Ser caricaturista fue mi primer oficio. Cuando tenía 15 años, 1977, me presenté en la redacción del diario La Provincia de Las Palmas -aún hoy disputando el liderato de difusión en Canarias- y comencé a publicar caricaturas políticas, viñetas e ilustraciones todos los días, ayudándome así en mis estudios. Mi profesión de caricaturista me llevó a Granada, ciudad en la que estudié y me hice profesor. Y a la que adoro por ser la brujería que cambió mi vida.
La Transición fue un fogonazo en la explosión del humor gráfico y el caricaturismo en España. Aunque cueste acordarse, fue una experiencia de libertad recobrada, fértil semillero de ideas, análisis de tensiones cruzadas, espejo de un estado mental tan febril como irrepetible en la fábrica social española.
Pero también arriesgado. Es difícil pasearse con humor por instituciones escasamente acostumbradas a la crítica y a la sátira: no sólo de poderes formales, sino sobre todo la Iglesia, el ejército, la banca..... Los llamados entonces "poderes fácticos". Y los enemigos de la libertad y de la democracia retaban amenazadoramente la voluntad de cambio que hicieron posible el ciclo constitucional.
Por increíble que parezca al recordarlo hoy, la redacción de El Papus -extraordinaria publicación de humor gráfico y satírico- fue objeto de un atentado terrorista en Barcelona en plena transición, ese mismo 1977. Se saldó trágicamente con un muerto y una veintena de heridos. Fanáticos de extrema derecha perpetraron aquella salvajada: los fascistas españoles eran nuestros yihadistas de entonces.
La historia de la humanidad está trufada de religiones que perpetraron masacres en nombre de Dios y de todos los dioses. La historia institucional y política de la llamada civilización judeocristiana -que incluye la católica, protestante, evangélica y mormona- se anega bañada en la sangre de las guerras de religión. No hace falta remontarse a las Cruzadas ni a la extremadamente sangrienta toma de Jerusalén de la Primera Cruzada (1099) ni a la Guerra de los 30 años (1618-1648): el sectarismo religioso como telón de fondo de la más estremecedora violencia ha actuado en Europa, en América, en todas partes, como un motor de exasperación del rostro más inhumano de la barbarie y de la represión de lo que ahora estimamos patrimonio irreductible a la dignidad humana.
Digo esto porque el atentado terrorista perpetrado en París el pasado 7 de enero contra Charlie Hebdo nos sacudió de nuevo la conciencia acerca de la importancia de mantener la guardia contra el miedo a la libertad sobre el que escribió Erich Fromm.
Los hechos que hoy nos conmocionan resuenan en la memoria de nuestras sociedades. No nos son extranjeros. Estas cosas han pasado entre nosotros, aunque la memoria flaca tienda a perderlas de vista.
Un crimen es un crimen. El terror es el terror. Y exige una respuesta firme desde la unidad de los patriotas de la patria de la libertad y los valores democráticos que, a justo título, en Francia se hacen llamar republicanos.
De nuevo, desde el Parlamento Europeo -la única institución directamente legitimada por el sufragio universal de la arquitectura europea- un voto de reafirmación en los valores democráticos, de convivencia en libertad, de respeto y defensa de la democracia acechada por los furiosos enemigos de la sociedad abierta.
Solidaridad con Charlie Hebdo: todos somos Charlie Hebdo. Con el dignísimo oficio de la caricatura y la viñeta, que ha de ser incitación a la reflexión autocrítica, a la introspección bienhumorada, a la imaginación que contrasta cómo somos realmente con cómo deseamos ser vistos.... Y que ha de ser irreverente, sobre todo y contra todo, cualquiera que sea el precio que pagar, insobornable y herético en el mejor sentido de esta expresión que rompe con todos los moldes canónicos.
Homenaje de respeto al infinito coraje moral y cívico mostrado por estos grandísimos creadores y filósofos de la chispa cotidiana asesinados por peligrosos energúmenos que desde siempre suelen ser los que leen un solo libro. Homenaje a la reacción de la República Francesa, a la sociedad y ciudadanía francesa, golpeada en propia carne. Ellos son todos nosotros, y los caídos en el acto de servicio de la pluma creadora y la libertad de expresión son los mejores de nosotros. La auténtica legión de honor.