Decía Ryszard Kapuscinski que el sentido de la vida es cruzar fronteras. Él, que visitó y reportó sobre conflictos de doce países distintos sabía bien de lo que hablaba. Perteneció a una generación donde los corresponsales avalaban con sus crónicas el sello de calidad de un medio y en la que los periódicos ponían en primera plana y con negrita las historias que llegaban a las redacciones centrales de todas partes del mundo.
Hoy en día, cada vez es más frecuente encontrar noticias impersonales firmadas con las siglas de una agencia, vídeos en los telediarios sacados de Youtube o breves informaciones en formato tuit sobre conflictos que bien podrían llenar las páginas de un periódico de tirada nacional.
Amparados en las aparentes facilidades que da la globalización de la información, Internet y las nuevas tecnologías, la figura del corresponsal, no ya como un periodista desplazado, sino como todo un embajador, se está perdiendo en España y cada vez son más los medios que, en época de estrecheces, optan por recortar en sus extensiones internacionales.
Esto lo sabe bien José María Patiño, corresponsal durante catorce años en París para la Ser que, tras los recortes en la emisora, tuvo que volver a la redacción central de Madrid, donde realiza la revista de prensa en el programa Hoy por Hoy. De ser quince en plantilla, la cadena de radio líder en España sólo mantiene a uno de ellos como "corresponsal, corresponsal". Así es como se refiere Patiño a los corresponsales de toda la vida.
Y es que, a la hora de ser periodista en el extranjero, como en todo, hay estatus. Los de la vieja escuela, la edad de oro a la que él perteneció, eran considerados casi como diplomáticos, a los que el medio pagaba un salario "en condiciones", más una ayuda para la vivienda, la prensa, infraestructura.... De esos, quedan pocos. Actualmente, cada vez se tiende más a que los medios trabajen con colaboradores que cubran determinadas informaciones cuando lo necesitan o bajo propuesta, y que raramente pueden vivir sólo de ello. Es lo que se llama cobrar a la pieza. La razón es simple: es mucho más barato tener un periodista esporádico que alguien full time que se pueda desplazar en cualquier momento a cubrir un acontecimiento que necesite la redacción central y que siempre va a tener una sintonía más fuerte con el medio, "desde el punto de vista editorial".
Valor añadido
Corresponsales como Patiño, que ahora mismo prepara un libro con sus vivencias en esta profesión durante su etapa en París con la editorial Libros.com, son un valor añadido para el medio. Sin ir más lejos, por el mero hecho circunstancial de ser un periodista en el extranjero, se tiene mejor acceso a, por ejemplo, colocar una pregunta incómoda al político español de turno en una de sus visitas a sus colegas foráneos, sobre todo cuando no dan la cara en su propio país.
Pero más importante aún, es que los corresponsales tienen la nada desdeñable cualidad de ser poseedores del contexto, de conocer el terreno donde surge la noticia, su sociedad, su idioma, los antecedentes y las posibles repercusiones.
Aún así, la Cadena Ser a día de hoy sólo mantiene como corresponsal exclusiva en plantilla a Griselda Pastor, en Bruselas. Pero la emisora no es el único medio español donde los periodistas internacionales han sufrido la tijera de los recortes. La cadena Cuatro, que hizo una apuesta muy fuerte por la información en sus inicios, ya no mantiene a ninguno de sus desplazados en el extranjero. El diario ABC, que en su día contó en las rotativas con firmas de corresponsales como Azorín, Josep Pla o Sofía Casanova, decidió en 2010 cerrar todas sus plazas exteriores permanentes menos Londres y Washington, según denunciaba la revista Periodistas en su nº 30. Los medios públicos, aunque parecen mantener sus enclaves, están optando por la integración, como en Buenos Aires, Río de Janeiro y Tokio donde la Agencia Efe y Televisión Española comparten sede y periodistas.
A menudo, los mismos corresponsales que estaban en plantilla se mantienen en un régimen de trabajador local o colaborador habitual y en los casos en los que no hay una persona desplazada en el lugar de la noticia, los medios echan mano a la información de las agencias o "presencian" ruedas de prensa por internet. Por eso, en aquellos lugares o conflictos donde internet no llega, parece lógico pensar que la figura del corresponsal es aún indispensable.
