Vuelve el hombre, es cierto que nunca se ha ido del lugar de referencia que se ha dado a sí mismo en la cultura, pero ahora vuelve con fuerza en un momento en el que la transformación social y los avances en igualdad cuestionan su figura universal, y al propio orden establecido a su imagen y semejanza.
El machismo está en cuestión, ya no vale el argumento de la historia, esa idea de que las cosas "siempre han sido así"; ni la constantemente alegada "incapacidad de las mujeres" para hacer y asumir ciertas responsabilidades, han demostrado de sobra que pueden hacer lo mismo, aunque lo hagan de manera diferente; tampoco sirve ya la especial predisposición de hombres y mujeres para asumir determinadas tareas y funciones. Unos y otras han roto los límites de los estereotipos cuando han decidido hacerlo. Las evidencias son claras en todos los sentidos y en ambas direcciones, por lo que la cultura patriarcal o machista justificada en la necesaria distribución de espacios, tiempos y funciones para una mejor convivencia se ha venido abajo. De ahí que quienes han vivido los privilegios de ser dueños y señores hayan reaccionado de todas las manera posibles.
Lo han hecho con el lenguaje tradicional del machismo, basado en la violencia, el abuso y la discriminación. Lo hacen con ese posmachismo que busca generar la confusión sobre las cuestiones claves de la desigualdad para que la sociedad no se posicione y se mantenga distante y pasiva de manera, que todo siga como ha sido siempre. Por eso habla de que existe un 80% de denuncias falsas, cuando la Fiscalía General del Estado, en su Memoria de 2014, recoge que representan el 0'010%, o por ello dicen que hay que tener en cuenta todas las violencias, no sólo la violencia contra las mujeres, intentando presentar a los hombres y resto de personas como objeto de una discriminación, como si no se tuvieran protegidos a través de diferentes normas y recursos, y como si todas las violencias se tuvieran que abordar del mismo modo, no como conductas con objetivos, motivaciones y circunstancias específicas. Su planteamiento es tan absurdo como pedir que todas las enfermedades se aborden con el mismo tratamiento. Para el posmachismo, todo eso da igual, sólo pretenden confundir para que no haya posicionamiento, y como no suelen conseguirlo, también se dedican a atacar a las personas que trabajan a favor de la igualdad y en contra de la violencia de género, a quienes llama "feminazis", para así intentar restar valor a sus planteamientos.
El fracaso del machismo y de su vía posmachista se demuestra en lo que aparece como una nueva estrategia, la cual podríamos denominar hombrismo.
El objetivo siempre es el mismo, mantener las referencias de la cultura de la desigualdad y lo masculino como imagen universal para toda la sociedad. La diferencia del hombrismo con el machismo tradicional está en el mensaje. Mientras que en el machismo histórico todo sucedía como consecuencia de una normalidad invisible e indivisible del orden natural que daba la cultura -lo cual hacía que todo fuera como "tenía que ser", tanto por resultado como por significado-, en el hombrismo los hombres machistas han dado un paso adelante para reivindicar el valor de la hombría de forma directa y explícita. Ya no son los valores (inteligencia, fuerza, razón, sacrificio, esfuerzo...) que antes se consideraban característicos de los hombres, ahora es el propio hombre el que se reivindica como un valor en sí mismo, y para ello juega con todo lo bueno que se ha conseguido hasta ahora (negando su implicación en lo malo, como no podía ser de otro modo), y como garante de nuevos logros y avances.
Y como es el hombre el que tiene valor en sí mismo, todo aquello que lo ha identificado y representado hasta ahora cobra una nueva dimensión y valor añadido. Ahí es donde reside la trampa y donde, una vez más, el machismo pasa a ocupar un lugar prioritario en nuestra cultura y sociedad. Es la historia interminable del "cambiar para seguir igual", de ahí que las estrategias y los mensajes cambien sin que se modifique la esencia de la realidad.
