Algunos medios de comunicación internacionales han visto en estas largas colas frente a los colegios electorales en los dos días que ha durado el referéndum del nuevo texto constitucional, una llamada de los egipcios a la dictadura militar. Se han extrañado ante esas secuencias de mujeres bailando y cantando cuando salían de los colegios. Tras esa gran revolución, ¿los egipcios quieren una dictadura?
Esta es una forma de leer la participación en el referéndum y sus resultados. Pero hay otras lecturas, entre ellas, la que expliqué en un artículo anterior sobre lo que se jugaba en esta votación.
La tarde del sábado 18 de enero se anunciaron los resultados oficiales de este referéndum. La participación ha sido del 38,6% de los 52 millones de votantes potenciales; es decir, casi 21 millones de egipcios han ido a las urnas. Son seis puntos más que en el referéndum de la Constitución escrita por las fuerzas islamistas en 2012; cuatro millones más de egipcios han votado en este referéndum.
El porcentaje de votos afirmativos ha sido el más alto que se podía alcanzar, un 98% de los votantes apostaron por el sí; hasta el punto de recordar a muchos referéndums nulos celebrados en los últimos 60 años. La Constitución de 2012 obtuvo 64% de votos afirmativos; diez millones de ciudadanos aceptaron la de 2012 y casi el doble aprobó la de 2013.
Así que, el objetivo principal del poder actual -los generales, las fuerzas democráticas tradicionales, una parte de los islamistas y un sector de las fuerzas revolucionarias- se ha cumplido; ha obtenido un tipo de legitimidad a la nueva fase de transición y al régimen del 30 de junio.
Ninguno de los actores políticos, ni observadores, ni organizaciones de derechos humanos, han hablado de falsificación de votos. Por supuesto, el adversario -los Hermanos Musulmanes- sí lo ha hecho, aunque no ha presentado pruebas concretas.
De lo que sí se ha hablado ha sido de irregularidades. Entre ellas, que los medios de comunicación oficiales no permitieron, las semanas previas al referéndum, ninguna voz que invitase a votar por el no o por el boicot. Algunos jóvenes que repartían panfletos en contra del referéndum antes de su celebración, fueron detenidos. Hubo intentos por parte de los Hermanos Musulmanes de interrumpir el referéndum, tratando de bloquear carreteras y calles que llevaban a los colegios electorales o intentando invadir algunas vías enfrentándose con las fuerzas de seguridad. En estos dos días han muerto en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, según fuentes oficiales, 12 personas, entre policías, manifestantes islamistas y ciudadanos de a pie.
No hay que olvidar dos pequeños detalles pero significativos: el primero es la explosión de una bomba frente a un juzgado de la capital, al inicio del primer día de votación. Era evidente que se quería meter miedo a los votantes y que estos no fueran a los colegios electorales. Lo que provocó fue la reacción contraria.
El segundo es la colocación de megáfonos, a la salida de algunos colegios electorales, con la canción "¡Qué vivan estas manos!". Una canción dedicada al Ejército escrita después de los sucesos que acabaron desbancando a los Hermanos Musulmanes del poder el pasado 3 de julio.
Estos dos detalles parecen no tener mucha importancia, pero sí la tienen. Explican muy bien la situación de división que vive la sociedad egipcia. No es una división establecida sobre intereses sociales o económicos, sino sobre "los patriotas" por un lado y "los terroristas enemigos de la patria" por otro. Así se podría simplificar la división según el discurso del poder actual. O podría ser "los enemigos de Dios y la ley islámica" por un lado y "los defensores de estos" por otro, según el discurso de los Hermanos Musulmanes y sus aliados, los grupos yihadistas, que se enfrentan al ejército en la Península del Sinaí y han sido acusados de organizar las explosiones que han tenido lugar en los últimos meses.
El discurso que, de momento, está ganando terreno es el de la "histeria patriótica". Un detalle significativo es el hecho de que, hace solo unos días, una madre llamó a la policía para denunciar que su hijo pertenecía a un grupo político al que los periodistas oficialistas habían tachado de traidor y de estar financiado con dinero extranjero. El joven fue detenido.
En medio de esta división está la población que probablemente sueña con otra cosa, con algún tipo de estabilidad política y económica, y con que mejoren sus condiciones de vida después de tres años de revolución. Este sector de la población ha aprobado de manera mayoritaria la nueva Constitución. Pero tampoco tanto como se imaginaba el régimen actual y todo su aparato propagandístico.
Es verdad que los resultados son una derrota social y política clara de los Hermanos Musulmanes, pero algunos sectores del régimen soñaban con que esta derrota significaría salir ellos mismos mucho más reforzados. Esto se podría haber conseguido con una participación mucho más alta de la alcanzada.
Hay que tener en cuenta que no todos los que han ido a votar sí, querían decirle sí al general Al Sisi. Lo que no niega que sea el único hombre fuerte actualmente en Egipto. El general será aceptado si consigue cumplir los sueños de esta población, no porque los egipcios quieran una dictadura militar.
Mujeres esperando para votar. Foto: KHALED ELFIQI/EFE.
De nuevo, la imagen de las mujeres votando y bailando. La presencia femenina tan evidente a la hora de votar se entiende si retrocedemos a cuando los islamistas cerraron los espacios públicos, entre ellos el espacio político y electoral, a las mujeres y cuando estas dieron el primer paso participando en el derrocamiento del régimen de Morsi.
Como egipcio, sé que estas secuencias de mujeres bailando quieren enviarle un mensaje a los islamistas, en el lenguaje popular egipcio: "Nos habéis discriminado, nosotras os hemos derrocado y hoy celebramos una nueva derrota vuestra".