Pagar para ir a la guerra
Con ese pensamiento en la cabeza, Antonio Pampliega se fue a Bagdad en 2008 con un crédito personal de 10.000 euros, creyendo que una vez allí, sería fácil colocar sus piezas. No fue así. Los grandes medios españoles le ofrecían 35 euros por sus reportajes o le proponían publicar gratis a cambio de hacerse un nombre. De no haber sido por el crédito con el que "pagó para ir a la guerra", habría hecho un sólo viaje y hoy no contaríamos con uno de los corresponsales de guerra más conocidos del periodismo español.
Seis años y ocho países después aún no ha terminado de pagar el crédito, aunque tampoco le preocupa. Ha conseguido hacer sus viajes a países de conflicto, si no rentables, sostenibles. Eso sí, trabajando como freelance y vendiendo sus temas a medios extranjeros como Associated Press, France Press o CNN y privándose de los "lujos" de los que goza un enviado especial, como un techo en un hotel o un seguro. A los medios españoles, salvo excepciones, ya ni se molesta en proponerles sus temas. Razón no le falta: "Cuando fui a Siria con Ricardo García Vilanova y Javier Espinosa, éramos los primeros periodistas occidentales que conseguían entrar, y a ningún medio español le importó un carajo. Fui a Antena 3 a ofrecerles el vídeo y me dijeron que eso mismo lo tenían en Youtube. Entonces se nos ocurrió mandárselo a Reuters y el jefe de internacional en Londres nos contactó para darnos las gracias porque estaban hartos de imágenes de Youtube. Ahí ves quién lo valora y quién no. Me parece lamentable."
Construir tu marca
Por eso, muchos periodistas optan cada vez más por apostar por su marca personal y publicar en blogs lo que no consiguen colocar en los medios. Han dejado de estar ligados a un medio para toda la vida, y las redes sociales se han convertido en una extensión del periodista como lo fueran la grabadora o la libreta. Pampliega piensa que es importante para no frustrarse, crear audiencia y, al fin y al cabo, construir "tu marca".
El problema, entonces, no está en el modelo del periodista freelance en sí mismo, sino en la precariedad del sistema. Gracias a que era autónomo y a que nadie le pedía una noticia diaria como a algunos de sus colegas, Pampliega pudo preparar el terreno durante una semana para entrar a los túneles de Alepo, donde los rebeldes intentaban dinamitar el régimen Sirio, y consiguió una exclusiva mundial. Pero eso hay que pagarlo, hay que hacerlo sostenible y, sobre todo, hacerlo digno.
Y no es que los temas no interesen, porque sí tienen cabida en medios extranjeros con la misma lejanía cultural, como Francia, Inglaterra o EE.UU. Y aunque está claro que la crisis ha afectado en mayor medida a los medios españoles, también la tecnología ha abaratado enormemente los costes de tener a un periodista fuera. Hacer una conexión en directo es ahora más barato y fácil que nunca, basta con una cámara y un ADSL decente. Pero no se quiere, y no se quiere porque no se aprecia ni la calidad ni el tener imágenes propias que den credibilidad a los informativos.
Carlos de Vega, corresponsal durante siete años para Cuatro y CNN+ en Washington veía día a día las diferencias con sus colegas americanos en lo que apostar por información de calidad se refiere. Mientras en España se prefiere ahorrar y comprar la cámara más barata, en EE.UU mantienen el presupuesto y compran cuatro más para mejorar la calidad. Al final, lo único que cuenta en España es un minuto de vídeo, sea como sea, "pero, evidentemente, la calidad se resiente".
¿Una especie en extinción?
Además, tecnológicamente hablando, desde las universidades cada vez se tiende más a crear un periodista multitarea que sea capaz de hacer video, foto, radio y escribir la pieza. Lo que nadie dice es que tienen que hacerlo todo a la vez. Los periódicos online ahora tienen televisión. Las televisiones y emisoras tienen web. Y la información tiene que estar en todos los sitios. Entonces, tenemos periodistas sobradamente preparados, que saben hacer de todo pero que cobran menos que nunca, que pueden cubrir temas en la otra punta del mundo y que debido a la globalización de la información, interesan, pero nadie compra.
¿Hacia dónde va entonces la figura del corresponsal? De Vega piensa que "tendrá que ser la audiencia la que lo reclame y los medios quienes eduquen para hacerlo viable", mientras que Pampliega, más pesimista desde su visión en las zonas de conflicto, cree que "el futuro estará plagado de jóvenes -y no tan jóvenes- que harán trabajos a la pieza allá donde estén". Lo que está claro es que por el camino, entre recortes y vídeos de Youtube, se están perdiendo futuros Chaves Nogales y potenciales Carmen de Burgos, y que el prestigio del "corresponsal, corresponsal", como lo conocíamos, se está extinguiendo.
