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¿Por qué se pelean las parejas?

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"Desde hace seis meses nos peleamos constantemente. Él está a la defensiva permanentemente, tengo la sensación de que le jode absolutamente todo lo que hago. Él me recrimina que se siente ahogado, que necesita espacio, hacer cosas por sí mismo. Yo siento que está lejos, no veo que me escuche, y cuando lo intenta, no me entiende. El sexo de guindas a peras..., para mí ya no es lo que era. Nos queremos, pero no sé cómo hemos llegado a esta situación."

Para muchos el párrafo anterior puede ser muy familiar. Son muchas las relaciones de pareja que se ven sacudidas por los conflictos. Pueden ser de mayor o menor importancia, pero dependiendo de su intensidad y frecuencia pueden perjudicar la convivencia e incluso poner en riesgo la relación.

La resolución de los conflictos pasa necesariamente por la comprensión de sus causas. Existen algunos factores que pueden guiarnos en la comprensión de muchas de las disputas. Estos aspectos no conforman un modelo por el que necesariamente transiten todas las parejas. Más bien refieren lugares comunes que nos pueden ayudar a entender el origen de una buena parte de los conflictos que surgen en las dinámicas relacionales.

Expectativas: "Pero, ¿somos novios?"

La diferencia de expectativas en cuanto al otro o la propia relación de pareja acostumbra a ser una fuente de confrontación. Cada persona tiene sus propias creencias de lo que es o debe ser una relación. Es decir, ofrece o no privacidad, requiere o no convivencia, se proyecta o no hasta la muerte, precisa o no de exclusividad sexual, etc. A priori, podría parecer sencillo. Sin embargo, nuestras propias demandas varían a lo largo de nuestro ciclo vital o relacional. Las expectativas distan mucho en la fase de enamoramiento de las propias de una etapa posterior de convivencia.

No se trata de establecer un reglamento o definir el grado de compromiso que asumimos para con el otro en cada parte del camino. En muchos casos, debemos comenzar por preguntarnos qué esperamos de la relación o del otro. No ser consciente de lo que esperamos o no conocer las expectativas del otro, puede llevarnos a adaptarnos a una situación no deseada para no provocar discrepancias o, por el contrario, a vivir en una permanente guerra de exigencias. Una relación será más saludable en la medida en que las expectativas que genera sean flexibles para adaptarse a nuestro sistema de creencias en cada momento de nuestra vida.

Comunicación: "¡No me hables así!'

La comunicación en el ámbito de la pareja es un aspecto clave; además de constituir un factor relevante en la génesis de un conflicto, también es un factor que media tanto en la intensidad y duración de las disputas como en su resolución. La falta de comunicación o una mala calidad de la misma pueden deteriorar una relación en muy poco tiempo.

El déficit de comunicación, o su carácter negativo, suele ser la principal demanda de la pareja que acude a psicoterapia, y uno de los aspectos que recibe más atención durante las sesiones. Generalmente, mejorar la comunicación implica incrementar los mensajes positivos, la disminución de la agresividad, los reproches o quejas, la expresión de necesidades y deseos, la escucha activa, etc. En el día a día, aspectos tan sencillos como buscar el momento (cuando estemos descansados y relajados) y espacio adecuado (con privacidad y sin distracciones) para tratar algún desacuerdo pueden ser aspectos clave para la prevención y resolución de conflictos.

Autonomía: Cuando la relación aprieta...

Uno de los motivos de conflicto más frecuentes se da cuando existe una falta de simetría entre el deseo de autonomía y la búsqueda de proximidad entre los miembros. Se trata de motivaciones cambiantes dependiendo del momento relacional o personal en el que estemos. Es frecuente que pasada la etapa de enamoramiento las personas demanden un mayor espacio personal. Una de las claves de la felicidad en la edad adulta es el sentimiento de logro de autonomía, de sentirnos dueños de nuestro propio destino.

En una relación hacemos concesiones a nuestra libertad individual, a nuestra capacidad para tomar pequeñas y grandes decisiones. Es decir, algunas relaciones en determinados momentos vitales pueden oprimir al individuo que llevamos dentro. La otra cara de la moneda puede ser el sentimiento de abandono, cuando la persona siente que su pareja busca espacios individuales.

Es importante no olvidar que aquello de la media naranja es una metáfora desafortunada. Actuar como la mitad de otro en todo lugar puede ahogar el amor y/o fomentar una relación de dependencia. Es importante mantener espacios individuales o de diferenciación, en los que nos sintamos nosotros mismos al margen del binomio que supone la relación de pareja.

Deseo: Grrrrr...

El deseo suele ser uno de los pilares en los que se forja una relación en sus primeros momentos. Más adelante, la relación suele pasar a otra etapa en la atracción física y el sexo loco acostumbra a disminuir en frecuencia y/o intensidad.

El motivo de conflicto se relaciona muchas veces con la falta de simetría en nuestras expectativas sexuales. No sentirse deseado o sentir que no cumplimos con la expectativa sexual del otro, pueden generar malestar, insatisfacción o miedo. Es un caldo de cultivo perfecto para las disputas. La comunicación, la apertura y flexibilidad para obtener placer con nuestras parejas son aspectos clave que favorecen una vida sexual satisfactoria.

Dinámicas de poder: Esto es juego de tronos...

Una relación difícilmente ofrecerá un equilibrio absoluto en cuanto al ejercicio del poder. Las dinámicas de poder y control suelen ser complejas. No se trata sólo de distribuir las obligaciones domésticas de forma equitativa. Las cesiones en ámbitos como el económico, social, familiar, sexual, etc., pueden provocar tensiones en otro muy distinto.

El equilibrio se relaciona con el grado de satisfacción que mantenemos con las parcelas y la flexibilidad a la hora de asumir o delegar las toma de decisiones que afectan a ambos. Es decir, una relación provocará menos conflictos en la medida en la que los roles que asumamos sean flexibles, satisfactorios y puedan adecuarse a nuestro momento vital.


¿Qué hacer si mi relación es un campo de batalla?

A grandes rasgos, tienes tres opciones:

A. Continúa como hasta ahora porque tienes razón. Sigue creyendo que poco a poco cambiarás en el otro/a aquellos aspectos conflictivos. Esto tiene dos finales posibles: bien acabará en ruptura o bien la tensión acabará normalizándose e integrándose en una relación de pareja que limitará tu capacidad para ser feliz.

B. Adáptate y cede. Cede en todos los frentes... ¿qué más da? Déjate llevar por la apatía, bien hasta convertirte en una ameba o hasta explotar por la tensión acumulada.

C. Siéntate a pensar y anima a tu pareja a que haga lo mismo. Intentad discernir dónde está el origen y orígenes de los conflictos. Hablad y compartid y, si es posible, intentad negociar. Si decidís seguir adelante, un psicólogo/a puede ser un buen apoyo, guía y testigo del proceso para comprender el origen de la tensión y para avanzar hacia una relación más saludable.

Ilustración: Elvira Zamorano

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