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Suecia, el paraíso que dejó de serlo

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Hace cuarenta o cincuenta años decir Suecia era decir democracia, Estado de bienestar, socialdemocracia, libertades, igualdad entre sexos, progresismo... Decir demócratas y suecos era casi una redundancia. Aunque mantienen unos niveles de vida y unas ventajas sociales que ya nos gustaría tener por aquí, hoy las cosas han cambiado. Basta leer a algunos de los autores de la pujante novela negra sueca -desde los ya clásicos como Henning Mankell, Stieg Larsson o el tándem Maj Sjöwall-Per Wahlöö, a los más jóvenes como Christoffer Carlsson (El hombre invisible de Salem)- para ver el trasfondo de tensiones racistas y sociales, familias desestructuradas, corrupción, violencia... Si hoy decimos Demócratas Suecos ya no es una redundancia, estamos hablando de extrema derecha, de nacionalpopulismo..., de la tercera fuerza política del país, del partido bisagra en el Riksdag (Parlamento).

Estos días es noticia Demócratas Suecos (SD, Sverigedemokraterna) porque con sus 49 diputados ha logrado bloquear la aprobación de los presupuestos lo que llevará a una convocatoria de elecciones anticipadas cuando el Gobierno de coalición de socialdemócratas y ecologistas apenas tenía un par de meses de vida. En torno a Demócratas Suecos todas las fuerzas políticas mantienen un cinturón sanitario, pero sus 49 votos son muy importantes en un parlamento tan fraccionado como el que salió de las elecciones del pasado 14 de septiembre.

El principal objetivo político de Demócratas Suecos es frenar la inmigración que recibe Suecia como tradicional tierra de asilo. La acusan de la inseguridad ciudadana y de sangrar las arcas del Estado beneficiándose de sus ventajas sociales cuando el país ha tenido que acometer grandes recortes como consecuencia de la crisis de 2008 que también tuvo aquí sus efectos.

En su día fueron desertores norteamericanos de Vietnam, luego palestinos y alemanes orientales, después rusos y refugiados de los conflictos caucásicos y balcánicos (alguno ha llegado incluso a la selección nacional de fútbol, Ibrahimovic), ahora son principalmente sirios y gitanos rumanos y búlgaros que han pasado previamente por Italia, España y Alemania. Pero ahora llegan en progresión geométrica: en 2014 Suecia ha recibido 70.000 demandas de asilo, de las que 27.000 son de sirios, y además el 40 por 100 de los emigrantes llevan en paro desde hace quince años y viven de las ayudas sociales.

En este marco se ha producido el ascenso de Demócratas Suecos hasta convertirse en la tercera fuerza política del país. En las elecciones de 2010 pasó de no tener ningún escaño a disfrutar nada menos que de veinte, y cuatro años después tenía más del doble, los 49 actuales. Y se piensa que no ha tocado techo.

Hoy se le considera un grupo nacional populista o de derecha radical, pero en sus orígenes y aún hoy entre su militancia hay conexiones con el nazismo. Demócratas Suecos se creó en 1988 de la fusión del grupo populista y antiinmigración Bevara Sverige Svenkst (Suecia para los Suecos), que dirigía Leif Zeilon, y de una facción del Partido del Progreso. Entre sus primeros dirigentes había viejos nazis como Gustaf Ekström, ex miembro de las Waffen SS que militó en uno de los distintos partidos nacional socialistas que hubo en Suecia en los años treinta y cuarenta, el Svensk Socialistik Samling (Movimiento Socialista Sueco); y Anders Klarström, ex militante del grupo neonazi Nordiska Rikspartiet, en los años setenta y ochenta. Su símbolo era una antorcha flameante con los colores nacionales, similar al de los Frente Nacional francés y británico, y de grupos neofascistas italianos y españoles.

Su marginalidad política y el ver cómo obtenían éxito electoral partidos homólogos europeos, sin vínculos en el pasado con el nazismo o que habían cortado con éste -como el FPO austriaco, los Partido Popular danés y noruego o Los Republicanos alemanes-, llevó a que a partir de 1995, con la llegada a la cúpula de un ex militante del Partido de Centro, Mikael Jansson, empezase el proceso de moderación de Demócratas Suecos. Jansson prohibió la simbología nazi en sus mítines y moderó su discurso, lo que provocó tensiones internas, escisiones y expulsiones de los sectores más radicales.

