El 11 de noviembre es festivo en Francia (se conmemora el armisticio de la Primera Guerra Mundial), y el 10 la empresa para la que trabajo en Toulouse no abre sus puertas. Mi hermana, que vive en La Haya, está de visita en Barcelona con mi sobrino y ahijado, por lo que es una ocasión singularmente propicia para desplazarme a Barcelona.
Llego el viernes por la noche al son de una tímida cacerolada, probablemente no tan masiva como las que hubo en contra de la Guerra de Irak hace ya más de once años pero que se repite el sábado por la noche con quizás un poco más de intensidad.
El domingo por la mañana empiezo a ver fotos de largas colas en Twitter de gente esperando para votar en otros barrios de la ciudad, y me pregunto que ocurrirá en el IES Montserrat, el instituto en el que hice el bachillerato y el único punto habilitado para la consulta en los alrededores. Mi padre y mi hermana quieren votar, así que yo les acompaño con el bebé, al que haré de niñera mientras dure el Procés, curioso por ver la que se está cociendo.
La cola, todo hay que decirlo, es realmente impresionante y casi da la vuelta a la manzana. Pese a todo, no se palpa ni pizca de frustración, antes al contrario, impera un ambiente más bien festivo. Nunca he visto colas semejantes en unas elecciones en el barrio con anterioridad, pero lo cierto es que el IES Menéndez Pelayo, que durante las elecciones normales funciona también como colegio electoral está hoy cerrado.
Un voluntario nos indica muy amablemente que puesto que vamos con un bebé podemos ponernos al inicio de la cola. Mi hermana le comenta que reside en el extranjero, pero puesto que en su DNI la dirección no está puesta al día e indica que reside en la calle Muntaner podrá votar hoy. Mi padre, que si la consulta fuera vinculante probablemente votase Sí y No a la doble pregunta, decide votar Sí y Sí en este caso.
Después de votar, ya de camino a casa, se forma un pequeño revuelo. Veo pasar con prisas a un par de periodistas con cámaras, que comentan que "ya ha llegado". Me imagino que se referirán a un conseller que vive en el barrio o algo parecido, y no dejo de sorprenderme cuando veo de quién están hablando.
El mismísimo Pujol acompañado de su mujer, al que muchos catalanistas pese a todo aún hoy respetan se sitúa al final de la cola, y saluda amablemente a los señores que tiene a su alrededor (a excepción de los periodistas), que le devuelven los saludos.
Seguimos nuestro camino de vuelta a casa. Según el Telediario de media tarde Pujol ha sido increpado por un ciudadano antes de emitir su voto, pero nos hemos ido antes de poder verlo.
Llego el viernes por la noche al son de una tímida cacerolada, probablemente no tan masiva como las que hubo en contra de la Guerra de Irak hace ya más de once años pero que se repite el sábado por la noche con quizás un poco más de intensidad.
El domingo por la mañana empiezo a ver fotos de largas colas en Twitter de gente esperando para votar en otros barrios de la ciudad, y me pregunto que ocurrirá en el IES Montserrat, el instituto en el que hice el bachillerato y el único punto habilitado para la consulta en los alrededores. Mi padre y mi hermana quieren votar, así que yo les acompaño con el bebé, al que haré de niñera mientras dure el Procés, curioso por ver la que se está cociendo.
La cola, todo hay que decirlo, es realmente impresionante y casi da la vuelta a la manzana. Pese a todo, no se palpa ni pizca de frustración, antes al contrario, impera un ambiente más bien festivo. Nunca he visto colas semejantes en unas elecciones en el barrio con anterioridad, pero lo cierto es que el IES Menéndez Pelayo, que durante las elecciones normales funciona también como colegio electoral está hoy cerrado.
Un voluntario nos indica muy amablemente que puesto que vamos con un bebé podemos ponernos al inicio de la cola. Mi hermana le comenta que reside en el extranjero, pero puesto que en su DNI la dirección no está puesta al día e indica que reside en la calle Muntaner podrá votar hoy. Mi padre, que si la consulta fuera vinculante probablemente votase Sí y No a la doble pregunta, decide votar Sí y Sí en este caso.
Después de votar, ya de camino a casa, se forma un pequeño revuelo. Veo pasar con prisas a un par de periodistas con cámaras, que comentan que "ya ha llegado". Me imagino que se referirán a un conseller que vive en el barrio o algo parecido, y no dejo de sorprenderme cuando veo de quién están hablando.
El mismísimo Pujol acompañado de su mujer, al que muchos catalanistas pese a todo aún hoy respetan se sitúa al final de la cola, y saluda amablemente a los señores que tiene a su alrededor (a excepción de los periodistas), que le devuelven los saludos.
Seguimos nuestro camino de vuelta a casa. Según el Telediario de media tarde Pujol ha sido increpado por un ciudadano antes de emitir su voto, pero nos hemos ido antes de poder verlo.