Siempre he sido de la opinión de que ningún partido debería gobernar más de dos legislaturas seguidas -sea de la ideología que sea-, puesto que a partir de la tercera legislatura muchos políticos confunden el gobierno con administrar un cortijo del que pueden disponer a su antojo. Tampoco creo que se deban acotar los mandatos por ley, ya que esto convertiría las segundas legislaturas en un desmadre. Debería ser la ciudadanía la que supiera dar fin a tiempo a los ciclos políticos.
Los andaluces no han considerado oportuno concluir en lo que llevamos de democracia con el ciclo de gobierno socialista, el cual no ha logrado que Andalucía haya dejado de ser una de las regiones menos desarrolladas de Europa y de España, aun cuando posee un gran potencial. Entonces, ¿a qué se debe que una y otra vez los andaluces crean que el PSOE, y solamente el PSOE, pueda sacarles del vagón de cola de las regiones europeas?
Una de las diferentes causas para que así sea es el clientelismo. Cuando un gobierno se eterniza como el del PSOE en Andalucía, evitar el clientelismo se convierte en algo casi imposible. Es más, con el paso del tiempo, el clientelismo se extiende y se refuerza. Pero decir eso en voz alta suele ser considerado como un ataque directo a los andaluces, sobre todo si el que lo dice no lo es. No sé si eso se debe a la susceptibilidad de muchos andaluces cansados de los tópicos o a que los votantes del PSOE de Andalucía lo utilizan como arma para atacar a cualquiera que desde fuera pretenda tocar sus posiciones. En realidad, es como si un alemán dijera que en España hay mucho paro y el Gobierno español, en vez de luchar contra el desempleo, nos jaleara contra los alemanes para que creyéramos que nos han llamado vagos y nos sintiéramos ofendidos.
Albert Rivera sabe que hablar contra el clientelismo en Andalucía es una manera segura de perder votos. Pero un liberal -que suele confundir una subvención con el más extremo de los clientelismos- no puede dejar de hacerlo, ya que eso iría en contra de sus más básicos principios. Así que se sacó de la manga lo de: "Nosotros no vamos a repartir pescado, nosotros vamos o a enseñar a pescar o a dejar que la gente tenga su caña de pescar. No vamos a repartir pescado y mucho menos quedarnos con parte del pescado, que es lo que hacen algunos". Lo que viene a ser un resumen de lo que es el liberalismo en versión filosofía oriental. Imagino que tenía la esperanza de que todo el mundo le entendiera sin que nadie se sintiera ofendido. Sin embargo, no pudo ser y las críticas le han llovido por todas partes.
Yo también me sentiría ofendido, pero básicamente por el uso del verbo "enseñar". Una persona que pretenda gobernar no puede situarse en una posición moral superior de maestro frente a una ciudadanía alumna. Eso es reconocer abiertamente que no se pertenece al mismo grupo. En realidad, Albert Rivera, como cualquier otro político, debería tener claro que optan a ser escogidos como delegados de clase y nada más. Y eso es lo primero que un político debería recordar si quiere pescar votos.
Por cierto, el que esto escribe es un catalán hijo de andaluces. Así que no soy ni 100% catalán, ni 100% andaluz, de lo cual me alegro, porque los que son 100% algo y presumen de ello, suelen tener unas miras muy cortas. De hecho, ni siquiera vivo en España. Y si alguien considera que por ello no tengo derecho a opinar, el problema lo tiene él y su concepción del mundo.
Los andaluces no han considerado oportuno concluir en lo que llevamos de democracia con el ciclo de gobierno socialista, el cual no ha logrado que Andalucía haya dejado de ser una de las regiones menos desarrolladas de Europa y de España, aun cuando posee un gran potencial. Entonces, ¿a qué se debe que una y otra vez los andaluces crean que el PSOE, y solamente el PSOE, pueda sacarles del vagón de cola de las regiones europeas?
Una de las diferentes causas para que así sea es el clientelismo. Cuando un gobierno se eterniza como el del PSOE en Andalucía, evitar el clientelismo se convierte en algo casi imposible. Es más, con el paso del tiempo, el clientelismo se extiende y se refuerza. Pero decir eso en voz alta suele ser considerado como un ataque directo a los andaluces, sobre todo si el que lo dice no lo es. No sé si eso se debe a la susceptibilidad de muchos andaluces cansados de los tópicos o a que los votantes del PSOE de Andalucía lo utilizan como arma para atacar a cualquiera que desde fuera pretenda tocar sus posiciones. En realidad, es como si un alemán dijera que en España hay mucho paro y el Gobierno español, en vez de luchar contra el desempleo, nos jaleara contra los alemanes para que creyéramos que nos han llamado vagos y nos sintiéramos ofendidos.
Albert Rivera sabe que hablar contra el clientelismo en Andalucía es una manera segura de perder votos. Pero un liberal -que suele confundir una subvención con el más extremo de los clientelismos- no puede dejar de hacerlo, ya que eso iría en contra de sus más básicos principios. Así que se sacó de la manga lo de: "Nosotros no vamos a repartir pescado, nosotros vamos o a enseñar a pescar o a dejar que la gente tenga su caña de pescar. No vamos a repartir pescado y mucho menos quedarnos con parte del pescado, que es lo que hacen algunos". Lo que viene a ser un resumen de lo que es el liberalismo en versión filosofía oriental. Imagino que tenía la esperanza de que todo el mundo le entendiera sin que nadie se sintiera ofendido. Sin embargo, no pudo ser y las críticas le han llovido por todas partes.
Yo también me sentiría ofendido, pero básicamente por el uso del verbo "enseñar". Una persona que pretenda gobernar no puede situarse en una posición moral superior de maestro frente a una ciudadanía alumna. Eso es reconocer abiertamente que no se pertenece al mismo grupo. En realidad, Albert Rivera, como cualquier otro político, debería tener claro que optan a ser escogidos como delegados de clase y nada más. Y eso es lo primero que un político debería recordar si quiere pescar votos.
Por cierto, el que esto escribe es un catalán hijo de andaluces. Así que no soy ni 100% catalán, ni 100% andaluz, de lo cual me alegro, porque los que son 100% algo y presumen de ello, suelen tener unas miras muy cortas. De hecho, ni siquiera vivo en España. Y si alguien considera que por ello no tengo derecho a opinar, el problema lo tiene él y su concepción del mundo.