En ese periodo llegan al partido jóvenes procedentes de otros grupos centristas como el Partido Moderado. Entre ellos, Jimmie Åkesson, un joven informático diseñador de webs, con aspecto de empollón repeinado, bien trajeado y con gafas de diseño. Se convirtió en su líder en 2005, paradójicamente como candidato de consenso al no pertenecer a ninguna de las facciones internas enfrentadas. Lo primero que hizo fue suscribir la Declaración de los Derechos Humanos y cambiar el símbolo de la antorcha flameante por el menos violento de una flor, la anemone hepatica, cuyos colores se aproximan a los de la bandera nacional.

jimmieakesson
Jimmie Åkesson



La moderación y el cambio de imagen fue el comienzo del ascenso electoral de Demócratas Suecos, sin olvidar el efecto de la crisis económica de 2008. En 2010 logró un 5,7 por 100 de los votos que representaron veinte escaños. Pese a verse envueltos algunos de sus dirigentes en diferentes escándalos públicos con opositores, indigentes, emigrantes..., que terminaron con sus ceses, cuatro años después Demócratas Suecos, además de dos eurodiputados, logró más del doble de sus escaños. Con estos resultados, Åkesson se fijó el objetivo de emular al Partido Popular danés y convertirse en una fuerza bisagra que apoyaría a uno u otro gobierno a cambio de que aplicasen las políticas migratorias restrictivas de su programa.

Demócratas Suecos se define como nacionalista y social conservador. Euroescéptico, plantea no adherirse al euro y renegociar su tratado de adhesión con la Unión Europea. Casi todo su programa gira en torno a la inmigración. Siguiendo su lema de Seguridad y Tradición (Trygghet och Tradition), en el aspecto cultural se opone a que el Estado financie actividades que no sean tradicionales suecas -es decir, las de otras culturas-, y plantea reforzar las medidas de seguridad ciudadana, sobre todo de cara a la tercera edad, principal víctima de la inseguridad, un sector social al que mima electoralmente pidiendo que se le baje los impuestos y se le suba las subvenciones. Lo que nadie discutiría si no lo relacionasen con la inmigración: en las elecciones de 2010 grabó un spot en el que se veía a una anciana angustiada con un andador a la que seguía un grupo de mujeres con velo negro y coches de bebé. El lema era: "La política es una cuestión de prioridades. El 19 de septiembre tú decides si recortamos las pensiones o recortamos la inmigración".

Rechaza el multiculturalismo pero acepta una sociedad multiétnica si prevalece la integración. La emigracion islámica es su principal obsesión, piensa que amenaza la identidad nacional y la cohesión social. De hecho, se mostró muy activo durante la crisis de las viñetas de Mahoma que publicó un periódico danés, y cuando se le ha podido criticar de homofobia como a otras fuerzas europeas homólogas, lo niega argumentando que defiende los derechos de los homosexuales frente a una Suecia islamizada que les perseguiría.

En sus campañas siempre nada en mensajes cargados de ambiguedad. Durante la campaña de 2010, uno de sus carteles llevaba el lema "Stop a la mendicidad". Un mensaje políticamente correcto si no fuera porque todo el mundo entendía que iba contra los gitanos rumanos que son los que más la practican y de la que sacan beneficios las mafias rusas.

No se sabe si es por razones electoralistas o porque así lo cree, Demócratas Suecos niega ser racista y xenófobo. No sólo critica las ventajas sociales que reciben los foráneos, también algunas de las minorías nacionales como los lapones del norte del país. Con Åkesson hay una política interna de tolerancia cero con respecto al racismo, expulsando a quien viole este principio y, por esta razón, negándose a colaborar en el Europarlamento con el Frente Nacional Francés de Marine Le Pen y preferir la alianza con el euroescéptico UKIP británico. Una candidata a las municipales del pasado mes de septiembre tuvo que dimitir al aparecer en una foto con un brazalete nazi. Además la presentación a las elecciones de un grupo neonazi muy activo, el Partido de los Suecos (Svenkarmas parti), le permitió a Åkesson lucirse en los medios criticando al nazismo y al racismo. Por otro lado, en las elecciones de 2014, Åkesson aparecía en un spot del partido con dos emigrantes y una chica decía: "Oponte al racismo". Aunque resulte paradójico, se calcula que una décima parte de sus seguidores son de origen inmigrante, algunos incluso son cargos electos municipales.

Demócratas Suecos sigue su carrera vertiginosa. Entre sus contradicciones políticas y las tensiones internas por el giro moderado entre unas bases que aún añoran otros tiempos ideológicos: sirva de ejemplo el que Demócratas Suecos perdió muchas de las concejalías ganadas en 2010 porque los cargos electos abandonaron la formación al discrepar con su nueva línea. Habrá que ver si Demócratas Suecos sólo es un fenómeno pasajero alimentado por la crisis o si se puede consolidar como ya ha ocurrido en países no menos civilizados como Francia. También habrá que ver si sigue evolucionando hacia una derecha más o menos aceptable como ocurrió en Italia con los antiguos misinos de Franco Fini. Por de pronto, para las próximas elecciones parece que seguirá en línea ascendente.

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