Si digo que los muertos nos hablan, muchos pueden pensar que las siguientes líneas estarán dedicadas a temas relacionados con el más allá, pero nada más lejos de la realidad. En el mundo de la arqueología, los muertos en tiempos pasados nos aportan mucha información. Podríamos decir que, según avanza la ciencia, nos van hablando más claro. Es decir, si al principio de la arqueología nuestros antepasados sin vida nos susurraban, en los últimos años casi nos recitan auténticas parrafadas llenas de valiosa información.
Un encuentro fortuito
Un claro ejemplo de lo citado anteriormente es el impresionante Hombre de Tollund. Corría el año 1950, concretamente el 8 de mayo. Dos hombres, con la mente puesta en el invierno, cortaban turba en la zona boscosa de Horsegummen, Dinamarca, sin ser conscientes de que estaban a punto de hallar un auténtico "tesoro" para la ciencia. Ellos, en lugar de admirar el tesoro arqueológico ante el que se encontraban, se llevaron el susto de sus vidas. No vieron que lo que tenían ante sí era un hombre con una antigüedad de alrededor de 2000 años perteneciente a lo que conocemos como Edad del Hierro, sino que el cuerpo estaba en tan buenas condiciones que creyeron estar ante un crimen efectuado escasos días atrás. Avisada a la policía de Silkeborg -conocedores de que aquello se trataría de una trabajo más arqueológico que policial-, acudieron con varios expertos del museo local, expedición a la que poco después se unió el prestigioso arqueólogo Peter Vilhelm Glob.
Fuente: Wikipedia
Aterrador hallazgo
Aparentemente, aquel hombre completamente desnudo, con tan sólo un gorro de cuero que tapaba su cabeza y un cinturón, daba muestras -a juzgar por su rostro- de un deceso sosegado. Pero los investigadores no pudieron evitar -pese a que aquello ocurrió hace 2000 años- horrorizarse al continuar extrayendo la masa de turba que lo cubría y percatarse de que alrededor de su cuello, como si de una pitón se tratase, se enroscaba una cuerda de cuero que años atrás acabó con su vida. Aquello no era un simple cuerpo en buenas condiciones, sino que se trataba de un asesinato, un ajusticiado de hacía 2000 años. No todos los días se tiene la oportunidad de examinar a un condenado de la Edad del Hierro.
El hombre a examen
Tras una extracción complicada y trágica, pues durante la misma murió uno de los operarios de un ataque al corazón, el Hombre de Tollund fue trasladado al Museo Nacional de Copenhage sin complicaciones, pese a que se trató de un viaje largo, no exento de peligros. Para su conservación se elaboró un cajón de madera en el que el cuerpo viajó cubierto por los cuatro costados de turba, evitando de esta forma que se moviera y se fragmentara, así como que la turba siguiera conservando el cuerpo. En palabras del prestigioso Dr. José Manuel Reverte Coma, la razón de la fabulosa conservación en zonas de turba se debe a "las condiciones químicas y físicas de los depósitos de turba, tales como la temperatura, la ausencia de oxígeno y una intensa acción antibiótica".
Tras el exhaustivo examen se llegó a la conclusión de que, en el momento de su fallecimiento, fue depositado en una fosa de los inicios de la Edad del Hierro. Esto se supo gracias a que en el fondo había una capa de esfagno, una especie de musgo. Se trataba de una fina capa de color rojizo cuya formación es característica de la etapa antigua de la Edad del Hierro en Jutlandia.
Tal era el espléndido estado de conservación que se pudo comprobar que tenía el cabello cortado, midiendo entre 4 y 5 cm de longitud. A nivel facial conservaba parte de las cejas y algo de barba en la zona del labio superior, el mentón y los pómulos. En cuanto al torso, su estado era muy bueno, pese a que en el lateral izquierdo, tanto el pecho como el hombro, estaban prácticamente libres de piel. Otros desperfectos, como cortes en la columna vertebral, tenían la inequívoca marca antrópica actual, provocados por las personas que excavaban en la turbera con fines diferentes a los arqueológicos. Parte de la cadera izquierda sobresalía de la piel, el vientre se encontraba doblado en capas y los órganos sexuales estaban en un buen estado de conservación.