Hoy en día, cada vez es más frecuente encontrar noticias impersonales firmadas con las siglas de una agencia, vídeos en los telediarios sacados de Youtube o breves informaciones en formato tuit sobre conflictos que bien podrían llenar las páginas de un periódico de tirada nacional.
Amparados en las aparentes facilidades que da la globalización de la información, Internet y las nuevas tecnologías, la figura del corresponsal, no ya como un periodista desplazado, sino como todo un embajador, se está perdiendo en España y cada vez son más los medios que, en época de estrecheces, optan por recortar en sus extensiones internacionales.
Esto lo sabe bien José María Patiño, corresponsal durante catorce años en París para la Ser que, tras los recortes en la emisora, tuvo que volver a la redacción central de Madrid, donde realiza la revista de prensa en el programa Hoy por Hoy. De ser quince en plantilla, la cadena de radio líder en España sólo mantiene a uno de ellos como "corresponsal, corresponsal". Así es como se refiere Patiño a los corresponsales de toda la vida.
Y es que, a la hora de ser periodista en el extranjero, como en todo, hay estatus. Los de la vieja escuela, la edad de oro a la que él perteneció, eran considerados casi como diplomáticos, a los que el medio pagaba un salario "en condiciones", más una ayuda para la vivienda, la prensa, infraestructura.... De esos, quedan pocos. Actualmente, cada vez se tiende más a que los medios trabajen con colaboradores que cubran determinadas informaciones cuando lo necesitan o bajo propuesta, y que raramente pueden vivir sólo de ello. Es lo que se llama cobrar a la pieza. La razón es simple: es mucho más barato tener un periodista esporádico que alguien full time que se pueda desplazar en cualquier momento a cubrir un acontecimiento que necesite la redacción central y que siempre va a tener una sintonía más fuerte con el medio, "desde el punto de vista editorial".
Valor añadido
Corresponsales como Patiño, que ahora mismo prepara un libro con sus vivencias en esta profesión durante su etapa en París con la editorial Libros.com, son un valor añadido para el medio. Sin ir más lejos, por el mero hecho circunstancial de ser un periodista en el extranjero, se tiene mejor acceso a, por ejemplo, colocar una pregunta incómoda al político español de turno en una de sus visitas a sus colegas foráneos, sobre todo cuando no dan la cara en su propio país.
Pero más importante aún, es que los corresponsales tienen la nada desdeñable cualidad de ser poseedores del contexto, de conocer el terreno donde surge la noticia, su sociedad, su idioma, los antecedentes y las posibles repercusiones.
Aún así, la Cadena Ser a día de hoy sólo mantiene como corresponsal exclusiva en plantilla a Griselda Pastor, en Bruselas. Pero la emisora no es el único medio español donde los periodistas internacionales han sufrido la tijera de los recortes. La cadena Cuatro, que hizo una apuesta muy fuerte por la información en sus inicios, ya no mantiene a ninguno de sus desplazados en el extranjero. El diario ABC, que en su día contó en las rotativas con firmas de corresponsales como Azorín, Josep Pla o Sofía Casanova, decidió en 2010 cerrar todas sus plazas exteriores permanentes menos Londres y Washington, según denunciaba la revista Periodistas en su nº 30. Los medios públicos, aunque parecen mantener sus enclaves, están optando por la integración, como en Buenos Aires, Río de Janeiro y Tokio donde la Agencia Efe y Televisión Española comparten sede y periodistas.
A menudo, los mismos corresponsales que estaban en plantilla se mantienen en un régimen de trabajador local o colaborador habitual y en los casos en los que no hay una persona desplazada en el lugar de la noticia, los medios echan mano a la información de las agencias o "presencian" ruedas de prensa por internet. Por eso, en aquellos lugares o conflictos donde internet no llega, parece lógico pensar que la figura del corresponsal es aún indispensable.
Pagar para ir a la guerra
Con ese pensamiento en la cabeza, Antonio Pampliega se fue a Bagdad en 2008 con un crédito personal de 10.000 euros, creyendo que una vez allí, sería fácil colocar sus piezas. No fue así. Los grandes medios españoles le ofrecían 35 euros por sus reportajes o le proponían publicar gratis a cambio de hacerse un nombre. De no haber sido por el crédito con el que "pagó para ir a la guerra", habría hecho un sólo viaje y hoy no contaríamos con uno de los corresponsales de guerra más conocidos del periodismo español.
