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4 propósitos de Año Nuevo que cambiarán la vida de tus hijos

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Nunca he sido muy fan de los propósitos de Año Nuevo. Prefiero proponerme objetivos que sé que puedo ir cumpliendo poco a poco (como me enseñaron en la universidad) y valorar cada paso que voy dando y cada etapa que cumplo, para así llegar al fin que me he propuesto. Puede que no los tenga cumplidos para cuando acaba el año (y, de hecho, no los fijo hasta el mes de marzo), pero al final lo consigo.

Además, suelo proponerme objetivos con los que aspiro a mejorar mi vida. Y no me refiero a la talla de mis pantalones ni al tamaño de mi cartera. Me refiero a objetivos a largo plazo que me ayudan a mantenerme concentrada en las cosas importantes de la vida, como la felicidad de mis hijos y la armonía familiar.

Lo que no hago, sin embargo, es proponerme objetivos inalcanzables que añadan estrés a mi vida. Y aun así, cada mes de diciembre acudo al encuentro inevitable de las estresadas vidas de los demás: Facebook lo deja bien clarito. Mis amigos, tanto los nuevos como los más antiguos, ya vivan cerca o lejos, se hacen tales propósitos que provocan que mis pulsaciones se aceleren. A medida que se van acercando estas fiestas señaladas, se apresuran a ser mejores que nunca, a aspirar al mejor trabajo, a no volver a comer carbohidratos, a correr una maratón (aunque odien correr sobre todas las cosas), o a cualquier otra cosa impresionante con miras a cambiar su vida. Desgraciadamente, estos propósitos no son demasiado realistas y, además, se repiten año tras año.

Por otra parte, los niños se dan cuenta de estas cosas. Queremos que nuestras hijas tengan hábitos saludables, pero luego hacemos dietas que nos ponen de mal humor y nos dejan hechos polvo. Con esto, estamos dando a entender que la apariencia lo es todo, y que deberíamos hacer todo lo posible por dar una cierta imagen. Queremos que a nuestros hijos les encante la lectura, por lo que nos proponemos leer un libro a la semana, pero luego preferimos dedicar nuestro tiempo libre a ver "realities" en la tele. Y así damos a entender que leer es una obligación en vez de una aventura por vivir. Podría seguir poniendo más ejemplos, pero creo que ya sabéis a dónde quiero llegar.

Sugiero que este año nos propongamos enseñar a nuestros hijos a concentrarse en las cosas que de verdad importan. Este año, vamos a ayudar a nuestros hijos a tomar decisiones que les hagan mejorar emocionalmente y disminuir su estrés. Este año, vamos a hacer las cosas bien.

4 propósitos de Año Nuevo que cambiarán la vida de tus hijos:

Relájate:

Sé que se ha repetido hasta la saciedad. Pero no pasa nada por volver a decirlo: los niños están saturados de actividades.

Los niños de siete años van de una clase a otra, sin apenas tiempo para comer. Juegan a todo tipo de deportes y participan en miles de actividades. Luego es normal que estén demasiado cansados y malhumorados como para sentarse y escuchar, sin más.

¿Y qué pasa con los padres? Sinceramente, no estoy muy segura de cómo lo llevan. Sé que es complicado actuar en esta generación en la que lo importante es destacar (académicamente), y que no es fácil aprender a decir "basta". La clase para pequeños pintores NO es lo que le hará entrar en Harvard. Dale un descanso. Dátelo también a ti mismo. Y aprende a escuchar el silencio. Relájate.

Desconecta:

Debo decir que no soy fan de los videojuegos, ni mis hijos tampoco. Me he pasado muchos años aconsejando a todo tipo de niños y, aun así, muchos de ellos han desarrollado luego una adicción muy poco saludable a los videojuegos (incluso antes de la era iTodo) que ha afectado de forma negativa a sus vidas.

Dicho esto, necesitamos desconectar.

La tecnología es fabulosa, y es cierto que facilita nuestras vidas. Pero también nos aísla. Los padres confían en ella. Los hijos se desviven por ella. Y así empieza el ciclo, que a veces es difícil parar.

Propónte depender menos de la tecnología en 2014. Prepara una "caja del presente" donde poder guardar todas las iCosas cuando sea el momento de concentrarte en la familia, en tu pareja o en tus amigos. Fija unos límites claros y cúmplelos. Enseña a tus hijos que la vida es divertida y emocionante sin videojuegos, ni Instagram, ni una conexión a Internet constante. Anímalos a valorar el placer de apagar sus aparatos electrónicos.

Siéntete orgulloso:

Parece que los elogios tienen una reputación negativa hoy en día. Algunos afirman que los niños reciben demasiadas felicitaciones. Otros argumentan que los padres solo tienen que mostrar su aprobación de vez en cuando para que esta tenga sentido. Pienso que el debate es agotador. Y un poco ridículo.

Cuando felicitas a tus hijos por haberse esforzado en hacer algo bien (un juego, un dibujo), el mensaje que captan es: "Has trabajado duro, te has esforzado y deberías estar orgulloso de ti mismo".

Los niños necesitan oír estas cosas. Tienen que saber que los colores que han elegido para combinar han hecho que el dibujo quede precioso. Tienen que escuchar de boca de sus padres que su esfuerzo en ese partido de fútbol ha ayudado mucho a su equipo, aunque luego hayan perdido el partido. Los padres pasan demasiado tiempo preocupándose por los trofeos, los goles y la posición del equipo cada temporada... Pero, ¿sabéis de qué se preocupa un niño? De que su madre o su padre le dé una palmadita en la espalda. Eso merece mucho más la pena que cualquier trofeo cuya misión no es otra que acumular polvo en la estantería. Así que deja de darle vueltas a la cabeza y piensa en lo que de verdad necesitan tus hijos.

Haz que tus hijos se sientan orgullosos en 2014. Díselo abiertamente. Grítalo si hace falta. Y felicítalos cuando lo hagan bien. Aunque sea, hazlo por ellos.

Sé feliz:

Los niños necesitan hacer cosas que les pongan contentos.

A veces les presionamos por cosas que no deberíamos. Les presionamos para que actúen de una manera tanto en clase como fuera de ella. Les presionamos para que saquen las mejores notas posibles. Y cuanto más mayores van siendo, más presión van sintiendo.
Pero, os voy a confiar una cosa: nada de esto tiene sentido si tus hijos no son felices.
Ayúdalos a encontrar sus pasiones. Anímalos a perseguir sus sueños. Quítale peso a las preocupaciones que tienen por entrar a la universidad o encontrar un trabajo bien pagado, y ayúdalos a comprender la importancia de la felicidad.

Un niño feliz va mejor en el colegio. Un niño feliz tiene más probabilidades de conseguir sus objetivos y de superar sus limitaciones. Un niño feliz tiene la confianza suficiente para enfrentarse a la vida sin miedo. Y este es el mejor regalo que le puedes hacer a un niño este año.

Quizás te has dado cuenta de que todos estos propósitos tienen un mismo hilo conductor: cada uno de ellos empieza contigo.

Así que, al comenzar este nuevo año y celebrar las nuevas oportunidades, ten en cuenta a tus hijos. Deja que los fanáticos del fitness sigan con sus planes descabellados y tú, mientras tanto, proponte criar a unos niños felices.

Traducción de Marina Velasco Serrano

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