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Leo algunas noticias y artículos que analizan la comparecencia de Artur Mas en la Comisión de investigación del Parlament sobre la corrupción, principalmente sobre el caso Pujol (9.02.2015). De pronto, en uno de los artículos de opinión tropiezo con una reflexión que les traduzco:
Si el articulista hubiera escrito «el representante de Ciutadans», todo el mundo habría entendido y sabido (aún sin decir el nombre) que estaba refiriéndose a Albert Rivera. Hace tiempo que es su líder y los medios hablan a menudo de él. Es dudoso, en cambio, que el mismo número de personas supiese el nombre y apellidos de quien se esconde bajo la perífrasis «la representante de la CUP». En un círculo que no tiene nada de virtuoso, se cita a quien no hace falta citar -a quien no necesita que se le cite porque ya es sobradamente conocido-, y no se nombra, en cambio, a quien más lo necesita, es decir, a quien hace falta citar, a quien se debe citar porque no es conocida. Para que se pueda saber quién es, para sacarla del anonimato, para no quitarle hasta el nombre. Esta manera de proceder ocasiona que la persona que ya es conocida cada vez lo sea más, y la desconocida, anónima se quede. No es más que la concreción lingüística del conocido versículo del Evangelio según san Lucas: «Así que oíd bien, pues al que tiene se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poco que cree tener se le quitará.»
El mismo día, en otro medio, leo: «El tono de los líderes evolucionó desde el máximo criticismo de Alicia Sánchez-Camacho -que estuvo especialmente incisiva- a los de Albert Rivera, Joan Herrera, Miquel Iceta y el propio Oriol Amorós.»
Vemos, pues, cómo el círculo poco virtuoso se cierra y degenera francamente ya en un círculo perverso. Si hacemos caso del autor, durante la sesión, intervino el PP, Ciutadans, ICV y PSC. Como si la CUP (pobre CUP: tienes nombre de mujer) no existiera o no hubiera intervenido. O quizás al articulista no le parezca oportuno hablar de la responsabilidad moral de la política, o hacer mención de la política que ve la necesidad de reflexionar y obrar en consecuencia, o citar a los partidos que salieron fortalecidos de la contienda.
El día antes, en un diario gratuito, (20 minutos, 10.02.2015, p. 14) había leído una noticia anónima que empezaba así:
Es decir, la lengua permite perfectamente citar nítidamente a unas y otras (decir su nombre y apellidos de manera equitativa). Incluso permite iniciar el artículo hablando de ellas y no obligatoriamente, compulsivamente, hablar siempre, siempre, primero de los hombres. Fíjense en el sintagma «el apartado masculino», que incide en el sexo de ellos, especificación que no ha sido necesaria cuando se hablaba de las actrices porque, al encabezar la noticia, ocupaban la centralidad. ¡Que fácil es alternar este orden sistemáticamente! Qué fácil alternar la centralidad de unas y otros.
Por cierto, si quieren saber el nombre y apellido de la representante de la CUP, solamente tienen que entrar en este artículo, en uno de cuyos subtítulos, podrán comprobar también que la citan en justicia y con corrección directamente por el apellido. Pero por si les da pereza, se los apunto: Isabel Vallet.
(Por una vez que hago una previsión -como en este artículo que enlazo aquí-, siento haber acertado. Con su reforma de la ley del aborto el PP lleva al extremo sus políticas más repugnantes: se ceba y se ensaña con las que menos voz tienen, las más débiles, las más aterrorizadas. Legislan contra las que justamente necesitan más protección.)
Leo algunas noticias y artículos que analizan la comparecencia de Artur Mas en la Comisión de investigación del Parlament sobre la corrupción, principalmente sobre el caso Pujol (9.02.2015). De pronto, en uno de los artículos de opinión tropiezo con una reflexión que les traduzco:
«A Mas no lo han tumbado, pero lo han debilitado un poquito más. Ahora bien, exceptuando a Albert Rivera (singularmente moderado y sutil: apuntando hacia el centro) y la representante de la CUP (la única que reflexionó sobre la responsabilidad moral de la política), los otros partidos también salen debilitados del aquelarre.»