Seis años y ocho países después aún no ha terminado de pagar el crédito, aunque tampoco le preocupa. Ha conseguido hacer sus viajes a países de conflicto, si no rentables, sostenibles. Eso sí, trabajando como freelance y vendiendo sus temas a medios extranjeros como Associated Press, France Press o CNN y privándose de los "lujos" de los que goza un enviado especial, como un techo en un hotel o un seguro. A los medios españoles, salvo excepciones, ya ni se molesta en proponerles sus temas. Razón no le falta: "Cuando fui a Siria con Ricardo García Vilanova y Javier Espinosa, éramos los primeros periodistas occidentales que conseguían entrar, y a ningún medio español le importó un carajo. Fui a Antena 3 a ofrecerles el vídeo y me dijeron que eso mismo lo tenían en Youtube. Entonces se nos ocurrió mandárselo a Reuters y el jefe de internacional en Londres nos contactó para darnos las gracias porque estaban hartos de imágenes de Youtube. Ahí ves quién lo valora y quién no. Me parece lamentable."
Construir tu marca
Por eso, muchos periodistas optan cada vez más por apostar por su marca personal y publicar en blogs lo que no consiguen colocar en los medios. Han dejado de estar ligados a un medio para toda la vida, y las redes sociales se han convertido en una extensión del periodista como lo fueran la grabadora o la libreta. Pampliega piensa que es importante para no frustrarse, crear audiencia y, al fin y al cabo, construir "tu marca".
El problema, entonces, no está en el modelo del periodista freelance en sí mismo, sino en la precariedad del sistema. Gracias a que era autónomo y a que nadie le pedía una noticia diaria como a algunos de sus colegas, Pampliega pudo preparar el terreno durante una semana para entrar a los túneles de Alepo, donde los rebeldes intentaban dinamitar el régimen Sirio, y consiguió una exclusiva mundial. Pero eso hay que pagarlo, hay que hacerlo sostenible y, sobre todo, hacerlo digno.
Y no es que los temas no interesen, porque sí tienen cabida en medios extranjeros con la misma lejanía cultural, como Francia, Inglaterra o EE.UU. Y aunque está claro que la crisis ha afectado en mayor medida a los medios españoles, también la tecnología ha abaratado enormemente los costes de tener a un periodista fuera. Hacer una conexión en directo es ahora más barato y fácil que nunca, basta con una cámara y un ADSL decente. Pero no se quiere, y no se quiere porque no se aprecia ni la calidad ni el tener imágenes propias que den credibilidad a los informativos.
Carlos de Vega, corresponsal durante siete años para Cuatro y CNN+ en Washington veía día a día las diferencias con sus colegas americanos en lo que apostar por información de calidad se refiere. Mientras en España se prefiere ahorrar y comprar la cámara más barata, en EE.UU mantienen el presupuesto y compran cuatro más para mejorar la calidad. Al final, lo único que cuenta en España es un minuto de vídeo, sea como sea, "pero, evidentemente, la calidad se resiente".
¿Una especie en extinción?
Además, tecnológicamente hablando, desde las universidades cada vez se tiende más a crear un periodista multitarea que sea capaz de hacer video, foto, radio y escribir la pieza. Lo que nadie dice es que tienen que hacerlo todo a la vez. Los periódicos online ahora tienen televisión. Las televisiones y emisoras tienen web. Y la información tiene que estar en todos los sitios. Entonces, tenemos periodistas sobradamente preparados, que saben hacer de todo pero que cobran menos que nunca, que pueden cubrir temas en la otra punta del mundo y que debido a la globalización de la información, interesan, pero nadie compra.
¿Hacia dónde va entonces la figura del corresponsal? De Vega piensa que "tendrá que ser la audiencia la que lo reclame y los medios quienes eduquen para hacerlo viable", mientras que Pampliega, más pesimista desde su visión en las zonas de conflicto, cree que "el futuro estará plagado de jóvenes -y no tan jóvenes- que harán trabajos a la pieza allá donde estén". Lo que está claro es que por el camino, entre recortes y vídeos de Youtube, se están perdiendo futuros Chaves Nogales y potenciales Carmen de Burgos, y que el prestigio del "corresponsal, corresponsal", como lo conocíamos, se está extinguiendo.