Pese a todo, uno se resiste a perder la esperanza. Se empeña en creer que no todo está perdido y que aún es posible encontrar un espacio para el debate razonado y razonable. Que la política y el momento crítico por el que atraviesa la sociedad española merecen argumentos más sólidos que los "pim-pam-propuesta" o el infausto "tic-tac". Que las ocurrencias son sólo eso: arrebatos puntuales de ingenio que funcionan lo que dura un instante. Poco más. Y que no deberían generar mayor problema si no fuera porque ya son el mayor de los problemas: en vez de quedarse en meras anécdotas, han evolucionado hasta afianzarse como ideas-fuerza que todo lo pueden y justifican. El chascarrillo elevado al nivel de razonamiento.
La esperanza es lo último que se pierde, sostiene el refrán. Pero hay veces que uno tiene la tentación de bajar los brazos y rendirse ante el bajo nivel argumentativo existente.
No es que uno presuma de ser un intelectual, o un sesudo analista de la realidad española. Ni se quiere, ni se puede. Sencillamente aspira a que los debates sobre la transformación política en España dejen de lado los navajazos, las conspiraciones y las mentiras para adentrarse en el intercambio tranquilo de opiniones bien argumentadas sustentadas en hechos reales.
Desde hace varios meses los principales líderes de Podemos llevan advirtiendo de que existe una campaña en su contra que no hará más que intensificarse en los próximos meses, a medida que se acerque el alocado periodo electoral que arranca en marzo y que concluirá, previsiblemente, a finales de noviembre. En un primer momento, al escucharles, uno llega a la convicción de que Pablo Iglesias y sus compañeros se están poniendo la venda antes de la herida. Que si lanzan ese aviso a navegantes es porque en realidad son conscientes de que esconden algo turbio -de su presente y, sobre todo, de su pasado- que puede aflorar con un poco de investigación periodística o un conveniente soplo. Su aviso, en fin, genera más dudas que sosiego.
Sin embargo, el día a día hace intuir que la cúpula de Podemos no estaba tan equivocada. Muchas de las informaciones -un día sí y otro también, y otro, y otro...- sobre la formación superaron hace tiempo el grado de surrealista para convertirse en denuncias patéticas por su insustancialidad.
En numerosas ocasiones las balas disparan directamente contra Podemos. Y van cargadas de razón: la puesta al día deprisa y corriendo con el fisco de Monedero deberían haber supuesto su salida fulminante, sin matices, del cofundador de la formación política. No otra cosa cabría haber esperado de un partido cuya principal bandera ha sido, durante muchos meses, la separación entre la casta -los que se apoltronan en sus sillones sin pensar en el pueblo- y los de abajo. Es tan grande la decepción, tanta la incoherencia entre lo dicho y lo hecho, que tiene ya muy difícil solución. Aun así, siempre es mejor tomar medidas tarde que no hacerlo jamás. Pablo Iglesias está a tiempo.
Al margen de este caso, gran parte de los supuestos escándalos sobre Podemos con los que se desayuna la sociedad española a diario no dejan de resultar, como ya dije, bochornosos. Sirvan dos ejemplos de esta misma semana: un periódico tan respetable como ABC publicó como segunda noticia de su página web esta entrevista: "La alcaldesa del PP que fue alumna de Pablo Iglesias: 'Me suspendió tres veces por llevar perlitas'". Otra, del 16 de febrero: "Iglesias y Errejón se repartirán 600 euros por impartir un curso de dos semanas". Uno no espera que se destape un Watergate a la española. Pero tampoco noticias que harían sonrojar a cualquier alumno de primero de Periodismo.
La primera información dice tanto por sí misma que sólo puede añadirse una reflexión paternalista: ¿Qué puede llevar a María de las Mercedes Pérez González, alcaldesa del de PP en Redueña, a hacer esas declaraciones tan bobas y que la dejan tan en evidencia?
La segunda noticia, que en realidad es puro vapor, encierra una maldad a la que determinados medios de comunicación, analistas y contertulios, están recurriendo con desesperante asiduidad estos últimos meses: el objetivo es hacer la bola de presunta corrupción de los líderes de Podemos cada vez más grande. Cueste lo que cueste y se cuente lo que se cuente. De ahí que algo absolutamente normal -impartir clases en un máster que, por cierto, no está bien remunerado- se despache como una denuncia. Nada es fortuito. Ni siquiera el "se reparten" del titular.