Se podría llamar así "fastidiar bailando", al ritmo de la canción dedicada al Ejército.
Esta es una forma de leer la participación en el referéndum y sus resultados. Pero hay otras lecturas, entre ellas, la que expliqué en un artículo anterior sobre lo que se jugaba en esta votación.
La tarde del sábado 18 de enero se anunciaron los resultados oficiales de este referéndum. La participación ha sido del 38,6% de los 52 millones de votantes potenciales; es decir, casi 21 millones de egipcios han ido a las urnas. Son seis puntos más que en el referéndum de la Constitución escrita por las fuerzas islamistas en 2012; cuatro millones más de egipcios han votado en este referéndum.
El porcentaje de votos afirmativos ha sido el más alto que se podía alcanzar, un 98% de los votantes apostaron por el sí; hasta el punto de recordar a muchos referéndums nulos celebrados en los últimos 60 años. La Constitución de 2012 obtuvo 64% de votos afirmativos; diez millones de ciudadanos aceptaron la de 2012 y casi el doble aprobó la de 2013.
Así que, el objetivo principal del poder actual -los generales, las fuerzas democráticas tradicionales, una parte de los islamistas y un sector de las fuerzas revolucionarias- se ha cumplido; ha obtenido un tipo de legitimidad a la nueva fase de transición y al régimen del 30 de junio.
Ninguno de los actores políticos, ni observadores, ni organizaciones de derechos humanos, han hablado de falsificación de votos. Por supuesto, el adversario -los Hermanos Musulmanes- sí lo ha hecho, aunque no ha presentado pruebas concretas.
De lo que sí se ha hablado ha sido de irregularidades. Entre ellas, que los medios de comunicación oficiales no permitieron, las semanas previas al referéndum, ninguna voz que invitase a votar por el no o por el boicot. Algunos jóvenes que repartían panfletos en contra del referéndum antes de su celebración, fueron detenidos. Hubo intentos por parte de los Hermanos Musulmanes de interrumpir el referéndum, tratando de bloquear carreteras y calles que llevaban a los colegios electorales o intentando invadir algunas vías enfrentándose con las fuerzas de seguridad. En estos dos días han muerto en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, según fuentes oficiales, 12 personas, entre policías, manifestantes islamistas y ciudadanos de a pie.
No hay que olvidar dos pequeños detalles pero significativos: el primero es la explosión de una bomba frente a un juzgado de la capital, al inicio del primer día de votación. Era evidente que se quería meter miedo a los votantes y que estos no fueran a los colegios electorales. Lo que provocó fue la reacción contraria.
El segundo es la colocación de megáfonos, a la salida de algunos colegios electorales, con la canción "¡Qué vivan estas manos!". Una canción dedicada al Ejército escrita después de los sucesos que acabaron desbancando a los Hermanos Musulmanes del poder el pasado 3 de julio.
Estos dos detalles parecen no tener mucha importancia, pero sí la tienen. Explican muy bien la situación de división que vive la sociedad egipcia. No es una división establecida sobre intereses sociales o económicos, sino sobre "los patriotas" por un lado y "los terroristas enemigos de la patria" por otro. Así se podría simplificar la división según el discurso del poder actual. O podría ser "los enemigos de Dios y la ley islámica" por un lado y "los defensores de estos" por otro, según el discurso de los Hermanos Musulmanes y sus aliados, los grupos yihadistas, que se enfrentan al ejército en la Península del Sinaí y han sido acusados de organizar las explosiones que han tenido lugar en los últimos meses.
El discurso que, de momento, está ganando terreno es el de la "histeria patriótica". Un detalle significativo es el hecho de que, hace solo unos días, una madre llamó a la policía para denunciar que su hijo pertenecía a un grupo político al que los periodistas oficialistas habían tachado de traidor y de estar financiado con dinero extranjero. El joven fue detenido.
En medio de esta división está la población que probablemente sueña con otra cosa, con algún tipo de estabilidad política y económica, y con que mejoren sus condiciones de vida después de tres años de revolución. Este sector de la población ha aprobado de manera mayoritaria la nueva Constitución. Pero tampoco tanto como se imaginaba el régimen actual y todo su aparato propagandístico.
Es verdad que los resultados son una derrota social y política clara de los Hermanos Musulmanes, pero algunos sectores del régimen soñaban con que esta derrota significaría salir ellos mismos mucho más reforzados. Esto se podría haber conseguido con una participación mucho más alta de la alcanzada.
Hay que tener en cuenta que no todos los que han ido a votar sí, querían decirle sí al general Al Sisi. Lo que no niega que sea el único hombre fuerte actualmente en Egipto. El general será aceptado si consigue cumplir los sueños de esta población, no porque los egipcios quieran una dictadura militar.
Mujeres esperando para votar. Foto: KHALED ELFIQI/EFE.
De nuevo, la imagen de las mujeres votando y bailando. La presencia femenina tan evidente a la hora de votar se entiende si retrocedemos a cuando los islamistas cerraron los espacios públicos, entre ellos el espacio político y electoral, a las mujeres y cuando estas dieron el primer paso participando en el derrocamiento del régimen de Morsi.
Como egipcio, sé que estas secuencias de mujeres bailando quieren enviarle un mensaje a los islamistas, en el lenguaje popular egipcio: "Nos habéis discriminado, nosotras os hemos derrocado y hoy celebramos una nueva derrota vuestra".
Se podría llamar así "fastidiar bailando", al ritmo de la canción dedicada al Ejército.