China lo ha hecho. Estados Unidos demostró interés. Grandes multinacionales lo ponen en práctica habitualmente. Entonces, ¿por qué no se habla del astroturfing?
La polémica en torno al espionaje informático es, sin duda, una preocupación crucial en la era de las nuevas tecnologías. Sin embargo, parece juego de niños frente a otro problema creciente, que lamentablemente no ha alcanzado el debate público en suficiente medida. Se trata del astroturfing: una serie de prácticas dirigidas a distorsionar y manipular la opinión pública a través de medios digitales.
La palabra astroturfing suena extraña porque proviene del nombre de una marca de césped sintético llamada AstroTurf. El mote representa muy bien una de las características centrales del fenómeno: se trata de algo artificial que simula la apariencia de lo natural. El término fue popularizado por los medios periodísticos, para dar cuenta de algo nuevo que se estaba potenciando con el crecimiento de los medios digitales, la falsificación de lo social.
Las técnicas del astroturfing son ilimitadas como la imaginación humana. Cualquier acción online que tenga por objeto manipular una tendencia social, la opinión pública o el apoyo masivo a una idea o producto, puede ser encuadrada dentro del astroturfing. Algunas acciones concretas que se realizan con estos propósitos son la compra de comentaristas online en foros y blogs, la creación masiva de cuentas falsas en redes sociales, la invención o distorsión de noticias en blogs y medios periodísticos (algo que se conoce como "astroturfing periodístico"), la edición tendenciosa de la información en Wikipedia, la creación de ONG falsas, la compra de testimonios falsos realizados por actores profesionales, la falsificación del tráfico web y del posicionamiento en buscadores, y la creación de flogs (fake blogs o blogs falsos), entre otras.
Podemos mencionar algunos casos llamativos, por sus dimensiones y por quiénes son los actores involucrados detrás de ellos. Uno de ellos, frecuentemente citado al momento de hablar de astroturfing, es el del Partido de los 50 centavos, un ejército de jóvenes contratados por el Gobierno chino para atiborrar Internet con mensajes a favor de sus políticas. Otro es el del persona management software, un programa para el cual la Fuerza Aérea estadounidense solicitó presupuesto y del que no se sabe mucho, sólo que permitiría que un único usuario maneje múltiples cuentas falsas en redes sociales, para crear personajes verosímiles, situados en cualquier lugar del mundo.
Con respecto al mundo corporativo, los ejemplos abundan, pero podemos mencionar algunos casos tristemente célebres, que ilustran sobre diferentes modalidades de astroturfing. 2013 ha sido un año pródigo en ejemplos. Recientemente, Samsung fue multada en Taiwán por crear una campaña de astroturfing en contra de su rival HTC, con comentaristas pagos. Pero está lejos de ser la única empresa que incurre en estas prácticas. En septiembre pasado, el fiscal de Nueva York, Eric Schneiderman, ha multado a 19 empresas que han escrito reseñas falsas, por parte de clientes inexistentes, en webs como Yelp, Google Local y CitySearch.
El astroturfing también ha sido puesto en práctica para manejar crisis de imagen en redes sociales. En febrero, Movistar España se vio ante una oleada de publicidad negativa en Twitter, por el despido de un trabajador. Contrarrestando las críticas recibidas en esa red social, hizo su aparición un grupo importante y aparentemente espontáneo de usuarios en defensa de la empresa. Varios artículos en blogs y webs de tecnología demostraron que esos usuarios eran falsos, fueron creados de forma automatizada, y provenían de una única fuente.
Se podría decir que el astroturfing siempre ha existido. En el mundo político no es nueva la práctica de comprar apoyo para un acto público. Pero lo distintivo de la época actual es que los medios digitales han potenciado infinitamente las posibilidades de esta clase de engaños, y el timo se está tornando cada vez más sofisticado. Considerando que, para tomar decisiones, cada vez nos basamos más en lo que percibimos a través de medios digitales, el asunto es preocupante y cabe preguntarse qué otras prácticas de astroturfing no han salido aún a la luz. En la era de la información, la mentira parece tener patas cada vez más largas.
