No hace mucho, estando en consulta con una paciente que padece un trastorno bipolar me decía lo siguiente (después de darle pautas en varias sesiones y a modo de resumen): "Entonces, Miguel Ángel, contra la depresión, acción". En pocas palabras, hizo suyo todo aquello que yo en varias sesiones traté de trasmitirle.
En estos momentos de crisis que nos está tocando vivir, donde son continuas las noticias desalentadoras, podemos caer en la más rotunda indefensión aprendida. Esto es un estado en el cual se aprende que "haga lo que haga, no voy a conseguir el objetivo". Esta experiencia es un caldo de cultivo para la desesperanza, ya que acoge toda una serie de sentimientos negativos cuando la sufres. Este tipo de aprendizaje nos puede conducir a la depresión.
La depresión se debe a una falta de cosas que nos gusten. Esto hace que nos quedemos inactivos. Debido a ello, no encontramos alicientes a nuestro alrededor, y en consecuencia, la depresión se perpetúa en uno. Lo que coloquialmente decimos es "la pescadilla que se muerde la cola", "como no tengo ganas, no hago; como no hago, no encuentro alicientes". Se produce en una distorsión del pensamiento. Como persona, uno distorsiona la realidad, viéndose de forma negativa a sí mismo, al mundo y al futuro.
¿Que se puede hacer entonces?
Hay que detectar los pensamientos automáticos negativos para cambiarlos racionalmente, tomar conciencia de que las sensaciones malas se deben a pensamientos negativos automatizados. Y cambiarlos por pensamientos optimistas, que nos hacen sentirnos mejor.
Otra estrategia que también se puede utilizar si la anterior no funciona es diferenciar el pensamiento de la realidad. Cuando yo me digo y pienso que "soy un fracasado", estoy dando al pensamiento categoría de realidad. Hay que separar lo que pensamos de lo que somos. Lo que se puede hacer para relativizar este pensamiento negativo es decirse a uno mismo: "Estoy pensando que soy un fracasado". De este modo, el impacto negativo en la autoestima se amortigua. Es la descripción de un pensamiento, no una realidad.
Por otra parte, hay que hacer una programación de actividades que comiencen por dar alicientes. Una vez se inicie, se establecerá una retroalimentación positiva. El problema más habitual que se plantea surge cuando uno dice: "No tengo fuerzas para hacer nada. Cuando se me pase la depresión y me sienta bien es cuando saldré y haré las cosas que me apetecen". Se trata de plantearse lo contrario: cuando uno se mueve, se refuerza y se siente bien y con más ganas de seguir.
Hay que realizar deporte. Es fundamental para la buena salud -tanto física como mental-, no es nada nuevo. Ya en la década de los 70 y 80, los estudios de observación mostraron que los estadounidenses que realizaban ejercicio no sólo eran menos propensos a estar deprimidos que los que no lo hacían, sino que además tenían menos probabilidades de deprimirse en el futuro. La estimulación del ejercicio nos puede ayudar a mantener en el día a día los problemas en perspectiva, relativizarlos.
Los investigadores se preguntan si esta interacción entre el cuerpo y el cerebro puede, evolutivamente hablando, estar programada. "Se nos ocurre que el ejercicio es la condición más normal o natural y que el sedentarismo es en realidad la situación anormal", dice Philip Holmes de la Universidad de Georgia.
Como conclusión, diría mi paciente, "ante la depresión, acción". Sobran las palabras: en la sencillez está la solución. No esperes a que otros te solucionen tus problemas, ponte en acción para solventarlos.
Para terminar quería que vieras Yo tenía un perro negro, que es un video psicoeducativo de la Organización Mundial de la Salud sobre la depresión. Nos explica de manera muy clara y sencilla los sentimientos que tiene una persona que padece depresión. También nos indica cómo afrontar y superar un estado depresivo.
En estos momentos de crisis que nos está tocando vivir, donde son continuas las noticias desalentadoras, podemos caer en la más rotunda indefensión aprendida. Esto es un estado en el cual se aprende que "haga lo que haga, no voy a conseguir el objetivo". Esta experiencia es un caldo de cultivo para la desesperanza, ya que acoge toda una serie de sentimientos negativos cuando la sufres. Este tipo de aprendizaje nos puede conducir a la depresión.
La depresión se debe a una falta de cosas que nos gusten. Esto hace que nos quedemos inactivos. Debido a ello, no encontramos alicientes a nuestro alrededor, y en consecuencia, la depresión se perpetúa en uno. Lo que coloquialmente decimos es "la pescadilla que se muerde la cola", "como no tengo ganas, no hago; como no hago, no encuentro alicientes". Se produce en una distorsión del pensamiento. Como persona, uno distorsiona la realidad, viéndose de forma negativa a sí mismo, al mundo y al futuro.
¿Que se puede hacer entonces?
Hay que detectar los pensamientos automáticos negativos para cambiarlos racionalmente, tomar conciencia de que las sensaciones malas se deben a pensamientos negativos automatizados. Y cambiarlos por pensamientos optimistas, que nos hacen sentirnos mejor.
Otra estrategia que también se puede utilizar si la anterior no funciona es diferenciar el pensamiento de la realidad. Cuando yo me digo y pienso que "soy un fracasado", estoy dando al pensamiento categoría de realidad. Hay que separar lo que pensamos de lo que somos. Lo que se puede hacer para relativizar este pensamiento negativo es decirse a uno mismo: "Estoy pensando que soy un fracasado". De este modo, el impacto negativo en la autoestima se amortigua. Es la descripción de un pensamiento, no una realidad.
Por otra parte, hay que hacer una programación de actividades que comiencen por dar alicientes. Una vez se inicie, se establecerá una retroalimentación positiva. El problema más habitual que se plantea surge cuando uno dice: "No tengo fuerzas para hacer nada. Cuando se me pase la depresión y me sienta bien es cuando saldré y haré las cosas que me apetecen". Se trata de plantearse lo contrario: cuando uno se mueve, se refuerza y se siente bien y con más ganas de seguir.
Hay que realizar deporte. Es fundamental para la buena salud -tanto física como mental-, no es nada nuevo. Ya en la década de los 70 y 80, los estudios de observación mostraron que los estadounidenses que realizaban ejercicio no sólo eran menos propensos a estar deprimidos que los que no lo hacían, sino que además tenían menos probabilidades de deprimirse en el futuro. La estimulación del ejercicio nos puede ayudar a mantener en el día a día los problemas en perspectiva, relativizarlos.
Los investigadores se preguntan si esta interacción entre el cuerpo y el cerebro puede, evolutivamente hablando, estar programada. "Se nos ocurre que el ejercicio es la condición más normal o natural y que el sedentarismo es en realidad la situación anormal", dice Philip Holmes de la Universidad de Georgia.
Como conclusión, diría mi paciente, "ante la depresión, acción". Sobran las palabras: en la sencillez está la solución. No esperes a que otros te solucionen tus problemas, ponte en acción para solventarlos.
Para terminar quería que vieras Yo tenía un perro negro, que es un video psicoeducativo de la Organización Mundial de la Salud sobre la depresión. Nos explica de manera muy clara y sencilla los sentimientos que tiene una persona que padece depresión. También nos indica cómo afrontar y superar un estado depresivo.