Acaba de terminar entre gran pompa y fasto el discurso sobre le estado de la Unión que el presidente de EEUU da todos los años ante los miembros del Congreso y de la Corte Suprema. Para el presidente Obama, en su sexto año de mandato, esta será su penúltima oportunidad de presentarse ante el país.
Obama, como casi siempre, ha hecho gala de su gran capacidad oratoria y ha encandilado a su oyentes (al menos a los demócratas) con sus metáforas, referencias a la galería, y florituras verbales. Hay que reconocer, sin embargo, que el peso del discurso ha caído mucho en los últimos años. Pese a que se estima que unos 30 millones de ciudadanos lo han escuchado, esto supone menos de la mitad de los que escucharon al presidente Clinton en 1993. Los intentos de la Casa Blanca por mantener la atención (incluyendo el uso activo de las redes sociales en los días anteriores al discurso) no han sido suficientes.
Uno de los retos es que las propuestas más importantes que ha presentado Obama (como la reforma impositiva, los planes para aumentar el ancho de banda para acceder a internet, de inversión en infraestructura e investigación, el plan para pagar los dos primeros años de estudio en community colleges, el de conseguir la autorización del Congreso para firmar acuerdos de libre comercio, o el de proporcionar baja médica pagada a todos los trabajadores) ya habían sido filtrados a la prensa en los días anteriores al discurso con el fin de conseguir más visibilidad en la prensa y los medios (aunque con ello se pierde el elemento sorpresa y se disminuyen las expectativas el día del discurso). Además, cada vez hay más desencanto con estos discursos porque en ellos se hacen muchas promesas, pero no se explican ni cómo se van a costear ni cómo van a ser aprobadas por el Congreso. Sin embargo, el discurso sigue ofreciendo una oportunidad para marcar las prioridades legislativas, analizar el estado de la Unión, y para empezar el diálogo sobre las propuestas que presenta el presidente.
Obama tenía tres objetivos principales: primero, describir la situación del país tratando de resaltar el progreso económico tan importante que se ha hecho en el último año: la economía sigue creciendo; el desempleo ha caído al 5,6%; el déficit está proyectado a un razonable 3% del PIB en 2015, resultado las de subidas de impuestos y el aumento de la recaudación que ha acompañado a la recuperación económica; y el famoso (y controvertido) plan sanitario, Obamacare, está reduciendo significativamente el número de personas sin seguro médico y ha contribuido a la moderación en el aumento de los costes sanitarios. Obama, pese a reconocer que queda mucho por hacer, quiere que le reconozcan el progreso conseguido. Por ello sus niveles de popularidad han aumentado cinco puntos desde diciembre.
Obama también ha dedicado parte de su discurso a la política exterior y la lucha contra el terrorismo. Ha defendido la necesidad de trabajar con los aliados de EEUU; pedido la autorización formal al Congreso para poder luchar contra el Estado Islámico; ha atacado a Rusia por su agresión en Ucrania y ha defendido las sanciones; ha vuelto a explicar el cambio de su política en Cuba (y ha recibido una ovación de gran parte de la sala) como ejemplo de la importancia de la diplomacia para resolver los conflictos (uno de los recientes liberados estaba entra la audiencia y ha recibido una ovación); y ha defendido un acuerdo nuclear con Irán, pero ha reconocido que las negociaciones pueden fracasar, y pese a que ha amenazado con vetar nuevas sanciones que puedan ser aprobadas por el Congreso, ha vuelto a reiterar que todas las opciones están en la mesa. Ha reiterado su oposición contra la tortura, y su deseo de mantener los más altos estándares de transparencia en las agencias de inteligencia.