No son sólo los medios de comunicación. Muchos ciudadanos, que democráticamente discrepan de los postulados de Podemos, se han sumado a la campaña del todo vale, sin darse cuenta de que un argumento bien armado contra la formación política -pueden encontrarse decenas sin necesidad de haber leído tratados de ciencia política- es mucho más convincente ante un discrepante que el ataque sin ton ni son. En esta absurda campaña se erige como muestra de la estupidez mayúscula un mensaje sobre el padre de Pablo Iglesias que circula por las redes sociales y Whatsapp. Este:
¿Qué se persigue al difundir este tipo de mensajes? Hacer mella, influir en aquellos que, engullidos en la vorágine de los ataques -a la vez que sus propulsores-, sólo buscan refrendar sus argumentos graníticos. Más pasto para una furia que no se agota. El razonamiento simplista deduciría lo siguiente: si el padre de Pablo Iglesias militó en un grupo terrorista, el hijo hará tres cuatros de lo mismo. Convertirá España en un régimen de terror en el que se aniquilará al disidente y se encarcelará al crítico. Se volverá a la España negra de los pistoleros y las detenciones. Las banderas con la hoz y el martillo (perdón, venezolana) ondearan en las sedes oficiales.
No se rían: hay mucha gente que piensa así o compra este tipo de argumentos. O que al menos dan carta de naturaleza a esta conclusión al reenviar el mensaje o al difundirlo por las redes sociales sin pararse a pensar un solo segundo en lo que comparten y, por tanto, hacen suyo. ¿Realmente piensan que los líderes de Podemos son potenciales terroristas? ¿De verdad creen que la España de Iglesias, Monedero, Alegre o Errejón será la del racionamiento de productos de primera necesidad, la de la quema de banderas españolas, la de la nacionalización de empresas españolas a troche y moche, la de las checas y la de la dictadura del proletariado?
¿De verdad nos movemos en esos márgenes argumentativos?
Podemos tiene mucho por lo que ser criticado. Y la mayoría de la sociedad, estoy convencido, también tiene capacidad para razonar, argumentar y rebatir las ideas del contrario sin tener que caer en el vómito, que nada aporta y mucho repugna.
La esperanza es lo último que se pierde, sostiene el refrán. Pero hay veces que uno tiene la tentación de bajar los brazos y rendirse ante el bajo nivel argumentativo existente.
No es que uno presuma de ser un intelectual, o un sesudo analista de la realidad española. Ni se quiere, ni se puede. Sencillamente aspira a que los debates sobre la transformación política en España dejen de lado los navajazos, las conspiraciones y las mentiras para adentrarse en el intercambio tranquilo de opiniones bien argumentadas sustentadas en hechos reales.
Desde hace varios meses los principales líderes de Podemos llevan advirtiendo de que existe una campaña en su contra que no hará más que intensificarse en los próximos meses, a medida que se acerque el alocado periodo electoral que arranca en marzo y que concluirá, previsiblemente, a finales de noviembre. En un primer momento, al escucharles, uno llega a la convicción de que Pablo Iglesias y sus compañeros se están poniendo la venda antes de la herida. Que si lanzan ese aviso a navegantes es porque en realidad son conscientes de que esconden algo turbio -de su presente y, sobre todo, de su pasado- que puede aflorar con un poco de investigación periodística o un conveniente soplo. Su aviso, en fin, genera más dudas que sosiego.
Sin embargo, el día a día hace intuir que la cúpula de Podemos no estaba tan equivocada. Muchas de las informaciones -un día sí y otro también, y otro, y otro...- sobre la formación superaron hace tiempo el grado de surrealista para convertirse en denuncias patéticas por su insustancialidad.
