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El Golfo se refuerza militarmente

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Por encima de la inestabilidad que estructuralmente caracteriza a Oriente Medio, los dos mensajes que con mayor fuerza se refieren hoy a la zona hablan de la creciente amenaza del yihadismo global -con Daesh como señal más visible ya en Siria e Irak- y de la perdida de importancia de los países del Golfo como suministradores de hidrocarburos-, en tanto que Estados Unidos entra ya decididamente en la revolución del fracking.

En relación con el primer asunto, la estrategia militarista de Washington, liderando una coalición a la que acaba de apuntarse Marruecos (con cazas F-16 que ya han entrado en combate en suelo iraquí) sigue su curso tratando de fijar a las fuerzas de Daesh en sus posiciones actuales y de debilitar su capacidad de combate.

Simultáneamente, y aprovechando la nueva sintonía entre Erbil y Bagdad (como resultado del acuerdo para la venta del petróleo ubicado en el Kurdistán iraquí a través de la Organización Estatal de Comercialización del Petróleo, gestionada por Bagdad), cabe imaginar que se acelere el proceso de suministro de equipo y armamento a los peshmergas kurdos y el proceso de instrucción de las unidades iraquíes que se encargarán de la posterior fase de combate terrestre contra las milicias desplegadas por Daesh en numerosas localizaciones (incluyendo Mosul, como objetivo central).

Pero en paralelo a ese esfuerzo, y en un intento por mostrar cierta capacidad de maniobra autóctona, también los seis países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) tratan de sumar fuerzas. Así, con ocasión de su reciente cumbre anual (9 de diciembre) han querido mostrar su voluntad por superar sus problemas internos, cerrando aparentemente la crisis abierta con Catar la pasada primavera. También han anunciado la creación de CCG-Pol (una agencia policial conjunta para facilitar el intercambio de información y la cooperación contra el narcotráfico y el cibercrimen) y hasta han apuntado la activación de una fuerza naval conjunta, que se debería añadir al mando conjunto que anteriormente han anunciado sus portavoces.

En todo caso, más allá de ese tipo de declaraciones tan recurrentes como huecas, nada hace pensar que en esta ocasión haya realmente voluntad firme de traducir en hechos sus palabras. El CCG cuenta con una mínima fuerza conjunta (Península Shield), que ya fue desplegada en Bahréin durante los disturbios que, en 2011, pusieron en serios apuros a la monarquía suní encabezada por Hamad bin Isa al Jalifa. Como señal bien clara de esa falta de determinación- explicada fundamentalmente por las fracturas internas de los países miembros y por el temor a verse excesivamente dominados por Riad-, en el comunicado final de la mencionada cumbre ni siquiera se menciona la creación del mando conjunto que diferentes portavoces regionales habían dado ya por hecha en las semanas previas al encuentro.

En realidad, la constitución de ese mando fue aireada por primera vez en 2012, y en diciembre del pasado año se volvió a difundir un mensaje similar, incluso poniendo en boca del entonces jefe del Pentágono, Chuck Hagel, el apoyo estadounidense para conformar una capacidad local de disuasión contra amenazas tan conocidas como innombradas (la emergencia de Irán y el yihadismo violento). Nada, sin embargo, se ha concretado hasta ahora, lo que hace pensar que los ingentes arsenales acumulados en la zona por compradores tradicionales de armamento estadounidense, británico y francés, seguirán acumulando polvo en los hangares.

Seguramente es ese tipo de consideraciones lo que llevó el pasado día 6 al Gobierno británico a anunciar su decisión de establecer una base naval permanente en Bahréin. De ese modo, Londres vuelve 43 años después a contar con instalaciones permanentes que le permitirán ampliar el despliegue naval que ya viene desarrollando desde hace años. A los cuatro buques cazaminas que actualmente mantiene en el puerto de Mina Salman, añadirá ahora submarinos y portaviones, con un desembolso de 19 millones de euros.

Londres se alinea así con lo que París, de la mano de un Nicolas Sarkozy empeñado en elevar el perfil internacional de Francia, ya decidió en 2008. Fruto de esa apuesta, en mayo del siguiente año, Francia inauguró una base interjércitos en Abu Dhabi, con una base terrestre en Madin al Zayed, un puerto operativo en Mina Zayed y un aeródromo en Al Dhafra. Con eso completaba un despliegue que, en el Índico, incluía a las bases ya operativas en la isla Reunión y en Djibuti.

Si a todo lo anterior se le suman las instalaciones, bases y cuarteles generales que mantiene Washington en diferentes puntos del Golfo, con la V Flota como elemento más destacado, solo queda concluir que la región está llamada a seguir conservando un alto interés tanto geopolítico como geoeconómico para actores tan notorios como Washington, Londres y París. Mientras tanto, los actores locales -a pesar de su variado y a menudo contradictorio temor a la emergencia de Irán, al islamismo político representado por las diferentes ramas de los Hermanos Musulmanes y a la hipotética retirada estadounidense- siguen demostrando su incapacidad para pasar de las palabras a los hechos.

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