También ha hecho una defensa encendida de sus iniciativas para luchar contra el cambio climático, y ha expresado su apoyo a un acuerdo global sobre este tema. Por último, ha reiterado la importancia de los valores y las aspiraciones que caracterizan al país y que le han convertido en un modelo para otros; y ha reconocido que queda camino por andar para resolver los problemas raciales que sigue sufriendo el país. Pero ha reiterado su firme creencia en el sueño americano sigue vigente, y se ha referido a las muchas instancias en que lo ha visto hacerse realizar (como ejemplo ha mencionado el matrimonio gay como ejemplo de una "historia del libertad"). Ha invitado a los republicanos a superar las políticas de división que tanto dificultan el gobierno del país, y ha enfatizado la necesidad de escuchar más y mejor, y de tener discusiones que sean productivas. Como ejemplo, les ha invitado a aprobar una reforma migratoria, y les ha recordado la importancia de defender el derecho a votar (y ha hecho una referencia a la marcha de Selma, que acaba de ser recordada en una nueva magistral película que se ha estrenado en EEUU en las últimas semanas).
Ha enfatizado que ya no tiene más campañas electorales (y en repuesta a ciertas risas en la sala, les ha recordado a los Republicanos que es porque ha ganado las dos que podían ganar), y ha enfatizado que su única agenda en sus dos últimos años de mandato es avanzar en la mejora del los estándares de vida de sus conciudadanos, y ha tendido un guante a los Republicanos invitándoles a centrase en lo que los une, no en los que les divide ("no somos una colección de estados rojos o azules, sino los estados unidos de América").
El segundo objetivo ha sido la presentación de propuestas e iniciativas que marcaran la agenda legislativa y ejecutiva durante el año entrante. La más importante que ha presentado ha sido la propuesta de reforma tributaria de aumentar los impuestos a los más ricos y a las instituciones financieras y empresas que evitan los impuestos en EEUU, para financiar unas bajadas de impuestos a las clases medias. Obama ha propuesto la reforma del sistema impositivo para hacerlo más simple, y que se eviten las vías de escape (los loopholes) para evitar impuestos. Un sistema más equitativo en el que los que ganan más contribuyan más, y no encuentren fórmulas fáciles para pagar pocos impuestos como sucede ahora. Con el objetivo final de contribuir a reducir las desigualdades.
Obama se encuentra en un momento clave de su mandato porque sólo le quedan dos años en la Presidencia y se enfrenta a un Congreso que está controlado por los republicanos, lo cual hará mucho más difícil cualquier iniciativa legislativa. Es lo que en EEUU se denomina "un pato cojo" al que ignoran tanto sus adversarios políticos, como los que le quieren suceder, mientras cuentan los días para que termine su mandato. El reto para Obama es demostrar que sigue teniendo capacidad de iniciativa y que va a utilizar tanto su poder ejecutivo como el púlpito que le da la presidencia, para seguir tomado decisiones e influir en el curso político del país.
Históricamente cuando los presidentes llegan a este punto de su mandato se suelen centrar en la política exterior, pues es donde tienen mayor margen de maniobra porque hay menos control por parte del Congreso. Obama sin embargo ha dejado claro en su discurso que los temas domésticos siguen siendo una prioridad para él y ha mostrado su determinación de seguir desempeñando un papel clave en las políticas domésticas. Curiosamente desde la debacle electoral del pasado noviembre se le ve liberado, como si ya fuese consciente de que no tiene nada que perder, y se estuviese preocupando sobre todo de su legado. Para ello quiere hacer uso de los poderes ejecutivos que le otorga la Constitución ( y que los republicanos contestan vehementemente incluso en los tribunales). Sus decisiones sobre la reforma migratoria y el acercamiento a Cuba son ejemplos de esta nueva perspectiva.