Si el articulista hubiera escrito «el representante de Ciutadans», todo el mundo habría entendido y sabido (aún sin decir el nombre) que estaba refiriéndose a Albert Rivera. Hace tiempo que es su líder y los medios hablan a menudo de él. Es dudoso, en cambio, que el mismo número de personas supiese el nombre y apellidos de quien se esconde bajo la perífrasis «la representante de la CUP». En un círculo que no tiene nada de virtuoso, se cita a quien no hace falta citar -a quien no necesita que se le cite porque ya es sobradamente conocido-, y no se nombra, en cambio, a quien más lo necesita, es decir, a quien hace falta citar, a quien se debe citar porque no es conocida. Para que se pueda saber quién es, para sacarla del anonimato, para no quitarle hasta el nombre. Esta manera de proceder ocasiona que la persona que ya es conocida cada vez lo sea más, y la desconocida, anónima se quede. No es más que la concreción lingüística del conocido versículo del Evangelio según san Lucas: «Así que oíd bien, pues al que tiene se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poco que cree tener se le quitará.»
El mismo día, en otro medio, leo: «El tono de los líderes evolucionó desde el máximo criticismo de Alicia Sánchez-Camacho -que estuvo especialmente incisiva- a los de Albert Rivera, Joan Herrera, Miquel Iceta y el propio Oriol Amorós.»
Vemos, pues, cómo el círculo poco virtuoso se cierra y degenera francamente ya en un círculo perverso. Si hacemos caso del autor, durante la sesión, intervino el PP, Ciutadans, ICV y PSC. Como si la CUP (pobre CUP: tienes nombre de mujer) no existiera o no hubiera intervenido. O quizás al articulista no le parezca oportuno hablar de la responsabilidad moral de la política, o hacer mención de la política que ve la necesidad de reflexionar y obrar en consecuencia, o citar a los partidos que salieron fortalecidos de la contienda.
El día antes, en un diario gratuito, (20 minutos, 10.02.2015, p. 14) había leído una noticia anónima que empezaba así:
«Clara Lago (Ocho apellidos vascos), Helena Anaya (Todos están muertos) y Manuela Velasco (REC4) son las nominadas a mejor actriz de cine en los premios Unión de Actores que conceden los compañeros de profesión. En el apartado masculino optarán Carlos Iglesias (2 francos, 40 pesetas), Javier Gutiérrez y Raúl Arévalo (ambos por La isla mínima).»
Es decir, la lengua permite perfectamente citar nítidamente a unas y otras (decir su nombre y apellidos de manera equitativa). Incluso permite iniciar el artículo hablando de ellas y no obligatoriamente, compulsivamente, hablar siempre, siempre, primero de los hombres. Fíjense en el sintagma «el apartado masculino», que incide en el sexo de ellos, especificación que no ha sido necesaria cuando se hablaba de las actrices porque, al encabezar la noticia, ocupaban la centralidad. ¡Que fácil es alternar este orden sistemáticamente! Qué fácil alternar la centralidad de unas y otros.
Por cierto, si quieren saber el nombre y apellido de la representante de la CUP, solamente tienen que entrar en este artículo, en uno de cuyos subtítulos, podrán comprobar también que la citan en justicia y con corrección directamente por el apellido. Pero por si les da pereza, se los apunto: Isabel Vallet.
(Por una vez que hago una previsión -como en este artículo que enlazo aquí-, siento haber acertado. Con su reforma de la ley del aborto el PP lleva al extremo sus políticas más repugnantes: se ceba y se ensaña con las que menos voz tienen, las más débiles, las más aterrorizadas. Legislan contra las que justamente necesitan más protección.)