La muerte del cabo español en el sur del Líbano no solo ha sido fruto del fuego israelí sino de su política egocéntrica. El intercambio de morteros en el que falleció Francisco Javier Soria es consecuencia de un ataque israelí contra altos mandos militares iraníes en un convoy cerca de la ciudad de Quneitra, en el Golán sirio, el pasado 18 de enero. El ataque israelí mató a seis personas, entre ellos un general de la Guardia Republicana iraní, y a varios combatientes de Hezbolá, entre los que se encontraba el hijo de un dirigente histórico. ¿Para qué atacó Israel este convoy? ¿Por qué romper ahora la tónica de ataques de baja cobertura mediática que ha venido realizando contra posiciones del ejército sirio y sus aliados? ¿Está jugando Netanyahu su baza militarista de cara a las próximas elecciones? Los acontecimientos de los próximos días arrojarán más luz sobre esta cuestión, pero en estos momentos hay una consecuencia clara: se ha roto el statu quo de choques de baja intensidad que vivía desde el final de la guerra de 2006 el frente israelo-libanés. Los ataques israelíes contra determinadas posiciones o instalaciones sirias no han tenido una respuesta más que testimonial, del mismo modo que la respuesta israelí a los contados misiles lanzados por combatientes palestinos desde el sur de Líbano ha sido con misiles lanzados a zonas despobladas. Pero la jerarquía de los muertos en el ataque de Quneitra aseguraba una envergadura mediática que Teherán no podía dejar pasar sin dar cumplida respuesta.
Lo es cierto es que el ataque israelí colocó al eje chií Teherán-Bagdad-Damasco-Hezbolá ante una situación muy delicada de la que han salido con calculada maestría, pues la respuesta debía ser lo suficientemente contundente como para salir airosos del envite pero sin que diese pie a un enfrentamiento armado serio, un enfrentamiento que no podría permitirse abrir, pues dicho eje se encuentra empantanado en la guerra siria y en la lucha contra el Estado Islámico en Iraq. El ataque contra el convoy israelí reúne todos estos requisitos. Ha dejado clara la capacidad de respuesta rápida y efectiva de Hezbolá, que a plena luz del día ha matado a soldados israelíes cuando estaban en estado de máxima alerta, pero al mismo tiempo la localización ha sido cuidadosamente elegida: las disputadas granjas de Shebaa en el sur de Líbano. De esta forma, no puede ser considerado como un ataque contra suelo israelí, lo cual hubiese obligado a Tel Aviv a responder subiendo un escalón más en la contienda militar.
De momento parece que la calma se ha impuesto en la zona, pero los políticos israelíes más radicales, como Avigdor Lieberman, están exigiendo "una respuesta desproporcionada", al igual que sectores de Hezbolá que ven en este enfrentamiento la vía para recuperar parte del descrédito que han cosechado en el mundo árabe por su participación en la guerra siria, como recogía estos días en un tuit el influyente periodista de Al Yazira Faisal al Qasem: "¿Cuántos israelíes ha matado Hezbolá en los últimos 30 años y cuántos sirios en los últimos tres? Un puñado de israelíes por decenas de miles de sirios. "A pesar del desgaste que ha sufrido Hezbolá en la guerra civil siria, sigue siendo el enemigo más temible para Israel en la zona. Se calcula que Hezbolá posee más de cien mil misiles de distinto tipo y alcance, incluidos los Fateh-110, con un alcance de más de 200 kilómetros, según anunció su líder, Hasan Nasrala, en una entrevista televisiva unos días antes del ataque del Golán.