Su margen de maniobra, sin embargo, sigue siendo reducido sobre todo en áreas que las que necesita la aprobación del Congreso, ahora controlado por los republicanos que se oponen a cualquier subida de impuestos. Obama no es ciego a esta realidad, y con su discurso ha tratado de cumplir un tercer objetivo: el de marcar la agenda política y económica del Partido Demócrata, del cual sigue siendo su líder, para ir definiendo una visión para su partido que le pueda ayudar a ganar las próximas elecciones presidenciales y legislativas que tendrán lugar en el 2016, en las que el ya no será candidato. Una de las críticas más acentuadas que se han hecho al Partido Demócrata en las elecciones legislativas del pasado noviembre fue precisamente que no estaba ofreciendo alternativas atractivas, y que se habían dedicado fundamentalmente a sembrar el miedo sobre la posible victoria de los republicanos. Esta estrategia no sólo fracaso, los republicanos consiguieron el control de las dos cámaras del Congreso, sino que dejó muy desilusionada a miles de votantes Demócratas que optaron por quedarse en sus casas y no votar.
Con sus propuestas en este discurso, Obama está recogiendo el guante de estos votantes que quieren alternativas atractivas para solucionar los grandes retos económicos a los que se enfrente el país, y en particular el de las crecientes desigualdades. Gran parte de su mandato se ha visto marcado por la crisis económica que heredó del presidente Bush y por las medidas que adoptó para afrontarla: desde el paquete de estímulo (que muchos consideramos insuficiente), hasta el ambicioso proyecto de reforma sanitaria que ha supuesto un avance en la agenda social de este país, sobre todos para los millones de estadounidenses que han accedido a un seguro médico.
Una vez que el país ha salido de la recesión (¡ojalá pudiésemos decir lo mismo de Europa!), Obama está tratando de definir una nueva agenda económica que no esté sólo marcada como durante los últimos años por discusiones sobre el déficit y sobre el plan de salud. El debate sigue siendo, como casi siempre, sobre el papel del estado en la economía. Sin embargo, lo que hace la propuesta de la reforma tributaria atractiva es que en vez de perseguir la creación de nuevos programas que no hay forma de pagar, ofrece una alternativa atractiva, sobre todo para los votantes demócratas, de reducir las crecientes desigualdades a través de los impuestos: subir los impuestos a las mayores fortunas, eliminar las provisiones que permiten evitar impuestos a miles de millones de dólares a través de las herencias (los denominados "trustfund loopholes"), y aumentar impuestos a las instituciones financieras; para al mismo tiempo reducir los impuestos a las clases medias.
Los republicanos no han tardado ni un minuto tras el discurso en acusarle de fomentar la lucha de clases y en amenazar de que cualquier subida de impuestos pondrá en peligro la incipiente recuperación económica, pero para los demócratas, todavía muy desencantados con la marcha de la economía (de momento el crecimiento económico y la caída del desempleo siguen teniendo un impacto muy pequeño en las subidas salariales y en la distribución de la riqueza), la propuesta de aumentar los impuestos a los más pudientes para reducírselos a las clases medias ofrece una visión alternativa para articular una nueva perspectiva económica que promueva el crecimiento y reduzca las desigualdades. Y además consiguen de paso poner a la defensiva a los republicanos (incluidos posibles candidatos presidenciales como Mitt Romney, Paul Ryan, o Jeb Bush) que últimamente han reconocido la necesidad de reducir las desigualdades. Obama ya no será candidato pero con sus propuestas está tratando de influir en los términos del debate que va a marcar la agenda económica de las próximas elecciones: ambos partidos reconocen que la incipiente recuperación ha hecho muy poco para ayudar a aumentar los estándares de vida de los trabajadores y las clases medias. Pero la solución va por diferentes caminos: los demócratas defienden propuestas redistributivas (como la reforma impositiva de Obama), mientras que los republicanos siguen defendiendo medidas que fomenten la capacidad emprendedora y la iniciativa individual.
Con este discurso Obama ha lanzado los primeros salvos para tratar de definir los términos de este debate y retomar la iniciativa. También se está aprovechando del inicio dubitativo de los republicanos que han empezado el nuevo periodo legislativo peleándose entre ellos y sin una agenda clara para confrontar las iniciativas de Obama, como la reforma migratoria. En un momento en que por fin se ve a Obama actuar de forma decisiva tanto en políticas domésticas (inmigración) como en política exterior (Cuba), es ilusionante comprobar que todavía no ha tirado la toalla, y que no busca tan sólo solidificar su legado, sino también influir en la próxima campaña electoral y en el futuro del país.
