La dimisión del presidente de RTVE ha dejado en evidencia el modelo de comunicación de radiotelevisión pública que ha desarrollado el PP desde que llegó al Gobierno. Ya en 2011, desde FAES, el Sr. Elorriaga ponía en tela de juicio la necesidad de un servicio público de radiotelevisión, y su valoración era ratificada por la secretaria general del PP, la Sra. Cospedal. En este tiempo, el Gobierno se ha dedicado a devaluar RTVE y a utilizarla en beneficio propio. Más todavía cuando sus tentáculos sobre el poder mediático español son más que notables, como muy bien conoce la secretaria de Estado de Comunicación.
El PP ha llevado a RTVE al ostracismo. Tras perder el PP las elecciones andaluzas, rompieron el modelo de independencia y pluralidad bajo control del Parlamento -que estableció el PSOE, renunciando por primera vez en democracia al control del Gobierno-, y han intensificado en este tiempo el control de los informativos. En especial, los territoriales, y selectivamente, los nacionales. Desde ellos han hecho proselitismo de las políticas del PP y de sus líderes autonómicos. Pero también han deteriorado la programación.
Cuando el PP llegó al Gobierno se encontró con una radiotelevisión pública de calidad. Líder en audiencia. Saneada económicamente. Con credibilidad y gran aceptación social. Y lo que es más importante: con vocación de servicio público.
Ahora, RTVE ocupa el cuarto lugar en ranking de audiencia, con una cuota de pantalla de La1 inferior al nueve por ciento. Su calidad es pésima. La programación pone de manifiesto la ausencia de un proyecto consistente y en tela de juicio la profesionalidad de sus directivos. A su vez, la viabilidad económica no está garantizada, como consecuencia de la asfixia económica que el Ministerio de Hacienda ejerce sobre la Corporación, que es la que ha provocado el déficit actual. Esta es la herencia del PP en RTVE.
Los recortes en las aportaciones del Estado a RTVE han llegado al 45 por ciento, cuando en el resto de las administraciones públicas no han llegado al 25 por cierto. Ante la crisis, se ha pedido a sus profesionales un esfuerzo mucho mayor que en el resto, pero aun así, el Gobierno sigue dando una "vuelta de tuerca más". Quiere que salgan 1.500 trabajadores. Y para ello, cuestiona el modelo de financiación, culpándole de la falta de sostenibilidad financiera, cuando realmente es el que ha garantizado su viabilidad. Con una caída del mercado publicitario a la mitad, como se ha producido, el déficit de RTVE hubiese sido exorbitante. Los ingresos provenientes de la tasa radioeléctrica dan consistencia financiera al servicio público de radio televisión, sustituyen a los ingresos publicitarios y le dan viabilidad. Pero hay que creer en el servicio público de RTVE. Y no buscar otros vericuetos para devaluarlo.
Hoy no tiene encaje en ningún modelo europeo de comunicación audiovisual el modelo de televisión y radio de partido que nos ha impuesto el PP. Es el momento de regenerar democráticamente RTVE. El presidente tiene que volver a depender del Parlamento y no del Gobierno; el Consejo de Administración no puede ser monolítico, testimonial y con un perfil bajo; y la manipulación y el amiguismo político no pueden presidir los informativos.
RTVE necesita un proyecto de trabajo que le devuelva la credibilidad, la aceptación social y el liderazgo. Y eso pasa por una regeneración democrática que garantice su neutralidad, independencia, pluralidad y profesionalidad. Es una cuestión de respeto a los españoles, pero también a sus trabajadores. RTVE tiene que volver a ser lo que fue. Es el momento.
El PP ha llevado a RTVE al ostracismo. Tras perder el PP las elecciones andaluzas, rompieron el modelo de independencia y pluralidad bajo control del Parlamento -que estableció el PSOE, renunciando por primera vez en democracia al control del Gobierno-, y han intensificado en este tiempo el control de los informativos. En especial, los territoriales, y selectivamente, los nacionales. Desde ellos han hecho proselitismo de las políticas del PP y de sus líderes autonómicos. Pero también han deteriorado la programación.
Cuando el PP llegó al Gobierno se encontró con una radiotelevisión pública de calidad. Líder en audiencia. Saneada económicamente. Con credibilidad y gran aceptación social. Y lo que es más importante: con vocación de servicio público.
Ahora, RTVE ocupa el cuarto lugar en ranking de audiencia, con una cuota de pantalla de La1 inferior al nueve por ciento. Su calidad es pésima. La programación pone de manifiesto la ausencia de un proyecto consistente y en tela de juicio la profesionalidad de sus directivos. A su vez, la viabilidad económica no está garantizada, como consecuencia de la asfixia económica que el Ministerio de Hacienda ejerce sobre la Corporación, que es la que ha provocado el déficit actual. Esta es la herencia del PP en RTVE.
Los recortes en las aportaciones del Estado a RTVE han llegado al 45 por ciento, cuando en el resto de las administraciones públicas no han llegado al 25 por cierto. Ante la crisis, se ha pedido a sus profesionales un esfuerzo mucho mayor que en el resto, pero aun así, el Gobierno sigue dando una "vuelta de tuerca más". Quiere que salgan 1.500 trabajadores. Y para ello, cuestiona el modelo de financiación, culpándole de la falta de sostenibilidad financiera, cuando realmente es el que ha garantizado su viabilidad. Con una caída del mercado publicitario a la mitad, como se ha producido, el déficit de RTVE hubiese sido exorbitante. Los ingresos provenientes de la tasa radioeléctrica dan consistencia financiera al servicio público de radio televisión, sustituyen a los ingresos publicitarios y le dan viabilidad. Pero hay que creer en el servicio público de RTVE. Y no buscar otros vericuetos para devaluarlo.
Hoy no tiene encaje en ningún modelo europeo de comunicación audiovisual el modelo de televisión y radio de partido que nos ha impuesto el PP. Es el momento de regenerar democráticamente RTVE. El presidente tiene que volver a depender del Parlamento y no del Gobierno; el Consejo de Administración no puede ser monolítico, testimonial y con un perfil bajo; y la manipulación y el amiguismo político no pueden presidir los informativos.
RTVE necesita un proyecto de trabajo que le devuelva la credibilidad, la aceptación social y el liderazgo. Y eso pasa por una regeneración democrática que garantice su neutralidad, independencia, pluralidad y profesionalidad. Es una cuestión de respeto a los españoles, pero también a sus trabajadores. RTVE tiene que volver a ser lo que fue. Es el momento.