En cuanto a los pocos elementos de ropa ataviados alrededor de su cuerpo, cabe destacar un gorro, elaborado mediante ocho parches cosidos entre sí. Dicho elemento estaba forrado de pelo en su interior. También un cinturón de cuero rodeaba su cadera y tenía un ojal con un nudo en el lado izquierdo. Por último, la cuerda de cuero trenzada que nunca le hubiera gustado ver al Hombre de Tollund y mediante la que fue colgado.
No fue estrangulado
Pese a que inicialmente se pudo pensar que aquel hombre había sido estrangulado, los médicos forenses no lo tenían claro. En un primer momento, tras el examen del Dr. Baastrup, éste declaró que no podía asegurarse nada con rotundidad, porque las vértebras presentaban un alto grado de descalcificación. Lo que sí se pudo constatar es que se trataba de un hombre adulto, al menos de más de veinte años, puesto que las muelas del juicio ya habían aflorado en su totalidad. Además, tal y como sí se avanzó en el primer examen que se efectuó al poco de su descubrimiento -y que hoy en día se ha podido constatar-, es que el hombre fue colgado y no estrangulado, pues las vértebras cervicales no estaban fracturadas ni dañadas. Recientes estudios han revelado que la lengua del hombre de la Edad del Hierro está hinchada, signo característico de muerte por ahorcamiento.
Otras partes como el cerebro, corazón, pulmones o hígado se encontraban en buen estado. Pero lo que más datos aportó, sin duda, fue la zona digestiva. Gracias al examen de los doctores Bjovulf Vimtrup y Kay Schaurup se supo que aquel hombre albergaba en su estómago los restos de una papilla compuesta de linaza, camelina, cebada y acederilla, mezcladas a su vez con hierbas. De este hallazgo lo médicos dedujeron que no comió nada de carne. De lo contrario, habrían hallado restos con total seguridad. Más allá del dato subjetivo de que la citada papilla no debió resultar un bocado nada agradable, sí se dedujo que, por la ubicación de los restos de alimento en la zona digestiva, el hombre habría estado vivo entre 12 y 24 horas después de haberse producido la ingesta.
Fuente: Gettyimages
¿Por qué lo mataron?
La historia de nuestros antepasados está marcada por muchos comportamientos, unos nos han llegado y otros no. Algo fundamental para estudiar a un pueblo es su rito funerario. Salvo raras excepciones, cada vez que detectamos un cambio en el rito funerario es síntoma de que se ha producido un cambio cultural, a nivel de concepción del la vida y en cuanto a las creencias. Y en este sentido, el protagonista de este artículo, el Hombre de Tollund, supone un caso extraordinario si lo comparamos con el resto de personas que vivieron en su tiempo. Hace 2000 años, en esta zona del norte de Europa, el rito funerario más característico era la incineración. Es por ello que hay que preguntarse el motivo de que apareciera donde lo hizo. ¿Lo asesinaron y lo dejaron simplemente allí tirado? Sabemos que no, aunque no tenemos muy claro cuáles fueron las causas de su ajusticiamiento. Hay quienes piensan que pudo tratarse de una ejecución por "ladrón", "criminal" o quién sabe lo que pudo hacer. El historiador Tácito, en uno de sus textos, hace alusión a las tribus germanas del norte de Europa, diciendo que "...cuelgan de los árboles a los traidores y desertores; a los cobardes, malos guerreros... los sumergen en el fango de los pantanos..." Por otro lado, Tácito también tiene textos en los que hace alusión a sacrificios humanos por parte de estas tribus germánicas. En este sentido, son muchos los historiadores que se decantan por la segunda opción. ¿El motivo? A pesar de que el Hombre de Tollund fue ejecutado, no presenta secuelas físicas de haber sido tratado como un simple criminal al que ajusticiaron, sino que podría encajar más con el hecho de que se tratase de un sacrificio humano, puesto que fue depositado cuidadosamente en posición fetal y no como si simplemente lo hubieran tirado después de muerto. Aunque, desde mi punto de vista, así como a nivel forense, tenemos datos que nos aportan mucha información, hablar sobre el porqué de su ejecución es un tanto complejo como para dar algo por sentado. Nos movemos, nunca mejor dicho, hablando de turberas, en un terreno muy fangoso.
Conclusión
Independiente de si murió por un acto de pillaje, por un acto criminal o fue un sacrificio para los dioses, el caso es que, tal y como decía al principio, nos habla, y mucho, acerca de muchos aspectos de la sociedad de aquel momento. Estamos hablando de unos de los restos humanos más impresionantes que conservamos, tan impresionante que incluso la policía logró obtener las huellas digitales de uno de sus dedos. Lo siguiente es conseguir una muestra de ADN para así conocer más información sobre la forma en que se produjeron las migraciones... Más tarde o más temprano lo conseguiremos. Repito que los muertos nos hablan muchísimo más de lo que pensamos.
