La Asamblea Sí se Puede ha sido un paso más en la configuración de Podemos. Un paso necesario que vuelve a demostrar (para quien no lo tuviera claro) que Podemos es un proyecto vivo, con una base sólida. Con un proyecto ganador a través de una ilusión desbordante. La Asamblea ha sido un evento que ha mostrado toda la potencia de Podemos: la fuerza comunicativa, el empoderamiento colectivo de tanta gente en tantos pueblos y ciudades, el deseo inmenso de hacer política, de cambiar las cosas. La pasión irrefrenable por seguir combatiendo la resignación y articular un proceso de ruptura que nos permita recuperar la soberanía y (re) conquistar nuevos derechos.
Pero estos dos días en Vista Alegre nos dejan, sobre todo, algunas lecciones básicas sobre el presente y el futuro de Podemos que, en mi opinión, se han expresado de manera mayoritaria y que no debemos perder de vista.
1) La búsqueda de acuerdos y de cohesión: nuestros adversarios están ahí fuera. Nada ha parecido generar más inquietud entre las personas asistentes que esa idea añeja del enfrentamiento interno. Por eso en las preguntas a los equipos de los documentos organizativos, se expresó la necesidad de seguir buscando puntos de acuerdo, de trabajar por incorporar lo mejor de lo que todos los equipos han trabajado estas últimas semanas. No se trata de consensos falsos. Se trata de recoger lo mejor que cada cual ha podido aportar a estos debates. Y es que en cada presentación había ideas, intuiciones, preocupaciones, propuestas que merecen ser recogidas, incorporadas.
2) La unidad en la diversidad: juntos podemos. Esta inquietud por la búsqueda de fórmulas que plantearan los puntos en común entre las diferentes propuestas refleja también el sentimiento de proteger la unidad. La unidad popular es un vector clave en este proceso político de cambio que propone Podemos. Pero la unidad no puede estar reñida con la pluralidad, con el reconocimiento de la diversidad. El pueblo no es homogéneo. Podemos tampoco. Por eso nadie debe echarse a un lado. Al contrario. Tenemos que seguir incorporando y agregando a mucha gente. Ni un paso atrás. De nadie.
3) El protagonismo popular: un camino sin retorno. Sobre esto no hay duda. El impulso de Podemos como instrumento del descontento sigue vivo. Pero no es un descontento de la impotencia. Sigue siendo pura potencia de cambio. Y lo es porque Podemos es terreno ya abonado para el protagonismo de la gente. Nunca más un proyecto que no se conjugue en plural, que no confíe en la gente. Nunca más una relación entre las diferentes instancias de una organización que no sea la lógica del mandar obedeciendo. La participación popular no es sólo un principio político en abstracto. Es, antes que anda, un medio y una estrategia de cambio. Sin un pueblo empoderado y protagonista no habrá cambio posible.
4) El cambio es posible: salimos a ganar. Todas las intervenciones en los distintos documentos han recalcado una idea: Podemos está aquí para ser un factor de cambio. Vamos a por todas. Por eso nadie puede patrimonializar esa idea. Cada propuesta, cada idea que se ha reflejado en los debates tiene ese mismo propósito. La idea del cambio necesario (y urgente) es un acervo común de Podemos.
5) Podemos como parte de una nueva cultura política. Esto es: de una nueva cultura política que está reivindicando el protagonismo ciudadano, el empoderamiento popular, la ruptura con la lógicas de saqueo y dominación. Teresa Rodríguez lo expreso muy bien en la asamblea: "Las elecciones no las gana ni un secretario general, ni tres ni cien; las gana la gente". Y convertir esa nueva cultura en instrumentos efectivos de cambio político (pero también social y cultural) requiere de mucha audacia. Pero también de ser innovadores y transgresores. Romper con los esquemas clásicos de la política, con los límites de la representación y las instituciones que arrastramos desde la Transición. Y significa también buscar nuevas formas de participación. A través de los innumerables mecanismos que nos permiten hoy las redes. Pero también planteando nuevos instrumentos que trasciendan la forma-partido clásica.
6) La voluntad popular de ocupar todos los espacios. Los círculos de Podemos han dejado claro que lo electoral y social son procesos complementarios, que deben ir de la mano para derribar al régimen del empobrecimiento y los recortes. Los barrios, los centros de trabajo, los servicios públicos, son espacios de disputa por el poder político. Queremos ser mayoritarios en la sociedad para mejorar la vida de los que hacen posible que la sociedad funcione. Y nadie lo va a hacer posible excepto la propia gente.
