Gustavo Ioschpe es considerado un héroe. Es una de las referencias de opinión educativa más importantes de Brasil, o por lo menos de Sao Paulo. Y él se cree un héroe y encarna con naturalidad ese papel social de ser quien es... Y considera que lo que él piensa y siente es importante para millones, aunque sean nimiedades; y lo publica. Es joven.
Gustavo Ioschpe es uno de los columnistas principales de la principalísima revista Veja.
Gustavo Ioschpe es un líder de opinión nocivo, que parte de una cosmovisión educativa tóxica, por retrógrada y simplista.
Gustavo Ioschpe es uno de los cuatro o cinco columnistas con notas destacadas con que la revista cerró el año 2014. Él, en las páginas 32, 33 y 34 de la edición impresa del 31 de diciembre, escribió una larga nota titulada Aprendí que.
Su artículo nos dice ya en el primer párrafo: "... pero, aunque la vida pública (de Brasil) fue lastimosa, confieso que mi particular 2014 fue excepcional. Comparto aquí lo más interesante que aprendí en este año que pasó".
Entonces se lanza con una serie de puntos, uno tras otro, que reseñan sus aprendizajes. Cito algunos a modo de ejemplo; todos son del mismo tenor.
• "En la interacción entre las parejas, se necesitan cinco comentarios positivos para anular el efecto negativo de una crítica".
• "Las personas de buen humor resuelven un 20% más problemas difíciles que las malhumoradas o deprimidas".
• "Habrá más palabras escritas en Twitter en los próximos dos años que las que hay en todos los libros publicados en la historia de la humanidad. Con las 2.500 millones de cámaras digitales que tenemos hoy en circulación, cada dos minutos se sacan más fotos que las que se hicieron en el siglo XIX".
• "La felicidad está más asociada al número de incidentes positivos en la vida que a la intensidad de ellos. Es mejor ganar 100.000 reales (unos 30.800 euros) al año durante diez años que un millón de reales (unos 308.000 euros) en el primer año y nada en los nueve siguientes. De la misma forma, es mejor tener una dosis concentrada de infelicidad que pequeñas dosis esparcidas".
• "La informatización y la globalización generan un valor desproporcionado para las estrellas. En Estados Unidos, la renta media llegó a su pico en 1999 y viene cayendo desde entonces. Había caído un 10% hasta 2011. El 1% más rico posee el 22% de la riqueza del país, más del doble que en 1980. La relación entre el pago a un CEO y un trabajador medio fue de setenta veces en 1990 y de trescientas veces en 2005".
Y así sigue. Da para imaginar el artículo completo, ¿verdad?
¿Por qué hago esta reseña? Porque en este artículo vuelve con muchísima fuerza un concepto que me parece tan fundamental como terrible para la idea general sobre educación que tienen nuestras sociedades. Y es él, justamente Ioschpe, quien lo enuncia y lo presume. Por más esfuerzos que hagamos, con tanta corriente en contra se hace difícil nadar.
Gustavo Ioschpe considera que esas meras "transcripciones" de informaciones más o menos fundamentadas y siempre enunciadas con discurso cientificista que hace son producto de un "proceso de aprendizaje" que atravesó todo su año 2014. ¿Cómo es que él considera que ese catálogo de informaciones en general triviales, y a veces ingeniosas, es testimonio de un aprendizaje? ¿Aprender es eso? A mí me da la sensación de que él simplemente copió y pegó una serie de cosas que encontró (o tal vez fue encontrando durante el año) para compartirlas con sus lectores: ejercicio tal vez legítimo -aunque poco hondo y mucho menos comprometido-, pero de ninguna manera como para titularlo Aprendí que.
No, Gustavo, no. Eso es no es aprender. Y si tú titulas así es porque tienes esa idea del aprendizaje. Pero no comparto tu opinión. El aprendizaje no lleva a ese tipo de productos. Aprender es otra cosa, debe ser otra cosa. Y no estoy diciendo lo que digo porque considere que la información que nos traes es falsa; no lo sé, la verdad, pero tampoco me importa eso. Sí es obvio que tiene tono de verdad; es decir, se vale del ardid del género literario científico y cumple con algunas máximas propias del periodismo verosímil: tener datos; apoyarse en los Estados Unidos; evitar la enunciación opinadora explícita. Pero de lo que carecen es de proceso. Es decir, es información sin proceso de formación. Es información al aire. No se ha construido nada con ellos ni ellos son producto de ninguna construcción. No hay ningún quién detrás de ese catálogo; fue Gustavo como pudo haber sido cualquiera que hiciera lo mismo que Gustavo. Fue nadie. Se copió y se pegó, siguiendo el vicio que tanto nos desvela.
