Se han cumplido ya dos años del plantón de Mariano Rajoy a la propuesta de pacto fiscal de Artur Mas en la Moncloa, y desde entonces hemos asistido a un intercambio de pelotas entre ambos en relación con la consulta soberanista que se intuye interminable. Mientras tanto, los ciudadanos seguimos viéndolas pasar de largo como meros espectadores, mordiéndonos las uñas y esperando que llegue por fin el match-ball definitivo. Porque este no es el único partido que se está jugando y quizás, para algunos, ni siquiera el más importante que debería disputarse en los tiempos que corren. Tampoco ayuda que uno de los dos contrincantes se niegue a levantar la raqueta, abandone el campo antes de empezar el partido y ralentice todavía más el juego. "Perder el tiempo no es bueno", afirmó Junqueras con la voz quebrada hace unos días. De hecho, algunas veces puede ser hasta frustrante.
En un lado de la pista se encuentra la ausencia de diálogo y de propuestas de Mariano Rajoy, el que nunca sabe ni dice nada. Ya puedes preguntarle por Bárcenas, Rato o Acebes, que no dirá ni media palabra. Como mucho, te contestará que está lloviendo. Eso sí, si le preguntas por la derrota de Brasil ante Alemania en el mundial te hará un análisis detallado del partido antes de salir corriendo al ser preguntado por Gowex. Quizás su verdadera vocación fuese ser periodista deportivo en su amado Marca. Sería una lástima, porque entonces nos habríamos perdido sus ruedas de prensa en televisión sin aceptar ninguna pregunta. Todo un ejemplo de comunicación en política.
Al otro lado de la cancha, Artur Mas continúa chocándose contra el muro del silencio de Rajoy y el de su propio ego, como una mosca en un cristal. Y mientras sigue dándose golpes contra la pared invisible de la Constitución, Artur observa por el retrovisor cómo Oriol le pisa los talones y consigue adelantarle por la izquierda. Y si antes Junqueras consideraba que Mas no debía especular sobre una posible declaración unilateral de independencia, ahora es él quien parece proponerla. Aquí cada uno juega sus cartas en el momento que toca. Todo un ejemplo de timing, oportunismo y estrategia política.
Así que, mientras Artur lucha contra su propia barrera, Mariano se encierra en su cuarto sin querer hablar con nadie. Y, en medio de este partido tan desasosegante y desesperante, aparece el sucedáneo de consulta del 9-N como el punto de partido que estábamos esperando. Pero este punto no resuelve nada ni deja satisfecho a nadie. Parece que solo ha servido para que Mas dinamite el bloque soberanista y para que Rajoy siga intentando sabotear cualquier tipo de consulta a los ciudadanos. Cuanto menos se les tenga en cuenta, mejor. Estos dos años también han servido para retratar las carencias de ambos políticos. Si en algo se han puesto de acuerdo Mas y Rajoy es en demostrar lo ineficaces e incompetentes que pueden llegar a ser a la hora de solucionar un problema. Un problema que, según el barómetro del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), solo el 8 % de los catalanes consideran prioritario. Porque lo que de verdad preocupa a los ciudadanos catalanes y españoles sigue siendo lo mismo: el paro, la precariedad laboral y la corrupción, de la que -dicho sea de paso- nos convendría independizarnos de una vez por todas.
Y entre Mas y Rajoy, que juegan a ver quién puede más y quién es más duro de los dos, aquí seguimos nosotros con los mismos problemas de siempre, tanto en Catalunya como en España, esperando que llegue el desenlace del encuentro. Y todo apunta a que este partido va a durar mucho más que uno de aquellos entre Nadal y Federer, porque todo el mundo sabe que el 9-N no será el match-ball definitivo, ni siquiera un punto de set, sino tan solo un punto y seguido. Y es que este partido acabará el día en que nuestros presidentes dejen de anteponer sus intereses personales y de partido a los de su país. Porque las brechas que continúan ensanchándose siguen siendo las mismas: no entre España y Catalunya, sino entre políticos y ciudadanos.
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Ilustración: Irina Colomer