Un encuentro fortuito
Un claro ejemplo de lo citado anteriormente es el impresionante Hombre de Tollund. Corría el año 1950, concretamente el 8 de mayo. Dos hombres, con la mente puesta en el invierno, cortaban turba en la zona boscosa de Horsegummen, Dinamarca, sin ser conscientes de que estaban a punto de hallar un auténtico "tesoro" para la ciencia. Ellos, en lugar de admirar el tesoro arqueológico ante el que se encontraban, se llevaron el susto de sus vidas. No vieron que lo que tenían ante sí era un hombre con una antigüedad de alrededor de 2000 años perteneciente a lo que conocemos como Edad del Hierro, sino que el cuerpo estaba en tan buenas condiciones que creyeron estar ante un crimen efectuado escasos días atrás. Avisada a la policía de Silkeborg -conocedores de que aquello se trataría de una trabajo más arqueológico que policial-, acudieron con varios expertos del museo local, expedición a la que poco después se unió el prestigioso arqueólogo Peter Vilhelm Glob.
Fuente: Wikipedia
Aterrador hallazgo
Aparentemente, aquel hombre completamente desnudo, con tan sólo un gorro de cuero que tapaba su cabeza y un cinturón, daba muestras -a juzgar por su rostro- de un deceso sosegado. Pero los investigadores no pudieron evitar -pese a que aquello ocurrió hace 2000 años- horrorizarse al continuar extrayendo la masa de turba que lo cubría y percatarse de que alrededor de su cuello, como si de una pitón se tratase, se enroscaba una cuerda de cuero que años atrás acabó con su vida. Aquello no era un simple cuerpo en buenas condiciones, sino que se trataba de un asesinato, un ajusticiado de hacía 2000 años. No todos los días se tiene la oportunidad de examinar a un condenado de la Edad del Hierro.
El hombre a examen
Tras una extracción complicada y trágica, pues durante la misma murió uno de los operarios de un ataque al corazón, el Hombre de Tollund fue trasladado al Museo Nacional de Copenhage sin complicaciones, pese a que se trató de un viaje largo, no exento de peligros. Para su conservación se elaboró un cajón de madera en el que el cuerpo viajó cubierto por los cuatro costados de turba, evitando de esta forma que se moviera y se fragmentara, así como que la turba siguiera conservando el cuerpo. En palabras del prestigioso Dr. José Manuel Reverte Coma, la razón de la fabulosa conservación en zonas de turba se debe a "las condiciones químicas y físicas de los depósitos de turba, tales como la temperatura, la ausencia de oxígeno y una intensa acción antibiótica".
Tras el exhaustivo examen se llegó a la conclusión de que, en el momento de su fallecimiento, fue depositado en una fosa de los inicios de la Edad del Hierro. Esto se supo gracias a que en el fondo había una capa de esfagno, una especie de musgo. Se trataba de una fina capa de color rojizo cuya formación es característica de la etapa antigua de la Edad del Hierro en Jutlandia.
Tal era el espléndido estado de conservación que se pudo comprobar que tenía el cabello cortado, midiendo entre 4 y 5 cm de longitud. A nivel facial conservaba parte de las cejas y algo de barba en la zona del labio superior, el mentón y los pómulos. En cuanto al torso, su estado era muy bueno, pese a que en el lateral izquierdo, tanto el pecho como el hombro, estaban prácticamente libres de piel. Otros desperfectos, como cortes en la columna vertebral, tenían la inequívoca marca antrópica actual, provocados por las personas que excavaban en la turbera con fines diferentes a los arqueológicos. Parte de la cadera izquierda sobresalía de la piel, el vientre se encontraba doblado en capas y los órganos sexuales estaban en un buen estado de conservación.
En cuanto a los pocos elementos de ropa ataviados alrededor de su cuerpo, cabe destacar un gorro, elaborado mediante ocho parches cosidos entre sí. Dicho elemento estaba forrado de pelo en su interior. También un cinturón de cuero rodeaba su cadera y tenía un ojal con un nudo en el lado izquierdo. Por último, la cuerda de cuero trenzada que nunca le hubiera gustado ver al Hombre de Tollund y mediante la que fue colgado.
