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A raíz del asesinato de un hincha fanático del Deportivo de la Coruña a manos de una no menos alienada y radicalizada peña del Atlético de Madrid, un alud de noticias, opiniones, artículos de fondo, tertulias, vídeos, reuniones de alto nivel, toma de decisiones y alarma casi nos ahogan. Hasta el punto de que muchas periodistas se preguntaban cómo es que el mismo revuelo multiplicado por, aproximadamente, setenta, no se organiza después de cada muerta por violencia machista, un tipo de violencia mucho más generalizada, brutal y letal. Había quien comparaba agresiones entre iguales y agresiones abusivas, o entre víctimas inocentes y víctimas que habían buscado y ejercido la violencia.
A finales de diciembre, el capitán del club de fútbol San Lorenzo tildó de "niñas" a los jugadores del Real Madrid: "Cada nena que tocabas se caía. Ibas a trabar fuerte... foul, ibas al choque... foul. Tendrían que venir aquí a jugar un ratito". Una enmienda a la totalidad (y, además de mujeres, menores). Pura violencia contra las mujeres.
Pocos días antes, el entrenador del Córdoba, Miroslav Djukic, después de que su equipo fuera derrotado por el Barcelona, manifestó en rueda de prensa que sentía vergüenza, ya que sus jugadores habían mostrado no tener testículos (no lo dijo exactamente así), y que a partir de ese momento jugarían sólo los que tuvieran dichos apéndices. En este caso, se usa una metáfora para exigir y ensalzar lo que las féminas no tienen. Violencia en estado puro contra las mujeres. Añadió, y no es casual, que lo óptimo sería que sus jugadores fueran con el cuchillo en la boca.
El insulto a los jugadores de ambos equipos consistió en compararlos con mujeres. Dos consideraciones. La primera, con sólo verlas jugar, se ve que las futbolistas tienen todos los atributos necesarios para poder jugar más que muy bien al fútbol; los genitales son irrelevantes puesto que se juega básicamente con los pies, las piernas, la cintura, las caderas, el pecho... y sobre todo, sobre todo, con la cabeza. La segunda, en ninguno de los dos casos se han tomado medidas ni se ha castigado por los ofensivos insultos. Es lícito preguntarse cómo se habría procedido si, en vez de "niñas", los hubieran tachado, por ejemplo, de "negros". ¿Habrían quedado impunes? Pura violencia contra las mujeres: insultarlas sale gratis.
Es sobrecogedor comprobar que, si dejamos a un lado la pelota para acercarnos a la academia, la cosa no mejora. Por las mismas fechas, un intelectual pretendidamente alejado de las (bajas) pasiones del mundo del fútbol compara también impunemente la tortura con una mujer, concretamente con una prostituta: "Sucede con la tortura, esa Dama Infame, amante del Poder, ya sea de barniz democrático o una brutal dictadura. Ella se mantiene oculta y perversa pero muy querida, muy útil, gratificante siempre. Fíjense bien, esa prostituta del Estado se manifiesta bajo la forma de una justificación que todos hemos escuchado tropecientas veces". ¿Cómo es que no compara la tortura con un proxeneta, con un macarra? ¿Se ha preguntado el susodicho cómo viven las prostitutas, en qué condiciones trabajan, qué poder adquisitivo tienen, cuántas son puramente esclavas, cuántas son traficadas, cuántas son maltratadas? Seguramente no. Si ha tenido tratos con alguna es posible que haya preferido ignorarlo. Aunque es más fácil que haya comido o cenado en alguna ocasión con algún "putero" de reputación inmaculada que con una puta (me niego a dignificarlos con una denominación que suena a procurador o a registrador de la propiedad como "prostituidor"). El fragmento pone los pelos de punta: pura violencia contra las mujeres.
La cosa no termina ahí. A raíz del caso del hincha asesinado, un prestigioso pedagogo --seguramente sin inmutarse-- escribió lo siguiente: "Respecto de la violencia verbal, conviene distinguir las expresiones estereotipadas, aceptadas desde hace decenios, que han perdido gran parte de su virulencia y aquellas otras que inciten a la violencia, al odio o al desprecio racial. Estas son las relevantes". Según él, los insultos estereotipados y aceptados --que son básicamente todos los sexistas, es decir, los que insultan a las mujeres-- no son virulentos, ergo, no incitan a la violencia ni al odio. Interesante naturalización de la violencia contra las mujeres. En la línea de aquellos filósofos que postulan que la circunstancia de que ni una sola mujer pudiera votar en la democracia masculina más antigua del mundo es un detalle irrelevante que ni hay que tener en cuenta ni cuestiona nada. No sé si el pensador se ha parado a pensar que se trata justamente de los insultos que él, mira por dónde, como es un hombre, no recibirá nunca. Además de los pelos de punta, la piel de gallina. Pura violencia contra las mujeres. La Virgen nos ampare de la misoginia ilustrada.
Si de verdad quieren combatir la violencia que se arremanguen de una vez y empiecen a combatir la violencia contra las mujeres.