Independientemente de cuál sea la evolución de este nuevo capítulo de la contienda arabo-israelí Netanyahu ha dejado claro que Israel va por libre, que no tiene ningún problema en torpedear la política de acercamiento occidental hacia Irán, que sus intereses bélicos están por encima de cualquier otra consideración, incluidas las de sus aliados. Desde el primer momento, los políticos israelíes han sido muy contundentes a la hora de manifestar su rechazo a dicho acercamiento y más concretamente a las negociaciones sobre el programa nuclear iraní. La aparición de Daesh (el Estado Islámico) ha significado un paso fundamental para profundizar en este entendimiento, dejando en vía muerta cuestiones aparentemente irreconciliables como el programa nuclear iraní, el mantenimiento del régimen de Al Asad o la sectarización de Iraq. Esta aparente luna de miel que viven las relaciones entre Estados Unidos e Irán (plasmada en bombardeos coordinados de ambas aviaciones sobre posiciones de Daesh) ha sido puesta en peligro con el ataque en Quneitra. Obama ya ha anunciado que no recibirá a Netanyahu en su próxima visita a Estados Unidos, pero hay que recordar que el presidente estadounidense hace muchos años que perdió el órdago que lanzó a Israel en el famoso discurso de El Cairo. Veremos hasta dónde llega este pulso pero Israel ha dejado claro que no tiene ningún problema para actuar por libre para mantener la zona en una espiral de eterno conflicto.
Lo es cierto es que el ataque israelí colocó al eje chií Teherán-Bagdad-Damasco-Hezbolá ante una situación muy delicada de la que han salido con calculada maestría, pues la respuesta debía ser lo suficientemente contundente como para salir airosos del envite pero sin que diese pie a un enfrentamiento armado serio, un enfrentamiento que no podría permitirse abrir, pues dicho eje se encuentra empantanado en la guerra siria y en la lucha contra el Estado Islámico en Iraq. El ataque contra el convoy israelí reúne todos estos requisitos. Ha dejado clara la capacidad de respuesta rápida y efectiva de Hezbolá, que a plena luz del día ha matado a soldados israelíes cuando estaban en estado de máxima alerta, pero al mismo tiempo la localización ha sido cuidadosamente elegida: las disputadas granjas de Shebaa en el sur de Líbano. De esta forma, no puede ser considerado como un ataque contra suelo israelí, lo cual hubiese obligado a Tel Aviv a responder subiendo un escalón más en la contienda militar.
De momento parece que la calma se ha impuesto en la zona, pero los políticos israelíes más radicales, como Avigdor Lieberman, están exigiendo "una respuesta desproporcionada", al igual que sectores de Hezbolá que ven en este enfrentamiento la vía para recuperar parte del descrédito que han cosechado en el mundo árabe por su participación en la guerra siria, como recogía estos días en un tuit el influyente periodista de Al Yazira Faisal al Qasem: "¿Cuántos israelíes ha matado Hezbolá en los últimos 30 años y cuántos sirios en los últimos tres? Un puñado de israelíes por decenas de miles de sirios. "A pesar del desgaste que ha sufrido Hezbolá en la guerra civil siria, sigue siendo el enemigo más temible para Israel en la zona. Se calcula que Hezbolá posee más de cien mil misiles de distinto tipo y alcance, incluidos los Fateh-110, con un alcance de más de 200 kilómetros, según anunció su líder, Hasan Nasrala, en una entrevista televisiva unos días antes del ataque del Golán.
Independientemente de cuál sea la evolución de este nuevo capítulo de la contienda arabo-israelí Netanyahu ha dejado claro que Israel va por libre, que no tiene ningún problema en torpedear la política de acercamiento occidental hacia Irán, que sus intereses bélicos están por encima de cualquier otra consideración, incluidas las de sus aliados. Desde el primer momento, los políticos israelíes han sido muy contundentes a la hora de manifestar su rechazo a dicho acercamiento y más concretamente a las negociaciones sobre el programa nuclear iraní. La aparición de Daesh (el Estado Islámico) ha significado un paso fundamental para profundizar en este entendimiento, dejando en vía muerta cuestiones aparentemente irreconciliables como el programa nuclear iraní, el mantenimiento del régimen de Al Asad o la sectarización de Iraq. Esta aparente luna de miel que viven las relaciones entre Estados Unidos e Irán (plasmada en bombardeos coordinados de ambas aviaciones sobre posiciones de Daesh) ha sido puesta en peligro con el ataque en Quneitra. Obama ya ha anunciado que no recibirá a Netanyahu en su próxima visita a Estados Unidos, pero hay que recordar que el presidente estadounidense hace muchos años que perdió el órdago que lanzó a Israel en el famoso discurso de El Cairo. Veremos hasta dónde llega este pulso pero Israel ha dejado claro que no tiene ningún problema para actuar por libre para mantener la zona en una espiral de eterno conflicto.