Obama, como casi siempre, ha hecho gala de su gran capacidad oratoria y ha encandilado a su oyentes (al menos a los demócratas) con sus metáforas, referencias a la galería, y florituras verbales. Hay que reconocer, sin embargo, que el peso del discurso ha caído mucho en los últimos años. Pese a que se estima que unos 30 millones de ciudadanos lo han escuchado, esto supone menos de la mitad de los que escucharon al presidente Clinton en 1993. Los intentos de la Casa Blanca por mantener la atención (incluyendo el uso activo de las redes sociales en los días anteriores al discurso) no han sido suficientes.
Uno de los retos es que las propuestas más importantes que ha presentado Obama (como la reforma impositiva, los planes para aumentar el ancho de banda para acceder a internet, de inversión en infraestructura e investigación, el plan para pagar los dos primeros años de estudio en community colleges, el de conseguir la autorización del Congreso para firmar acuerdos de libre comercio, o el de proporcionar baja médica pagada a todos los trabajadores) ya habían sido filtrados a la prensa en los días anteriores al discurso con el fin de conseguir más visibilidad en la prensa y los medios (aunque con ello se pierde el elemento sorpresa y se disminuyen las expectativas el día del discurso). Además, cada vez hay más desencanto con estos discursos porque en ellos se hacen muchas promesas, pero no se explican ni cómo se van a costear ni cómo van a ser aprobadas por el Congreso. Sin embargo, el discurso sigue ofreciendo una oportunidad para marcar las prioridades legislativas, analizar el estado de la Unión, y para empezar el diálogo sobre las propuestas que presenta el presidente.
Obama tenía tres objetivos principales: primero, describir la situación del país tratando de resaltar el progreso económico tan importante que se ha hecho en el último año: la economía sigue creciendo; el desempleo ha caído al 5,6%; el déficit está proyectado a un razonable 3% del PIB en 2015, resultado las de subidas de impuestos y el aumento de la recaudación que ha acompañado a la recuperación económica; y el famoso (y controvertido) plan sanitario, Obamacare, está reduciendo significativamente el número de personas sin seguro médico y ha contribuido a la moderación en el aumento de los costes sanitarios. Obama, pese a reconocer que queda mucho por hacer, quiere que le reconozcan el progreso conseguido. Por ello sus niveles de popularidad han aumentado cinco puntos desde diciembre.
Obama también ha dedicado parte de su discurso a la política exterior y la lucha contra el terrorismo. Ha defendido la necesidad de trabajar con los aliados de EEUU; pedido la autorización formal al Congreso para poder luchar contra el Estado Islámico; ha atacado a Rusia por su agresión en Ucrania y ha defendido las sanciones; ha vuelto a explicar el cambio de su política en Cuba (y ha recibido una ovación de gran parte de la sala) como ejemplo de la importancia de la diplomacia para resolver los conflictos (uno de los recientes liberados estaba entra la audiencia y ha recibido una ovación); y ha defendido un acuerdo nuclear con Irán, pero ha reconocido que las negociaciones pueden fracasar, y pese a que ha amenazado con vetar nuevas sanciones que puedan ser aprobadas por el Congreso, ha vuelto a reiterar que todas las opciones están en la mesa. Ha reiterado su oposición contra la tortura, y su deseo de mantener los más altos estándares de transparencia en las agencias de inteligencia.