A raíz del asesinato de un hincha fanático del Deportivo de la Coruña a manos de una no menos alienada y radicalizada peña del Atlético de Madrid, un alud de noticias, opiniones, artículos de fondo, tertulias, vídeos, reuniones de alto nivel, toma de decisiones y alarma casi nos ahogan. Hasta el punto de que muchas periodistas se preguntaban cómo es que el mismo revuelo multiplicado por, aproximadamente, setenta, no se organiza después de cada muerta por violencia machista, un tipo de violencia mucho más generalizada, brutal y letal. Había quien comparaba agresiones entre iguales y agresiones abusivas, o entre víctimas inocentes y víctimas que habían buscado y ejercido la violencia.
A finales de diciembre, el capitán del club de fútbol San Lorenzo tildó de "niñas" a los jugadores del Real Madrid: "Cada nena que tocabas se caía. Ibas a trabar fuerte... foul, ibas al choque... foul. Tendrían que venir aquí a jugar un ratito". Una enmienda a la totalidad (y, además de mujeres, menores). Pura violencia contra las mujeres.
Pocos días antes, el entrenador del Córdoba, Miroslav Djukic, después de que su equipo fuera derrotado por el Barcelona, manifestó en rueda de prensa que sentía vergüenza, ya que sus jugadores habían mostrado no tener testículos (no lo dijo exactamente así), y que a partir de ese momento jugarían sólo los que tuvieran dichos apéndices. En este caso, se usa una metáfora para exigir y ensalzar lo que las féminas no tienen. Violencia en estado puro contra las mujeres. Añadió, y no es casual, que lo óptimo sería que sus jugadores fueran con el cuchillo en la boca.
El insulto a los jugadores de ambos equipos consistió en compararlos con mujeres. Dos consideraciones. La primera, con sólo verlas jugar, se ve que las futbolistas tienen todos los atributos necesarios para poder jugar más que muy bien al fútbol; los genitales son irrelevantes puesto que se juega básicamente con los pies, las piernas, la cintura, las caderas, el pecho... y sobre todo, sobre todo, con la cabeza. La segunda, en ninguno de los dos casos se han tomado medidas ni se ha castigado por los ofensivos insultos. Es lícito preguntarse cómo se habría procedido si, en vez de "niñas", los hubieran tachado, por ejemplo, de "negros". ¿Habrían quedado impunes? Pura violencia contra las mujeres: insultarlas sale gratis.
Es sobrecogedor comprobar que, si dejamos a un lado la pelota para acercarnos a la academia, la cosa no mejora. Por las mismas fechas, un intelectual pretendidamente alejado de las (bajas) pasiones del mundo del fútbol compara también impunemente la tortura con una mujer, concretamente con una prostituta: "Sucede con la tortura, esa Dama Infame, amante del Poder, ya sea de barniz democrático o una brutal dictadura. Ella se mantiene oculta y perversa pero muy querida, muy útil, gratificante siempre. Fíjense bien, esa prostituta del Estado se manifiesta bajo la forma de una justificación que todos hemos escuchado tropecientas veces". ¿Cómo es que no compara la tortura con un proxeneta, con un macarra? ¿Se ha preguntado el susodicho cómo viven las prostitutas, en qué condiciones trabajan, qué poder adquisitivo tienen, cuántas son puramente esclavas, cuántas son traficadas, cuántas son maltratadas? Seguramente no. Si ha tenido tratos con alguna es posible que haya preferido ignorarlo. Aunque es más fácil que haya comido o cenado en alguna ocasión con algún "putero" de reputación inmaculada que con una puta (me niego a dignificarlos con una denominación que suena a procurador o a registrador de la propiedad como "prostituidor"). El fragmento pone los pelos de punta: pura violencia contra las mujeres.
La cosa no termina ahí. A raíz del caso del hincha asesinado, un prestigioso pedagogo --seguramente sin inmutarse-- escribió lo siguiente: "Respecto de la violencia verbal, conviene distinguir las expresiones estereotipadas, aceptadas desde hace decenios, que han perdido gran parte de su virulencia y aquellas otras que inciten a la violencia, al odio o al desprecio racial. Estas son las relevantes". Según él, los insultos estereotipados y aceptados --que son básicamente todos los sexistas, es decir, los que insultan a las mujeres-- no son virulentos, ergo, no incitan a la violencia ni al odio. Interesante naturalización de la violencia contra las mujeres. En la línea de aquellos filósofos que postulan que la circunstancia de que ni una sola mujer pudiera votar en la democracia masculina más antigua del mundo es un detalle irrelevante que ni hay que tener en cuenta ni cuestiona nada. No sé si el pensador se ha parado a pensar que se trata justamente de los insultos que él, mira por dónde, como es un hombre, no recibirá nunca. Además de los pelos de punta, la piel de gallina. Pura violencia contra las mujeres. La Virgen nos ampare de la misoginia ilustrada.
Si de verdad quieren combatir la violencia que se arremanguen de una vez y empiecen a combatir la violencia contra las mujeres.