Cuando llevas un bebé dentro eres consciente de que todo gesto, por nimio que sea, está dirigido a su bienestar. Comer, beber, hacer ejercicio o sonreír son acciones que teletransporta el cordón umbilical sin que a la futura madre le suponga ningún esfuerzo mental. Pero, ¿qué pasa después del parto? ¿Pueden los padres estar seguros de dar a su hijo todos y cada uno de los cuidados que precisa? ¿De verdad lo haces todo por él? La respuesta es no. Y hay que aprender a vivir con ello. Estas son algunas de las dificultades de la crianza a las que todos los padres se enfrentan, sólo por el hecho de serlo.
El bebé llora. No siempre sabes por qué, pero casi siempre logras consolarlo. El llanto es invencible. Los superpoderes que les son otorgados a los nuevos papás no pueden evitar que un niño llore.
De repente, su pañal. ¡Oh, no! ¿En qué estabas pensando mientras tu bebe se hacía caca y pis? No te castigues si has tardado más de un minuto en darte cuenta de que el pañal estaba sucio. Ningún progenitor, por bueno que sea, tiene conexión directa con los esfínteres de su hijo.
Dudas. ¿Bien abrigado? ¿Bajo cuantas capas de abrigo puede acurrucarse un bebé? ¿Has batido algún récord de este tipo? Si la respuesta es sí, rememora aquella tortura de tu propia infancia y su verdad absoluta: cuando tu madre te ponía el pasamontañas era ella quién realmente tenía frío.
¿Lo llevo todo? Pañales, toallitas, cremas, ropa de cambio, biberón, chupetes, juguetes... Y cuando sales de casa, el bolso de maternidad es tu casa sin tejado, nada que envidiar al kit de supervivencia de un montañero en el Himalaya.
Riesgo de sobreexposición. La cara del bebé y sus muecas están en el fondo de pantalla de tu móvil, tablet y ordenador. Su carita también protagoniza las portadas de tus cuentas en Facebook y Twitter. En Instagram no tiene competencia. Sus balbuceos son un hit en tus WhatsApp.
Visitas al pediatra. Aunque seáis unos padres nada hipocondríacos, caeréis en la tentación de consultar al especialista cuestiones aparentemente absurdas, como por ejemplo: ¿Es normal esta frecuencia de deposiciones en un ser tan pequeñín?
Acentuación de tu agudeza auditiva y visual. Una especie de radar se ha autoinstalado en tu organismo y estás alerta ante cualquier gesto que provenga de todo bebé, sea o no el tuyo.
Dirán que lo malcrías por cogerle tanto, por acurrucarlo junto a ti y por acudir en cuanto llama. ¿Qué saben ellos? Nadie más ha sido la madre de tu bebe, el único invitado a esta fiesta es el papá.
Control del sueño. Te sorprendería saber el número de veces que, de día o de noche, te abalanzas sobre las barras de la cuna para comprobar las constantes vitales de tu pequeño.
Peligro de explotación. De felicidad. Esa sensación de presión tan fuerte en el estómago en realidad equilibra el desgaste físico y emocional que implica la crianza de un bebé. Cuando sientas que estallas de emoción y dicha, abraza a tu bebe y verás que recompensa te espera.
El bebé llora. No siempre sabes por qué, pero casi siempre logras consolarlo. El llanto es invencible. Los superpoderes que les son otorgados a los nuevos papás no pueden evitar que un niño llore.
De repente, su pañal. ¡Oh, no! ¿En qué estabas pensando mientras tu bebe se hacía caca y pis? No te castigues si has tardado más de un minuto en darte cuenta de que el pañal estaba sucio. Ningún progenitor, por bueno que sea, tiene conexión directa con los esfínteres de su hijo.
Dudas. ¿Bien abrigado? ¿Bajo cuantas capas de abrigo puede acurrucarse un bebé? ¿Has batido algún récord de este tipo? Si la respuesta es sí, rememora aquella tortura de tu propia infancia y su verdad absoluta: cuando tu madre te ponía el pasamontañas era ella quién realmente tenía frío.
¿Lo llevo todo? Pañales, toallitas, cremas, ropa de cambio, biberón, chupetes, juguetes... Y cuando sales de casa, el bolso de maternidad es tu casa sin tejado, nada que envidiar al kit de supervivencia de un montañero en el Himalaya.
Riesgo de sobreexposición. La cara del bebé y sus muecas están en el fondo de pantalla de tu móvil, tablet y ordenador. Su carita también protagoniza las portadas de tus cuentas en Facebook y Twitter. En Instagram no tiene competencia. Sus balbuceos son un hit en tus WhatsApp.
Visitas al pediatra. Aunque seáis unos padres nada hipocondríacos, caeréis en la tentación de consultar al especialista cuestiones aparentemente absurdas, como por ejemplo: ¿Es normal esta frecuencia de deposiciones en un ser tan pequeñín?
Acentuación de tu agudeza auditiva y visual. Una especie de radar se ha autoinstalado en tu organismo y estás alerta ante cualquier gesto que provenga de todo bebé, sea o no el tuyo.
Dirán que lo malcrías por cogerle tanto, por acurrucarlo junto a ti y por acudir en cuanto llama. ¿Qué saben ellos? Nadie más ha sido la madre de tu bebe, el único invitado a esta fiesta es el papá.
Control del sueño. Te sorprendería saber el número de veces que, de día o de noche, te abalanzas sobre las barras de la cuna para comprobar las constantes vitales de tu pequeño.
Peligro de explotación. De felicidad. Esa sensación de presión tan fuerte en el estómago en realidad equilibra el desgaste físico y emocional que implica la crianza de un bebé. Cuando sientas que estallas de emoción y dicha, abraza a tu bebe y verás que recompensa te espera.