También ha hecho una defensa encendida de sus iniciativas para luchar contra el cambio climático, y ha expresado su apoyo a un acuerdo global sobre este tema. Por último, ha reiterado la importancia de los valores y las aspiraciones que caracterizan al país y que le han convertido en un modelo para otros; y ha reconocido que queda camino por andar para resolver los problemas raciales que sigue sufriendo el país. Pero ha reiterado su firme creencia en el sueño americano sigue vigente, y se ha referido a las muchas instancias en que lo ha visto hacerse realizar (como ejemplo ha mencionado el matrimonio gay como ejemplo de una "historia del libertad"). Ha invitado a los republicanos a superar las políticas de división que tanto dificultan el gobierno del país, y ha enfatizado la necesidad de escuchar más y mejor, y de tener discusiones que sean productivas. Como ejemplo, les ha invitado a aprobar una reforma migratoria, y les ha recordado la importancia de defender el derecho a votar (y ha hecho una referencia a la marcha de Selma, que acaba de ser recordada en una nueva magistral película que se ha estrenado en EEUU en las últimas semanas).
Ha enfatizado que ya no tiene más campañas electorales (y en repuesta a ciertas risas en la sala, les ha recordado a los Republicanos que es porque ha ganado las dos que podían ganar), y ha enfatizado que su única agenda en sus dos últimos años de mandato es avanzar en la mejora del los estándares de vida de sus conciudadanos, y ha tendido un guante a los Republicanos invitándoles a centrase en lo que los une, no en los que les divide ("no somos una colección de estados rojos o azules, sino los estados unidos de América").
El segundo objetivo ha sido la presentación de propuestas e iniciativas que marcaran la agenda legislativa y ejecutiva durante el año entrante. La más importante que ha presentado ha sido la propuesta de reforma tributaria de aumentar los impuestos a los más ricos y a las instituciones financieras y empresas que evitan los impuestos en EEUU, para financiar unas bajadas de impuestos a las clases medias. Obama ha propuesto la reforma del sistema impositivo para hacerlo más simple, y que se eviten las vías de escape (los loopholes) para evitar impuestos. Un sistema más equitativo en el que los que ganan más contribuyan más, y no encuentren fórmulas fáciles para pagar pocos impuestos como sucede ahora. Con el objetivo final de contribuir a reducir las desigualdades.
Obama se encuentra en un momento clave de su mandato porque sólo le quedan dos años en la Presidencia y se enfrenta a un Congreso que está controlado por los republicanos, lo cual hará mucho más difícil cualquier iniciativa legislativa. Es lo que en EEUU se denomina "un pato cojo" al que ignoran tanto sus adversarios políticos, como los que le quieren suceder, mientras cuentan los días para que termine su mandato. El reto para Obama es demostrar que sigue teniendo capacidad de iniciativa y que va a utilizar tanto su poder ejecutivo como el púlpito que le da la presidencia, para seguir tomado decisiones e influir en el curso político del país.
Históricamente cuando los presidentes llegan a este punto de su mandato se suelen centrar en la política exterior, pues es donde tienen mayor margen de maniobra porque hay menos control por parte del Congreso. Obama sin embargo ha dejado claro en su discurso que los temas domésticos siguen siendo una prioridad para él y ha mostrado su determinación de seguir desempeñando un papel clave en las políticas domésticas. Curiosamente desde la debacle electoral del pasado noviembre se le ve liberado, como si ya fuese consciente de que no tiene nada que perder, y se estuviese preocupando sobre todo de su legado. Para ello quiere hacer uso de los poderes ejecutivos que le otorga la Constitución ( y que los republicanos contestan vehementemente incluso en los tribunales). Sus decisiones sobre la reforma migratoria y el acercamiento a Cuba son ejemplos de esta nueva perspectiva.
Su margen de maniobra, sin embargo, sigue siendo reducido sobre todo en áreas que las que necesita la aprobación del Congreso, ahora controlado por los republicanos que se oponen a cualquier subida de impuestos. Obama no es ciego a esta realidad, y con su discurso ha tratado de cumplir un tercer objetivo: el de marcar la agenda política y económica del Partido Demócrata, del cual sigue siendo su líder, para ir definiendo una visión para su partido que le pueda ayudar a ganar las próximas elecciones presidenciales y legislativas que tendrán lugar en el 2016, en las que el ya no será candidato. Una de las críticas más acentuadas que se han hecho al Partido Demócrata en las elecciones legislativas del pasado noviembre fue precisamente que no estaba ofreciendo alternativas atractivas, y que se habían dedicado fundamentalmente a sembrar el miedo sobre la posible victoria de los republicanos. Esta estrategia no sólo fracaso, los republicanos consiguieron el control de las dos cámaras del Congreso, sino que dejó muy desilusionada a miles de votantes Demócratas que optaron por quedarse en sus casas y no votar.
