Busca en Google qué no ponerse después de los 50 y obtendrás miles de artículos que te cuentan lo que te queda fatal con ese cuerpo de vieja.
Podríamos pasar horas estudiando la ropa que no deberíamos llevar, el lenguaje que no deberíamos utilizar y las técnicas de maquillaje que debemos abandonar.
Así que aquí estoy yo, profundizando en el tema.
Por amor de dios, tienes más de 50. Ponte lo que te dé la gana. Si lo has hecho hasta los 50 y todavía necesitas consultar artículos sobre cómo vestirse de forma apropiada, te estás perdiendo una de las mejores cosas de tener más de 50. Una de las mejores cosas de hacerse mayor es darse cuenta de que no tienes que gastar energía preocupándote por lo que piensen los demás y llegar a sentirte cómoda en tu piel con tus particularidades.
Aun así, hay un par de cosas que las mujeres mayores de 50 no deberían llevar:
1. El peso del mundo
Cuando soportas el peso del mundo sobre tus hombros, envejeces. Si te gusta sentir el peso del mundo y no quieres dejarlo, intenta soltar sólo un poco. Quizás te valga con el peso de algún continente pequeño. Yo, por ejemplo, sólo llevo el peso de Australia y el de un país inventado llamado Michelloponia. Creo que me hacen más esbelta.
2. Vergüenza y arrepentimiento
Muy poca gente puede desprenderse de esto. La mayoría de las mujeres acaban sintiéndose perseguidas, como cuando se veían obligadas a comer hígado encebollado. Después de los 50, es especialmente difícil llevar la vergüenza y el arrepentimiento. Soportarlo es una de las cosas que te ponen los ojos rojos y vidriosos. La espiral decadente empieza ahí. Cuando la mirada de una mujer adopta ese aspecto, es hora de revalorizar la sabiduría del lápiz de ojos negro. Para mí, lo que hay que dejar de ponerse es la vergüenza y el arrepentimiento, pero nada de renunciar a pintarse los ojos.
3. Gafas de color de rosa
Querida, sabes quién eres. Esas gafas no hacen nada por ti. No sólo te hacen parecer que has estado varios días fumando porros, sino que también te impiden examinar la vida y tu alrededor de forma realista. Sí, la realidad da asco, pero cuando cumplimos los cincuenta, hay que tragársela. Así que quítate las gafas y sométela. O, si no, ponte unas buenas gafas de sol oscuras. Cubren todo tipo de pecados.
4. La impasibilidad
Hay un momento y un lugar para mantener la compostura, pero, joder, no podemos llevarla puesta todo el tiempo. Tanta indiferencia provoca esas líneas verticales entre el labio superior y los orificios nasales. No siempre tenemos que ser estoicas. No digo que lleves el corazón en la mano, pero así tendrás una apariencia más dulce que con un rictus de frialdad.
5. Demasiados sombreros
Personalmente, no soy de llevar sombrero (y menos sombreros en plural). Mi cabeza no está hecha para ellos. El pelo se me sale y las orejas parecen puertas de coche abiertas. Llevar demasiados sombreros exagera estos problemas. Cuando usas demasiados, es fácil olvidar cuál llevas puesto. Por ejemplo, ¿llevas uno serio y formal cuando lo que querías ponerte era tu sombrero extravagante y distendido? No vamos a rejuvenecer. Tarde o temprano, llevarás el de bufón de la corte al ginecólogo y, entonces, ¿dónde estarás? En una posición poco digna y con un ridículo sombrero. Ahí es donde estarás.
6. Una cara de bruja constante
Ja, ja, ja, ja, ja. Es broma. Póntela cuando quieras. Aunque no estaría mal que, de vez en cuando, pusieras una cara amable y cordial. Al menos eso es lo que me dicen algunas personas.
No pasa nada que te asesoren sobre cambios de look o que te aconsejen qué ponerte, pero es que estamos inundados de esta mierda, ¿no?
¿Quién dice qué es apropiado y qué no? Desde mi punto de vista, creo que lo apropiado cambia dependiendo de la geografía, el estatus social, los ingresos y la talla. Al fin y al cabo, los consejos se vuelven confusos. Creo que seguiré poniéndome mis zapatillas Keds con vaqueros y camisetas negras.