En numerosas ocasiones las balas disparan directamente contra Podemos. Y van cargadas de razón: la puesta al día deprisa y corriendo con el fisco de Monedero deberían haber supuesto su salida fulminante, sin matices, del cofundador de la formación política. No otra cosa cabría haber esperado de un partido cuya principal bandera ha sido, durante muchos meses, la separación entre la casta -los que se apoltronan en sus sillones sin pensar en el pueblo- y los de abajo. Es tan grande la decepción, tanta la incoherencia entre lo dicho y lo hecho, que tiene ya muy difícil solución. Aun así, siempre es mejor tomar medidas tarde que no hacerlo jamás. Pablo Iglesias está a tiempo.
Al margen de este caso, gran parte de los supuestos escándalos sobre Podemos con los que se desayuna la sociedad española a diario no dejan de resultar, como ya dije, bochornosos. Sirvan dos ejemplos de esta misma semana: un periódico tan respetable como ABC publicó como segunda noticia de su página web esta entrevista: "La alcaldesa del PP que fue alumna de Pablo Iglesias: 'Me suspendió tres veces por llevar perlitas'". Otra, del 16 de febrero: "Iglesias y Errejón se repartirán 600 euros por impartir un curso de dos semanas". Uno no espera que se destape un Watergate a la española. Pero tampoco noticias que harían sonrojar a cualquier alumno de primero de Periodismo.
La primera información dice tanto por sí misma que sólo puede añadirse una reflexión paternalista: ¿Qué puede llevar a María de las Mercedes Pérez González, alcaldesa del de PP en Redueña, a hacer esas declaraciones tan bobas y que la dejan tan en evidencia?
La segunda noticia, que en realidad es puro vapor, encierra una maldad a la que determinados medios de comunicación, analistas y contertulios, están recurriendo con desesperante asiduidad estos últimos meses: el objetivo es hacer la bola de presunta corrupción de los líderes de Podemos cada vez más grande. Cueste lo que cueste y se cuente lo que se cuente. De ahí que algo absolutamente normal -impartir clases en un máster que, por cierto, no está bien remunerado- se despache como una denuncia. Nada es fortuito. Ni siquiera el "se reparten" del titular.
No son sólo los medios de comunicación. Muchos ciudadanos, que democráticamente discrepan de los postulados de Podemos, se han sumado a la campaña del todo vale, sin darse cuenta de que un argumento bien armado contra la formación política -pueden encontrarse decenas sin necesidad de haber leído tratados de ciencia política- es mucho más convincente ante un discrepante que el ataque sin ton ni son. En esta absurda campaña se erige como muestra de la estupidez mayúscula un mensaje sobre el padre de Pablo Iglesias que circula por las redes sociales y Whatsapp. Este:
¿Qué se persigue al difundir este tipo de mensajes? Hacer mella, influir en aquellos que, engullidos en la vorágine de los ataques -a la vez que sus propulsores-, sólo buscan refrendar sus argumentos graníticos. Más pasto para una furia que no se agota. El razonamiento simplista deduciría lo siguiente: si el padre de Pablo Iglesias militó en un grupo terrorista, el hijo hará tres cuatros de lo mismo. Convertirá España en un régimen de terror en el que se aniquilará al disidente y se encarcelará al crítico. Se volverá a la España negra de los pistoleros y las detenciones. Las banderas con la hoz y el martillo (perdón, venezolana) ondearan en las sedes oficiales.
No se rían: hay mucha gente que piensa así o compra este tipo de argumentos. O que al menos dan carta de naturaleza a esta conclusión al reenviar el mensaje o al difundirlo por las redes sociales sin pararse a pensar un solo segundo en lo que comparten y, por tanto, hacen suyo. ¿Realmente piensan que los líderes de Podemos son potenciales terroristas? ¿De verdad creen que la España de Iglesias, Monedero, Alegre o Errejón será la del racionamiento de productos de primera necesidad, la de la quema de banderas españolas, la de la nacionalización de empresas españolas a troche y moche, la de las checas y la de la dictadura del proletariado?
¿De verdad nos movemos en esos márgenes argumentativos?
Podemos tiene mucho por lo que ser criticado. Y la mayoría de la sociedad, estoy convencido, también tiene capacidad para razonar, argumentar y rebatir las ideas del contrario sin tener que caer en el vómito, que nada aporta y mucho repugna.
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