Algunos de los mensajes que lanza el "hombrismo" con esa referencia directa al hombre están muy cercanos. Lo tenemos en el exministro y recién nombrado Comisario Europeo, Arias Cañete, cuando se refirió a la "superioridad intelectual de los hombres", o en las palabras del alcalde de La Guardia, municipio de Jaén, cuando hace unos días dijo que las faldas están para quitárselas a las mujeres, "que es lo que hacen los hombres". También está la reivindicación de esa hombría en el deporte, bien para justificar el juego duro, incluso violento, bajo el argumento de que se trata de un "deporte de hombres", o bien para darle un valor añadido a la figura masculina, como ha ocurrido con la polémica surgida ante el nombramiento de Gala León como capitana del equipo de Copa Davis masculino. Esos mensajes que pueden parecer anécdotas más o menos llamativas, están calando de forma directa en la juventud, especialmente en los chicos, que intentan comportarse como hombres, incluso a través de la violencia de género o cosificando a las chicas en las relaciones.
Pero como el hombrismo tiene que enfrentarse a una sociedad cada vez más crítica con el machismo y con sus referencias masculinas, otro de los matices que introduce respecto al mensaje tradicional es mantener ese protagonismo del hombre también como víctima. De ahí surge la idea de que las políticas de igualdad van contra los hombres, que lo que hace una ley dirigida a luchar contra la violencia de género es "criminalizar a los hombres", que toda esa situación da lugar a las ya comentadas "denuncias falsas", que, además, se ignora la violencia que sufren los hombres, incluso se insiste en la amenaza que representan las mujeres, tal y como manifestó otro alcalde, en este caso el de Valladolid, León de la Riva, ya famoso por sus repetidas palabras en este sentido.
Todos esos mensajes que surgen en la trinchera que intenta detener la igualdad enfrentándose a sus manifestaciones mas graves, como son la violencia y la discriminación, luego se continúan con otras iniciativas que insisten en la reivindicación del hombre por el hombre que hace el hombrismo como iniciativa renovada del machismo y de su posmachismo. Sucede, por ejemplo, cuando se cuestionan las cuotas que buscan corregir la desigualdad y se dice que supone una discriminación para los hombres, o cuando se defiende la necesidad de segregar a niños y niñas en las aulas bajo el argumento de que al no hacerlo los niños de ven perjudicados por el desarrollo adelantado de las niñas. Y no podían faltar los mensajes sobre la familia, especialmente con relación a la figura del padre, con ese doble mensaje, por un lado en positivo y por otro como víctimas. Un ejemplo del primer enunciado lo tenemos al presentar la figura paterna como referencia por encima de cualquier circunstancia, tal y como sucede cuando dicen que "un maltratador no tiene por qué ser un mal padre", llegando incluso a aceptarse un régimen de visitas entre un padre en prisión preventiva como posible homicida de la madre y su hija de 4 años. Como referencia del "hombre víctima en la paternidad" están todas las iniciativas que presentan las custodias concedidas a las madres como arbitrarias e injustas en sí mismas, como si los tribunales tomaran la decisión a cara o cruz, no sobre hechos objetivos basados en la relación previa con los hijos e hijas, el cuidado desarrollado hasta la separación, y en las responsabilidades asumidas durante la convivencia familiar.
Todo forma parte de ese hombrismo, que busca perpetuar una vez más la referencias masculinas de una cultura machista, y que ahora recurre de manera directa y explícita a la figura del hombre en esa doble vertiente de garantía de éxito y de víctimas de la igualdad y las mujeres.
Siempre lo he dicho, los hombres tienen motivo para quejarse, pero no por la igualdad que se va consiguiendo, sino por la desigualdad mantenida a lo largo de los siglos. Esa desigualdad y machismo es el que da las referencias para que muchos hombres descuiden los afectos y los sentimientos y se lancen a la violencia, la que lleva a muchos hombres lejos del cuidado y del contacto para intentar llenar el vacío con elementos caducos de reconocimiento simbólico.... La solución a muchos de los problemas que plantean no está en una reivindicación de las referencias tradicionales -esas ya han sido identificadas como injustas-, sino en una implicación por la igualdad, porque la igualdad es buena para hombres y mujeres.
