Hace unos días la Comisión Europea publicaba la serie de artículos titulados Digital Minds for a New Europe , donde se hablaba sobre la necesidad de que Europa no pierda el tren del emprendimiento digital, iniciativa en la que he colaborado.
Creo que pese a que Europa en general, y España en particular, se esmeran por sacar el máximo provecho posible de internet, existen áreas en las que es necesario mejorar el enfoque. Hay que optimizar la financiación de proyectos, facilitar los mecanismos de contratación de talento y dejar atrás marcos reguladores ya obsoletos apostando por un continente con un mercado digital único, que haga más hincapié en la formación sobre nuevas tecnologías en las esferas tanto académica como empresarial.
A veces me da la sensación de que se tiende a la autocontemplación: Europa se está apagando a sí misma a base de regodearse en sus propias contradicciones y problemas locales, perdiendo así su sentido de la perspectiva. Europa debería abrirse al exterior y utilizar la crisis como una oportunidad para cambiar el modo de hacer las cosas y crear valor, potenciar las fortalezas y aspirar a más.
La innovación es la fuerza motriz del crecimiento y el progreso, de modo que necesitamos renovar los procesos, productos, servicios e industrias más arraigados para lograr que todos avancemos hacia delante, incluidas las empresas ya establecidas que necesitan reaccionar a la creciente competencia. Y en este proceso, es clave integrar el hecho de que el desarrollo actual de internet está marcado por las comunicaciones móviles instantáneas.
Prácticamente todo lo referente al mundo de internet aún está por descubrirse; las comunicaciones móviles, tal y como las conocemos, deberán reinventarse a base de una digitalización cada vez mayor. El futuro reside en la combinación de la innovación con el impacto de la movilidad. El futuro de internet no ha hecho más que empezar, y Europa no puede permitirse quedarse atrás.
Creo que pese a que Europa en general, y España en particular, se esmeran por sacar el máximo provecho posible de internet, existen áreas en las que es necesario mejorar el enfoque. Hay que optimizar la financiación de proyectos, facilitar los mecanismos de contratación de talento y dejar atrás marcos reguladores ya obsoletos apostando por un continente con un mercado digital único, que haga más hincapié en la formación sobre nuevas tecnologías en las esferas tanto académica como empresarial.
A veces me da la sensación de que se tiende a la autocontemplación: Europa se está apagando a sí misma a base de regodearse en sus propias contradicciones y problemas locales, perdiendo así su sentido de la perspectiva. Europa debería abrirse al exterior y utilizar la crisis como una oportunidad para cambiar el modo de hacer las cosas y crear valor, potenciar las fortalezas y aspirar a más.
La innovación es la fuerza motriz del crecimiento y el progreso, de modo que necesitamos renovar los procesos, productos, servicios e industrias más arraigados para lograr que todos avancemos hacia delante, incluidas las empresas ya establecidas que necesitan reaccionar a la creciente competencia. Y en este proceso, es clave integrar el hecho de que el desarrollo actual de internet está marcado por las comunicaciones móviles instantáneas.
Prácticamente todo lo referente al mundo de internet aún está por descubrirse; las comunicaciones móviles, tal y como las conocemos, deberán reinventarse a base de una digitalización cada vez mayor. El futuro reside en la combinación de la innovación con el impacto de la movilidad. El futuro de internet no ha hecho más que empezar, y Europa no puede permitirse quedarse atrás.