Ah, pero tengo un consejo de los buenos. Dejad de llevar ropa que solo os pondríais de vacaciones. En serio.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano.
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Podríamos pasar horas estudiando la ropa que no deberíamos llevar, el lenguaje que no deberíamos utilizar y las técnicas de maquillaje que debemos abandonar.
Así que aquí estoy yo, profundizando en el tema.
Por amor de dios, tienes más de 50. Ponte lo que te dé la gana. Si lo has hecho hasta los 50 y todavía necesitas consultar artículos sobre cómo vestirse de forma apropiada, te estás perdiendo una de las mejores cosas de tener más de 50. Una de las mejores cosas de hacerse mayor es darse cuenta de que no tienes que gastar energía preocupándote por lo que piensen los demás y llegar a sentirte cómoda en tu piel con tus particularidades.
Aun así, hay un par de cosas que las mujeres mayores de 50 no deberían llevar:
1. El peso del mundo
Cuando soportas el peso del mundo sobre tus hombros, envejeces. Si te gusta sentir el peso del mundo y no quieres dejarlo, intenta soltar sólo un poco. Quizás te valga con el peso de algún continente pequeño. Yo, por ejemplo, sólo llevo el peso de Australia y el de un país inventado llamado Michelloponia. Creo que me hacen más esbelta.
2. Vergüenza y arrepentimiento
Muy poca gente puede desprenderse de esto. La mayoría de las mujeres acaban sintiéndose perseguidas, como cuando se veían obligadas a comer hígado encebollado. Después de los 50, es especialmente difícil llevar la vergüenza y el arrepentimiento. Soportarlo es una de las cosas que te ponen los ojos rojos y vidriosos. La espiral decadente empieza ahí. Cuando la mirada de una mujer adopta ese aspecto, es hora de revalorizar la sabiduría del lápiz de ojos negro. Para mí, lo que hay que dejar de ponerse es la vergüenza y el arrepentimiento, pero nada de renunciar a pintarse los ojos.
3. Gafas de color de rosa
Querida, sabes quién eres. Esas gafas no hacen nada por ti. No sólo te hacen parecer que has estado varios días fumando porros, sino que también te impiden examinar la vida y tu alrededor de forma realista. Sí, la realidad da asco, pero cuando cumplimos los cincuenta, hay que tragársela. Así que quítate las gafas y sométela. O, si no, ponte unas buenas gafas de sol oscuras. Cubren todo tipo de pecados.
4. La impasibilidad
Hay un momento y un lugar para mantener la compostura, pero, joder, no podemos llevarla puesta todo el tiempo. Tanta indiferencia provoca esas líneas verticales entre el labio superior y los orificios nasales. No siempre tenemos que ser estoicas. No digo que lleves el corazón en la mano, pero así tendrás una apariencia más dulce que con un rictus de frialdad.
5. Demasiados sombreros
Personalmente, no soy de llevar sombrero (y menos sombreros en plural). Mi cabeza no está hecha para ellos. El pelo se me sale y las orejas parecen puertas de coche abiertas. Llevar demasiados sombreros exagera estos problemas. Cuando usas demasiados, es fácil olvidar cuál llevas puesto. Por ejemplo, ¿llevas uno serio y formal cuando lo que querías ponerte era tu sombrero extravagante y distendido? No vamos a rejuvenecer. Tarde o temprano, llevarás el de bufón de la corte al ginecólogo y, entonces, ¿dónde estarás? En una posición poco digna y con un ridículo sombrero. Ahí es donde estarás.
6. Una cara de bruja constante
Ja, ja, ja, ja, ja. Es broma. Póntela cuando quieras. Aunque no estaría mal que, de vez en cuando, pusieras una cara amable y cordial. Al menos eso es lo que me dicen algunas personas.
No pasa nada que te asesoren sobre cambios de look o que te aconsejen qué ponerte, pero es que estamos inundados de esta mierda, ¿no?
¿Quién dice qué es apropiado y qué no? Desde mi punto de vista, creo que lo apropiado cambia dependiendo de la geografía, el estatus social, los ingresos y la talla. Al fin y al cabo, los consejos se vuelven confusos. Creo que seguiré poniéndome mis zapatillas Keds con vaqueros y camisetas negras.
Ah, pero tengo un consejo de los buenos. Dejad de llevar ropa que solo os pondríais de vacaciones. En serio.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano.
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