No por casualidad, cada vez hay más hombres que trabajan todos los días para alcanzar esa igualdad para toda la sociedad, también para los que hoy prefieren ejercer el hombrismo.
Este post fue publicado inicialmente en el blog del autor
El machismo está en cuestión, ya no vale el argumento de la historia, esa idea de que las cosas "siempre han sido así"; ni la constantemente alegada "incapacidad de las mujeres" para hacer y asumir ciertas responsabilidades, han demostrado de sobra que pueden hacer lo mismo, aunque lo hagan de manera diferente; tampoco sirve ya la especial predisposición de hombres y mujeres para asumir determinadas tareas y funciones. Unos y otras han roto los límites de los estereotipos cuando han decidido hacerlo. Las evidencias son claras en todos los sentidos y en ambas direcciones, por lo que la cultura patriarcal o machista justificada en la necesaria distribución de espacios, tiempos y funciones para una mejor convivencia se ha venido abajo. De ahí que quienes han vivido los privilegios de ser dueños y señores hayan reaccionado de todas las manera posibles.
Lo han hecho con el lenguaje tradicional del machismo, basado en la violencia, el abuso y la discriminación. Lo hacen con ese posmachismo que busca generar la confusión sobre las cuestiones claves de la desigualdad para que la sociedad no se posicione y se mantenga distante y pasiva de manera, que todo siga como ha sido siempre. Por eso habla de que existe un 80% de denuncias falsas, cuando la Fiscalía General del Estado, en su Memoria de 2014, recoge que representan el 0'010%, o por ello dicen que hay que tener en cuenta todas las violencias, no sólo la violencia contra las mujeres, intentando presentar a los hombres y resto de personas como objeto de una discriminación, como si no se tuvieran protegidos a través de diferentes normas y recursos, y como si todas las violencias se tuvieran que abordar del mismo modo, no como conductas con objetivos, motivaciones y circunstancias específicas. Su planteamiento es tan absurdo como pedir que todas las enfermedades se aborden con el mismo tratamiento. Para el posmachismo, todo eso da igual, sólo pretenden confundir para que no haya posicionamiento, y como no suelen conseguirlo, también se dedican a atacar a las personas que trabajan a favor de la igualdad y en contra de la violencia de género, a quienes llama "feminazis", para así intentar restar valor a sus planteamientos.
El fracaso del machismo y de su vía posmachista se demuestra en lo que aparece como una nueva estrategia, la cual podríamos denominar hombrismo.
El objetivo siempre es el mismo, mantener las referencias de la cultura de la desigualdad y lo masculino como imagen universal para toda la sociedad. La diferencia del hombrismo con el machismo tradicional está en el mensaje. Mientras que en el machismo histórico todo sucedía como consecuencia de una normalidad invisible e indivisible del orden natural que daba la cultura -lo cual hacía que todo fuera como "tenía que ser", tanto por resultado como por significado-, en el hombrismo los hombres machistas han dado un paso adelante para reivindicar el valor de la hombría de forma directa y explícita. Ya no son los valores (inteligencia, fuerza, razón, sacrificio, esfuerzo...) que antes se consideraban característicos de los hombres, ahora es el propio hombre el que se reivindica como un valor en sí mismo, y para ello juega con todo lo bueno que se ha conseguido hasta ahora (negando su implicación en lo malo, como no podía ser de otro modo), y como garante de nuevos logros y avances.
Y como es el hombre el que tiene valor en sí mismo, todo aquello que lo ha identificado y representado hasta ahora cobra una nueva dimensión y valor añadido. Ahí es donde reside la trampa y donde, una vez más, el machismo pasa a ocupar un lugar prioritario en nuestra cultura y sociedad. Es la historia interminable del "cambiar para seguir igual", de ahí que las estrategias y los mensajes cambien sin que se modifique la esencia de la realidad.