La polémica en torno al espionaje informático es, sin duda, una preocupación crucial en la era de las nuevas tecnologías. Sin embargo, parece juego de niños frente a otro problema creciente, que lamentablemente no ha alcanzado el debate público en suficiente medida. Se trata del astroturfing: una serie de prácticas dirigidas a distorsionar y manipular la opinión pública a través de medios digitales.
La palabra astroturfing suena extraña porque proviene del nombre de una marca de césped sintético llamada AstroTurf. El mote representa muy bien una de las características centrales del fenómeno: se trata de algo artificial que simula la apariencia de lo natural. El término fue popularizado por los medios periodísticos, para dar cuenta de algo nuevo que se estaba potenciando con el crecimiento de los medios digitales, la falsificación de lo social.
Las técnicas del astroturfing son ilimitadas como la imaginación humana. Cualquier acción online que tenga por objeto manipular una tendencia social, la opinión pública o el apoyo masivo a una idea o producto, puede ser encuadrada dentro del astroturfing. Algunas acciones concretas que se realizan con estos propósitos son la compra de comentaristas online en foros y blogs, la creación masiva de cuentas falsas en redes sociales, la invención o distorsión de noticias en blogs y medios periodísticos (algo que se conoce como "astroturfing periodístico"), la edición tendenciosa de la información en Wikipedia, la creación de ONG falsas, la compra de testimonios falsos realizados por actores profesionales, la falsificación del tráfico web y del posicionamiento en buscadores, y la creación de flogs (fake blogs o blogs falsos), entre otras.
Podemos mencionar algunos casos llamativos, por sus dimensiones y por quiénes son los actores involucrados detrás de ellos. Uno de ellos, frecuentemente citado al momento de hablar de astroturfing, es el del Partido de los 50 centavos, un ejército de jóvenes contratados por el Gobierno chino para atiborrar Internet con mensajes a favor de sus políticas. Otro es el del persona management software, un programa para el cual la Fuerza Aérea estadounidense solicitó presupuesto y del que no se sabe mucho, sólo que permitiría que un único usuario maneje múltiples cuentas falsas en redes sociales, para crear personajes verosímiles, situados en cualquier lugar del mundo.
Con respecto al mundo corporativo, los ejemplos abundan, pero podemos mencionar algunos casos tristemente célebres, que ilustran sobre diferentes modalidades de astroturfing. 2013 ha sido un año pródigo en ejemplos. Recientemente, Samsung fue multada en Taiwán por crear una campaña de astroturfing en contra de su rival HTC, con comentaristas pagos. Pero está lejos de ser la única empresa que incurre en estas prácticas. En septiembre pasado, el fiscal de Nueva York, Eric Schneiderman, ha multado a 19 empresas que han escrito reseñas falsas, por parte de clientes inexistentes, en webs como Yelp, Google Local y CitySearch.
El astroturfing también ha sido puesto en práctica para manejar crisis de imagen en redes sociales. En febrero, Movistar España se vio ante una oleada de publicidad negativa en Twitter, por el despido de un trabajador. Contrarrestando las críticas recibidas en esa red social, hizo su aparición un grupo importante y aparentemente espontáneo de usuarios en defensa de la empresa. Varios artículos en blogs y webs de tecnología demostraron que esos usuarios eran falsos, fueron creados de forma automatizada, y provenían de una única fuente.
Se podría decir que el astroturfing siempre ha existido. En el mundo político no es nueva la práctica de comprar apoyo para un acto público. Pero lo distintivo de la época actual es que los medios digitales han potenciado infinitamente las posibilidades de esta clase de engaños, y el timo se está tornando cada vez más sofisticado. Considerando que, para tomar decisiones, cada vez nos basamos más en lo que percibimos a través de medios digitales, el asunto es preocupante y cabe preguntarse qué otras prácticas de astroturfing no han salido aún a la luz. En la era de la información, la mentira parece tener patas cada vez más largas.