Podemos es, en este momento, una de las mejores expresiones de la revolución democrática y social que viene. Una revolución que ha nacido en las calles, en las plazas; que ha atravesado las conversaciones, las ilusiones; que ha removido los cimientos de los caducos pilares del Viejo Régimen. Una revolución que el único límite que puede tener es aquel que nos autoimpongamos. Una revolución que es y será conflictiva, tumultuosa, anómala, vertiginosa.
Pero, por encima de todo, democrática y desde abajo. O no será.
Pero estos dos días en Vista Alegre nos dejan, sobre todo, algunas lecciones básicas sobre el presente y el futuro de Podemos que, en mi opinión, se han expresado de manera mayoritaria y que no debemos perder de vista.
1) La búsqueda de acuerdos y de cohesión: nuestros adversarios están ahí fuera. Nada ha parecido generar más inquietud entre las personas asistentes que esa idea añeja del enfrentamiento interno. Por eso en las preguntas a los equipos de los documentos organizativos, se expresó la necesidad de seguir buscando puntos de acuerdo, de trabajar por incorporar lo mejor de lo que todos los equipos han trabajado estas últimas semanas. No se trata de consensos falsos. Se trata de recoger lo mejor que cada cual ha podido aportar a estos debates. Y es que en cada presentación había ideas, intuiciones, preocupaciones, propuestas que merecen ser recogidas, incorporadas.
2) La unidad en la diversidad: juntos podemos. Esta inquietud por la búsqueda de fórmulas que plantearan los puntos en común entre las diferentes propuestas refleja también el sentimiento de proteger la unidad. La unidad popular es un vector clave en este proceso político de cambio que propone Podemos. Pero la unidad no puede estar reñida con la pluralidad, con el reconocimiento de la diversidad. El pueblo no es homogéneo. Podemos tampoco. Por eso nadie debe echarse a un lado. Al contrario. Tenemos que seguir incorporando y agregando a mucha gente. Ni un paso atrás. De nadie.
3) El protagonismo popular: un camino sin retorno. Sobre esto no hay duda. El impulso de Podemos como instrumento del descontento sigue vivo. Pero no es un descontento de la impotencia. Sigue siendo pura potencia de cambio. Y lo es porque Podemos es terreno ya abonado para el protagonismo de la gente. Nunca más un proyecto que no se conjugue en plural, que no confíe en la gente. Nunca más una relación entre las diferentes instancias de una organización que no sea la lógica del mandar obedeciendo. La participación popular no es sólo un principio político en abstracto. Es, antes que anda, un medio y una estrategia de cambio. Sin un pueblo empoderado y protagonista no habrá cambio posible.
4) El cambio es posible: salimos a ganar. Todas las intervenciones en los distintos documentos han recalcado una idea: Podemos está aquí para ser un factor de cambio. Vamos a por todas. Por eso nadie puede patrimonializar esa idea. Cada propuesta, cada idea que se ha reflejado en los debates tiene ese mismo propósito. La idea del cambio necesario (y urgente) es un acervo común de Podemos.
5) Podemos como parte de una nueva cultura política. Esto es: de una nueva cultura política que está reivindicando el protagonismo ciudadano, el empoderamiento popular, la ruptura con la lógicas de saqueo y dominación. Teresa Rodríguez lo expreso muy bien en la asamblea: "Las elecciones no las gana ni un secretario general, ni tres ni cien; las gana la gente". Y convertir esa nueva cultura en instrumentos efectivos de cambio político (pero también social y cultural) requiere de mucha audacia. Pero también de ser innovadores y transgresores. Romper con los esquemas clásicos de la política, con los límites de la representación y las instituciones que arrastramos desde la Transición. Y significa también buscar nuevas formas de participación. A través de los innumerables mecanismos que nos permiten hoy las redes. Pero también planteando nuevos instrumentos que trasciendan la forma-partido clásica.
6) La voluntad popular de ocupar todos los espacios. Los círculos de Podemos han dejado claro que lo electoral y social son procesos complementarios, que deben ir de la mano para derribar al régimen del empobrecimiento y los recortes. Los barrios, los centros de trabajo, los servicios públicos, son espacios de disputa por el poder político. Queremos ser mayoritarios en la sociedad para mejorar la vida de los que hacen posible que la sociedad funcione. Y nadie lo va a hacer posible excepto la propia gente.
Podemos es, en este momento, una de las mejores expresiones de la revolución democrática y social que viene. Una revolución que ha nacido en las calles, en las plazas; que ha atravesado las conversaciones, las ilusiones; que ha removido los cimientos de los caducos pilares del Viejo Régimen. Una revolución que el único límite que puede tener es aquel que nos autoimpongamos. Una revolución que es y será conflictiva, tumultuosa, anómala, vertiginosa.
Pero, por encima de todo, democrática y desde abajo. O no será.