Con sus propuestas en este discurso, Obama está recogiendo el guante de estos votantes que quieren alternativas atractivas para solucionar los grandes retos económicos a los que se enfrente el país, y en particular el de las crecientes desigualdades. Gran parte de su mandato se ha visto marcado por la crisis económica que heredó del presidente Bush y por las medidas que adoptó para afrontarla: desde el paquete de estímulo (que muchos consideramos insuficiente), hasta el ambicioso proyecto de reforma sanitaria que ha supuesto un avance en la agenda social de este país, sobre todos para los millones de estadounidenses que han accedido a un seguro médico.
Una vez que el país ha salido de la recesión (¡ojalá pudiésemos decir lo mismo de Europa!), Obama está tratando de definir una nueva agenda económica que no esté sólo marcada como durante los últimos años por discusiones sobre el déficit y sobre el plan de salud. El debate sigue siendo, como casi siempre, sobre el papel del estado en la economía. Sin embargo, lo que hace la propuesta de la reforma tributaria atractiva es que en vez de perseguir la creación de nuevos programas que no hay forma de pagar, ofrece una alternativa atractiva, sobre todo para los votantes demócratas, de reducir las crecientes desigualdades a través de los impuestos: subir los impuestos a las mayores fortunas, eliminar las provisiones que permiten evitar impuestos a miles de millones de dólares a través de las herencias (los denominados "trustfund loopholes"), y aumentar impuestos a las instituciones financieras; para al mismo tiempo reducir los impuestos a las clases medias.
Los republicanos no han tardado ni un minuto tras el discurso en acusarle de fomentar la lucha de clases y en amenazar de que cualquier subida de impuestos pondrá en peligro la incipiente recuperación económica, pero para los demócratas, todavía muy desencantados con la marcha de la economía (de momento el crecimiento económico y la caída del desempleo siguen teniendo un impacto muy pequeño en las subidas salariales y en la distribución de la riqueza), la propuesta de aumentar los impuestos a los más pudientes para reducírselos a las clases medias ofrece una visión alternativa para articular una nueva perspectiva económica que promueva el crecimiento y reduzca las desigualdades. Y además consiguen de paso poner a la defensiva a los republicanos (incluidos posibles candidatos presidenciales como Mitt Romney, Paul Ryan, o Jeb Bush) que últimamente han reconocido la necesidad de reducir las desigualdades. Obama ya no será candidato pero con sus propuestas está tratando de influir en los términos del debate que va a marcar la agenda económica de las próximas elecciones: ambos partidos reconocen que la incipiente recuperación ha hecho muy poco para ayudar a aumentar los estándares de vida de los trabajadores y las clases medias. Pero la solución va por diferentes caminos: los demócratas defienden propuestas redistributivas (como la reforma impositiva de Obama), mientras que los republicanos siguen defendiendo medidas que fomenten la capacidad emprendedora y la iniciativa individual.
Con este discurso Obama ha lanzado los primeros salvos para tratar de definir los términos de este debate y retomar la iniciativa. También se está aprovechando del inicio dubitativo de los republicanos que han empezado el nuevo periodo legislativo peleándose entre ellos y sin una agenda clara para confrontar las iniciativas de Obama, como la reforma migratoria. En un momento en que por fin se ve a Obama actuar de forma decisiva tanto en políticas domésticas (inmigración) como en política exterior (Cuba), es ilusionante comprobar que todavía no ha tirado la toalla, y que no busca tan sólo solidificar su legado, sino también influir en la próxima campaña electoral y en el futuro del país.