en el paddock de Moto GP o para correr por delante del riego de champán de los Fernando Alonso y compañía. Todo muy deportivo.
La igualdad será una quimera mientras la hipocresía reine en un mundo con demasiados sillones pegados a culos sudados de hombres. Si no, no se explica que los mismos que contratan a las cheer leaders despidan al trabajador que dijo en voz alta lo que muchos de ellos pensaban.
El charco donde se metió solito el tío del mejor tenista español de la historia empieza a ser preocupante por la frecuencia con que se banaliza el papel de la mujer en el mundo del deporte. Más de allá de la exposición respetuosa del propio entrenador, el problema radica en la inconsciencia con las que desgrana un tema tan sensible. Las capacidades de Gala León deberán ser juzgadas después de ejercer su cargo y no antes, tal como hubiera ocurrido si Juan Carlos Ferrero, a quien cita Toni Nadal, hubiera sido el elegido.
El deporte intenta limpiar su imagen machista y exclusiva a nivel teórico, si bien es cierto que el tradicionalismo inherente del propio deporte dificulta cualquier avance práctico. El mismo torneo de Wimbledon no igualó sus premios hasta 2007 y obliga a las recogepelotas a ir en falda, entre otros ejemplos.
Precisamente la vestimenta es uno de los puntos más polémicos en muchos deportes femeninos. La Federación Mundial de Bádminton quiso obligar el uso de la falda y las jugadoras de balonmano playa montaron en cólera por la norma del bikini. Todo para dar una "atractiva presentación" del deporte, según Kang Young-Joong y Francisco Blázquez, presidentes federativos respectivos.
La magnitud del problema aumenta en el momento en que los propios organismos oficiales no cuidan el trato igualitario del deporte femenino y usan sus figuras para atraer al público masculino. No son solo ellos. La prensa deportiva también contribuye: los portales digitales de mayor tirada enseñan tetas y culos en secciones especializadas de la propia web. Y no es por una cuestión de inmoralidad añeja, sino por la degradación fácil de la propia mujer, convertida en mujer-objeto. Y no esperen que los mayoritarios lectores masculinos se quejen, como es lógico.
Sí debería quejarse el colectivo femenino de aquellas chicas que aprovechan su escultural cuerpo para vender su imagen y equipararla a la de un útil parasol en el paddock de Moto GP o para correr por delante del riego de champán de los Fernando Alonso y compañía. Todo muy deportivo.
La igualdad será una quimera mientras la hipocresía reine en un mundo con demasiados sillones pegados a culos sudados de hombres. Si no, no se explica que los mismos que contratan a las cheer leaders despidan al trabajador que dijo en voz alta lo que muchos de ellos pensaban.