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Hasta el coño y más allá

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Si mi madre me escuchara diciendo algo así, me soltaría aquello de "te voy a tener que lavar la boca con jabón". Lo siento, mamá, pero es que tengo al susodicho en tan alta estima como la gran Ivonne Blake cuando, con maravilloso acento, dijo aquello de "que no lo tenía para ruidos", justo cuando recibía su premio en el Festival de cine de Gijón.

Y es que no es para menos. Ha llegado el momento de ponernos serias y lanzar improperios sin complejos. Sí, justo después de los Goya y, sí, en el año de mayor recaudación reciente de nuestro cine.

Los datos han sido positivos: 123 millones de recaudación, una cuota del 25,5% y 21 millones de espectadores. Buen año para los del cine. Para todos, no lo tengo tan claro. Para todas, desde luego que no. Para muestra, la baja presencia de las mujeres candidatas a los premios cinematográficos nacionales. En los Premios Feroz, sólo una nominada, Clara Roquet, coguionista de 10.000 Km. En los premios cinematográficos José María Forqué, ninguna de las películas nominadas estaba dirigida por una mujer -bueno, tampoco nominan a los guionistas, total...- En los Gaudí, afortunadamente, teníamos a nuestra compañera Maria Ripoll que, con Rastros de Sándalo, se llevó el premio a mejor filme en lengua catalana, y a la propia Clara Roquet, que también se lo llevó a mejor guión. (Tomen nota: a pesar de ser pocas, garantizamos un alto porcentaje de éxito.)

Esta escasa representación se vería culminada en los Goya, donde una de las ilustres socias de CIMA, Chelo Loureiro, contaba el tremendo desánimo que vivía en la fotografía previa de las nominaciones, al verse tan huérfana de colegas femeninas. Menos mal que estaban las compañeras actrices, porque en lo que se refiere a otras especialidades, la cosa estaba desnutrida. Nuestras felicitaciones más sinceras a las directoras Beatriz Sanchís y Claudia Pinto, a la guionista Anna Soler Pont, a directora de producción Manuela de Ocón y a Chelo Loureiro, audaz productora gallega. Abrazos múltiples a las que se hicieron con el premio, las productoras Mercedes Gamero y a nuestra querida compañera Esther García. Pero sobre todo y con permiso de todas las demás, felicidades a Patricia Font, ganadora del Goya al mejor cortometraje de animación y que, junto con otra compañera, tuvo que aguantar el tirón sentada en medio del escenario rodeada de hombres. El futuro del cine español. Un futuro sin mujeres y una imagen lamentable a pesar del empeño -que nos consta- de las compañeras que trabajan incansables por dejar escuchar nuestra voz dentro de la propia Academia de Cine.

La respuesta fácil a esta triste ausencia de mujeres es afirmar que no hay profesionales suficientes. Eso mismo sostuvo, de manera bochornosa, todo un catedrático universitario convocado por el programa El Debate de la 1 de TVE, al que remito a los estudios y publicaciones de otra catedrática, Fátima Arranz, bastante más rigurosa que él sobre los datos reales que reflejan nuestro sector. Pero por supuesto, Fátima no fue convocada. En esa tribuna pública se dio la voz a cinco hombres y sólo una mujer, nuestra compañera actriz Silvia Marsó, que no dudó en denunciar la situación y poner la cuestión de la desigualdad sobre la mesa, siendo la nota discordante dentro de un discurso generalizado sobre lo bien que había ido el año para el cine a pesar del IVA. Eso sí, nuestra Isabel Coixet inauguraba el Festival de Berlín. Cuota ganada. ¿Qué más queréis? ¿Qué es eso de la desigualdad dentro de nuestro sector?

Justo el día después de los Goya, otro debate, esta vez en La Sexta, en el programa de Ana Pastor, para hablar de la situación del cine. Desde la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios audiovisuales, CIMA, hicimos llegar datos sobre la situación de la mujer en el sector, pidiendo expresamente que se abordara el tema de la desigualdad, evidenciado en la gala del día anterior. El Objetivo tuvo a bien contar con una mujer, la productora Enma Lustres, que hizo un acertado desglose de rentabilidad del sector. Pero, por supuesto, el tema de la desigualdad no se tocó.

Este ninguneo constante, casi una campaña orquestada para no abordar el tema de la desigualdad, no sólo es motivo de indignación, que debería serlo para toda mujer que se dedicara o quisiera dedicarse a las distintas especialidades profesionales de nuestro sector, sino que implica graves consecuencias. Como destaca María Ángeles Cabré, directora del Observatorio Cultural de Género, "no hace falta ser un lumbrera para saber que lo que pasa detrás de la cámara se traduce en lo que pasa delante. Es decir, en la pantalla, por lo que el sexismo y la perpetuación de estereotipos se dan la mano demasiado a menudo".

¿Consideráis que el hecho de que las mujeres no hagan cine e incorporen su punto de vista no tiene consecuencias para la sociedad? Os contestaré con palabras de otra lúcida amiga, Pilar Aguilar, analista de cine, escritora, militante feminista, socia de CIMA y reciente Comadre de Oro, cuando en el último festival de Clemont-Ferrand se encontró con que, de los siete cortos premiados, sólo había uno protagonizado por una mujer. Pilar hablaba abiertamente de la repulsa que le produce no encontrar reflejo en el cine de lo que se encuentra diariamente por la calle. Un mundo lleno de mujeres que uno encuentra compartiendo cualquier ámbito de la vida hasta que "te sientas en una butaca y parece que cambias de planeta: varones, varones, varones...De todas las edades (niños, adolescentes, jóvenes, adultos, viejos) en todas las situaciones (estudiantes, astronautas, chófer de taxi, sin oficio determinado), en todos los contextos (dramático, humorístico, realista, disparatado)... todo está permitido. Solo existe una única regla que se respeta: el protagonismo lo encarnan ellos. El significado y el sentido les pertenece. Son sus historias las que se muestran como vivencias aptas para toda la humanidad... Y luego, ¿cómo nos asombramos del machismo de las nuevas generaciones? ¿Cómo no van a ser prepotentes los varones y sumisas las mujeres?"

En resumen, vivimos una evidente situación de desigualdad en nuestro sector, que se traduce en una falta de películas realizadas, escritas o producidas por mujeres, hecho que se evidencia en el bajo número de candidatas en los principales premios cinematográficos del país y que, pese a ser una problema evidente y notorio, no se aborda de forma concreta en los medios de comunicación ni desde las instancias políticas a pesar de que sus consecuencias son nefastas a todos los niveles sociales. Una cadena espeluznante que parece no tener final y que a nadie parece preocupar.

Así que me reitero en mi exabrupto inicial, ese que abochornaría a mi madre. Eso y que Toy Story tampoco pasaría el test de Bechdel. Y mira que es fácil.

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