Algunos de los mensajes que lanza el "hombrismo" con esa referencia directa al hombre están muy cercanos. Lo tenemos en el exministro y recién nombrado Comisario Europeo, Arias Cañete, cuando se refirió a la "superioridad intelectual de los hombres", o en las palabras del alcalde de La Guardia, municipio de Jaén, cuando hace unos días dijo que las faldas están para quitárselas a las mujeres, "que es lo que hacen los hombres". También está la reivindicación de esa hombría en el deporte, bien para justificar el juego duro, incluso violento, bajo el argumento de que se trata de un "deporte de hombres", o bien para darle un valor añadido a la figura masculina, como ha ocurrido con la polémica surgida ante el nombramiento de Gala León como capitana del equipo de Copa Davis masculino. Esos mensajes que pueden parecer anécdotas más o menos llamativas, están calando de forma directa en la juventud, especialmente en los chicos, que intentan comportarse como hombres, incluso a través de la violencia de género o cosificando a las chicas en las relaciones.
Pero como el hombrismo tiene que enfrentarse a una sociedad cada vez más crítica con el machismo y con sus referencias masculinas, otro de los matices que introduce respecto al mensaje tradicional es mantener ese protagonismo del hombre también como víctima. De ahí surge la idea de que las políticas de igualdad van contra los hombres, que lo que hace una ley dirigida a luchar contra la violencia de género es "criminalizar a los hombres", que toda esa situación da lugar a las ya comentadas "denuncias falsas", que, además, se ignora la violencia que sufren los hombres, incluso se insiste en la amenaza que representan las mujeres, tal y como manifestó otro alcalde, en este caso el de Valladolid, León de la Riva, ya famoso por sus repetidas palabras en este sentido.
Todos esos mensajes que surgen en la trinchera que intenta detener la igualdad enfrentándose a sus manifestaciones mas graves, como son la violencia y la discriminación, luego se continúan con otras iniciativas que insisten en la reivindicación del hombre por el hombre que hace el hombrismo como iniciativa renovada del machismo y de su posmachismo. Sucede, por ejemplo, cuando se cuestionan las cuotas que buscan corregir la desigualdad y se dice que supone una discriminación para los hombres, o cuando se defiende la necesidad de segregar a niños y niñas en las aulas bajo el argumento de que al no hacerlo los niños de ven perjudicados por el desarrollo adelantado de las niñas. Y no podían faltar los mensajes sobre la familia, especialmente con relación a la figura del padre, con ese doble mensaje, por un lado en positivo y por otro como víctimas. Un ejemplo del primer enunciado lo tenemos al presentar la figura paterna como referencia por encima de cualquier circunstancia, tal y como sucede cuando dicen que "un maltratador no tiene por qué ser un mal padre", llegando incluso a aceptarse un régimen de visitas entre un padre en prisión preventiva como posible homicida de la madre y su hija de 4 años. Como referencia del "hombre víctima en la paternidad" están todas las iniciativas que presentan las custodias concedidas a las madres como arbitrarias e injustas en sí mismas, como si los tribunales tomaran la decisión a cara o cruz, no sobre hechos objetivos basados en la relación previa con los hijos e hijas, el cuidado desarrollado hasta la separación, y en las responsabilidades asumidas durante la convivencia familiar.
Todo forma parte de ese hombrismo, que busca perpetuar una vez más la referencias masculinas de una cultura machista, y que ahora recurre de manera directa y explícita a la figura del hombre en esa doble vertiente de garantía de éxito y de víctimas de la igualdad y las mujeres.
Siempre lo he dicho, los hombres tienen motivo para quejarse, pero no por la igualdad que se va consiguiendo, sino por la desigualdad mantenida a lo largo de los siglos. Esa desigualdad y machismo es el que da las referencias para que muchos hombres descuiden los afectos y los sentimientos y se lancen a la violencia, la que lleva a muchos hombres lejos del cuidado y del contacto para intentar llenar el vacío con elementos caducos de reconocimiento simbólico.... La solución a muchos de los problemas que plantean no está en una reivindicación de las referencias tradicionales -esas ya han sido identificadas como injustas-, sino en una implicación por la igualdad, porque la igualdad es buena para hombres y mujeres.
No por casualidad, cada vez hay más hombres que trabajan todos los días para alcanzar esa igualdad para toda la sociedad, también para los que hoy prefieren ejercer el hombrismo.
Este post fue publicado inicialmente en el blog del autor