Si el ansiado proceso de aprendizaje generara este tipo de productos cognitivos, entonces aprender no sería un verbo tan carismático. Pero sé que Gustavo tiene razón, si por razón se entiende consenso, sentido común. La mayoría de las personas tiene esa idea del aprendizaje y mientras los grandes líderes de opinión no hagan otra cosa que reforzarlas, pues serán cada vez más inamovibles.
No obstante, a decir verdad y para ser honestos, hay dos momentos -dos instantes, diría- en los que la nota abandona su neutra posición de informador documentado y aparece como de atrás y brutalmente el autor, la marca de un proceso de construcción de su identidad. Son los momentos en que la nota se justifica, aunque se desvirtúe y pierda ese aura objetivada que tanto parece agradarle.
La primera de esas marcas ya la reseñé al principio, cuando Gustavo nos dice que su 2014 -al contrario que su Brasil- fue maravilloso. Ese es él. Su vanidad y su narcisismo aparecen bien retratados; él, más allá de todo. Y la segunda marca, implícita en la reseña inicial, se hace explícita en el último párrafo del artículo que transcribo a continuación: "Por último, aprendí este año que es posible ser reelegido presidente de la República aun sin carisma, en medio de un gigantesco esquema de corrupción, con un país en recesión, con las cuentas públicas deshechas y la inflación superando las metas. Y, aun así, un mes después hacer lo contrario a casi todo lo que fue prometido en la campaña".
Este también es él; y es su Director y su revista y todos ellos. No podía cerrar la nota sin defenestrar una vez más al PT, a Dilma y al gobierno. Es el punto donde abandona su ponderado tono cientificista para dejar que lo gane su pasión y nos pase -ahora sí- su posición personal, el proceso real y lo que es aprendizaje para él. Ni EEUU ni madres, éste es Gustavo Ioschpe en estado puro.
O sea, hay aprendizaje solo en los bordes de la nota y un inmenso vacío meramente informativo en su corazón. Esto, mucho de esto, es lo que tenemos a diario en las notas de educación de los medios de comunicación.
Gustavo Ioschpe nació en Porto Alegre en 1977. Es economista graduado en Ciencias políticas y en Administración estratégica por la Wharton School, en la Universidad de Pensilvania; tiene un máster en Economía internacional y Desarrollo económico por la Universidad de Yale, en Estados Unidos.
Gustavo Ioschpe es uno de los columnistas principales de la principalísima revista Veja.
Gustavo Ioschpe es un líder de opinión nocivo, que parte de una cosmovisión educativa tóxica, por retrógrada y simplista.
Gustavo Ioschpe es uno de los cuatro o cinco columnistas con notas destacadas con que la revista cerró el año 2014. Él, en las páginas 32, 33 y 34 de la edición impresa del 31 de diciembre, escribió una larga nota titulada Aprendí que.
Su artículo nos dice ya en el primer párrafo: "... pero, aunque la vida pública (de Brasil) fue lastimosa, confieso que mi particular 2014 fue excepcional. Comparto aquí lo más interesante que aprendí en este año que pasó".
Entonces se lanza con una serie de puntos, uno tras otro, que reseñan sus aprendizajes. Cito algunos a modo de ejemplo; todos son del mismo tenor.
• "En la interacción entre las parejas, se necesitan cinco comentarios positivos para anular el efecto negativo de una crítica".
• "Las personas de buen humor resuelven un 20% más problemas difíciles que las malhumoradas o deprimidas".
• "Habrá más palabras escritas en Twitter en los próximos dos años que las que hay en todos los libros publicados en la historia de la humanidad. Con las 2.500 millones de cámaras digitales que tenemos hoy en circulación, cada dos minutos se sacan más fotos que las que se hicieron en el siglo XIX".
• "La felicidad está más asociada al número de incidentes positivos en la vida que a la intensidad de ellos. Es mejor ganar 100.000 reales (unos 30.800 euros) al año durante diez años que un millón de reales (unos 308.000 euros) en el primer año y nada en los nueve siguientes. De la misma forma, es mejor tener una dosis concentrada de infelicidad que pequeñas dosis esparcidas".
• "La informatización y la globalización generan un valor desproporcionado para las estrellas. En Estados Unidos, la renta media llegó a su pico en 1999 y viene cayendo desde entonces. Había caído un 10% hasta 2011. El 1% más rico posee el 22% de la riqueza del país, más del doble que en 1980. La relación entre el pago a un CEO y un trabajador medio fue de setenta veces en 1990 y de trescientas veces en 2005".