No fue estrangulado
Pese a que inicialmente se pudo pensar que aquel hombre había sido estrangulado, los médicos forenses no lo tenían claro. En un primer momento, tras el examen del Dr. Baastrup, éste declaró que no podía asegurarse nada con rotundidad, porque las vértebras presentaban un alto grado de descalcificación. Lo que sí se pudo constatar es que se trataba de un hombre adulto, al menos de más de veinte años, puesto que las muelas del juicio ya habían aflorado en su totalidad. Además, tal y como sí se avanzó en el primer examen que se efectuó al poco de su descubrimiento -y que hoy en día se ha podido constatar-, es que el hombre fue colgado y no estrangulado, pues las vértebras cervicales no estaban fracturadas ni dañadas. Recientes estudios han revelado que la lengua del hombre de la Edad del Hierro está hinchada, signo característico de muerte por ahorcamiento.
Otras partes como el cerebro, corazón, pulmones o hígado se encontraban en buen estado. Pero lo que más datos aportó, sin duda, fue la zona digestiva. Gracias al examen de los doctores Bjovulf Vimtrup y Kay Schaurup se supo que aquel hombre albergaba en su estómago los restos de una papilla compuesta de linaza, camelina, cebada y acederilla, mezcladas a su vez con hierbas. De este hallazgo lo médicos dedujeron que no comió nada de carne. De lo contrario, habrían hallado restos con total seguridad. Más allá del dato subjetivo de que la citada papilla no debió resultar un bocado nada agradable, sí se dedujo que, por la ubicación de los restos de alimento en la zona digestiva, el hombre habría estado vivo entre 12 y 24 horas después de haberse producido la ingesta.
Fuente: Gettyimages
¿Por qué lo mataron?
La historia de nuestros antepasados está marcada por muchos comportamientos, unos nos han llegado y otros no. Algo fundamental para estudiar a un pueblo es su rito funerario. Salvo raras excepciones, cada vez que detectamos un cambio en el rito funerario es síntoma de que se ha producido un cambio cultural, a nivel de concepción del la vida y en cuanto a las creencias. Y en este sentido, el protagonista de este artículo, el Hombre de Tollund, supone un caso extraordinario si lo comparamos con el resto de personas que vivieron en su tiempo. Hace 2000 años, en esta zona del norte de Europa, el rito funerario más característico era la incineración. Es por ello que hay que preguntarse el motivo de que apareciera donde lo hizo. ¿Lo asesinaron y lo dejaron simplemente allí tirado? Sabemos que no, aunque no tenemos muy claro cuáles fueron las causas de su ajusticiamiento. Hay quienes piensan que pudo tratarse de una ejecución por "ladrón", "criminal" o quién sabe lo que pudo hacer. El historiador Tácito, en uno de sus textos, hace alusión a las tribus germanas del norte de Europa, diciendo que "...cuelgan de los árboles a los traidores y desertores; a los cobardes, malos guerreros... los sumergen en el fango de los pantanos..." Por otro lado, Tácito también tiene textos en los que hace alusión a sacrificios humanos por parte de estas tribus germánicas. En este sentido, son muchos los historiadores que se decantan por la segunda opción. ¿El motivo? A pesar de que el Hombre de Tollund fue ejecutado, no presenta secuelas físicas de haber sido tratado como un simple criminal al que ajusticiaron, sino que podría encajar más con el hecho de que se tratase de un sacrificio humano, puesto que fue depositado cuidadosamente en posición fetal y no como si simplemente lo hubieran tirado después de muerto. Aunque, desde mi punto de vista, así como a nivel forense, tenemos datos que nos aportan mucha información, hablar sobre el porqué de su ejecución es un tanto complejo como para dar algo por sentado. Nos movemos, nunca mejor dicho, hablando de turberas, en un terreno muy fangoso.
Conclusión
Independiente de si murió por un acto de pillaje, por un acto criminal o fue un sacrificio para los dioses, el caso es que, tal y como decía al principio, nos habla, y mucho, acerca de muchos aspectos de la sociedad de aquel momento. Estamos hablando de unos de los restos humanos más impresionantes que conservamos, tan impresionante que incluso la policía logró obtener las huellas digitales de uno de sus dedos. Lo siguiente es conseguir una muestra de ADN para así conocer más información sobre la forma en que se produjeron las migraciones... Más tarde o más temprano lo conseguiremos. Repito que los muertos nos hablan muchísimo más de lo que pensamos.