Y así sigue. Da para imaginar el artículo completo, ¿verdad?
¿Por qué hago esta reseña? Porque en este artículo vuelve con muchísima fuerza un concepto que me parece tan fundamental como terrible para la idea general sobre educación que tienen nuestras sociedades. Y es él, justamente Ioschpe, quien lo enuncia y lo presume. Por más esfuerzos que hagamos, con tanta corriente en contra se hace difícil nadar.
Gustavo Ioschpe considera que esas meras "transcripciones" de informaciones más o menos fundamentadas y siempre enunciadas con discurso cientificista que hace son producto de un "proceso de aprendizaje" que atravesó todo su año 2014. ¿Cómo es que él considera que ese catálogo de informaciones en general triviales, y a veces ingeniosas, es testimonio de un aprendizaje? ¿Aprender es eso? A mí me da la sensación de que él simplemente copió y pegó una serie de cosas que encontró (o tal vez fue encontrando durante el año) para compartirlas con sus lectores: ejercicio tal vez legítimo -aunque poco hondo y mucho menos comprometido-, pero de ninguna manera como para titularlo Aprendí que.
No, Gustavo, no. Eso es no es aprender. Y si tú titulas así es porque tienes esa idea del aprendizaje. Pero no comparto tu opinión. El aprendizaje no lleva a ese tipo de productos. Aprender es otra cosa, debe ser otra cosa. Y no estoy diciendo lo que digo porque considere que la información que nos traes es falsa; no lo sé, la verdad, pero tampoco me importa eso. Sí es obvio que tiene tono de verdad; es decir, se vale del ardid del género literario científico y cumple con algunas máximas propias del periodismo verosímil: tener datos; apoyarse en los Estados Unidos; evitar la enunciación opinadora explícita. Pero de lo que carecen es de proceso. Es decir, es información sin proceso de formación. Es información al aire. No se ha construido nada con ellos ni ellos son producto de ninguna construcción. No hay ningún quién detrás de ese catálogo; fue Gustavo como pudo haber sido cualquiera que hiciera lo mismo que Gustavo. Fue nadie. Se copió y se pegó, siguiendo el vicio que tanto nos desvela.
Si el ansiado proceso de aprendizaje generara este tipo de productos cognitivos, entonces aprender no sería un verbo tan carismático. Pero sé que Gustavo tiene razón, si por razón se entiende consenso, sentido común. La mayoría de las personas tiene esa idea del aprendizaje y mientras los grandes líderes de opinión no hagan otra cosa que reforzarlas, pues serán cada vez más inamovibles.
No obstante, a decir verdad y para ser honestos, hay dos momentos -dos instantes, diría- en los que la nota abandona su neutra posición de informador documentado y aparece como de atrás y brutalmente el autor, la marca de un proceso de construcción de su identidad. Son los momentos en que la nota se justifica, aunque se desvirtúe y pierda ese aura objetivada que tanto parece agradarle.
La primera de esas marcas ya la reseñé al principio, cuando Gustavo nos dice que su 2014 -al contrario que su Brasil- fue maravilloso. Ese es él. Su vanidad y su narcisismo aparecen bien retratados; él, más allá de todo. Y la segunda marca, implícita en la reseña inicial, se hace explícita en el último párrafo del artículo que transcribo a continuación: "Por último, aprendí este año que es posible ser reelegido presidente de la República aun sin carisma, en medio de un gigantesco esquema de corrupción, con un país en recesión, con las cuentas públicas deshechas y la inflación superando las metas. Y, aun así, un mes después hacer lo contrario a casi todo lo que fue prometido en la campaña".
Este también es él; y es su Director y su revista y todos ellos. No podía cerrar la nota sin defenestrar una vez más al PT, a Dilma y al gobierno. Es el punto donde abandona su ponderado tono cientificista para dejar que lo gane su pasión y nos pase -ahora sí- su posición personal, el proceso real y lo que es aprendizaje para él. Ni EEUU ni madres, éste es Gustavo Ioschpe en estado puro.
O sea, hay aprendizaje solo en los bordes de la nota y un inmenso vacío meramente informativo en su corazón. Esto, mucho de esto, es lo que tenemos a diario en las notas de educación de los medios de comunicación.
Gustavo Ioschpe nació en Porto Alegre en 1977. Es economista graduado en Ciencias políticas y en Administración estratégica por la Wharton School, en la Universidad de Pensilvania; tiene un máster en Economía internacional y Desarrollo económico por la Universidad de Yale, en Estados Unidos.